Todos hemos pensado alguna vez en el viaje en el tiempo, y asumimos como algo evidente que quien lo hiciera al pasado no debería tocar ni alterar nada, por insignificante que fuera, o sus consecuencias encadenadas modificarían profundamente el presente.
Es un recurso muy utilizado en la narrativa, y por supuesto que en un episodio Homer Simpson viaja a la remota prehistoria, mata algunos bichos y rompe alguna cosa, y cuando vuelve al presente se encuentra a su familia comiendo con largas lenguas viperinas y prensiles.
A lo mejor se le conseguía enderezar un poco, abría los ojos, se daba cuenta, mejoraba su arte y encontraba más satisfacción en él, y se centraba en mejorarse y perfeccionarse como pintor, incluso llegando a ser aceptable, y así no se metía en toda esa mierda horrible en la que se metió y metió a todo el mundo. Cuánto dolor y cuánto horror se podrían evitar tan solo pidiéndole (¡exigiéndole!) que todas las puñeteras líneas de fuga paralelas convergieran en un puñetero punto de fuga. A lo mejor estudiaba un poco más, se aplicaba, se relacionaba con artistas y acababa incluso entendiendo y apreciando el "arte degenerado". Quién sabe.
Sí, todos damos por hecho que si viajáramos al pasado y cambiáramos una coma se alteraría enormemente el presente.
No obstante, creyendo eso con verdadera convicción, no se nos ocurre que nuestro presente es el pasado del futuro. Quiero decir que no pensamos nunca que cambiando aquí y ahora algo, por poco que sea, cambiaremos muchísimo el futuro.
¿Por qué no intentamos cambiar el futuro para bien? ¿Por qué no nos ponemos ahora mismo a cambiar cosas? No me refiero a hacer gestos heroicos ni sobrehumanos, sino cositas a nuestra escala y a nuestro alcance. Las repercusiones de nuestros pequeños actos pueden ser gigantescas.
Todo empezaría por nuestras rutinas, por nuestros trabajos. Da igual si estamos empleados en una compañía de seguros, tenemos un bar o somos arquitectos: Los ecos de lo que hagamos en el día de hoy, y de mañana, y de pasado mañana, perdurarán, y de alguna forma encadenada e indirecta lo harán para siempre.
Es cierto que si somos arquitectos nuestros errores se notarán especialmente, durarán mucho tiempo y tendrán muy difícil solución, por lo que sería muy necesario que nos propusiéramos de verdad hacer las cosas medio bien. Nuestras cagadas suelen ser notorias, y nuestros aciertos escasos. Una vez más aprovecho para reivindicar los aciertos insignificantes. No la gran obra de arte, sino una puerta que abre hacia donde debe, sin estorbar, y cierra bien, un acceso acogedor en soportal, un parterre bien colocado, cosas que le hacen la vida más cómoda y más alegre a la gente sin que ni siquiera se dé cuenta. Esos son los pequeños gestos en el presente que, si proliferaran, harían mucho mejor el futuro. Construirían casas armónicas en ciudades alegres y felices.
¿O no?
Vaya lata: Cada vez que esbozo una teoría, y sobre todo cuando es bonita y optimista como la de hoy (un pequeño gesto en el presente tendrá enormes consecuencias en el futuro; mejoremos el futuro) yo mismo le empiezo a encontrar contraejemplos y objeciones, y a contradecirla. Ahora mismo estoy pensando que igual no es tan así, tan ad hoc. Pero ya me está quedando esto largo como para empezar a exponer su refutación en este momento. Y además me desalienta volver a empezar, pero ahora poniendo pegas y aguando la fiesta. Ya casi mejor termino aquí sin más, y seguro que la semana que viene me veo con más fuerzas.
El futuro es el reflejo del pasado en el espejo del hoy
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