lunes, 30 de mayo de 2022

Complejidad y sencillez

A Raquel Martínez, por su magisterio.


Creo que a la gente, en general, le gusta que pasen cosas. Sí, bueno, claro. La vida puede llegar a ser muy aburrida si no pasa nada. Y el arte también. En las novelas y en las películas se prefiere la aventura y el frenesí, en la pintura el colorido y la narración de episodios o el retorcimiento de formas, en la música la melodía brillante, y así en todo.

¿A quién no le gusta una historia trepidante? ¿Recordáis cómo empieza Con faldas y a lo loco? Es una magnífica película, y no sé si encontraréis a alguien a quien no le guste, ya sea un espectador poco exigente y muy "básico" o ya sea un sesudo crítico. Pero estos últimos se descuelgan también a menudo con peliculones de tres horas en los que se ve crecer la hierba y poco más. Y el público no entiende cómo hacen tales alabanzas de semejantes truños.

Lo mismo pasa con el minimalismo, con ciertas novelas existencialistas y con buena parte de la arquitectura contemporánea. Hablaré de esta:

A la gente en general le gusta la arquitectura barroca, por ejemplo, tan llena de cosas, tan impresionante e incluso a veces desequilibrante, y no puede entender que en los albores del siglo veinte ciertos arquitectos propugnaran las cajas paralelepipédicas blancas y no solo no se les echara a los leones sino que acabaran triunfando.

Por eso la arquitectura contemporánea no gusta, y cuando alguna obra sí alcanza al público lo hace por ser "barroca", entendiendo esto como retorcida, expresiva, llamativa y, en definitiva, en la que pasan cosas.


Y muchos de nosotros ponemos carita y decimos que no con el dedito. Nos preguntan entonces: "¿No te gusta porque pasan cosas?, ¿porque es divertido?, ¿porque es un desafío?" Entonces recordamos tantos edificios narrativos, divertidos y desafiantes que nos apasionan y contestamos: "No es por eso. Es porque es malo".

¿Y eso cómo podemos explicarlo? Porque enseguida nuestro interlocutor nos pregunta: "¿Y según tú esto otro es bueno?"

Y decimos que sí, que naturalmente, y nos sentimos como ese crítico de cine que afirma que esa película iraní en la que una joven madre camina con su hijo hacia un horizonte incierto durante veintitrés minutos y sin hablar es una obra maestra (hay que tener cuajo), y que Los bingueros, en la que te tronchas de risa y pasan muchas cosas, es un bluff.

Es un tema del que hablamos demasiado. Yo estoy siempre dándole vueltas (la última vez, hace solo cuatro entradas, aquí), y sé que aburro mucho, pero hoy tengo un enfoque nuevo, o una consideración que aún no había hecho, y aprovecho para contarla.

viernes, 20 de mayo de 2022

Un canto al trabajo

No sé por qué narices nos empeñamos en seguir siendo pobres, con lo bien que se tiene que estar siendo rico, por mucho que TitaThyssen diga que casi que no trae cuenta.

Yo confieso que sí que querría ser rico, y no para tener coches de lujo o varias mansiones. O un avión privado. No. Todo eso no me dice nada; es más, me agobia. Lo querría ser para llevar más o menos el mismo tipo de vida que llevo (con algunos caprichos y comodidades extra, claro que sí, pero eso es lo de menos, de verdad), pero SIN TENER QUE TRABAJAR.

Sí, ya sé: Que me gusta mi trabajo y todo eso. Claro que sí, guapis. Mencanta: Los informes, los certificados, ir a medir una casa una tarde de estas a cuarenta grados, los problemas, los requeridos... Todo. Mencanta. Por eso estoy ya decidido a jubilarme en poco tiempo. No seré rico de dinero, pero lo seré de tiempo y de libertad.

Claro, que cuando al fin me haya sacudido el yugo de la maldición bíblica de ganarme el pan con el sudor de mi frente me perderé escenas tan brillantes y emotivas como esta:

domingo, 1 de mayo de 2022

Vestido de nazareno

No tenía intención de continuar la entrada anterior, ni la planteé como primera parte de nada, pero en ella comenté de pasada que hacía no mucho tiempo Norman Foster era un huracán que se remangaba la camisa y dije que alguna vez lo contaría aquí si no lo había hecho ya. (Obviamente, en seguida alguien me pidió que lo hiciera).

Suelo escribir tan compulsivamente que ni me paré a comprobarlo antes de publicar esa entrada. Lo hice después y vi que no lo había contado, así que creo que está bien hacerlo ahora. (También vi que no se remanga la camisa. La memoria es engañosa y, al menos en mi caso, magnifica las escenas y las hace más épicas aún de lo que ya son).

Titulo esta entrada "vestido de nazareno" para completar el dístico de Machado que transcribí el otro día, aunque los títulos resultan ahora cruzados. Hoy cuento lo del trueno y la semana pasada dije lo del nazareno.

Foster sin chaqueta y con el rotu gordo

En mayo de 2012 la empresa L&L Holding Company invitó a once estudios de arquitectura de fama internacional para que presentaran ideas para un rascacielos de oficinas que pretendían construir (conservando el 25% de la estructura del edificio existente(1)) en el número 425 de Park Avenue, en Nueva York. De esos once quedaron cuatro finalistas: Foster + Partners, Rogers Stirk Harbour + Partners, OMA y Zaha Hadid Architects, y se les pidió que participaran en una segunda vuelta para ver a quién le encargaban el proyecto.

Esa ronda final se filmó y tenemos a nuestra disposición un documento valioso de cómo venden sus dotes y sus cualidades tan grandes estudios. Vamos a verlo un poco(2).