Conocí a Ferrer Casas por Cazador de Sonrisas, un cómic inquietante y a la vez luminoso sobre un dentista psicópata. Me gustó mucho y se lo regalé a mi amigo Francis, colega del protagonista, para que lo pusiera en su sala de espera. (No pude resistirme a proponérselo, pero supongo que por sensatez y por una mínima prudencia profesional no lo habrá hecho).
A partir de entonces Agustín y yo nos hicimos "amigos virtuales" en las redes sociales. Es curioso el grado de amistad y de entendimiento que puede lograr la gente en el mundo electrónico sin haberse visto las caras ni estrechado las manos.
Y me enteré de que estaba preparando un cómic sobre Mies van der Rohe. De vez en cuando, con morosa delectación, mostraba algunos dibujos y a unos cuantos arquitectos tuiteros nos tenía en vilo:
-¿Para cuándo estará?
-Para la primavera de 2019.
-¿2019? Uff. Vaya una espera larga.
(Para colmo, mientras tanto publicó Arde Cuba, que está muy bien, es muy divertido y trepidante, sí, y todo lo que queráis, pero a mí me sentó fatal porque yo quería MIES ya, y no soportaba que nada le distrajera de ello).
¿Cómo se puede tardar tanto tiempo en hacer un cómic? Pues porque Agustín Ferrer Casas trabaja con una meticulosidad apabullante (y, para alguien tan ansioso como yo, desesperante).
Cada página es una acuarela: Un dibujo minuciosísimo y un colorido no menos exquisito.
Mirad en este vídeo cómo colorea las gafas oscuras de Audrey Hepburn.
Así que, vistas las gafas, imaginaos los reflejos en los vidrios del Seagram: Una locura.
Pero todo esto, siendo admirable, no es lo mejor.