martes, 26 de septiembre de 2017

Millonario

Ayer por la noche este blog recibió su visita un millón.

Estoy muy contento y (siempre lo digo) sigo sorprendido por despertar tanto interés.

Tengo en cuenta, naturalmente, que muchos entran por error, que otros miran un segundo, dicen "bah" y se van y que otros leen alguna entrada o parte de ella y piensan "vaya tontería". Sí, lo tengo en cuenta. Pero de todas formas un millón de visitas me parece una cifra escandalosa, inconcebible.

Llevaba ya unos días con las novecientas noventa y pico mil visitas y confieso que estaba expectante. Ayer por la tarde iba por las novecientas noventa y nueve mil y algo y pensaba que llegaría al millón hoy, pero fue ayer mismo.
A las ocho y media o nueve de la noche ya miraba el contador cada pocos minutos, y finalmente a las diez menos diez:


Refresqué la imagen y a los pocos segundos:


Qué rabia. Se me había escapado el pantallazo al visitante un millón.

Muchas gracias a todos, y especialmente a quienes os tomáis la molestia (verdaderamente lo es) de dejar un comentario en el blog. También especialmente a quienes me hacéis esos comentarios en alguna de las redes sociales o en la más antigua de todas: cara a cara.
(Ayer me dijo un compañero que le encantaba el blog y que alguna de las entradas le arrancaba una carcajada. Se me saltaron las lágrimas de emoción y de alegría).

A quienes leéis alguna entrada y no sois gente propensa a comentar también os doy las gracias muy efusivamente.

Me siento realmente millonario en lectores y en amigos. Espero que sigáis visitando este blog de vez en cuando y deseo tener la lucidez suficiente como para no aburriros.

Abrazos, besos, gratitud, todo. Como se suele decir, me dais la vida.

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NOTA PARA POSIBLES EMPRESAS ANUNCIANTES: Nunca me había planteado tener publicidad en el blog, pero estoy pensando que sería muy feliz viviendo exclusivamente de escribir aquí. Para ello no pudo mucho: Me conformo con muy pocos miles de euros al día. Anúnciense aquí; ya verán qué bien.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Horno de pan (1)

Esta entrada está dedicada a quien no sepa
ni entienda nada de arquitectura
contemporánea y esté un poco hasta
las narices de tanta mamarrachada.


Hace pocas semanas he asistido a cómo se comparaba el centro Botín de Santander con un calefactor y la iglesia de Marcos de Canaveses con un trastero. El otro día volvió a ocurrir: El Museo de Colecciones Reales de Madrid es un horno de pan.
Es lo de siempre y no merece la pena insistir. Pero como los ciudadanos legos en arquitectura seguirán viendo la contemporánea con hostilidad y desafección, quiero decir una cosa muy básica por si puede ser de algún interés, aun sabiendo que no va a servir de nada y que vamos a seguir igual.

Primero cuento la última batallita. Un periódico pone en twitter la noticia de la inminente apertura del Museo de Colecciones Reales en Madrid con una foto, y un famoso periodista televisivo contesta: "Que ESPANTO de edificio..." (sic). (Parece obvio que se refiere al edificio objeto de la noticia y no al mamotreto que aparece tras él).


Al momento contestan algunos esforzados arquitectos defendiendo el Museo como un gran proyecto arquitectónico y haciendo notar al periodista algunas de las virtudes de ese edificio, así como la necesidad de intentar estudiarlo y entenderlo antes de soltar un exabrupto tan rotundo. La indignación del periodista crece, ahora tanto por el ESPANTO perpetrado en Madrid como por el corporativismo sectario (e incluso agresivo) de unos locos fanáticos.

Se sucede un sabroso cruce de tuits del que pongo una pequeñísima muestra:


Lo de siempre: "Como no he estudiado arquitectura estos fanáticos no me dejan opinar". (Bueno, si a eso vamos tampoco estudió ortografía y nadie le impide escribir).
Observemos que se llama a sí mismo "hereje". O sea, nosotros somos sacerdotes inquisitoriales del retorcido arcano de la arquitectura y no permitimos la más mínima desviación del dogma.
Que conste que el famoso periodista es un vacilón, y que escribía con mucha sorna. Pero dijo (en broma) que temía por su integridad física ante nosotros, y dejó caer muchas exageraciones siempre en la línea de que el fanatismo de los arquitectos no permitía a la gente "normal" expresar sus opiniones.


Naturalmente que puede opinar. Estaría bueno. Todo el mundo puede opinar. Siempre estamos con lo mismo, y esto ya lo he dicho más de una vez. Cada uno es dueño de opinar lo que quiera, pero no todas las opiniones son igual de respetables y además cada uno se retrata con sus opiniones. Quiero decir que todos somos libres de opinar y de manifestar con nuestras opiniones nuestro conocimiento, nuestra sensibilidad, nuestro fanatismo (exacerbado en el caso de los arquitectos). 
En ese sentido le dije:


¿Por qué esos dos artistas sí son incontestables? Os recuerdo que el pintor fue detestado por casi todos durante unos años y al escritor le devolvieron el manuscrito de su obra maestra. Alguien, en varios (muchos) momentos, dijo de cada uno de ellos: "Qué ESPANTO". Sin embargo ya nos hemos acostumbrado a admirarlos y a no poner sus obras en entredicho; ni siquiera las menos buenas.
Pero los arquitectos aún no han alcanzado ese grado de benevolencia ni de comprensión por parte de la gente: Ellos se limitan a hacer un horno de pan.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Bien hallados en el paraíso

El pasado martes 12 de septiembre, para mi sorpresa y mi alegría, fui invitado a formar parte del tribunal de Proyectos Fin de Carrera de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Castilla-La Mancha, en Toledo.
(¿Por qué contaron conmigo? Pues parece ser que por culpa de este blog. Ya veis).


Me llamaron una semana antes y me quedé perplejo, pero encantado. Me explicaron que el tribunal lo forman dos profesores de la escuela (uno de los cuales suele ser el director) y dos arquitectos invitados. En principio me pareció mucho peso el de los invitados y, por lo tanto, mucha responsabilidad la mía. (Luego no fue tanta).
El lema de la convocatoria, tal como rezaba en el cartel, era "bienvenidos al paraíso". Primero me pareció entender que de alguna manera les íbamos a dar a los chavales(1) la bienvenida al paraíso de la profesión, lo que a estas alturas parece algo ciertamente sarcástico. Pero en cuanto entré al vestíbulo de la escuela vi que era al revés; eran ellos los que nos daban la bienvenida al paraíso de su juventud, de su trabajo y de su entusiasmo.

Cada alumno llevaba un año trabajando en su proyecto. (En mi época eran unos meses, pero esto ya se nos ha ido de las manos). La exposición de cada proyecto consistía en cuatro "sábanas", cada una de ellas formada por tres A1 en tira. Cada tira de tres A1 era un dibujo continuo; o sea, se empalmaba un A1 con el siguiente. Además de los doce A1 tenían que presentar una maqueta como mínimo, un vídeo de un minuto y pico y un "cofre del tesoro".
Lo del cofre me encantó. Consistía en una caja, recipiente, estantería... lo que fuera, que guardara todo lo que el alumno quisiera poner: Croquis de trabajo, cuadernos, libros que había leído durante su trabajo, recuerdos, juguetes, figuras... lo que quisiera. A su vez ese cofre podía ser una caja cilíndrica o paralelepípeda, o dos bloques que deslizaran uno sobre otro, o un carrito con perchas, o un... lo que fuera. Las cajas en sí mismas, como objetos, eran unas preciosidades.

Íbamos entrando sobre las nueve y media de la mañana y aún seguían los alumnos dando los últimos toques a la colocación de sus trabajos. Llenaban un largo y ancho pasillo y un vestíbulo. Eran veintiún puestos en un mercadillo de sueños y trabajo duro, muy duro. Los miembros del tribunal, pero también todos los profesores, alumnos, amigos y familiares, íbamos de puesto en puesto admirando los trabajos, intentando entender algún matiz (y a veces bastante más que un matiz). También aprovechábamos para saludar a quienes ya conocíamos o para ser presentados a quienes aún no. Los chicos hablaban, algunos reían y otros estaban dando el último toque a la presentación de una maqueta, o quitando por fin los papeles y plásticos protectores de algún objeto extraño.

Siempre he pensado que el proyecto fin de carrera es una fiesta y que no tiene sentido putear al alumno en ese último trance brillante de su carrera. Estaba dispuesto, llegado el caso, a defender con pasión este punto de vista. En seguida vi que no hacía falta. Los invitados estábamos impresionados por la calidad de los trabajos, y los profesores estaban orgullosos de sus alumnos. El ambiente, por tanto, era inmejorable.

viernes, 15 de septiembre de 2017

En el 148 (¿eh?) aniversario del nacimiento de Frank Lloyd Wright

A Eduardo Almalé, a Carlos Santamarina,
a todos los miembros de La morsa era yo y a
Fredy Ovando Grajales, con mi gratitud.

Dicen que este año se cumplen (¿de verdad?) ciento cincuenta años del nacimiento de Frank Lloyd Wright, y desde la Frank Lloyd Wright Foundation hasta el MoMA, pasando por muchas instituciones de todo el mundo, lo están celebrando por todo lo alto.
En efecto: Si hubiera nacido el 8 de junio de 1867 así sería, y todas esas fiestas tendrían sentido. Pero si nació el 8 de junio de 1869 (como sostenemos muchos) este año se cumpliría solamente su centésimo cuadragésimo octavo aniversario, y deberíamos esperar dos años más para celebrar la cifra redonda.

Frank Lloyd Wright. Foto tomada en el año...
(Ah, si lo supiéramos)

La fecha oficial del nacimiento de Wright es la que él dijo en su autobiografía, 1867, que coincide con la que figura en el libro de familia de su matrimonio con Catherine Tobin, su primera esposa. Entonces está claro, ¿no? ¿Cuál es el problema?

Pues que hay otros documentos que dicen que no nació en 1867, sino en 1869.

Mi amigo tuitero Eduardo Almalé me facilitó esta fotografía de la tumba de Wright:


Y mi también amigo Carlos Santamarina me pasó este escalofriante documento:

Certificado de defunción de FLW. En él consta como fecha de nacimiento el 8 de junio de 1869
(Si clicáis en la imagen la veréis más grande y podréis leer el dato)

La primera vez que tuve noticia de este problema de fechas fue leyendo el primer libro que tuve sobre Wright, el de Henry-Russell Hitchcock Frank Lloyd Wright, Obras 1887-1941 (título original: In the Nature of Materials, The Buildings of Frank Lloyd Wright 1887-1941). En él el autor decía que por fin había quedado clara la fecha de nacimiento de Wright, 1869, porque él mismo se la había confesado: "Vale, Henry, tienes razón, me has pillado. Nací en 1869".
Para mí, como este era un problema que ni sospechaba que existiera, el asunto quedó así zanjado antes de empezar.
Años después me compré el paperback de GG sobre Wright, cuyo autor es Bruno Zevi. En la nota biográfica del final del libro dice que nació en 1869. Pues ya está; no se hable más. Si lo dice Don Bruno, el crítico wrightiano más respetable, el tema está resuelto.
Pero hace apenas unos meses mis amigos de La morsa era yo me señalaron que en la contraportada de ese mismo libro pone que nació en 1867. Treinta y tantos años con ese libro en las manos y no me había dado cuenta de eso.
Qué bueno, qué saber nadar y guardar la ropa. Ese libro sostiene las dos fechas.
Bien. Hay que pensar que la contraportada la he escrito cualquiera de la editorial, buscando el dato en enciclopedias, y por lo tanto esa fecha no tiene por qué ser la que defienda Zevi. Pero si a eso vamos, también la nota biográfica la puede haber redactado otro documentalista y no el autor.
Lo que sí escribe Zevi en el artículo introductorio del libro (p. 11 en mi edición) es: "...en 1910, cuando el maestro, a los cuarenta y tres años, es invitado..." 1910-43=1867. (Oh, no. Tampoco me había dado cuenta hasta ahora).

Entonces hay que concluir que mi admirado Zevi defiende la misma fecha que la Frank Lloyd Wright Foundation, heredera del legado del maestro, albacea suya y garante de su biografía: 1867.

Por su parte, Finis Farr, el autor de la biografía más seria (en mi opinión) de Wright, dice ya en la primera frase (¿dónde si no?) que nació el 8 de junio de 1869. (Pero, claro, digo que es la biografía más seria porque dice lo que yo quiero).

Si le hablas de Henry-Russell Hitchcock a alguno de los miembros de la foundation te dirá que era un papanatas y una mala persona que tenía oscuros intereses en mantener la mentira de 1869, y que se inventó la confesión de Wright. Y si le hablas de Finis Farr te dirá: "¿Ese quién es?"