jueves, 22 de abril de 2021

Concurso arquiRELATO

Me ha vuelto a pasar. Y la de veces que me volverá a pasar. Y que nos volverá a pasar a todos. Sin embargo, a pesar de que se repite tanto, sigo sin saber cómo actuar.

Un cliente al que le has hecho un presupuesto de honorarios intentando ser lo más ajustado posible se escandaliza ante lo que le parece una barbaridad, y te pide que se lo expliques.

La mayoría lo hacen con educación e incluso con cierta ingenuidad: Sencillamente no se podían imaginar que ese trabajo que te pidieron fuera tan amplio, tan extenso, con tantas derivaciones y complejidades. Por supuesto que todos los profesionales entendemos la ignorancia de los clientes en estas cosas e intentamos ser didácticos y explicar lo que hacemos y para qué lo hacemos. Con algunos se crean unas situaciones surrealistas llenas de malentendidos divertidos por las dos partes. Todo esto es comprensible y natural. Pero finalmente hay otros que nos interpelan con grosería, incluso de una forma ofensiva, diciéndonos que nuestro trabajo es una chorrada, que nos lo hace el ordenador y que abusamos muchísimo.

El otro día estaba en una de estas. Tenía que escribirle un correo electrónico a un "ya no cliente" para al menos desahogarme explicándole que yo no era un asaltador de caminos ni un sinvergüenza, y que mis honorarios incluían trabajos y, sobre todo, responsabilidades, que él no podía ni imaginar. ¿Pero para qué? Me parecía que era un inútil recurso al pataleo.

No sabía qué hacer y se lo comenté a mi amigo Ekain. Nos contamos anécdotas (todos tenemos una buena colección de ellas) y barajamos distintas formas de contestar a estos clientes maleducados y desconsiderados (que los hay). Nos reímos, claro.

De ahí surgió la idea de convocar un concurso arquiliterario en el que pueda participar quien quiera escribiendo un correo electrónico a un cliente tóxico.

Aquí tenéis las bases. Animaos a participar, que hay premio y todo.

Imagen de recurso obtenida en klickpages.es



I CONCURSO ARQUILITERARIO DE RELATO CORTO “EMAIL DE UN ARQUITECTO A UN CLIENTE TÓXICO”

CONTEXTO Y TEMA DEL RELATO

Un cliente solicita a un arquitecto una oferta de honorarios para el proyecto de su casa. Al recibir los números (!!), el cliente, molesto, le exige de malos modos una explicación al arquitecto, pues el precio le parece una burrada; el arquitecto no sabe qué contestar, todos los días lo mismo, se le ocurren mil maneras… y ninguna.

El I CONCURSO ARQUILITERARIO DE RELATO CORTO que presentamos consiste precisamente en eso: una contestación vía e-mail, humorística, airada, sarcástica, lógica, amable… a ese cliente.

BASES

1.- El concurso está abierto a cualquier persona.

2.- El relato, en formato de email y con una extensión máxima de 300 palabras, se enviará por correo electrónico a la dirección arqui.relato@gmail.com antes de última hora del día 16 de mayo.

3.- El contenido del mensaje es libre, valorándose el humor, la ironía, la serenidad, la locura, la mala leche, el disparate, la coherencia, y un largo e inconcreto etcétera.

4.- El jurado, cuyo fallo será inapelable, estará compuesto por José Ramón Hernández Correa y Ekain Jiménez Valencia, que serán tan arbitrarios y subjetivos como cabe esperar de ellos.

5.- Se otorgará un único premio, consistente en:

- Una ilustración original, dedicada, del Arquitecto Hastalasnarices realizada por Ekain Jiménez Valencia.

- Un ejemplar del libro Necrotectónicas. Muertes de arquitectos, de Ediciones Asimétricas, dedicado por su autor, José Ramón Hernández Correa.

6.- La fecha del fallo será anunciada en redes sociales a la finalización del plazo de recepción de los relatos. El relato ganador, junto con una selección, serán publicados en las redes sociales y en el blog ¿Arquitectamos locos? Los mismos estarán libres de derechos para su libre uso como modelo de respuesta. Salvo petición expresa, serán anónimos.

En Vitoria-Seseña, a 21 de abril de 2021.

Nota: este pequeño certamen pretende subrayar la falta de comprensión de algunos clientes con las personas a las que se dirigen para contratar sus servicios, ya sean arquitectos, abogados, o podólogos. Un hecho bastante habitual en muchas profesiones. Pretendemos hacerlo a través de una convocatoria informal, en clave de humor, y abierta a todos. No se nos ofendan.

miércoles, 14 de abril de 2021

Salvar al arquitecto Ryan

He ido a un piso a hacer un certificado de eficiencia energética. Un desastre. Un barrio residual, semi industrial y semi residencial, todo revuelto, separado un par de kilómetros de un pequeño pueblo. Mal urbanizado, sin terminar, hecho con las prisas de los primeros años de este zurrado siglo, cuando todo el mundo pensaba que ataban los perros con longanizas y que nuestros disparatados actos no iban a tener consecuencias, o que daban absolutamente igual las que tuvieran.

Es un barrio absurdo llamado desde el primer día a ser un ghetto, con habitantes desarraigados que están ahí exclusivamente por su bajísimo nivel adquisitivo, habitando pocilgas con unas calidades constructivas pésimas, y con un diseño arquitectónico horrible (y encima con algunas ínfulas ridículas, que es lo que más rabia me da) y un urbanismo disparatado (que pasó en su momento la durísima cadena de controles y aprobaciones de la comunidad autónoma).

¿Qué hemos hecho? Os confieso que, aunque no tengo nada que ver con este barrio ni estos estúpidos minibloquecillos de viviendas, me siento vagamente culpable. ¿Qué hemos hecho?

En la película Salvar al soldado Ryan (atención: hay un destripe. Si no la has visto deja esta lectura aquí, vete a ver la película y luego vuelve) alguien muere por él para salvarle la vida. Muchos años después, ya anciano, se pregunta si mereció la pena ese sacrificio, y si su vida ha podido pagar aquella inmensa deuda, y le pregunta a su mujer: "¿He sido bueno?" "¿He sido una buena persona?"

De haberlo sido, todo aquel disparate quizá pudiera tener algún sentido, o al menos un consuelo. En caso contrario, aquellas muertes fueron en vano y él sería el ser más repugnante sobre la Tierra. "¿He sido bueno?" "¿He sido una buena persona?"

No se pregunta si ha hecho algo que haya merecido la pena, si deja en este mundo algún legado, alguna obra estimable, algún avance que justifique su vida, y sobre todo el sacrificio de la de quien murió por él. No; no pide excelencia. Solo (¡solo!) haber sido una buena persona.

miércoles, 7 de abril de 2021

Mala praxis

Fray Coello de Portugal terminó la memoria de su proyecto del santuario de la Virgen del Camino así:

Que es como terminar con: "Y con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho".

Santuario de la Virgen del Camino

La memoria tenía apenas diez páginas. Pero es que la del Club Náutico de San Sebastián, de Aizpúrua y Labayen, tenía solo tres, y la tercera era de peloteo:


Club Náutico de San Sebastián

La de Torres Blancas, de Sáenz de Oiza, mucho más compleja (y también de unos cuantos años después), ya tiene treinta páginas. Vamos, que solo con los cuadros de superficies ya las llenas.

Torres Blancas

Y sin embargo esos edificios no necesitaron más. Con esos proyectos que hoy nos parecen tan escasos se construyeron y ahí están para nuestra admiración. Pero eso fue porque aquellos proyectos eran solo eso: proyectos; es decir, documentos que diseñaban edificios e indicaban lo preciso para que un constructor buen conocedor de su oficio los pudiera construir. En ellos no se indicaba el punto de fusión del acero ni las propiedades organolépticas del mortero de cemento. Tampoco la historia geológica-geográfica del sitio ni el horario de los autobuses Madrid-Astorga. Solo eran proyectos. Ni más ni menos.