No le tengo ninguna simpatía a Philip Johnson. (Ya está. Ya lo he dicho. Se queda uno mucho más a gusto así: Declarando sus fobias para que queden claras desde el principio y escribiendo luego sin más tapujos).
Fue un joven rico y muy listo, incluso demasiado rico y demasiado listo, que sintió una gran atracción por el nazismo, cosa bastante difícil de entender en un homosexual, pero yo ya estoy curado de espanto, y a estas alturas tampoco me tiraría de espaldas una asociación de toreros afiliados al PACMA o incluso otra de futbolistas no tatuados. En este mundo hay de todo.
Philip estudió filología. Se sentía fascinado por las ideas potentes y rotundas, por el arte y supongo que por los uniformes de Hugo Boss y toda esa faramalla que encandiló a tanta gente lista y tonta. Nacido en 1906, a sus veintitantos y treinta y pocos años se propuso impulsar la agenda nazi en los Estados Unidos. Viajó a Alemania y no le pareció mal lo que se estaba haciendo con los judíos. Tampoco se opuso a las burlas al "arte degenerado", aunque él sí que admiraba a muchos de los artistas de vanguardia e incluso a algunos los ayudó a salir del infierno.
De alguna forma quería conservar una vergonzante apariencia de dignidad y de hipocresía. Era un mal bicho, pero un hombre inteligente y astuto. Cuando el partido nazi estadounidense que estaba auspiciando y en el que incluso tanteó hacer carrera política no llegaba a nada, cuando en Europa la locura del Tercer Reich se veía que no iba a triunfar, pero sobre todo cuando toda la gente guapa de Nueva York le hacía ascos a esa brutalidad, dio un descarado giro de timón, pasó a otra cosa, mariposa, y olvidó todo eso. Las ideas son hermosas cuando tienen aspecto de triunfar, pero se vuelven intolerables cuando fracasan. A él le podía valer cualquier ideología, menos la de perdedor.
En Europa le había llamado muchísimo la atención la arquitectura moderna, y a su vuelta a casa se convirtió en un ferviente divulgador y promulgador de ella. Se le escuchaba y se le atendía. También se le temía. En poco tiempo fue uno de los más influyentes popes del Movimiento Moderno. En 1930, con solo 26 años de edad, se convirtió en el primer director del recién creado Departamento de Arquitectura del MoMA. En 1932 organizó y dirigió junto al historiador Henry-Russell Hitchcock una fantástica exposición sobre arquitectura moderna en su departamento del MoMA y escribió con él su catálogo, que se convirtió en la piedra fundacional del Estilo Internacional y cuyas tesis marcaron el rumbo de la arquitectura mundial durante décadas.
En 1940, ya con treinta y cuatro años, comenzó a estudiar arquitectura. Lo hizo en Harvard, claro, y con Walter Gropius como profesor. Era lo mínimo para él.
Estaba obsesionado con Mies van der Rohe. Tanto que en cuanto el maestro alemán se puso a construir la casa Fransworth él se hizo la suya imitándolo (pero peor: Cuentan que el propio Mies pasó una noche en ella sin poder dormir por lo mal resueltos que estaban a su juicio los soportes de esquina).
Johnson escribió la primera monografía sobre Mies y le abrió las puertas de la alta sociedad estadoundiense. Puso todas sus influencias al servicio del alemán, y en 1954, finalmente, proyectó con él el edificio Seagram. (Entiendo que estuviera deseando trabajar con su admirado maestro, ¿pero por qué iba a querer Mies admitirlo como coautor? Nada de colaborador, o ayudante; no, no: coautor. ¿Tal vez porque el rico e influyente Johnson había sido quien había conseguido el encargo convenciendo a los propietarios de las bondades de Mies? Pues sí, claro; naturalmente).
Mies van der Rohe y Philip Johnson con la maqueta del edificio Seagram
No sé cuánto hay de Johnson en el proyecto(1). En todo caso se ve el talento y la finura de Mies en cada detalle, en cada tornillo. (Esto es literal: Me contaron que los miles que fijan los junquillos de las carpinterías de fachada tienen todos -todos- la ranura paralela al plano del vidrio).
En 1955 el aprendiz diseñó la casa Leonhardt, en Lloyd Harbour, Long Island, con algo más que una influencia de su maestro:
Tal vez más que "inspirada" en un croquis de 1934 de Mies para una no construida casa de cristal en una colina.