(A Merxe Navarro)
Mi amiga virtual en las redes Merxe Navarro me ha pasado indignada un artículo donde, de nuevo (y ya es una costumbre) se denigra la arquitectura. (Clicad aquí).
Mi amiga virtual en las redes Merxe Navarro me ha pasado indignada un artículo donde, de nuevo (y ya es una costumbre) se denigra la arquitectura. (Clicad aquí).
La cosa consiste en que el ayuntamiento de Jávea (Xàbia en valenciano) acaba de aprobar una ordenanza que prohíbe las cubiertas planas, las grandes cristaleras y todos los excesos demoníacos de la arquitectura contemporánea, esa siniestra disciplina. (No sé si, ya puestos, y en plena carrerilla purificadora y salvífica, han prohibido también los versos que no riman, la pintura abstracta, la música dodecafónica y el fútbol femenino).
El periodista nos lo cuenta con verdadero entusiasmo. Se ve que es muy partidario: Nos dice que bueno, que sí, que ha habido alguna casa moderna muy premiada, pero que eso ha degenerado ya en verdadero vicio y desparrame, a lo que el alcalde, justamente indignado, ha puesto fin. Ya era hora.
El ayuntamiento, harto de esto:
ha exigido esto otro:
Estas dos fotografías están sacadas de la galería de imágenes
del artículo citado. O sea, que no son exageraciones mías.
Mucho mejor. Dónde va a parar.
Pero el motivo por el que vuelvo a hablar de este aburrido y manido tema es porque me ha hecho gracia. Me ha divertido mucho que el asco que siente esta gente por un cierto lenguaje arquitectónico sea vergonzante; vamos, que no se atrevan a reconocerlo, sino que lo justifiquen con una excusa "razonable" e incluso "racional".