Me complace comunicar a los lectores de este blog que he contratado a la gran
medium internacional
Doña Leucemís Cacatuídae López de Berruguete (alias
Sita Chloe), que me ayudará a establecer contacto con los más grandes arquitectos de todos los tiempos.
Para ofrecerme una prueba de sus poderes, y esta vez completamente gratis, me ha puesto en contacto con
Don Antoni Gaudí i Cornet. No me lo esperaba, y no tenía nada preparado. Así que, entre esta imprevisión y el susto que he pasado, apenas he acertado a preguntarle cuatro tonterías.
Prometo que en la próxima entrevista estaré más agudo.
La Sita Chloe se ha aferrado a su bola de cristal y ha empezado a balbucear resultados de la Eurocopa. Después se ha agitado, ha temblado, se ha sacudido, y ha sido literalmente poseída por Don Antoni. (Me he dado cuenta cuando le ha empezado a salir una barba blanca).
ANTONI GAUDÍ.-
Qui és? Qui em molesta?
ARQUITECTAMOS LOCOS?- Buenas tardes, Don Antoni. Perdóneme. Soy un apasionado admirador de su obra…
de la seva obra… y quería charlar con usted.
AG.-
No té res més a fer? Qué be! Anem a molestar el Antoni!
(La cara de la Sita Chloe se viene a primer plano y la de Gaudí se desdibuja. Es ella la que habla ahora:)
SITA CHLOE.- ¿Quiere usted la versión doblada al castellano?
AL?- Sí, por favor.
AG (Ahora con la voz y los tics de
Jordi Pujol).- ¿Qué pasa? (Arg, arg). ¿Qué quiere usted, joven? (Arg).
AL?- En primer lugar, manifestarle mi más profundo…
AG.- Sí, sí. (Arg, arg). Vale. (Agitando la mano como para espantar una mosca). Está bien. (Arg).
AL?- ¿Qué tal está usted en el cielo?
AG.- Divinamente, divinamente. [A partir de aquí suprimo los "arg, arg" y las descripciones de los tics]. Estoy a la derecha de Nuestro Señor Jesucristo. Bueno, no justo a su derecha, sino un poco... ¿cómo le diría?... como hacia el suroeste. No sé, es que allí no es como aquí. ¡Y a menos de cien metros de Dios Padre! Un lugar muy bueno, muy bueno. Con muchas vistas.
AL?- ¿Tiene noticias de la arquitectura que se está haciendo ahora en el mundo?
AG.- No hijo. Ni que fuera una cosa tan importante. Como si no tuviéramos otras ocupaciones allí arriba. Tan solo sigo, muy por encima, lo de mi canonización. Claro; es que eso me haría ganar bastantes puestos.
AL?- Naturalmente. ¿Sabe que el Papa consagró hace poco el Templo de la Sagrada Familia?
AG.- Ah, sí. Sí. Me hizo mucha ilusión.
AL?- A mi juicio se lo han destrozado.
AG.- No, hijo, no. Si está muy bien... Si yo ya sabía que no podría acabar esa obra, que otros la continuarían. Un arquitecto es solo un instrumento...
AL?- Ya, pero es que lo que han hecho...
AG.- ¡No quiero hablar de eso! ¡No quiero! ¡Humildad! ¡Caridad! ¡Santa Paciencia! ¡Lalarááá! ¡La, la, laláááá! ¡Bulabulabulabula!
AL?- Cálmese, por favor. Cálmese. ¿Y el Barça? ¿Le gusta el Barça?
(Ni sé por qué he preguntado eso).
AG.- Pues sí. Esas cosas allí se siguen mucho; ya ve. Cuando yo morí... ¿Sabe que me atropelló un tranvía?
AL?- Sí. Claro. Todo el mundo lo sabe. Escribí un relato sobre eso.
AG.- Ya. Muy malo. Hay que ver cómo aprovecha todo el mundo para meter sus ridículas cuñitas. "Escribí un relato; escribí un relato".
AL?- Perdón.
(¿Me pregunta que si sé que le atropelló un tranvía y luego me dice que conoce mi relato? ¿Qué clase de lógica tiene esta gente
ectoplasmática?).
AG.- Pues cuando morí aún no se había desatado esa pasión por el fútbol que hay ahora. Pero una vez arriba, como tengo tan buena localidad, me he ido aficionando. Además, allí hay muchos piques. Y estos últimos años con el
Pep Guardiola lo he pasado muy bien.
AL?- Me gustaría comentarle una cosa que siempre me ha estado dando vueltas en la cabeza. Precisamente su último día de trabajo, el del atropello, usted se despidió de los operarios diciéndoles que al día siguiente harían cosas "muy bonitas". Ese calificativo, "bonito", no se suele emplear en arquitectura. Queda un poco demasiado... ingenuo. O simplón. Yo creo que su obra no es "bonita", sino mucho más. Algo muy importante y muy fuerte, muy por encima de la belleza. ¿Qué es para usted la belleza?
AG.- Me deja usted de piedra, joven. ¿Es que ahora los arquitectos prefieren hacer cosas feas? Las obras tienen que ser bellas para alabar a Dios y a la Santísima Virgen María. Es el pequeño homenaje que les podemos hacer.
AL?- Sí, claro. Pero su obra tiene rasgos tan potentes, es usted tan tremendo, tan poderoso, que algunos de sus adornos y detalles no le hacen ningún bien, e incluso quedan un poco
kitsch.
AG.- ¿Me ha sacado del paraíso para insultarme?
AL?- Perdón, perdón. Lo siento mucho. Yo no quería...
AG.- Sepa usted que quien hace
kitsch de mi obra son los turistas, que no se enteran de nada. Yo trabajaba con mucha intensidad, incluso con mucho sufrimiento. Yo dormía en la cripta de la Sagrada Familia, y apenas comía un puñado de nueces. No tenía ni tiempo para comer. No tuve tiempo para crear una familia, para frecuentar amigos, para nada. Solo trabajaba y trabajaba, intentando encontrar la forma digna. Sí, digna. Digna de Dios, digna de la ciudad, digna de la sociedad. En eso no había fin, ni descanso, ni solución.
Y ahora los turistas se hinchan a hacerse fotos sonriendo delante de mis obras, sin enterarse de nada, sin comprender nada. ¡Y con mis obras hacen baratijas de todo a un euro!
(Se saca esto de un bolsillo y lo pone con desprecio sobre la mesa, diciendo: "Es un sacrilegio, una burla").
AL?-Bueno. Hay que reconocer que solo las obras cumbres pueden alcanzar ese éxito. El éxito es siempre un poco
kitsch, porque vulgariza la obra.
AG.- Ah, será eso. Si usted lo dice... Yo siempre he dicho: "La belleza es el resplandor de la verdad, y como que el arte es belleza, sin verdad no hay arte". Me importa mucho la belleza porque me importa la verdad, porque mi obra busca la verdad y es verdad. Y es de verdad. De verdad. De verdad. ¿Entiende? Mi familia era de caldereros. Yo aprendí el oficio. Esas rejas y esos elementos de hierro que gustan tanto son fruto del calor y del trabajo. El metal se deforma, pero esas deformaciones que sufre no son mentiras. Son fruto del trabajo intenso, de los golpes, del calor abrasador. De la verdad del sacrificio. No son formas caprichosas, sino búsquedas de la verdad. Y la piedra; la piedra de Montserrat, la piedra tallada a golpes de cincel, pulida, abujardada... Trabajo, hijo mío. Trabajo y lucha, y todo en aras de ofrecimiento a Dios y a la sociedad humana. ¿Es eso mentira? ¿Es eso
kitsch de ese que usted dice? ¿Sabe por dónde puede meterse usted al
kitsch y a los turistas?