Hace tiempo dediqué una entrada de este blog a una obra arquitectónica que me parece muy interesante y que está cargada de un alto contenido simbólico. Creo que es un acierto, y además está perfectamente "ensamblada" en el lugar y genera una imagen urbana muy atractiva. Al menos a mí me lo parece, y así lo conté con la verborrea que me caracteriza.
Hoy, bastante tiempo después, me entra el siguiente comentario a aquella entrada: "Una tomadura de pelo". Punto pelota. Ya está. No hay más que hablar. Chimpún.
Resulta que yo estoy blablablá, consumiendo cientos de palabras (casi casi mil) en mi exposición y un lector me calla la boca con apenas cuatro(1). Estuve escribiendo durante dos o tres buenos ratos y lo primero que he pensado es que merecía una contraexposición o algo así; un razonamiento, un argumento. Pero luego me he dado cuenta de que "una tomadura de pelo" queda bastante claro. A otros que me han dicho "qué bueno" o "me ha gustado mucho" no les pido que justifiquen su opinión. Pues entonces a "una tomadura de pelo" tampoco. Tiene el mismo derecho.