domingo, 27 de mayo de 2018

Etcétera

Por estas cosas que pasan en la vida, y porque estoy todo el rato dando vueltas y me expongo a todo tipo de contactos y se me cruza gente muy rara, he dado con un supervillano de esos que quieren dominar el mundo o, en su defecto, destruirlo, le he caído bien y me ha encargado el proyecto de su nuevo centro de operaciones.
El complejo consiste en una guarida de lujo*, una oficina para las extorsiones y los chantajes, un laboratorio de armas químicas, bacteriológicas y nucleares y una base de lanzamiento de misiles teledirigidos cargados con esas armas. Un proyectazo. Me ha regateado un poco mis honorarios (menos que otros clientes, la verdad) y nos hemos puesto a buscar emplazamiento.

Es difícil encontrar un lugar en el que poder hacer algo así, pero después de buscar por muchos municipios hemos encontrado un sitio idóneo. Naturalmente no lo puedo decir**.

Como siempre que se va a empezar un proyecto, he ido al ayuntamiento y he consultado la normativa urbanística. La ordenanza de aplicación en ese solar es sorprendente, increíble. Nos viene a huevo: O ha sido escrita por un idiota o por un cómplice de mi supervillano, porque ha dejado entreabierta la puerta para que entremos a cumplir nuestros sórdidos fines. Y es que los usos permitidos en la finca en la que mi cliente quiere establecerse son:

Fotografía sin manipular. La ordenanza dice eso.

1.- Vivienda colectiva.
2.- Vivienda unifamiliar agrupada, en fila, aislada y pareada.
3.- Comercio.
4.- Oficinas.
5.- Hotelero.
6.- Deportivo.
7.- Sanitario.
8.- Religioso.
9.- Cultural.
10.- Industria artesana.
11.- Almacenes.
12.- Etcétera.

¿Etcétera? ¡No puede ser! ¿Etcétera? Sí. ¡Etcétera! ¡ETCÉTERA! De verdad.

viernes, 25 de mayo de 2018

Advertencia

Hoy entra en vigor el nuevo reglamento de protección de datos y llevo desde hace un par de días recibiendo mensajes de todo el mundo y por todas las vías imaginables diciéndomelo. Una tienda virtual me explica que puedo acceder a los datos que tiene de mí (porque me compré unos calcetines por internet hace diez años), que puedo exigir que me los borren (rellenando un formulario en su web, para lo que tengo que acceder a "mi perfil"; eso sí: si soy capaz de recordar qué sobrenombre me puse y qué contraseña utilicé hace diez años cuando me compré esos calcetines). Y así todo el mundo. De pronto se han vuelto todos locos y me están volviendo loco a mí.

En definitiva, me cansan y me abruman explicándome el derecho que tengo a que no me cansen ni me abrumen.

Resulta que me ha dado por pensar que llevo casi treinta y tres años haciendo proyectos de edificios y conservo los planos secretos de los polvorines y los datos de mis clientes, y estoy por quemarlo todo y, si me apuráis, quemarme yo también, porque no soporto tener tanta responsabilidad (incluso sobre edificios que han cumplido sobradamente el plazo decenal, algunos de los cuales no tienen grietas ni humedades).

Vamos, que no sé qué hacer con mi archivo. En cuanto a los nuevos proyectos lo tengo muy claro: En la carátula y en la memoria dirá:
Proyecto de Ejecución de Un Edificio.
Situación: Un lugar.
Promotor: Una persona (física, con su DNI o NIE, o tal vez jurídica, con su CIF), domiciliada en su casa (o acaso en su oficina).
Y, naturalmente, todos los planos irán pixelados para que no se vea cuántos cuartos de baño hay ni cosas así, que la gente es muy cotilla.

Si no les dan licencia de obras se siente. Yo más no puedo hacer.

Pero ya el colmo, lo que me ha inquietado, me ha aturdido, me ha desazonado y me ha angustiado es que Blogger me manda este mensajito:

Por favor, clicad para verlo más grande.

Así, diciéndome que tenga cuidadito con quienes entráis aquí de vez en cuando (y no digamos si además dejáis un comentario) porque tengo una altísima responsabilidad y me la estoy jugando.

No entiendo nada, no sé nada. Soy como la infanta.

No sé qué datos vuestros recopilo en mi blog. Vamos, que yo no recopilo ninguno. Los que queráis dejar vosotros.
Blogger me dice que ya os está dando una advertencia sobre las cookies, cosa que le agradezco porque yo no sabría. Bueno, yo ni sé todavía exactamente qué son las cookies, Hulio. Pero me advierte de que si estoy usando otras (¿estoy usando otras?), como por ejemplo las que añadan determinadas funciones de terceros (¿?) puede que esté cometiendo el pecado nefando.

Qué angustia, de verdad. Qué coraje. Yo solo os puedo decir -y os lo digo con la mano en el corazón y lágrimas en los ojos- que jamás utilizaré ni daré a nadie vuestros datos bancarios, vuestro historial médico ni vuestros antecedentes penales. Lo juro. Y no solo por mi inmarcesible ética personal, sino porque no sabría cómo hacerlo.

Podéis estar tranquilos. (¿O no?)

domingo, 20 de mayo de 2018

Más gente normal

Hace unos meses escribí una entrada sobre los reyes de España, su forzado ambiente familiar y, sobre todo, su casa, a la que titulé "Gente normal".
Pues hoy toca hablar de más gente normal.
A la pareja protagonista de hoy le han dado palos por todas partes respecto a si tienen derecho o no lo tienen a comprarse la casa que se han comprado. Yo no tengo intención de discutir nada de eso. Vamos, es que ni me lo cuestiono. Pues claro que tienen derecho. Si se han comprado esa casa con su dinero lícitamente ganado, o con una herencia familiar o con cualquier otro medio justo y han pagado sus impuestos y han cumplido sus obligaciones nadie tiene nada que decir. Estaría bueno. (Aunque ellos lo dijeran de otros políticos: Allá ellos).

Estamos en un estado de derecho legítimamente constituido y sus políticos tienen las retribuciones legalmente establecidas. Si se compran una casa como si se compran un piano de cola. Eso es cosa de cada uno.

(Comenté esto en twitter y recibí alguna respuesta defendiendo que esta pareja sí podía pero los reyes no, y alguna otra en sentido contrario: que los reyes sí pero estos no. No estoy de acuerdo con ninguna de las dos posturas. Yo creo que son lícitos los dos casos y que dimanan de la estructura jurídica-democrática-política sobre la que se sustenta el estado español. La casa real tiene sus asignaciones presupuestarias y los políticos las suyas, y cada uno cumple con su función prevista por nuestro ordenamiento, así que no hay nada que decir).

Yo solo voy a mostrar la casa. Esto es un blog mayormente de arquitectura, y si me sorprendió para mal la casa de los reyes me ha sorprendido casi para peor esta casa.


Repito que se está hablando mucho sobre si una pareja de izquierda puede gastar tanto dinero, y repito que a mí eso no me importa. Lo que sí me importa es que unos líderes que propugnan un nuevo modelo de sociedad y una nueva estructura de dignidad del ser humano quieran esos cargaderos de madera, esos canecillos, ese pilar con esas zapatas de madera encima, esos chapados de piedra a modo de picatostes sumergidos en el chocolate, esa rueda de carro, esas sillas, esos pavimentos...

(NOTA.- Estas son fotos de la web que vende la casa, y los muebles y objetos decorativos son los de los dueños actuales. Los nuevos propietarios pondrán los suyos, pero dada la arquitectura de la casa, que les ha gustado, supongo que ellos están en esa onda y que lo que pongan seguirá una línea parecida).

jueves, 17 de mayo de 2018

Arquitecto profesional

Núria Espert vende su casa en la costa castellonense. Me he enterado por un artículo cuyo titular dice que "aquí escribía Alberti" y que es "la casa más bonita del mundo". (Bueno, tanto como la más bonita del mundo... Está muy bien).


También veo que dice que el arquitecto fue Fernando Higueras, olvidando (una vez más, como tantas) al coautor Antonio Miró.

Y es que entre Núria Espert y Fernando Higueras hubo una entrañable amistad y unos sentimientos de cariño y de admiración mutua que no existieron entre la diva y el otro arquitecto, el silenciado, el siempre olvidado.


Este vídeo empieza con Núria Espert leyendo un texto suyo con la misma pasión (y entonación) que debió de emplear el notario que les leyó a ella y a su marido la escritura de esa misma casa. Parece mentira que semejante actriz lea tan mal y con tan poca sensibilidad y tan mal ritmo. 
Pero lo más gordo que dice en ese vídeo (y se ve que al periodista también le impresionó, porque lo cita en el artículo) es que Fernando Higueras se negó a cobrar su trabajo.

Me sorprende y, es más, me molesta.

Me molesta porque eso incide en la habitual idea de que los arquitectos hacemos unos dibujos más o menos inspirados, soñamos un poco, nos dejamos llevar por nuestro súbito estro y parimos nuestras obras en una especie de arrebato místico. Y claro: los arrebatos místicos sí se pueden regalar. (Es más: yo los regalo siempre).

¿Regalaron su trabajo los albañiles, los fontaneros, los carpinteros, los electricistas...? No. Eso ni se plantea. Ellos eran profesionales. Todos ellos trabajaron, mientras que el arquitecto se divertía.

Por otra parte, a mí no me parece ni bien ni mal que Higueras regalara su trabajo. Cada uno hace lo que quiere con lo suyo. Pero aunque ni me va ni me viene me gustaría decir tres cosas:

1.- En lo que deja de cobrar un arquitecto (no quiso cobrar nada) van incluidos los gastos de estudio, tales como pagar a los delineantes y demás profesionales que intervienen, el coste del visado, la Hermandad Nacional de Arquitectos (en esa época la cuota se detraía como un porcentaje de los honorarios mínimos obligatorios; lo calculaba el colegio y te lo cobraba sin más), el seguro de responsabilidad civil de ASEMAS (también lo tramitaba el colegio), etcétera, etcétera, etcétera. ¿Todo esto lo pagó Higueras de su bolsillo o le dijo a Espert que lo que no le cobraba era lo que le debería haber quedado neto para sí, pero que sí le cargaba todo lo demás? Por lo que dice Espert no pagó nada de nada. En fin.
2.- Semejante acto de generosidad me parecería más apropiado para una obra social o filantrópica (y ni así: en esas los albañiles también cobran), pero es que se trata de una casa de lujo, de mil metros cuadrados, para una actriz famosa que dice que no tenía ni un duro, pero ya había pagado a un arquitecto previo (que no le gustaba) y se iba a construir un enorme casoplón. La verdad es que no lo entiendo.
3.- Me consta que Antonio Miró, el coautor arrumbado, no gozó de los mismos sentimientos amistosos con la discípula de Talía. ¿Tragó con lo de no cobrar? No me lo creo ¿Hizo cuentas particulares con Higueras compensando o equilibrando tal vez con otros proyectos del estudio? No lo sé. (Más cargas acumuladas a los bolsillos de Higueras, a quien le debió de salir muy caro el regalo).

Nuria Espert nos cuenta arrobada que Fernando Higueras hablaba con ella de teatro y le preguntaba cómo hacía para aprenderse los papeles, y en la obra se paseaba por los andamios con un sombrero. Una imagen idílica de un artista y de un amigo, pero no de un profesional.

domingo, 13 de mayo de 2018

La estética como excepción al pensamiento

(A Mapila)

Fernando Savater ha escrito ayer un artículo en EL PAÍS que me ha dejado con la sensación déjà vue, déjà connue de que los arquitectos contemporáneos son la plaga y de que la arquitectura actual es la perversidad misma.
Vale. Ya aburre. Ya lo sabemos. Pero es que esta vez me ha llamado la atención más que otras veces porque se supone que Savater es un pensador. Y porque se supone que un pensador piensa.


En su día no me leí su en muchos colegios obligatoria Ética para Amador (a mí me pilló ya muy mayor para ello), y a partir de ahí ya todo me vino torcido con él.
Sé que de vez en cuando escribe un libro, pero hasta ahora los he ido evitando concienzudamente, y ya a estas alturas espero salir de este circo con mi virginidad savateriana intacta.

Me cae bien porque es, como yo, un apasionado de La isla del tesoro, y sé con absoluta seguridad que si eres stevensoniano no puedes ser mala gente. Es imposible.

Hace tiempo escribió un libro sobre caballos, y entonces me enteré de su pasión por la hípica. 

Y en el artículo de ayer vuelve a hablar de esa pasión. Mejor dicho: De lo que habla es de que por culpa de esa pasión ha tenido que sufrir la inmersión en una obra de arquitectura contemporánea, y es que su amado hipódromo de Longchamp ha padecido una reforma perpetrada por el arquitecto francés Dominique Perrault.

lunes, 7 de mayo de 2018

La lección de Monet

Hoy quiero contaros una historia con moraleja, que trata de la lucha de una persona, en este caso de un gran artista y un gran creador, por sus ideas, sus principios y su dignidad, y del enfrentamiento a todos sus fracasos hasta lograr la victoria final.
Permitidme hoy ser moralista y sentimental, pero la historia de Claude Monet merece la pena.

Monet nació en 1840, y hasta los veinte años pintó en un estilo realista tal como se debía hacer, y lo hacía muy bien. Pero hacia 1860 empezó a salirse del tiesto y a hacer disparates como aplicar los colores puros y de golpe, sin degradados, modelados, esfumados y demás, y a romper las formas con manchas discontinuas.
Con esta manía que le entró sus obras dejaron de gustar a la gente y no vendía un pimiento. Esto, naturalmente, se dejó sentir en su modo de vida, que se parecía cada vez más al de un mendigo y que no auguraba nada bueno.

¿Cambió Monet de actitud por ello? Noooo. Al revés: Se encabezonó cada vez más y siguió directo hacia el abismo.

En 1872 pintó un cuadro al que tituló Impression, soleil levant (Impresión, sol naciente), que era un verdadero despropósito: Se ven unas barcas en el mar, en un puerto en el que se adivinan grúas y chimeneas, y el disco solar se refleja en el agua. Todo está desdibujado. El cielo está hecho a base de brochazos inconexos, la textura del agua se quiere hacer con picotazos azules sin criterio, todo está deslavazado.


Pero, sobre todo, lo que quiere transmitir esta obra endemoniada es que un pintor puede ir a un sitio, con sus santos güevos, y pintar así, sin más, lo que ve y tal como lo ve. Y eso acaba con siglos, con milenios de arte. ¿Dónde quedan la composición, la preparación del tema? ¿Y para qué el oscuro y polvoriento estudio del pintor, lleno de escayolas y trapos? Nada. Venga, a pintar al exterior lo primero que uno vea. Todo espontáneo. Todo a lo loco.

Porque este cuadro se titula Impression... y es eso: una impresión, un aquítepillo aquítemato sin más, sin pretensiones sublimes, sin trascendencia, sin seriedad ni rigor. Este cuadro es un cachondeo intolerable.

miércoles, 2 de mayo de 2018

La fealdad

Advertencia: Sobre la fealdad se pueden (y se deben) escribir varios tratados muy extensos. Esto es solo el blog de un aficionado, y por lo que me pagáis debéis conformaros con tres o cuatro brochazos rápidos exponiendo un par de ideas (o solo una), y nada más. Seguramente retomaré el tema más de una vez.


INTRODUCCIÓN:

Vincent Van Gogh no consiguió vender un solo cuadro en toda su vida porque todos eran horribles. (Bueno, vendió uno a su hermano, que era marchante, pero eso no cuenta porque su hermano le daba dinero y le intentaba mantener como podía, de manera que esa venta no puede considerarse tal, sino una ayuda fraterna).


No es que los cuadros de Van Gogh no gustaran a casi nadie. No es que solo gustaran a unos pocos. No. Es que no le gustaban a nadie. A nadie. Repito: A nadie. Es decir: en la segunda mitad del siglo XIX lo que pintaba Van Gogh era feísimo.
Y sin embargo hoy esos cuadros nos gustan a todos. A todos. No a la mayoría, no a muchos. A todos. Es decir: en la primera mitad del siglo XXI lo que pintó Van Gogh es bellísimo.
¿Y eso por qué es? ¿Acaso la belleza y la fealdad son una moda? ¿Acaso la belleza y la fealdad van por rachas? Pues sí. Parece obvio.