Dedicado al lector Anónimo que me hizo el comentario que digo, y por extensión a todos los lectores anónimos de este blog. (Les agradezco muchísimo a todos, y muy especialmente a los que hacen algún comentario).
Hace unas semanas (el once de mayo) un amable lector anónimo dejó un comentario a una entrada antigua de este blog: "El concepto moderno de espacio arquitectónico". El comentario era tan breve que lo copio íntegro:
"¡Muy interesante! ¿Y la continuación?"
¿Qué continuación? Yo no tenía conciencia de que tuviera que haber ninguna continuación. Releí aquella vieja entrada (del siete de diciembre de dos mil once) y vi dos cosas terribles. La primera, con horror y vergüenza: Efectivamente, había prometido (si subía puestos en el ranking) continuarla con otra en la que desarrollaría los conceptos de espacio literal y espacio fenomenológico y, como vulgar político, había incumplido absoluta y completamente mi promesa (porque subí puestos, que luego bajé con creces, seguramente por mentiroso). La segunda la vi con pasmo y desorientación: ¿Qué narices son el espacio literal y el espacio fenomenológico? ¿En qué estaría pensando yo cuando escribí eso? No tengo la menor idea. Tuve que tener una suerte de inspiración (provocada probablemente por la ingesta desaforada de alcohol etílico o por la lectura -no menos desaforada- de algún pepino sobre crítica y teoría de la arquitectura) y se me debió de ocurrir algo en ese momento, a lo mejor hasta interesante. Pero, lamentablemente, no sé qué pudo ser.
Lo que sí sé es que si enfrentaba lo literal a lo fenomenológico lo tuve que hacer obligatoriamente a la luz del famoso artículo de Colin Rowe (y Robert Slutzky, que siempre se nos olvida a todos) titulado en castellano "Transparencia: literal y fenomenal", del libro de artículos Manierismo y arquitectura moderna y otros ensayos.
(A mi juicio, esa traducción de phenomenal por fenomenal es poco afortunada. Me hace risa. Es como si leyera "Transparencia: literal y estupenda". Por eso, prefiero decir "fenomenológica").
Resumiendo muchísimo aquel artículo, un claro ejemplo de la transparencia literal es el edificio de la Bauhaus, en Dessau, de Walter Gropius,
y un claro ejemplo de transparencia fenomenológica es la Villa Stein, en Garches, de Le Corbusier.
En el primer caso, la transparencia del vidrio muestra directamente la organización interior del espacio. La cuestión es mucho más compleja de lo que aquí insinúo, pero dejémoslo en que esa transparencia literal muestra sin sorpresas el interior, que es algo digamos que nítido y fácil de comprender (perdón por la grosera simplificación y la exageración).
Por el contrario, la transparencia fenomenológica no es la directa del material que deja pasar la luz y las imágenes, sino, digamos, la transparencia de las relaciones, de los actos, de las organizaciones. Es, por lo tanto, más oscura, más contradictoria.
La transparencia no "real" pero sí "efectiva" de la casa de Le Corbusier se produce por los diversos diafragmas exteriores e interiores. La fachada delantera, tensa como un lienzo, con sus tres salientes, y la trasera, con el vacío de la terraza, el peto de la escalera exterior, etc, producen una complejidad de capas, de macizos y vacíos, que sugieren una cierta secuenciación del espacio; pero en el interior los tabiques se curvan inesperadamente y producen nuevas relaciones de profundidad e interacción entre aquellas capas virtuales de transparencia.
"Secuenciación del espacio". "Capas virtuales de transparencia". Pues sí que estoy estupendo hoy. No me gusta el palabrerío y no quiero seguir patinando semántica y léxicamente entre conceptos escurridizos. Dejémoslo ahí.
viernes, 31 de mayo de 2013
viernes, 17 de mayo de 2013
El exterminio de la cabra
-Señores: la economía de nuestro país amenaza ruina, es ya un viejo fenómeno ante el cual sólo nos queda buscarle una solución y dejar ya de lamentarlo. Voy a ser breve y voy a deciros, tan rápidamente como pueda, la medida, la única medida, para lo que creo debemos solicitar del poder público su rápida implantación: España es un país, amigos míos, en el que, sin demora alguna, se debe ir al rápido exterminio de la cabra. Creo que es necesario que todas las cabras mueran para que nosotros podamos seguir viviendo.
Llevo unos cuantos años buscando números de la revista Nueva Forma, y tengo que reconocer avergonzado que después de tanto tiempo acabo de conseguir mi sexto ejemplar. Tan sólo seis. Sobre un total de ciento once no puede decirse que lo mío sea una desbocada carrera hacia el éxito.
(Por cierto, aprovecho para deciros, amables lectores, que si tenéis por ahí algún número de la revista admito donaciones, o incluso ventas a precios razonables. Muchas gracias).
El número que acabo de conseguir es el 65 (junio 1971), dedicado a Higueras y a Miró. También está dedicado, lateral y subrepticiamente, a Camilo José Cela. Juan Daniel Fullaondo (director de la revista) tenía la sana costumbre de aderezar las imágenes de arquitectura y de otras artes con citas literarias que aparentemente no tenían nada que ver con las obras mostradas. En este número son de Cela, y, concretamente la que he copiado al principio está en la página 37, junto a la "corona de espinas", que aparece (en junio de 1971) como Centro Nacional de las Artes y de la Cultura, al comienzo de su azarosa existencia.
Las citas de Cela así, como tiradas a voleo, dan mucha risa. ¿Qué tiene que ver esa cita con ese edificio? Directamente nada, pero indirectamente todo. Esa cita, de alguna manera, tiene que ver con todos nosotros.
Siempre hay alguien dispuesto a decirnos que nuestra salvación pasa por el exterminio de algún tipo de cabra, y nos parece bien. Nos viene bien lo que sea, siempre que sea por nuestra salvación. Hasta que nos damos cuenta de que las cabras somos nosotros.
La "corona de espinas" es una cabra loca concebida por dos cabras (Higueras y Miró). El texto de Cela junto a la foto del edificio nos lleva a pensar que todos los males de la humanidad tienen por causa y origen este tipo de disparates, pergeñados por este tipo de gente disparatada.
La gente que quiere "hacer algo" es muy molesta. No se queda quietecita. Y no digamos si, sobre ese deseo de hacer algo, lo hace.
Con lo fácil que sería que todos fuéramos mansos, sensatos, educados, circunspectos, como ovejas emasculadas, en vez de díscolos como chivas locas. Las cabras, ¡ah, las cabras! Bichos montaraces, incívicos y nada prácticos.
Durante casi toda mi vida me he sentido cabra en algún sentido, de alguna manera, más o menos. Y he visto cómo el poder, el sistema, el estado, clamaba por el exterminio de la gente como yo para que así el resto de la sociedad pudiera vivir.
Corrijo: Nadie promulgaba el exterminio de la gente como yo, sino el exterminio de lo que yo (y todos) tenemos de cabra. Es decir, la mutilación de las partes caprinas en todos nosotros.
Concretamente, en lo que se refiere a mi profesión de arquitecto, desde que empecé a ejercerla (1985) he vivido muchos cambios, todos encaminados a suprimir ciertas caprinidades nuestras, y de las que se hablaba como de privilegios, chollos, exclusivas, mamandurrias, abusos, etc. Así, poco a poco, se ha llegado a la idea generalizada de que trabajar con libertad en aquello para lo que uno se ha formado, y cobrar unos honorarios justos por ello es algo fuera de toda sensatez; algo propio de cabras.
Hoy los que acaban la carrera de arquitectos consideran una suerte trabajar como becarios sin cobrar, y cosas parecidas.
Releed ahora el texto de Cela e intentad ponerlo en boca del Ministro de Econonía y Competitividad. ¿No os suena? Y en boca del Ministro de Hacienda, y del Presidente del Gobierno, y del decano de vuestra universidad, y del de cualquier colegio de arquitectos, o de médicos, o de abogados, y del alcalde de vuestra ciudad, y del presidente de cualquier banco. Ya hace menos gracia.
Pero no quiero seguir refiriéndome a los problemas de los arquitectos, que, a pesar de todo, vistos desde fuera siguen pareciendo problemas de privilegiados. Y no hay nada más feo que ver a un millonario llorando porque su caviar está ligeramente pasado. Me temo que todo lo que digamos al respecto será tomado de esa forma. Así que lo dejo ahí.
El exterminio de la cabra se refiere a cada uno de nosotros, y cada uno lo puede leer en la clave que quiera.
"Es necesario que todas las cabras mueran para que nosotros podamos seguir viviendo". ¿Y quienes son esos "nosotros"? Pues yo diría que deben de ser los cabrones.
Camilo José Cela
"¡Ah, las cabras!"
El Gallego y su cuadrilla
Llevo unos cuantos años buscando números de la revista Nueva Forma, y tengo que reconocer avergonzado que después de tanto tiempo acabo de conseguir mi sexto ejemplar. Tan sólo seis. Sobre un total de ciento once no puede decirse que lo mío sea una desbocada carrera hacia el éxito.
(Por cierto, aprovecho para deciros, amables lectores, que si tenéis por ahí algún número de la revista admito donaciones, o incluso ventas a precios razonables. Muchas gracias).
El número que acabo de conseguir es el 65 (junio 1971), dedicado a Higueras y a Miró. También está dedicado, lateral y subrepticiamente, a Camilo José Cela. Juan Daniel Fullaondo (director de la revista) tenía la sana costumbre de aderezar las imágenes de arquitectura y de otras artes con citas literarias que aparentemente no tenían nada que ver con las obras mostradas. En este número son de Cela, y, concretamente la que he copiado al principio está en la página 37, junto a la "corona de espinas", que aparece (en junio de 1971) como Centro Nacional de las Artes y de la Cultura, al comienzo de su azarosa existencia.
Las citas de Cela así, como tiradas a voleo, dan mucha risa. ¿Qué tiene que ver esa cita con ese edificio? Directamente nada, pero indirectamente todo. Esa cita, de alguna manera, tiene que ver con todos nosotros.
Siempre hay alguien dispuesto a decirnos que nuestra salvación pasa por el exterminio de algún tipo de cabra, y nos parece bien. Nos viene bien lo que sea, siempre que sea por nuestra salvación. Hasta que nos damos cuenta de que las cabras somos nosotros.
La "corona de espinas" es una cabra loca concebida por dos cabras (Higueras y Miró). El texto de Cela junto a la foto del edificio nos lleva a pensar que todos los males de la humanidad tienen por causa y origen este tipo de disparates, pergeñados por este tipo de gente disparatada.
La gente que quiere "hacer algo" es muy molesta. No se queda quietecita. Y no digamos si, sobre ese deseo de hacer algo, lo hace.
Con lo fácil que sería que todos fuéramos mansos, sensatos, educados, circunspectos, como ovejas emasculadas, en vez de díscolos como chivas locas. Las cabras, ¡ah, las cabras! Bichos montaraces, incívicos y nada prácticos.
Durante casi toda mi vida me he sentido cabra en algún sentido, de alguna manera, más o menos. Y he visto cómo el poder, el sistema, el estado, clamaba por el exterminio de la gente como yo para que así el resto de la sociedad pudiera vivir.
Corrijo: Nadie promulgaba el exterminio de la gente como yo, sino el exterminio de lo que yo (y todos) tenemos de cabra. Es decir, la mutilación de las partes caprinas en todos nosotros.
Concretamente, en lo que se refiere a mi profesión de arquitecto, desde que empecé a ejercerla (1985) he vivido muchos cambios, todos encaminados a suprimir ciertas caprinidades nuestras, y de las que se hablaba como de privilegios, chollos, exclusivas, mamandurrias, abusos, etc. Así, poco a poco, se ha llegado a la idea generalizada de que trabajar con libertad en aquello para lo que uno se ha formado, y cobrar unos honorarios justos por ello es algo fuera de toda sensatez; algo propio de cabras.
Hoy los que acaban la carrera de arquitectos consideran una suerte trabajar como becarios sin cobrar, y cosas parecidas.
Releed ahora el texto de Cela e intentad ponerlo en boca del Ministro de Econonía y Competitividad. ¿No os suena? Y en boca del Ministro de Hacienda, y del Presidente del Gobierno, y del decano de vuestra universidad, y del de cualquier colegio de arquitectos, o de médicos, o de abogados, y del alcalde de vuestra ciudad, y del presidente de cualquier banco. Ya hace menos gracia.
Pero no quiero seguir refiriéndome a los problemas de los arquitectos, que, a pesar de todo, vistos desde fuera siguen pareciendo problemas de privilegiados. Y no hay nada más feo que ver a un millonario llorando porque su caviar está ligeramente pasado. Me temo que todo lo que digamos al respecto será tomado de esa forma. Así que lo dejo ahí.
El exterminio de la cabra se refiere a cada uno de nosotros, y cada uno lo puede leer en la clave que quiera.
"Es necesario que todas las cabras mueran para que nosotros podamos seguir viviendo". ¿Y quienes son esos "nosotros"? Pues yo diría que deben de ser los cabrones.
viernes, 10 de mayo de 2013
Mi artículo de mayo en veredes
Como en meses anteriores, he publicado un artículo en veredes. Se titula "Tráeme unas gafas" y lo podéis leer clicando aquí.
Hago una evocación a cómo era mi pueblo en los años treinta, según me han contado mis padres y mis tíos, y lo sencillo que era entonces todo.
Hablo después de... ¡Qué narices! Mejor leedlo clicando donde os dije.
Muchas gracias, como siempre, a veredes por su hospitalidad, y a todos vosotros por vuestro interés.
(Por cierto: El otro día un compañero ponderó de manera elogiosa mi trayectoria bloguera diciéndome: "Es que tú publicas en veredes". Ciertamente es un elogio del que me siento muy orgulloso).
Hago una evocación a cómo era mi pueblo en los años treinta, según me han contado mis padres y mis tíos, y lo sencillo que era entonces todo.
Hablo después de... ¡Qué narices! Mejor leedlo clicando donde os dije.
Muchas gracias, como siempre, a veredes por su hospitalidad, y a todos vosotros por vuestro interés.
(Por cierto: El otro día un compañero ponderó de manera elogiosa mi trayectoria bloguera diciéndome: "Es que tú publicas en veredes". Ciertamente es un elogio del que me siento muy orgulloso).
lunes, 6 de mayo de 2013
Je suis très heureux
Estoy muy contento, porque una de las entradas más exitosas de este blog se ha hecho mayor de edad y ha decidido vivir su vida por su cuenta, lejos de mí.
Se ha ido a Francia, donde al parecer la han acogido con los brazos abiertos.
El traductor Pierre Fuentes leyó mi entrada sobre el Manual de discurso automático para arquitectos y le gustó tanto que me propuso traducirla en su blog La Poutre dans l'oeil. Y aquí está: (clicad).
Esta entrada me ha dado muchas alegrías desde el principio.
Que conste que no es nada original. Del discurso automático se ha hablado siempre, y las experiencias de los surrealistas, o del Oulipo francés, (por citar sólo dos casos) exploraron todas sus posibilidades. Yo me limité a hacer en broma una tabla muy sencilla y que ha caído en gracia. (Vale más caer en gracia que ser gracioso, y a veces se aplauden cosas que no tienen demasiado mérito, pero no seré yo quien le haga ascos a este éxito).
Desde el principio, los amables lectores de este blog me comunicaron que mi tablita estaba pinchada en un tablón de la escuela de Sevilla, que tal profesor de Valladolid o de La Coruña se había reído mucho con ella, etc.
La he visto publicada en diversos sitios por gente muy amable que me pedía autorización y me citaba, y también por ladrones diversos que la hacían pasar como suya, pero como en realidad es una tontería que no merece la pena y que no ha sido fruto de una talentosa imaginación mía, sino más bien de un espíritu zumbón muy simple, pues que rule, que rule.
En un foro portugués de fotografía se hablaba de la palabrería que se usa a veces para hacer la memoria descriptiva de una foto, y se ponía como ejemplo mi tabla (clicad), como broma sobre el discurso vano y rimbombante. Lo más gracioso es que se decía (comprobadlo) que esa tabla es usada por "los arquitectos chilenos y algunos brasileños", y me da la impresión de que la mostraban como algo semioficial. Vamos, como un documento que se baja uno del Colegio de Arquitectos para redactar las memorias de los proyectos.
Uno de los foreros puso las cosas en su sitio, y yo les di las gracias a todos.
Y, el colmo (como digo en ese foro) fue cuando mi propio sobrino Sergio, que estudia arquitectura en Alcalá de Henares (Madrid), un día que hablábamos sobre temas diversos me dijo que me iba a pasar una tabla muy buena de discurso automático que circulaba por su escuela. Cuando le dije que la había escrito yo me miró como si le hubiera dicho que Fallingwater era mía. Desde entonces me mira con desprecio y me rehúye. (¿Cómo se puede tener un tío tan bocazas y tan caradura?).
Bueno, pues me pienso aprender la tabla en francés, y la próxima vez que vea a mi sobrino le diré que "la philosophie intimiste du tracé démontre une expression mûrement topique".
Se ha ido a Francia, donde al parecer la han acogido con los brazos abiertos.
El traductor Pierre Fuentes leyó mi entrada sobre el Manual de discurso automático para arquitectos y le gustó tanto que me propuso traducirla en su blog La Poutre dans l'oeil. Y aquí está: (clicad).
Esta entrada me ha dado muchas alegrías desde el principio.
Que conste que no es nada original. Del discurso automático se ha hablado siempre, y las experiencias de los surrealistas, o del Oulipo francés, (por citar sólo dos casos) exploraron todas sus posibilidades. Yo me limité a hacer en broma una tabla muy sencilla y que ha caído en gracia. (Vale más caer en gracia que ser gracioso, y a veces se aplauden cosas que no tienen demasiado mérito, pero no seré yo quien le haga ascos a este éxito).
Desde el principio, los amables lectores de este blog me comunicaron que mi tablita estaba pinchada en un tablón de la escuela de Sevilla, que tal profesor de Valladolid o de La Coruña se había reído mucho con ella, etc.
La he visto publicada en diversos sitios por gente muy amable que me pedía autorización y me citaba, y también por ladrones diversos que la hacían pasar como suya, pero como en realidad es una tontería que no merece la pena y que no ha sido fruto de una talentosa imaginación mía, sino más bien de un espíritu zumbón muy simple, pues que rule, que rule.
En un foro portugués de fotografía se hablaba de la palabrería que se usa a veces para hacer la memoria descriptiva de una foto, y se ponía como ejemplo mi tabla (clicad), como broma sobre el discurso vano y rimbombante. Lo más gracioso es que se decía (comprobadlo) que esa tabla es usada por "los arquitectos chilenos y algunos brasileños", y me da la impresión de que la mostraban como algo semioficial. Vamos, como un documento que se baja uno del Colegio de Arquitectos para redactar las memorias de los proyectos.
Uno de los foreros puso las cosas en su sitio, y yo les di las gracias a todos.
Y, el colmo (como digo en ese foro) fue cuando mi propio sobrino Sergio, que estudia arquitectura en Alcalá de Henares (Madrid), un día que hablábamos sobre temas diversos me dijo que me iba a pasar una tabla muy buena de discurso automático que circulaba por su escuela. Cuando le dije que la había escrito yo me miró como si le hubiera dicho que Fallingwater era mía. Desde entonces me mira con desprecio y me rehúye. (¿Cómo se puede tener un tío tan bocazas y tan caradura?).
Bueno, pues me pienso aprender la tabla en francés, y la próxima vez que vea a mi sobrino le diré que "la philosophie intimiste du tracé démontre une expression mûrement topique".
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