Lo del tanatorio salió mal. No gustó la idea del cromlech, no gustó la idea del poliedro de la melancolía, que nadie entendió, ni gustó la idea de la homotecia propuesta para el vestíbulo con todo el conjunto en miniatura mostrando las relaciones y las tensiones (lo tomaron por una especie de belén o de fuerte comansi). Lo único que quedó de toda aquella idea, aislado, solo, perdido, sin sentido, fue un péndulo que evocaba el paso del tiempo y, a través de la asociación con el cuento "El pozo y el péndulo", de Poe, la certeza de la muerte(1). Quedó ahí, incomprensible, adulterado por bancos y jardineras, como un intruso en un Hipercor. Ahí sigue. Y funciona: Podéis empujarlo (creo que casi mejor si no os ve ningún vigilante) para hacerlo entrar en tragedia: en la tragedia de las ideas adulteradas, perdidas, descartadas, desinfladas y olvidadas. Melancolía.
(En mi vida profesional he intentado tres o cuatro veces poner un poliedro de la melancolía. Jamás lo he conseguido).
Pasados unos meses, mi compañero de clase y amigo Ochan me dijo que unos tíos suyos tenían una fundición y estaban a punto de cerrarla por jubilación. Hacían objetos de bronce al molde de arena y sería bonito que su último trabajo fuera el poliedro de la melancolía.