Hay un dicho revolucionario, que yo nunca he compartido, que dice: "Ni un paso atrás, ni para tomar impulso".
Hoy os propongo precisamente eso: un paso atrás para tomar impulso.
La Galería Guillermo de Osma, de Madrid, tiene una exposicón que se titula: Construyendo utopías: de De Stijl a la New Bauhaus. (Lleva desde el 15 de septiembre. No lo he dicho antes porque estoy medio atontado y me acabo de enterar. Pero estará hasta febrero, así que habrá que buscar un hueco, que los meses pasan volando).
Una de las más fieles y queridas seguidoras de este blog es Ana Moreno, historiadora del arte experta en De Stijl, que tiene un blog excelente sobre el tema: Fragmentos del cosmos. (Lo tengo entre los que recomiendo: ahí, en la columna de la derecha). En ella es en la primera que he pensado al enterarme de la exposición..
A mí estas cosas me llenan de melancolía. Mi primer impulso cuando veo estas obras es complacerme con la nostalgia y encerrarme en el agujero seguro del pasado ya resuelto (el pasado siempre está resuelto, por definición; es perfecto. Perfecto = Acabado). Tiendo a aislarme del mundo y a refugiarme en estas certidumbres tan exactas y tan queridas. Estas formas geométricas, estos colores puros parecen decirnos que el orden vence siempre al caos. La abstracción formal, tan fría y tan serena, tan constructiva, nos hace creer en un universo comprensible y leal, nada traicionero.
Pero pienso también en algo terrible: Los autores de estas formas abstractas geométricas tan seguras y tan rotundas trabajaban en medio de la tragedia y del miedo. Ellos eran muy valientes; tenían una fe inconmovible en lo que estaban haciendo, pero mientras tanto el mundo se caía a pedazos.
sábado, 26 de noviembre de 2011
jueves, 24 de noviembre de 2011
Lo bueno de la crisis
Hoy hay en EL PAÍS un artículo cuya lectura recomiendo encarecidamente.
Trata de la fuerza con la que unos arquitectos jóvenes y creativos luchan contra... Iba a escribir "luchan contra la crisis", pero en realidad contra lo que luchan es contra la inercia y el pesimismo. En cierto sentido "luchan a favor de la crisis". A ver si sé aclararme las ideas y explicar lo que quiero decir.
Me he negado siempre, por principio, a hablar en este blog de la crisis que nos está matando. Arquitectos sin dinero, sin trabajo, sin presente y sin futuro. Bancos (esos mismos bancos que hace cuatro días no sabían ya que regalarnos, qué ofrecernos: cavas de ébano para conservar vino, relojes termonucleares, cafeteras anaeróbicas...) que nos cierran cuentas de crédito. Demandas de "listos" que buscan arañar lo que pueden... No sé dónde vamos a llegar. No sé qué va a ser de nosotros.
La crisis económica ha reducido un promedio de un 5 % los sueldos de los funcionarios, ha reducido un no sé cuántos por ciento las ventas de coches, un tanto más la de zapatos... Pero a nosotros no nos ha reducido la actividad un tanto por ciento. No. Nos ha multiplicado por cero, como diría el filósofo americano Bart J. Simpson.
Nos han laminado, nos han aplanado, nos han dejado exhaustos. Y ahora que nos hemos quedado boquerones, la compañía de seguros de responsabilidad civil nos sube la prima una barbaridad porque no da abasto, y el colegio de arquitectos nos sube la cuota, y ya no sabemos qué hacer, ni a quién recurrir.
Leo un aviso de un arquitecto que se ha ido a currar a Sydney y proclama su aventura, pero en seguida dice que apenas puede trabajar como delineante en un estudio, diez horas diarias, en régimen de semiesclavitud.
A todo esto, el colegio de Madrid celebra un curso de dos mañanas sobre cómo dejar de ser imbécil y empezar a reconvertirse de una puñetera vez. Y resulta que el curso cuesta doscientos euros (¡por dos mañanas! ¡precio especial para colegiados!) para que te digan que aprendas inglés (para irte a Sydney, ¿no te digo?) y que diseñes páginas web.
Y la conclusión que saco es que la mejor reconversión consiste en ponerse a dar cursillos de dos mañanas sobre reconversión, a doscientos euros. (Porque, si no, nos vamos a pasar la vida haciendo páginas web, y en inglés).
Y todo es gris, y todo se hunde, y estamos como colgados de las puntas de los dedos, a punto de caer en el abismo. Los dedos ya no pueden más. Ya no tienen fuerza. A nuestro lado cae un compañero. Después, un poco más allá, cae otro. Ya nos toca. Ya nos toca.
Pero dejemos esa porquería y congratulémonos.
La crisis tiene algo bueno para la arquitectura (la poca arquitectura que se hace) y para los arquitectos: Una revolución de la dignidad.
Trata de la fuerza con la que unos arquitectos jóvenes y creativos luchan contra... Iba a escribir "luchan contra la crisis", pero en realidad contra lo que luchan es contra la inercia y el pesimismo. En cierto sentido "luchan a favor de la crisis". A ver si sé aclararme las ideas y explicar lo que quiero decir.
Me he negado siempre, por principio, a hablar en este blog de la crisis que nos está matando. Arquitectos sin dinero, sin trabajo, sin presente y sin futuro. Bancos (esos mismos bancos que hace cuatro días no sabían ya que regalarnos, qué ofrecernos: cavas de ébano para conservar vino, relojes termonucleares, cafeteras anaeróbicas...) que nos cierran cuentas de crédito. Demandas de "listos" que buscan arañar lo que pueden... No sé dónde vamos a llegar. No sé qué va a ser de nosotros.
La crisis económica ha reducido un promedio de un 5 % los sueldos de los funcionarios, ha reducido un no sé cuántos por ciento las ventas de coches, un tanto más la de zapatos... Pero a nosotros no nos ha reducido la actividad un tanto por ciento. No. Nos ha multiplicado por cero, como diría el filósofo americano Bart J. Simpson.
Nos han laminado, nos han aplanado, nos han dejado exhaustos. Y ahora que nos hemos quedado boquerones, la compañía de seguros de responsabilidad civil nos sube la prima una barbaridad porque no da abasto, y el colegio de arquitectos nos sube la cuota, y ya no sabemos qué hacer, ni a quién recurrir.
Leo un aviso de un arquitecto que se ha ido a currar a Sydney y proclama su aventura, pero en seguida dice que apenas puede trabajar como delineante en un estudio, diez horas diarias, en régimen de semiesclavitud.
A todo esto, el colegio de Madrid celebra un curso de dos mañanas sobre cómo dejar de ser imbécil y empezar a reconvertirse de una puñetera vez. Y resulta que el curso cuesta doscientos euros (¡por dos mañanas! ¡precio especial para colegiados!) para que te digan que aprendas inglés (para irte a Sydney, ¿no te digo?) y que diseñes páginas web.
Y la conclusión que saco es que la mejor reconversión consiste en ponerse a dar cursillos de dos mañanas sobre reconversión, a doscientos euros. (Porque, si no, nos vamos a pasar la vida haciendo páginas web, y en inglés).
Y todo es gris, y todo se hunde, y estamos como colgados de las puntas de los dedos, a punto de caer en el abismo. Los dedos ya no pueden más. Ya no tienen fuerza. A nuestro lado cae un compañero. Después, un poco más allá, cae otro. Ya nos toca. Ya nos toca.
Pero dejemos esa porquería y congratulémonos.
La crisis tiene algo bueno para la arquitectura (la poca arquitectura que se hace) y para los arquitectos: Una revolución de la dignidad.
sábado, 19 de noviembre de 2011
Talibanes... Música... Alegría... ¡Yo qué sé!
El otro día el diario EL PAÍS publicó un artículo que me preocupó: Un grupo salafista se ha apalancado en Melilla y ha empezado a soltar barbaridades rigoristas que, al parecer, tienen eco y seguidores. Una de ellas es que la música es malvada, es satánica, es pecado. (Hace muy pocas décadas lo que era pecado aquí era el baile, así que tampoco estamos tan lejos).
Yo soy músico (aficionado, muy malo, pero músico al fin y al cabo. Y toco en una Big Band y todo). Me sorprendo a mí mismo diciéndome que la música es puro rigor, pura matemática, puro control del tiempo, pura precisión. ¡Qué narices! ¡La música es alegría! Señores salafistas: Alegría. Alegría.
(Puro Armstrong. Pura vida. Una vez actuó en Roma, y el Papa los recibió a él y a su esposa. Les hizo la pregunta de compromiso y de rigor: "¿Tienen hijos?", y el gran bocachancla le contestó: "No, Santidad. Pero lo pasamos muy bien intentándolo". Ese es mi Louis. ¡Salafistas a él! ¡Ja!).
(Y ahora, unos demonios que incitan a pecar a unas pobres descarriadas. ¡Virgen del Amor Hermoso! ¡En qué pocos años los demonios de antes se quedan en nada, y los horribles pecados en tiernos recuerdos!)
Es indignante que haya alguien que crea tan firmemente en un dios que es malo, que es cruel, que es un amargado y un tocapelotas de tal calibre. Y eso no es propio de ninguna religión en sí, sino de una cierta forma de entender las religiones, todas las religiones, cualquier religión.
Es una forma de ser: Apocalíptica, amargada, aguafiestas, triste. Y da igual aplicarla a la religión, a la política... o a la arquitectura.
Y me interrogo a mí mismo sobre mi forma de entender la arquitectura: ¿Es apocalíptica, amargada, aguafiestas, triste? Parece que sí. No me gusta nadie. No me gusta nada. ¡Qué horror!
Ahí fuera está la gente bailando, riendo y divirtiéndose, y yo les espío desde el interior de mi casa, a oscuras, mirando por las rendijas de la persiana, reconcomiéndome, planeando mi venganza, musitando: "Bailad, bailad, reíd, que ya vendrá el llanto y el crujir de dientes".
Yo soy músico (aficionado, muy malo, pero músico al fin y al cabo. Y toco en una Big Band y todo). Me sorprendo a mí mismo diciéndome que la música es puro rigor, pura matemática, puro control del tiempo, pura precisión. ¡Qué narices! ¡La música es alegría! Señores salafistas: Alegría. Alegría.
(Puro Armstrong. Pura vida. Una vez actuó en Roma, y el Papa los recibió a él y a su esposa. Les hizo la pregunta de compromiso y de rigor: "¿Tienen hijos?", y el gran bocachancla le contestó: "No, Santidad. Pero lo pasamos muy bien intentándolo". Ese es mi Louis. ¡Salafistas a él! ¡Ja!).
(Y ahora, unos demonios que incitan a pecar a unas pobres descarriadas. ¡Virgen del Amor Hermoso! ¡En qué pocos años los demonios de antes se quedan en nada, y los horribles pecados en tiernos recuerdos!)
Es indignante que haya alguien que crea tan firmemente en un dios que es malo, que es cruel, que es un amargado y un tocapelotas de tal calibre. Y eso no es propio de ninguna religión en sí, sino de una cierta forma de entender las religiones, todas las religiones, cualquier religión.
Es una forma de ser: Apocalíptica, amargada, aguafiestas, triste. Y da igual aplicarla a la religión, a la política... o a la arquitectura.
Y me interrogo a mí mismo sobre mi forma de entender la arquitectura: ¿Es apocalíptica, amargada, aguafiestas, triste? Parece que sí. No me gusta nadie. No me gusta nada. ¡Qué horror!
Ahí fuera está la gente bailando, riendo y divirtiéndose, y yo les espío desde el interior de mi casa, a oscuras, mirando por las rendijas de la persiana, reconcomiéndome, planeando mi venganza, musitando: "Bailad, bailad, reíd, que ya vendrá el llanto y el crujir de dientes".
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viernes, 11 de noviembre de 2011
Simbolismo dos
El otro día he escrito contra el simbolismo en arquitectura, pero he considerado como simbolismo solamente la metáfora más evidente.
El simbolismo no es solo eso, ni mucho menos. Creo que es simbolista la búsqueda de trascendencia, y entiendo como trascendencia el trasvase de significado desde la pura obra construida hacia... hacia el más allá; hacia un horizonte de belleza, de bondad, de historia, de heroísmo, de paz, de... de lo que sea.
Es decir: me refiero al monumento. Me refiero a la obra arquitectónica que no piensa en arquitectura, sino en homenajes, salvaciones, evocaciones, misticismos, ideologías, etc.
Hay una tentación de que la obra de arquitectura evoque la paz, la amistad, la lucha contra la opresión, la libertad, etc. Incluso cuando proyectamos una fábrica de embutidos de cerdo tenemos la tentación de buscar que el edificio muestre una cierta "cerdalidad" (lo que, en un extremo calatravesco o ledouxesco como los que veíamos el otro día, nos llevaría incluso a darle forma de cerdo).
Esto es un error, fruto incluso de la enseñanza que tuvimos. (A mí, en Análisis de Formas de primer curso, me pusieron a pintar el miedo). Pero creo que esto no produce buena arquitectura.
Cuando hace unos cuantos artículos me metí con el simbolismo de Kahn me refería a esa evocación de la "gran arquitectura", a esa monumentalidad innecesaria y antifuncional, a esa premisa kahniana de que la forma no debía seguir a la función, sino evocarla y representarla. En ese sentido, una biblioteca no satisface la función de leer (como las magníficas de Aalto), sino la representatividad y la dignidad de la lectura y de la cultura, su importancia sociológica o política, etc. En ese sentido digo que Kahn es simbolista y que eso no me gusta.
Repito que el simbolismo arquitectónico es ansia de monumentalidad, y si eso ya me huele raro en escultura, en arquitectura me parece completamente impropio.
Sigo la tesis de Zevi y afirmo que lo que se ve en esta foto de arriba no es arquitectura, sino escultura. Por muy grande que sea (¿quién limita el tamaño de una escultura?) y por mucha estructura que tenga (¿quién limita los materiales y sistemas constructivos de una escultura?) no tiene espacio interior, y yo añado que no tiene funcionalidad interna, "habitabilidad", por decirlo de alguna manera. Es un mero monumento, una mera escultura (y además mala).
Otro tal es esta tarta de crema:
que no tengo el disgusto de conocer in situ, y que sí parece tener algún espacio interior y alguna función (que supongo que será representativa, administrativa, expositiva, etc). Pero para mí tampoco es arquitectura.
(Esta foto está obtenida de la sección de viajes de la web de Daniel Prado Rodríguez, que es su autor. Podéis ver la foto original y un comentario de Daniel Prado sobre el monumento clicando aquí).
El simbolismo no es solo eso, ni mucho menos. Creo que es simbolista la búsqueda de trascendencia, y entiendo como trascendencia el trasvase de significado desde la pura obra construida hacia... hacia el más allá; hacia un horizonte de belleza, de bondad, de historia, de heroísmo, de paz, de... de lo que sea.
Es decir: me refiero al monumento. Me refiero a la obra arquitectónica que no piensa en arquitectura, sino en homenajes, salvaciones, evocaciones, misticismos, ideologías, etc.
Hay una tentación de que la obra de arquitectura evoque la paz, la amistad, la lucha contra la opresión, la libertad, etc. Incluso cuando proyectamos una fábrica de embutidos de cerdo tenemos la tentación de buscar que el edificio muestre una cierta "cerdalidad" (lo que, en un extremo calatravesco o ledouxesco como los que veíamos el otro día, nos llevaría incluso a darle forma de cerdo).
Esto es un error, fruto incluso de la enseñanza que tuvimos. (A mí, en Análisis de Formas de primer curso, me pusieron a pintar el miedo). Pero creo que esto no produce buena arquitectura.
Cuando hace unos cuantos artículos me metí con el simbolismo de Kahn me refería a esa evocación de la "gran arquitectura", a esa monumentalidad innecesaria y antifuncional, a esa premisa kahniana de que la forma no debía seguir a la función, sino evocarla y representarla. En ese sentido, una biblioteca no satisface la función de leer (como las magníficas de Aalto), sino la representatividad y la dignidad de la lectura y de la cultura, su importancia sociológica o política, etc. En ese sentido digo que Kahn es simbolista y que eso no me gusta.
Repito que el simbolismo arquitectónico es ansia de monumentalidad, y si eso ya me huele raro en escultura, en arquitectura me parece completamente impropio.
Sigo la tesis de Zevi y afirmo que lo que se ve en esta foto de arriba no es arquitectura, sino escultura. Por muy grande que sea (¿quién limita el tamaño de una escultura?) y por mucha estructura que tenga (¿quién limita los materiales y sistemas constructivos de una escultura?) no tiene espacio interior, y yo añado que no tiene funcionalidad interna, "habitabilidad", por decirlo de alguna manera. Es un mero monumento, una mera escultura (y además mala).
Otro tal es esta tarta de crema:
que no tengo el disgusto de conocer in situ, y que sí parece tener algún espacio interior y alguna función (que supongo que será representativa, administrativa, expositiva, etc). Pero para mí tampoco es arquitectura.
(Esta foto está obtenida de la sección de viajes de la web de Daniel Prado Rodríguez, que es su autor. Podéis ver la foto original y un comentario de Daniel Prado sobre el monumento clicando aquí).
jueves, 3 de noviembre de 2011
Contra el simbolismo arquitectónico
En el S. XVIII el arquitecto neoclásico utopista Ledoux diseñó una ciudad ideal para una nueva sociedad ideal. Uno de los edificios de esa ciudad maravillosa era el Oikema: una "casa del placer". No es exactamente lo que estáis pensando; es peor.
Al ciudadano (varón) de la nueva sociedad había que darle educación sexual, y no solo teórica, sino, sobre todo, práctica. Por lo tanto, eran necesarios unos establecimientos "científicos" que le mostraran al joven ciudadano todas las perversiones, y después le señalaran el recto camino y le dieran el servicio adecuado y óptimo.
(Curiosamente, para las jóvenes ciudadanas no se preveía nada similar. Supongo que el joven aprendería en estos establecimientos y ya se lo enseñaría después a su novia como pudiera, cuando fuera su esposa. Digo yo).
A este edificio le dio forma de... sí. Es cierto. Podéis creerlo.
Sus ideas sociales podrían ser revolucionarias. Su arquitectura nada de nada. Pasillo, habitación, habitación, habitación... Vamos, lo de siempre. Con una sala elíptica innecesaria para hacer de glande y dos galerías semicirculares, también completamente gratuitas, para los testículos.
Se me cae el alma a los pies. Qué cosa tan chabacana, pero, sobre todo, tan estúpida.
Pero esta otra planta ya es porno:
Y me hace dudar de la formación sexual del propio Ledoux. Hijo: ¿dónde te has metido? (O, mejor preguntado: ¿Hasta dónde?).
No sigo por ahí. Es que hay que ser bruto.
Solo añado que el torpe de Ledoux ni siquiera supo resolver arquitectónicamente su edificio. Porque lo que plantea en planta no sabe resolverlo en alzado.
Las plantas no se ven. Nadie puede apreciar la planta de un edificio. Un edificio solo se ve como una sucesión de perspectivas. La planta es una abstracción que una mente bien entrenada puede reconstruir a posteriori (sobre todo si le facilitan los planos).
¿Para qué propone Ledoux semejante chorrada, si luego no la lleva hasta el final, si luego sólo son columnatas y frontones que nadie puede entender?
Curiosamente, esa arquitectura "utópica" e "ideal" se dio en pleno "siglo de las luces", en pleno racionalismo.
Hoy hemos prosperado. Hoy nos hemos liberado del clasicismo y podríamos hacer un pene 3D hasta con la venilla esa tan graciosa. Hoy estamos muchísimo mejor.
Al ciudadano (varón) de la nueva sociedad había que darle educación sexual, y no solo teórica, sino, sobre todo, práctica. Por lo tanto, eran necesarios unos establecimientos "científicos" que le mostraran al joven ciudadano todas las perversiones, y después le señalaran el recto camino y le dieran el servicio adecuado y óptimo.
(Curiosamente, para las jóvenes ciudadanas no se preveía nada similar. Supongo que el joven aprendería en estos establecimientos y ya se lo enseñaría después a su novia como pudiera, cuando fuera su esposa. Digo yo).
A este edificio le dio forma de... sí. Es cierto. Podéis creerlo.
Sus ideas sociales podrían ser revolucionarias. Su arquitectura nada de nada. Pasillo, habitación, habitación, habitación... Vamos, lo de siempre. Con una sala elíptica innecesaria para hacer de glande y dos galerías semicirculares, también completamente gratuitas, para los testículos.
Se me cae el alma a los pies. Qué cosa tan chabacana, pero, sobre todo, tan estúpida.
Pero esta otra planta ya es porno:
Y me hace dudar de la formación sexual del propio Ledoux. Hijo: ¿dónde te has metido? (O, mejor preguntado: ¿Hasta dónde?).
No sigo por ahí. Es que hay que ser bruto.
Solo añado que el torpe de Ledoux ni siquiera supo resolver arquitectónicamente su edificio. Porque lo que plantea en planta no sabe resolverlo en alzado.
Las plantas no se ven. Nadie puede apreciar la planta de un edificio. Un edificio solo se ve como una sucesión de perspectivas. La planta es una abstracción que una mente bien entrenada puede reconstruir a posteriori (sobre todo si le facilitan los planos).
¿Para qué propone Ledoux semejante chorrada, si luego no la lleva hasta el final, si luego sólo son columnatas y frontones que nadie puede entender?
Curiosamente, esa arquitectura "utópica" e "ideal" se dio en pleno "siglo de las luces", en pleno racionalismo.
Hoy hemos prosperado. Hoy nos hemos liberado del clasicismo y podríamos hacer un pene 3D hasta con la venilla esa tan graciosa. Hoy estamos muchísimo mejor.
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