La joven ilustradora Elizabeth Justicia ha creado un personaje, Dominga, que es una anciana tranquila pero con venazo, que ha vivido lo suficiente como para asumir los avatares de la vida y que también nos muestra los problemas que tenemos todos: el desamparo, las ilusiones perdidas, el miedo, el paso del tiempo... Es una mujer que está sola y que habla sola ("Mejor hablar sola que callar acompañada"), y dice cosas con un sentido del humor profundo y reivindicativo, que demuestra que tiene bastante más carácter que lo que podría parecer. También es un ejemplo de tantas mujeres anónimas que viven sobreponiéndose a todo y salen adelante.
El día 15 de mayo de este año apareció la figura de Dominga en un banco del parque de la Alameda de Cervantes en Soria. No es nadie en especial; es una señora "normal", una de tantas a quienes no prestamos suficiente atención y a quienes deberíamos hacer más caso.
Bueno, pues dos meses y medio ha durado la estatua de Dominga. Dos meses y medio. El sábado 5 de agosto ha aparecido así en un banco del Alto de la Dehesa:
La entropía asociada a la burricie es una fuerza imparable: Cuánto cuesta hacer cualquier cosa, crear, unir, acordar, construir, y qué fácil es destruirla.
No sé si estas garrapatas se oponían al empoderamiento de una vieja y a tanta "tontería" que se estaba tejiendo en torno a ella, y su vómito repugnante ha tenido alguna carga ideológica apestosa, o si tan solo ha sido una gamberrada, una tropelía de piojos que no tienen dos dedos de frente y sí varios litros de alcohol dentro. Para lo que quiero decir aquí me da lo mismo.
Quiero hablar de sociedad, de espacio público, de dinero público, en definitiva de urbanismo, de urbanidad.
Imaginemos un ayuntamiento con inmensos problemas y asuntos y con limitado presupuesto. ¿Qué puede hacer? Todo es necesario y hay que seleccionar qué se aborda y qué no. Cambiar un tramo del alcantarillado de la calle Tal, que está dando muchos disgustos, es impepinable. ¿Homenajear a los ancianos en el banco de un parque? Eso ya tal. Y me imagino a la concejala de Igualdad insistiendo una y otra vez en las comisiones de gobierno y en los plenos que lo de la estatua de Dominga es una cosa muy positiva y necesaria, y que va a dar oportunidad y campo para muchas actividades, y al resto de miembros de la corporación diciendo que los semáforos de la Avenida Nosécuál, el alumbrado del barrio Patatín, la escasez de autobuses...
No entro ahí, que debe de ser un verdadero avispero, y afortunadamente es un marrón que no me tengo que comer. Voy a otra cosa: Voy a una visón un tanto capriana de la democracia.
Debemos considerar que en nuestro régimen democrático las autoridades decisorias nos representan a los ciudadanos, y toman sus decisiones en nuestro nombre. ¿Son acertadas? ¿Son justas? ¿Son oportunas? Precisamente por ser demócratico este nuestro régimen tenemos ya no solo el derecho, sino la obligación de criticarlas, y en su caso de denunciarlas, y de trabajar por las vías legales para cambiar las cosas e incluso las personas cuando nos parece que no son lo que deberían ser. ¿Que lo de Dominga te parece un acierto? Celébralo. ¿Que te parece un error? Critícalo. Ese es el juego.
Gran trabajo y preocupación la de nuestros representantes por acertar, por ser cabales y lúcidos. No conozco al autor de esta cita, que escribo de memoria y a ojo: "En una dictadura el pueblo ha de tener mucho cuidado de no contrariar a los políticos, y en una democracia los políticos han de tener mucho cuidado de no contrariar al pueblo".
En este sentido, la ciudad, la polis, es la cristalización de las relaciones sociales y de la democracia. (Me saldría un paréntesis demasiado largo, así que solo menciono de pasada que quien vive aislado en una finca en el campo no tiene que relacionarse y es puro, libre, salvaje e idiota(1), pero que quien vive en colectividad es civilizado, lo que significa que tiene que negociar y consensuar).
Por lo tanto, el urbanismo es mucho más que la recalificación de terrenos y la obtención de aprovechamientos inmobiliarios lucrativos (a eso lo llamé hurbanismo): Es la fuerza colectiva, la relación cívica, la ética humana, la razón, la cultura y el arte que posibilitan el desarrollo de las sociedades (y por lo tanto de las ciudades). Y todo ello forma un complejísimo entramado de aportaciones a la colectividad, de cooperaciones y sumas. De ahí vendría todo lo demás.
Fijaos en algo tan sencillo pero tan maravilloso como el espacio público: Cuando los primeros habitantes llegaron a un paraje para establecerse en él y poblarlo cada familia acotó un espacio para hacer su casa, pero todas se tuvieron que poner de acuerdo para dejar vías de acceso y sitios de paso, y llegó un momento en que algunos no solo dejaron el espacio mínimo imprescindible para circular, sino que se cascaron una plaza, un parque, un mirador. Porque sí. Porque se sintieron ricos y se permitieron ese lujazo(2).
Ese espacio público que hoy nos llenan de terrazas (en las que ya para colmo ni nos dejan sentarnos para hacer gasto cuando prevén que vamos a hacer poco) y en cuyos bancos ponen obstáculos intermedios para que nadie pueda tumbarse en ellos, ese espacio público en el que cada vez hay menos fuentes para beber, menos sombras para resguardarnos y en el que se nos mete más y más prisa, es uno de los grandes logros de la "civilización" humana (civis = ciudad), y lo estamos perdiendo a pasos agigantados que constatamos a diario, y lo estamos destruyendo entre todos como tantas maravillas y tantos privilegios que supieron crear nuestros antepasados.
Quizá lo de Dominga sea una cosa muy menor, una tontería, apenas un síntoma más de que la construcción colectiva entra en quiebra, de que la ciudad de los ciudadanos, la ciudad de todos, cae derrotada ante la ciudad de los bestiajos.
La violencia absurda, sin sentido, es terrorífica. Siempre recuerdo a aquel sinvergüenza que empujó a una chica a las vías del metro y adujo que lo hizo porque "le pareció gorda".
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