En el delicioso, divertido y aleccionador libro Tendencias Compulsivas, José María Echarte nos cuenta, entre otros episodios delirantes, el del contrato de Norman Foster con la Comunidad de Madrid para aportar su grano de arena a la Ciudad de la Justicia, por el que cobró una cantidad impresionante de dinero a cambio de unos meros dibujos iniciales que finalmente no cuajaron en nada(1).
El autor del libro, visiblemente emocionado por semejante heroicidad escribe: "Norman, eres mi ídolo". Yo añado: "Gracias, Norman. Nos has vengado a todos. Nos has vengado, además, ante una política que nos odia. Y, de entre todos nosotros, has vengado especialmente a Ventura Rodríguez. Solo por eso me descubro ante ti".
Ventura Rodríguez fue un arquitecto importantísimo: Lo pintó Goya, tiene sello de correos y tiene estación de metro en Madrid. Esas son tres señales inequívocas de haber triunfado en la vida. Y sin embargo...
Sin embargo siempre me queda la sensación de que anduvo a salto de mata, tapando agujeros, poniendo parches a encargos urgentes y mucho más tontos y anodinos de lo que su enorme talento merecía. Poco más y me lo imagino proyectando la reparación de un canalón, urgido a ello por el poder, que le negaba proyectos mucho más importantes y lucidos para que no le distrajeran de estas cagadas siempre perentorias.
Tras unos inicios muy prometedores, los reyes lo apartaron de las mejores obras para dárselas a algún arquitecto francés y a alguno siciliano. Pero, eso sí, él hacía un vallado, una puerta, una isleta para plantar en ella a La Cibeles... En mi opinión, chorradas indignas de él.
No hay más que ver que cuando le encargaron una iglesia incómoda, angosta, en un solar girado respecto a la calle y encajado entre medianeras, se descolgó con la maravilla de San Marcos que mira a la cara, de tú a tú, a cualquiera de Borromini.
No diseñó la basílica de El Pilar, de Zaragoza, pero sí su santa capilla, el templete para alojar el pilar. No la gran obra que se mide por hectáreas, pero sí el detalle, el ajuste. Un gran arquitecto, pero a quien no se le dio la oportunidad que merecía para brillar aún más de lo que brilló.
Ventura Rodríguez trabajó toda su vida, desde niño como aprendiz de su padre, en su ciudad natal de Ciempozuelos y en Aranjuez, hasta el mismo día de su muerte, a los sesenta y ocho años de edad. O, al menos, y de eso estamos seguros, hasta quince días antes de su muerte.
¿Y por qué sabemos que quince días antes de morir estaba trabajando? Pues porque tenemos un documento que lo demuestra. ¿Podéis imaginaros qué documento es? ¿Un plano fechado?, ¿un croquis de alguna magnífica cúpula? No. Un doloroso memorial.
El día 11 de agosto de 1785 el arquitecto Buenaventura Rodríguez Tizón presentó un memorial de deudas por trabajos realizados para la Cámara de Castilla y no cobrados. Reclamaba 79.250 reales que se le debían y que pertinaz y contumazmente se le seguían escamoteando. El anciano arquitecto (podríamos añadir "moribundo") se arrastraba por las ventanillas, por los mostradores, por los despachos, pidiendo, suplicando que se le abonaran los honorarios que se le debían.
Quince días después, el 26 de agosto, falleció en su casa de la calle de Leganitos, de Madrid.
Si algún día escribiera Necrotectónicas II tendría que contar la vergonzosa muerte de Ventura Rodríguez, arquitecto humillado, negado, impagado, abusado, roto, percudido por la roña ingrata de sus clientes, arrastrado por pasillos infames y sórdidos pidiendo su dinero, su honrado dinero.
Ventura Rodriguez: Santo varón. Y santo patrón de los arquitectos que andamos a salto de mata, haciendo chorradas y aguantando deudas; tirados, escarnecidos, zurrados.
En este blog dije que no le encontraba sentido a que la patrona oficial de los arquitectos(2) fuera Nuestra Señora de Belén en su huida a Egipto, y propuse a Gaudí como patrón. Pues ahora creo que Ventura Rodríguez lo sería con más motivo y justicia.
(Por cierto: La Real Congregación de Arquitectos de Nuestra Señora de Belén en su huida a Egipto la venera en su capilla de la iglesia de San Sebastián, de Madrid, que es obra de Ventura Rodríguez(3). No la iglesia, no la gran obra; solo la discreta capilla).
Pues eso: Que Ventura Rodríguez puede aspirar a nuestro cariño y a nuestra simpatía como gran arquitecto injustamente tratado, pero Norman Foster tiene nuestra mayor admiración. Si el primero podría ser nuestro santo patrón el otro es nuestro guía, nuestro hermano mayor, nuestro modelo y nuestro vicario consuelo. Dales fuerte, Norman. Atízalos.
Addenda: Una historia paralela
(A mi amigo Mapila, que me la ha contado)
Otro crack, otro maestro digno de Norman Foster, es el artista conceptual danés Jeans Haaning, que recibió 550.000 coronas (algo más de 70.000 €) del Kunsten de Aalborg como pago previo para que realizara dos cuadros, y meses después entregó dos lienzos en blanco con el título Toma el dinero y corre.
El titular de la noticia que he enlazado dice: "Un artista estafa más de 70.000 €..." No. De eso nada. Yo creo que no ha estafado nada a nadie. Es un artista conceptual conocido por su burla del dinero, por su crítica y por su descaro. ¿Qué querían?, ¿que hiciera dos paisajes con sus molinos, sus caballos y sus árboles? No. Les vaciló y les dio una obra de arte: "Toma el dinero y corre". "Pilla la pasta y mándalos al guano".
Bien hecho, Jeans. Si Norman venga a Ventura, tú vengas a Doménikos. El griego iba por Toledo de iglesia en iglesia, de orden religiosa en orden religiosa, reclamando el pago de cuadros encargados por docenas (Un Santo Domingo para cada uno de nuestros conventos, diez San Andreses, cinco prendimientos...), entregados y luego no pagados; o contratados por tantos ducados y luego regateados a posteriori a la mitad.
Trabajaba más yendo de puerta en puerta reclamando su dinero que pintando en su taller: "Cállate, Greco, y no vengas más".
Y aquel grandísimo pintor lloraba de rabia. Pintar y pintar y pintar para no cobrar. Cientos de miles de pinceladas por nada(4). Pues Jeans (viva Jeans) no ha dado ni una sola pincelada(5) y se ha llevado un buen dinero.
Aquí un pobre arquitecto cubierto de roña se arrodilla ante vosotros, Norman y Jeans. Grandes. Enormes.
Iba a comentarte cómo me identifico con el bueno de Ventura que se arrastraba por las ventanillas, por los mostradores, por los despachos, pidiendo, suplicando que se le abonaran los honorarios que se le debían. Pero tu también lo sabes: claro, clarito que lo sabes-
ResponderEliminarLa venganza en las costillas de las demás o incluso en las propias si es dinero público no es venganza, sólo una injusticia que se añade a otra. El no cuadro, pues es eso una estafa como un templo. Malos tiempos en los que hay que explicar lo obvio.
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