sábado, 28 de marzo de 2020

La señora y Bachelard

Esta mañana han salido por la radio unas cuantas mujeres mayores que viven solas y que se defienden bastante bien en este duro confinamiento que estamos pasando. Han hablado de las muestras de cariño y buena vecindad consistentes en que siempre hay alguien que les deja el pan y la leche en la puerta (benditos sean), y de las diarias conversaciones por teléfono con los nietos.

La que más me ha llamado la atención ha sido una señora de más de noventa años (creo que ha dicho noventa y dos), que se levanta, ventila, hace la cama, desayuna... por las tardes sale al balcón a aplaudir y hay unas luces azules (deben de ser las de la policía) que le encantan. Ve la tele, lee alguna revista...

Albert Anker. Anciana leyendo

Debe de ventilar mucho, porque lo ha vuelto a decir después de leer la revista. Ha confesado que estaba hablando desde su dormitorio; seguramente sentada sobre la cama. Aunque una viva sola y nadie la moleste en ninguna habitación, parece que para las llamadas importantes se está más concentrada en el cuarto que en la sala.

Ha hecho mucho hincapié en las luces que entran por las ventanas y por el balcón y ha rematado con: "Es que tengo una casa preciosa".

Bravo, bravo, bravo. Me levanto a aplaudir. Plas, plas, plas.

En estos días de confinamiento obligado por la maldita pandemia muchos veremos cuánta tontería tenemos en casa, y algunos qué completa tontería es su casa entera. En el estado de alienación que nos caracteriza acaso ni seamos capaces de advertirlo, pero aun así lo estamos padeciendo. Ojalá esto nos sirviera para reflexionar sobre cómo habitamos.

Del discurso de esta señora se desprendía que su casa no es que fuera grande, ni que tuviera lujos. No. Tenía una luz muy bonita. Estoy seguro de que tiene tapetes y adornos de ganchillo, macetas con geranios, figuritas varias y más chorradas, pero también lo estoy de que los tapetes los ha hecho ella misma, los geranios están cuidados con mimo y las figuritas son regalos de sus hijos y de sus nietos a la vuelta de sus vacaciones. Y también de que todo ello configura un hogar. Un hogar. Un "sitio en el mundo".

¿No eran preciosas las casas de nuestras abuelas? Todas. Tanto la vieja vivienda destartalada del pueblo, pobre y desconchada, pero con un patio enorme y una parra de sombra, como el piso del extrarradio de la gran ciudad al que se vinieron en los años sesenta y al que no llegó el metro hasta varias décadas después. Pisos pobres, sin ascensor(1) ni comodidades, y con una vecindad que tuvieron que ir haciendo ellas mismas de golpe según iban llegando.

Obviamente, una casa con terrazas y todo tipo de complementos da más comodidad (y también más guerra) que un zulo mínimo. Eso por descontado, pero a lo que me refiero -y lo he visto en esta señora- es al acto de habitar, al cariño de vivir tu casa.

Me viene a la mente, por supuesto, la Poética del espacio, de Gastón Bachelard: cada detalle de la casa como elemento de vivencia y de emoción, de fascinación, de miedo, de anhelo, de placer, de ensoñación, de misterio, de paz, de inquietud... y lo comparo con las frías especificaciones de los promotores, con la tonta enumeración de elementos "de lujo". ¿Ha hecho alguien alguna promoción que no fuera de "viviendas de lujo"? Un lujo barato, estúpido y sórdido, un lujo de quiero y no puedo, que no nos ha abierto nunca las puertas del "gran mundo" ni de la "alta sociedad", estaría bueno, pero que nos ha quitado para siempre nuestras raíces cutres y vividas y nos ha dejado alienados en medio del desierto y desorientados para siempre.

La señora que ha hablado hoy por la radio, la dama bachelardiana, nos ha contado que ventila la casa, que aunque en este momento esté hablando sentada en la cama tiene una bonita sala con televisión y con alguna revista, y que por sus ventanas y balcón entra una luz muy bonita. Porque, en definitiva, tiene una casa preciosa.


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(1).- Lo de "sin ascensor" es una enorme faena. En los 1960s eran jóvenes y no le daban demasiada importancia a esa carencia, pero casi sesenta años después en muchos casos les es imposible utilizar las escaleras y se ven confinadas ya para siempre.

5 comentarios:

  1. Maravillosa entrada, José Ramón. Acabo de darme cuenta de que he estado durante mucho tiempo de mi profesión haciendo esas viviendas "con acabados de lujo" que mencionas, y nunca tuve la sensación de que en algún momento podrían convertirse en un hogar. Porque el hogar es otra cosa, muy diferente-Hogar es lo que tiene esta anciana, y es mucho más importante y humano que el lujo artificial que durante tantos años hemos estado vendiendo. Me ha encantado, Felicidades

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  2. Después nos sorprendemos del porqué a los arquitectos nos tienen en mala consideración, nos la pasamos en una carrera frenética por utilizar nuevos materiales, tecnologías y proyectando "lo último" cuando lo primero y de siempre es y ha sido el hogar que tanto disfruta la señora. El ego, el starchitect nos mata, los mata.

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  3. Magnífico escrito, José Ramón. Eres un buen arquitecto, un buen profesional. Eso lo he podido comprobar en tus entradas (muchas veces contando experiencias paralelas a las mías). Pero la literatura podría haber sido, sin duda, otra alternativa de vida para ti. Bueno, en realidad, ya lo es. Un abrazo.

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  4. Uno de nuestros colegas, me comentaba estos días en una de esas conversaciones para romper el aislamiento que, a su parecer, esta situación que vivimos será beneficiosa para nuestra profesión tras la ruptura de la cuarentena, porque ahora la gente se está dando cuenta de lo bien que se vive en una vivienda unifamiliar y lo pequeños y agobiantes que son los pisos que se venden y a los que el común de los mortales tiene acceso... Bien, independientemente de este punto de vista tan optimista, los que sí deberían darse cuenta tras esta pandemia de la porquería de viviendas que construimos son nuestros infames políticos, que deberían legislar con criterio imponiendo unos ratios de superficie mínima por usuario de vivienda que, en el caso de un piso, nunca debería de ser menor de 50m2 por miembro familiar, independientemente de que existiesen tipologías de apartamentos urbanos o destinados a grupos específicos como la llamada "tercera edad" en los que fuesen exigibles otras condiciones. Creo, que cuando una familia compra una vivienda "para toda la vida" y como primera residencia, no es presentable que tengan que malvivir cuatro miembros en 60m2..
    Lo de las "calidades de lujo" y esas tonterías, ya lo dejamos a parte, porque todos nosotros sabemos que el lujo es el espacio.
    Claro, me diréis que a qué precio tendrían que venderse tales viviendas y os contesto, que el precio de la vivienda siempre ha sido político y que para abaratarlo solo hace falta que, una vez más, nuestros infames políticos eximan de los incontables impuestos que la construcción tiene asociados a las viviendas de primera residencia( plusvalías, ibis, valoraciones de suelos, actos jurídicos, ivas, licencias, autorizaciones administrativas varias, costes energéticos desmesurados...). Con esto, bastaría para hacer más habitable este mundo.

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  5. mi madre vivía en un cuarto piso sin ascensor y nos dejó a sus 104 años. solía decirnos que el médico le reconoció que subir escaleras era un seguro de vida. otras dos vecinas pasaron de los cien. ¿sería que la cubierta era de amiantocemento?

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