El día 31 de marzo de 1992 leí mi tesis doctoral en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Hace ya veinticuatro años de aquello. Cómo pasa el tiempo.
La tesis se titula -o se titulaba, porque no sé si sigue viva o murió hace años- WRIGHT - VAN DOESBURG - MIES VAN DER ROHE. De la descomposición del espacio a la composición del vacío.
Mi director de tesis fue Juan Daniel Fullaondo. Me guió con mano maestra, me prestó libros inencontrables (los tenía todos), me sugirió enfoques, me animó siempre y nos reímos mucho. Lo pasé realmente bien durante todo el tiempo. Qué suerte tuve.
He caído en la cuenta de que no la tenía colgada en el blog, así que la acabo de poner. Tenéis la portada en la columna de la derecha. Si clicáis en ella os saldrá un enlace a dropbox en el que la podréis descargar.
Vamos a ver: es una tesis, no una novela policíaca. Quiero decir que, aunque siempre intento escribir con claridad y con sencillez, tiene una gran componente de truño infumable. Descargáosla sólo si tenéis verdadero interés. Intentar leerla puede ser un esfuerzo vano, sin recompensa.
Wright-Van Doesburg-Mies van der Rohe
Del cigarrillo al puro
La cosa empieza con el anticlasicismo de Wright, que, a partir de un pintoresquismo inicial tomado de la ingenua arquitectura de los pioneros americanos, y buscando "romper la caja", llega a una solución en la que los planos se disparan, los techos salen en voladizo, las esquinas se rompen, etc. Es la primera fase: la de descomposición del espacio.
(La composición era una estrategia académica y clásica. Para romper con todo ello, Wright des-compone).
Esa estrategia wrightiana salta a Europa y es acogida por muchos arquitectos, grupos y corrientes, pero muy especialmente por De Stijl. (Robert van`t Hoff, uno de los miembros fundadores del grupo, había viajado a América para conocer a Wright y había trabajado con él. Sus dos célebres casas de hormigón tienen más que influencia de Wright).
De Stijl, bajo el mando siempre inteligente y a menudo contradictorio de Theo van Doesburg, desarrolla esta forma de des-componer y la lleva hasta dejar sólo los elementos, ya sueltos y aislados de la caja primitiva.
Mies, aunque conoció la obra de Wright por la publicación de Wasmuth y por otras influencias, explota definitivamente cuando recibe la interpretación y el trabajo de De Stijl.
Hasta aquí la primera fase, la descompositiva.
Una vez rota la caja, escindido el espacio y reventado en planos levitantes, esos elementos sueltos se reorganizan para formar finalmente un espacio vacío.
Por una parte, intentamos comprender desde ese punto de vista la obra americana de Mies, que parece siempre tan extraña después de ver lo que había hecho en Europa.
Por otra parte, apreciamos que la pelota que Wright lanzó a Europa le viene devuelta por De Stijl y le influye a la hora de diseñar muchas de sus obras a partir de los años 1930s.
Hicimos (la ignorancia es audaz) un pequeño análisis del concepto del espacio-tiempo y del espacio vacío a la luz de la física moderna, y también tomamos la experimentación del espacio estéticamente vacío de Jorge Oteiza.
Ah, y lo más importante: Vimos la evolución desde un expresionismo trágico al principio (todo expresionismo es un grito que manifiesta el sentimiento trágico) hasta un vacío silencioso y antitrágico. Final feliz.
Con todo ello, la tesis considera al Museo Guggenheim de Nueva York y a la Galería Nacional de Berlín como dos ejemplos conclusivos (ambos al final de la vida de sus autores) de ese nuevo espacio vacío como final feliz de una aventura vital apasionante.
Pues ya está. Con eso os hacéis una idea sobre mi vieja tesis doctoral. Ya no hace falta que os traguéis el ladrillo.
Si a pesar de todo queréis descargarlo, os cedo con gusto todo lo que os pueda ser útil. (Si llegara el caso, citadme como mandan las normas de la buena educación e invitadme a las bodas de vuestras hijas).
Pues yo estoy en medio de mi ladrillo... digo tesis. Y te voy a contar una anécdota que me han contado hoy y que -al menos yo- desconocía.
ResponderEliminarEl local del GATCPAC fue destruido en Barcelona por camisas azules poco después de terminar la guerra. La anécdota reside en que uno de esos camisas azules que entró para destruir el local pistola en mano, fue un arquitecto: José Antonio Coderch.
Curiosa presentación de nuestra arquitectura moderna de posguerra.
Tremenda anécdota. Otro célebre camisa azul, de los primeros de la lista y colaborador directo de José Antonio Primo de Rivera, fue José Miguel Aizpúrua, miembro eximio del GATEPAC. Ignoro qué pensaría de la sección catalana, por aquello de la unidad de la patria y todo eso, pero no quiero imaginarme que de haber sobrevivido a la guerra civil hubiera participado en la destrucción del local.
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