sábado, 29 de octubre de 2011

Concurso

Después de tantos años sin hacerlo, me estoy presentando a un concurso de arquitectura. Me ha cundido más de lo que esperaba y me voy a pasar un fin de semana tranquilito. (La entrega es el lunes y ya lo tengo casi completamente acabado).
Ante la escasez de trabajo, y ante lo atractivo de este concurso, supongo que nos presentaremos más de quinientos. Por una parte me siento bobo, iluso, como si, ante la crisis, estuviera feliz por la brillante idea que he tenido de jugarme a la lotería todos mis ahorros. Un disparate y una insensatez. Pero por otra, sé que tenía que hacerlo.
Durante muchos años he trabajado frenéticamente haciendo siempre lo mismo, sin pensar, sin reflexionar. No tenía tiempo para nada.
Ahora, por el contrario, me sobra tiempo. Leo, pienso, escribo este blog...
Y me ha dado el puntito de presentarme a un concurso, cosa que no hacía desde que era muy joven. (Ante varios clamorosos fracasos encadenados me juré no volver a concursar nunca, pero si la carne es débil el espíritu lo es aún más, y nunca se puede decir este concurso no es para mí).
He puesto antes el ejemplo del estúpido que se juega todo lo que le queda a la lotería. Esto mío es peor, porque en la lotería todos los números son equiprobables, y te puede tocar a ti como a cualquier otro, mientras que en esto hay que ser bueno, y yo, ya digo, me he estrellado ya muchas veces contra mis propias limitaciones.

Pero, con todo, he hecho una cosa digna, discreta y honrada. No llama la atención, no es espectacular, pero creo que es elegante y que funciona, y me he sentido muy contento de pensar en ello y de aportar mi propuesta al concurso.
Puro espíritu deportivo.
No soy brillante. Nunca lo he sido. Uno hace virtud de sus propios defectos, y he querido ser sensato y comedido, correcto y útil. ¿Qué ocurriría si mi propuesta se realizara? Pues que no epataría a nadie, pero creo que sería atractiva, cómoda, funcional y útil. Y no cara. Pues eso.
A la hora de elegir un lema para el obligado anonimato, he recordado con cariño a mi amigo y compañero Juan Pablo de Bidegáin, el arquitecto más honrado que he conocido, y he buscado una expresión que solo él recordará. (Tranquilos: Ni está en el jurado ni tiene relación alguna con él).
Recuerdo con cariño mi época de escuela. (Este tipo de proyectos, tan inusuales en la "vida real", sólo se hacen en la escuela, y la preparación del concurso me ha retrotraído a los felices ochenta). Juan Pablo no era un alumno brillante, espectacular ni "estrella", pero era un tío pasmosamente coherente, y resolvía con absoluta honradez el programa propuesto, sin concesiones a la galería ni chorradas de ningún tipo.
En su Proyecto Fin de Carrera había una elegante curva en planta que no se traducía con suficiente elocuencia al alzado. Cualquier otro habría falseado el alzado, o habría dibujado una perspectiva forzada para acentuar el efecto. Él no. Si era así era así. No valía mentir. Si acusaba la curva en planta el alzado quedaría más bonito, pero el edificio funcionaría peor, así que no lo hizo. (Y lo de dejar la planta con la curva suave pero dibujar el alzado como si la curva fuera más cerrada era inaceptable, una sucia mentira -imposible de detectar, por otra parte-, una traición a la propia arquitectura).
Al final le sugerí una solución jesuítica, una especie de mentira sin mentir, que le satisfizo. No recuerdo si se lo aprobaron sin más o le pusieron un notable. Sí que estoy seguro de que no fue una brillante matrícula de honor, de las que publicaba después EL CROQUIS (y muchos de cuyos autores hoy son arquitectos conocidos); pero para mí era el mejor proyecto, porque se había preocupado de muchos aspectos que sólo tendrían importancia si el edificio se construyera, pero no servían para nada en un proyecto de escuela, cuyo único requisito era ser espectacular.
Bueno, pues yo necesitaba hacer esta propuesta de aprobado pelón o de notable bajo. No voy a pasar ni la primera criba, pero estos días me estoy acordando mucho de Juan Pablo. He intentado ser digno de él, y con eso me sobra.

3 comentarios:

  1. Los momentos más brillantes de un arquitecto, en mi humilde opinión, llegan mientras se trabaja y se reflexiona, y a su vez, no hay mejor manera de hacer esa relfexión que dibujándo y haciendo arquitectura. Así que, ya sea para presentarse a un concurso o simplemente para hacerse preguntas, los arquitectos estamos en la obligación de buscar siempre nuestras respuestas. "Hablar de arquitectura es muy distinto que hablar en arquitectura, porque no es lo mismo decir que hacer" (Carlos Mijares Bracho) ¡¡¡Muchísima suerte con el concurso!!!

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  2. Gracias, María.
    Tienes razón: A veces siento que es muy fácil hablar y hablar desde este blog. Lo que hay que hacer es hacer, como bien dices.
    A ver si me animo algún día y pongo alguna obra mía, en vez de tanto hablar de (y meterme con) los demás.

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  3. Ojalá y te animes a colgar algo!!! A mi me parece genial lo que haces, hablar + hacer son dos cosas que requieren esfuerzo y valentía, porque para presentarse a un concurso o para escribir en un blog tus ideas y opiniones hay que ser muy valiente!! Así que tu DICES Y HACES!!! :D

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