martes, 22 de febrero de 2011

Funcionalismo y chabolización

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La maldición de la arquitectura es que a las pocas semanas de estrenarse un edificio se empieza a chabolizar, y a partir de ahí sigue chabolizándose sin parar. El arquitecto lo fotografía perentoriamente y se resigna a que desde ese mismo instante se vaya degradando sin solución ni esperanza.
Siguiendo con mis argumentos del otro día, sostengo que esa inevitable chabolización es fruto (un fruto malo, pero legítimo) de la adaptación funcional de los edificios.
Por ejemplo: en nuestro clima brutal las persianas son necesarias, pero son cutres. Por eso muchos arquitectos no las ponen. Las lamas, las celosías, las contraventanas, pueden hacer la misma función y son más elegantes; pero nada hay más elegante que el vidrio desnudo, enrasado a fachada. Corolario: Al conserje de la Fundación recién inaugurada le entra un sol implacable que le pega justo en la calva, y además, ponga como ponga la cabeza, ésta le hace sombra sobre el crucigrama. Y un conserje con el crucigrama en sombra es un asesino en potencia.
-Por favor, ¿el servicio de publicaciones?
-Segunda plantaaaaaaaa –ruge.
No aprecia la hendidura de luz que alegra su chiscón. No aprecia el cerezo retorcido de fuera, enmarcado por la rendija minimalista de la fachada. No aprecia nada. No puede defenderse con nada. Solución (mala pero necesaria): tres hojas del Marca pegadas con celo por la cara interior del vidrio.
Vale; no quiero decir que las pequeñas imprevisiones del arquitecto deban ser castigadas tan duramente. Hay estores rojos, azules, anaranjados, tostados. Hay polivinilos, hay tejidos, papeles japoneses… Hay de todo, pero sabed de una vez por todas que un conserje como Dios manda siempre pondrá el Marca.
La gente tiene la sensibilidad ahí; sí, ahí mismo. A cada carencia arquitectónica responderá de la manera más inmediata y tosca posible. Puro funcionalismo, sin pretensiones ni desvíos. Pura chabolización.

Al final las gloriosas entradas principales quedan condenadas porque entra mucho aire, y se abren sólo en las ocasiones solemnes, y todo el mundo tiene que acabar entrando a diario por una puerta lateral. En el vestíbulo se ponen las fotocopiadoras y unas cajoneras, el distribuidor principal se llena de archivadores, y todo se va embruteciendo sin remedio.
Estamos ante el segundo principio de la termodinámica, y eso sí que es serio. La entropía crece sin cesar. Haría falta el trabajo heroico de todos los usuarios de un edificio para que las carencias se resolvieran con sensibilidad, pero eso es imposible. Sería un trabajo ímprobo, y de un optimismo a prueba de desánimos. Tendría que haber en cada edificio un comité arquitectónico, o algo así, en vez del conserje del Marca.
Cruzar la ría de Bilbao con una pasarela con el suelo de vidrio es una temeridad. La gente se pega unas trompadas de concurso. Pero la solución de poner tiras adhesivas de caucho, que se llenan de roña, se levantan por los bordes, se retuercen y se rompen no es muy brillante que se diga. Se podría dar una solución más fina, pero, aún mejor, se debería evitar hacer pasarelas con el suelo de vidrio. Las repugnantes, pringosas y pelusosas tiras de caucho son funcionales. No están contaminadas de "estilo". Son pura racionalidad.
Oiza contaba que la cocina tecnológica de la Bauhaus lo tenía todo previsto, y estaba preparada para instalar los electrodomésticos más avanzados... de 1930. Pero era tan rígida y estaba tan bien estudiada que no había forma de ponerle un horno microondas, por ejemplo. Sin embargo, la casa de su abuela en Cáseda admitía perfectamente el microondas y admirtiría cualquier nuevo aparato o sistema que apareciera en el mercado, porque cuando se construyó no había luz eléctrica, e igual que ésta se instaló en su momento, en un futuro se podría instalar cualquier otra (neumática, datos, inducción...) porque era sólo un contenedor de mampostería. Pero la cocina de la Bauhaus no admitía nada que no estuviera previsto. De la misma manera, ante la primera necesidad no prevista que surge en una arquitectura bien pensada, muy "Bauhaus", no hay nada que hacer, y ya podemos ir pegando Marcas en los cristales.

3 comentarios:

  1. yo pondría al arquitecto a diseñar su próximo edificio en la mesa del conserje. Veríamos si no acaba cambiando su percepción del "vidrio desnudo, enrasado en fachada".

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  2. Y no sería más fácil poner al conserje donde debe estar?. Me apuesto lo que quieras a que tiene un sitio designado. Pero alguien que no conoce el edificio, manda mucho y tiene manía a los conserjes ha decidido ponerlo ahí.
    Alguien ha decidido convertir el Panteón de Agrippa en una sala multiusos y el primero que paga es el conserje. Pobre conserje!!!!

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  3. Por eso la tendencia del arquitecto actual a diseñar chabolas es lo más inteligente.
    Estoy haciendo una chabola pa mi primo y está incantados.

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