Hoy os presento una obra maestra, un hito en la historia de la música. Estamos en Chicago, Illinois, y es el día veintiocho de julio de mil novecientos veintiocho.
Louis Armstrong es un joven de unos veintisiete años (hay varias hipótesis sobre la fecha de su nacimiento). Fue un niño de la calle, repartidor, vendedor ambulante y recadero de prostíbulos. Aprendió (mal) a tocar la corneta y la trompeta en el Hogar de Niños Expósitos de Nueva Orleáns, y empezó a ganarse la vida tocando en la calle y en los cabarets, como músico de banda. Entró en la orquesta de King Oliver, y más tarde en la de Kid Ory. De ahí pasó a tocar en orquestas de Nueva Orleáns, incluso en las que tocaban en los barcos de vapor del Mississipi.
Era un verdadero profesional todoterreno, que amenizaba cualquier fiesta y sabía desenvolverse con la trompeta y con su simpatía natural. Pero nunca aprendió la técnica de la embocadura correctamente, y se cortaba los labios a menudo con la boquilla. No les daba tiempo a cicatrizar adecuadamente porque Louis tenía que tocar todos los días, a menudo con mucho dolor. No podía permitirse ni unos días de reposo ni un profesor, así que siguió tocando como podía, aprendiendo de sus compañeros (que tampoco habían tenido profesor).
Esta boquilla de una de sus primeras cornetas muestra las muescas que le hizo para adaptarla a sus labios y a su forma de apretarlos. Es una lucha continua la de un músico con sus boquillas.
A Louis le encantaba cantar, incluso más que tocar la trompeta; y además cantando descansaba los labios. (La trompeta es un instrumento agotador, y hace daño). Pero sus jefes no le dejaban cantar. Su voz desportillada no encajaba en los gustos de la época. En aquellas bandas había más cantantes mujeres que hombres, y éstos tenían que tener una elegante voz melódica y aterciopelada.
(Su voz desportillada es preciosa y afinadísima, y alcanza unos agudos y unos graves sorprendentes. Haced la prueba poniendo un disco suyo e intentando cantar en su tesitura).
Por eso, para descansar de la trompeta y ante la prohibición de cantar convencionalmente, se acostumbró a imitar con la voz el sonido del instrumento. Esto se llama scat, y no es lo mismo que “tarareo”. Tarareo es larala lalá o tarata tará, y scat es asuc su diriba dub di ba badero ¡chas! dib bu diri bas pidaratepá.
Dicho lo cual, vamos a escuchar devotamente esta obra maestra:
Louis Armstrong toca con los Hot Five (una formación creada y liderada por él en 1925).
West End Blues es una composición de King Oliver, el “padre” de Louis Armstrong, su primer gran maestro. Es un blues muy simple, y tocado por su autor no dice gran cosa: Es muy corriente. Pero Louis Armstrong lo hizo mágico.
A Louis Armstrong lo valoramos mucho por sus versiones de todo tipo de canciones, desde What a Wondeful World, Mack The Knife, Moonriver, hasta las de películas de Walt Disney. Era un cantante delicioso que cantaba lo que le echasen, y nos hace felices con cada obra que afronta (cada vez cantando más y tocando menos la trompeta). Pero los puristas, esos jazzólogos retorcidos del tendido del siete, que fuman en pipa y usan jerseys gordos incluso en agosto, despotrican contra quien había sido una de las piedras angulares del jazz y después se prostituyó ante lo fácil. (Los flamencólogos dicen lo mismo de José Mercé).
A mí las canciones “comerciales” y "facilonas" de Louis Armstrong me encantan, pero hay que reconocer que el West End Blues es otra cosa. Según James Lincoln Collier, “cuando las notas finales se apagaron en el aire recalentado del estudio OKeh, la música había cambiado y ya nunca volvería a ser la misma”.
Tened en cuenta que estamos en 1928 (el be bop, Charlie Parker y todo eso es de los años cincuenta), y comparadlo con otros blues de la época. Le daréis la razón a Collier.
Louis Armstrong toca la trompeta y scatea.
Fred Robinson toca el trombón.
Jimmy Strong toca el clarinete.
Earl Hines toca el piano, y hace una creación maravillosa.
Mancy Carr toca el banjo. (Era la época en que el jazz tenía banjo).
Zutty Singleton toca la batería. (Pero en aquella época la batería se comía todo el sonido en las grabaciones y no podía aparecer. El percusionista apenas podía tocar un cencerro, un platillo pequeño y poco más. Nunca sabremos cómo sonaban las baterías de aquella época en las actuaciones en directo, porque en los discos no salían).
Me he enrollado más de la cuenta. Os dejo con una miajilla de suspense y os pongo el West End Blues en la próxima entrada, que va a ser en seguida.
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