(Corolario y addenda a la entrada anterior, sobre la imposibilidad de tener un criterio sólido, y su sustitución por la veneración para con los artistas sacralizados).
El día 18 de noviembre de 2016 salió a la luz la noticia de que un investigador encerrado en los sótanos más recónditos del Archivo de Villarronda del Pan había abierto un árido legajo de testamentos y escrituras de compraventa de varios huertos anexos a un convento de los dominicos, de los años mil setecientos y pico, y en su interior había descubierto una carpeta con tres hojas dobladas y plegadas, llenas de dibujos.
Las hojas tenían tamaños diferentes, pero parecidos. Medían entre cincuenta y tres y sesenta y siete centímetros de altura, y entre treinta y nueve y cuarenta y ocho de anchura. Las tres eran de formato vertical, y contenían dibujos de estudio de anatomía humana hechos a la sanguina y... y muy probablemente por la mano de Miguel Ángel.
Los responsables de turno pidieron calma. Se llamó nada menos que a Oswald Ferris Buttifer, a Julián de la Fuente Marchamalo y a Enrico Fitipaldi, los máximos expertos de... de todo este rollo, y se esperó su veredicto.
Mientras tanto, los dibujos fueron publicados en todos los periódicos, en las revistas culturales, en los noticiarios televisivos, en las redes sociales... Qué maravilla. El gran artista italiano sacaba a la luz nuevas obras. Qué tesoro sublime.
"Pero mantengamos la calma. Calma, calma", decían los responsables.
Los expertos no tuvieron mucho tiempo (ni muchas ganas por entonces) para solazarse con los dibujos. Ya lo harían. Lo que importaba antes que nada era actuar con rigor y con determinación.
Cotejaron los estudios anatómicos con todas las esculturas y frescos de Miguel Ángel, para ver de qué obras pudieron ser estudios preparatorios. Los compararon también con el resto de dibujos conocidos, para ver coincidencias de tema, de trazo, de mancha, etcétera.
Encargaron análisis químicos, espectrográficos y biológicos de las fibras del papel, de los pigmentos, de los restos de manchas, humedades e incluso de los posibles parásitos.
También analizaron las escrituras y demás documentos del legajo del que había salido la carpeta de dibujos, y de éste fueron a muchos otros alojados por toda España y por casi toda Europa. Había que saber quién era el dueño anterior de cada huerto, y el anterior, y el anterior; quién le compró qué a quién, quién viajó a Italia o recibió en su casa a huéspedes venidos de Italia; quién pudo ser el propietario anterior de estos dibujos, y cómo los adquirió éste a su vez. Qué cartas, testamentos, facturas, etcétera, se podían rastrear.
A las órdenes de los tres eruditos había cientos de investigadores, desde químicos hasta historiadores del derecho, desde grafólogos hasta genealogistas.
Al final, al cabo de cuatro meses de trabajo febril, se llegó a un veredicto indudable. Se dio la resolución irrefutable:
Yo no la voy a decir. Mejor dicho: Voy a decir la verdadera (¿A o B?) camuflada con la falsa (¿B o A?). Aquí van las dos. Elige la que prefieras.
A.- Los dibujos eran de Miguel Ángel. Todas las vías de investigación llegaron a la misma conclusión. No había ninguna duda.
La noticia fue un bombazo. Parecía como si España hubiera vuelto a ganar el Mundial de Fútbol.
Los dibujos fueron restaurados con las mejores técnicas. El Museo del Prado los reclamó; el Capítulo General de la Orden de Predicadores -reunido de manera extraordinaria y urgente- también, pues al fin y al cabo el legajo procedía de uno de sus conventos; pero los Villarrondeños no los querían dejar salir de su pueblo y los defendieron con pasión. Hubo bastante calor, pero era una batalla muy desigual y la ganó el Museo del Prado, donde se habilitó un espacio especial para exponerlos.
A partir de ese momento no hay nueva monografía sobre Miguel Ángel que no incluya ya esos dibujos, ni amante del arte que no se pase por el Museo del Prado a admirarlos.
Es una gozada que un artista tan excelso y tan apetecible y codiciado produjera así, sin que nadie se lo esperara, tres magníficas hojas de dibujos a la sanguina cuatrocientos cincuenta y dos años después de su muerte.
Los dibujos, por lo tanto, ascendieron al cielo sublime de las obras inmarcesibles, orgullo de la Humanidad y prez y gloria del mundo.
B.- Los dibujos no eran de Miguel Ángel. Todas las investigaciones concluyeron sin la menor duda que eran obra de Giuseppe da Ferrara, un competente pintor italiano del siglo diecisiete, con buen oficio pero sin el talento suficiente como para haber ascendido de las notas a pie de página de los estudios más extensos, o del ostracismo absoluto de los más ligeros.
Mala suerte. El globo informativo se desinfló. Todo quedó en nada.
Los dibujos no se restauraron. (Era bastante caro y no merecía la pena, y además, salvo los pliegues de las hojas de papel, estaban en bastante buen estado). Pasaron de la humillación de la carpeta oculta en el legajo del sótano a la "sala multiusos" del Archivo de Villarronda del Pan, muy bien enmarcados. Una vez se publicaron en un libro titulado "El Dibujo Italiano del S. XVII", financiado por la Caja de Ahorros; uno de esos libros secretos, inencontrables. Otra vez viajaron a la capital de la provincia, a una exposición colectiva organizada por la Diputación Provincial durante dos meses y medio, y todo quedó ahí.
Si vais a Villarronda del Pan y visitáis el archivo preguntad por la sala multiusos.
Los dibujos no se restauraron. (Era bastante caro y no merecía la pena, y además, salvo los pliegues de las hojas de papel, estaban en bastante buen estado). Pasaron de la humillación de la carpeta oculta en el legajo del sótano a la "sala multiusos" del Archivo de Villarronda del Pan, muy bien enmarcados. Una vez se publicaron en un libro titulado "El Dibujo Italiano del S. XVII", financiado por la Caja de Ahorros; uno de esos libros secretos, inencontrables. Otra vez viajaron a la capital de la provincia, a una exposición colectiva organizada por la Diputación Provincial durante dos meses y medio, y todo quedó ahí.
Si vais a Villarronda del Pan y visitáis el archivo preguntad por la sala multiusos.
Y, sin embargo, lo más curioso es que tanto en el caso A como en el caso B son los mismos dibujos.
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No es problema de la critica es la mitomanía que hay.
ResponderEliminarTambién existe el caso C, y es que se los quedó el archivero y cuando murió, la familia, tiró todos esos papeles a la basura y nadie se enteró de nada, ni de que existía Villarronda. Que es lo que ha debido pasar con la mayoría de casos.
Mi teoría es que el arte que no está hecho por amor al arte, no es arte, es oficio. Sin querer decir con ello que el autor por encargo no sea o pueda ser el mejor artista del mundo. Ya sé que no es fácil sostenerla, pero es mía, y muy reflexionada. En cualquier caso, creo que a la hora de hacer crítica de cualquier cosa o caso, hay que enmarcarla –además de en otros referentes- en el valor atribuido que tenga. Y no sé si en el arte ha funcionado alguna vez realmente la ley de la oferta y la demanda, pero lo dudo.
ResponderEliminarEn el caso de los dibujos taurinos de tu anterior post, por ejemplo, si el de Picasso está valorado en no sé cuántos miles o millones de euros y el de tu amigo en nada o en alguna decena o centenar de euros, para mi es evidente que no es el de Picasso miles o millones de veces mejor, e incluso podría defender que es mejor el de tu amigo, por la capacidad de expresión máxima con recursos mínimos.
De acuerdo con amasu con el caso C.
Un corolario interesante. No obstante este valor añadido que aporta la firma del artista, la marca, es más propio del mercado del arte que del arte en sí, si es que hoy día se pueden distinguir ambas cosas. De hecho es un fenómeno muy común en cualquier objeto de mercado, en el que la marca le aporta, por sí sola, un incremento de su valor, económico claro.
ResponderEliminarHace unos días vi por la2 un capítulo de la serie “Viaje a la tradición mediterránea”, titulado “Oriente y Occidente”, no puede verse en tve a la carta por cuestiones de derechos. En él se analizaban distintos conceptos desde las principales culturas: occidental, oriental, islámica y judaica, entre ellas el arte. En la tradición oriental el arte estaba en el universo y el artista se consideraba un mero intermediario, por lo que un oriental jamás firma una obra. De hecho en occidente la obras se empezaron a firmar en el Renacimiento.
Dicho esto quisiera introducir una cuestión que no se ha tratado en esta serie de entradas sobre el arte:
Yo creo, y pienso que estaréis de acuerdo conmigo, que cualquier disciplina artística sigue una línea evolutiva continua en que cada artista parte de lo anterior y se justifica en ello: Picasso no podría haber hecho lo que hizo si antes no hubiera existido Goya, Toda la arquitectura moderna es deudora de Le Corbusier y Mies...
Los grandes artistas son aquellos que van abriendo caminos.
Por ejemplo, en el caso de los dos dibujos que incluyes en la entrada anterior -siento discrepar con los que se han pronunciado, a mí me gusta más el de Picasso-. El dibujo de Antonio Esteban sólo tiene sentido porque antes Picasso había pintado el otro, abrió esa vía de expresión sintética y gracias a ello hoy Antonio puede utilizar esa vía y nosotros valorarla.
Además de tener razón lo explicas muy bien.
EliminarGracias Antonio. Por si no quedara claro en mi comentario, te aclaro que tu dibujo también me gusta.
EliminarPor profundizar un poco más en esa cuestión de la línea evolutiva del arte y ya que José Ramón nos plantea una paradoja, una reflexión también paradójica sobre como cada forma de arte tiene su tiempo y sólo se entiende ocupando su lugar en esa línea evolutiva:
Os imagináis cual sería la reacción de los renacentistas, los contemporáneos de Miguel Ángel, ante el dibujo de Picasso o el tuyo. Probablemente no lo apreciarían como arte. Tuvieron que pasar Velázquez, Goya, Van Gogh... para que pudieran llegar Picasso o Miró. En correspondencia si hoy día alguien dibujara igual que Miguel Angel, o pintara como Velázquez tampoco nosotros lo apreciaríamos como arte: ya pasó su tiempo.
He de confesar que últimamente estoy enganchada a un programa del canal historia que se llama: El Precio de La Historia. Trata sobre una casa de empeños en el centro de Las Vegas y los objetos que les ofrecen a los dueños. Normalmente tasan las piezas con algún experto en la materia del objeto de la zona y en base a ello hacen una oferta al vendedor. En una ocasión llegó un grabado de Rembrant, finalmente como era una reimpresión de una plancha que ya había sido retocada no alcanzaba un valor muy elevado. Te recomiendo el programa, es interesante porque el nombre, la firma es el gran determinante para el valor final de los objetos. Digo esto porque una vez llevaron una brújula/reloj de sol y luna del siglo xvii en perfecto estado de conservación, con todos sus cachivaches y accesorios, el tasador del museo de le hacía la boca agua, y aún así el objeto se tasó por menos de 5000€ dolares. Me quedé loca! cómo un objeto que había sobrevivido en perfectas condiciones durante más de 3 siglos, precioso, de materiales nobles y con un uso tan importante para la época la tasaba en menor valor que un coche de los años 60 que había salido en una serie. Todo se basa en el mercado y en la demanda del objeto para determinar su valor. Monetario, claro.
ResponderEliminarEn el momento que intervienen terceros con intereses ajenos y especuladores -cosa que ocurre casi siempre- se produce la ley de la oferta inflada y la demanda inducida, o sea, las burbujas artificiales que se han producido en casi todo.
EliminarJosé Ramón:
ResponderEliminarPara mí las dos posibilidades son iguales. O casi.
Lo que me ha producido alguna risa más que ligera, después de leer todas las disquisiciones que, además me parecieron interesantes y valederas; decía aquello de la risa porque tu entrada tiene un comienzo muy orwelliano: "El día 18 de noviembre de 2016 salió a la luz la noticia ..."
Es decir, estamos ante un verdadero ejercicio de anticipación y, como yo mismo estuve a punto de lanzarme a la palestra, al releer caí en ese detallito. Detallito nomás. Y, ahí me detuve, otro detallito. Y no quiero terminar sin referirme al tantas veces denostado Damien Hirst que afirmó: "El arte trata de la vida; el mercado del arte trata del dinero". Y, por ahí van los tiros. Alberto Lerner.