Creo en la arquitectura funcional, pero también creo que la emoción del espacio es su principal función. O sea, que incluso la más ferozmente utilitaria es antes que nada espacial, y el espacio provoca emociones y sentimientos.
Pero esas emociones no solo las consigue el espacio ampuloso, el gran volumen, porque "espacio" no es solo "volumen". Tampoco es solo lo que entienden la topología ni la geometría analítica. El espacio es todo. El espacio es volumen, geometría, forma, color, textura, olor, temperatura... todo. Y esa totalidad o plenitud del espacio nos provoca sentimientos muy complejos.
Y no solo nos provocan sentimientos estos espacios tan acogedores y cálidos:
Sino también (y muy fuertes) estos otros tan cerebrales:
-Entonces ¿a qué se debe el sentimentalismo? ¿Cómo funciona?
-No tengo ni idea.
-¿Y por qué sacas este tema en tu blog?
-Porque soy tonto. Porque me vuelve loco hablar de lo que no sé, ir buscándolo mientras escribo a tientas.
-Oh, qué cool. (Valiente soplagaitas).
Veo una distinción entre el sentimiento espontáneo (que puede experimentar cualquiera, sin preparación previa) y el sentimiento elaborado desde la cultura o la información (que experimenta alguien que ya está predispuesto y avisado). Por ejemplo, para emocionarse con el Pabellón de Barcelona, el Gimnasio Maravillas o un cuadro de Mondrian hay que haber tenido algún entrenamiento previo, mientras que otras obras se prestan a una fruición y emoción más directas.
También veo una diferencia entre sentimiento a contrapelo, experimentado desde la dureza y a pesar de ella, y sentimiento provocado, remachado sensibleramente.
Y ahí ya me pierdo. Quiero hacer grupos y subgrupos y veo que estoy haciendo el tonto. No sé adónde voy.
¿Me será más fácil entenderlo con el cine? Creo que no, pero al menos los ejemplos son más evidentes, porque el cine es un arte muy sentimental.
Rafael Azcona tenía prohibido el sentimentalismo, y lo llevaba a rajatabla. De sus muchísimas escenas brillantes voy a señalar una muy modesta, casi inapreciable: En El Verdugo (guión de Azcona, Berlanga y Flaiano, dirección de Berlanga) el protagonista vive de forma muy precaria con su hermano sastre, su cuñada y sus sobrinos. El sastre (que trabaja en casa y en pijama) está rematando una sotana y le pide a su hermano que se la pruebe. Le pregunta (con voz asqueada por la rutina y por todo) si le tira la sisa. ¿Cómo puede saber el improvisado y desganado maniquí si la sisa le tira o no? Pues de la única manera posible: bendiciendo. En esa España de ese momento, eso es casi un insulto, casi un sacrilegio, pero es que uno apenas se da cuenta. Es un detalle mínimo, sin enfatizar. Yo al contarlo ya lo exagero, le pongo el punto de mira, pero si vemos la película de un tirón casi ni se nota.
Sigamos con la película El Verdugo. Los gestos y los elementos narrativos se muestran sin subrayar, sin regodearse en ellos: Cómo calcula el verdugo la talla de camisa de su yerno, o con qué inhumana naturalidad se pasa de una boda rica a una boda pobre, sin primeros planos, sin detenerse morbosamente en la retirada de las flores, en el final de la música, en el apagado de las velas. No: Todo ocurre sin más. Acaba una boda y empieza otra, y las cosas van pasando. Lo que sintamos sobre la miseria humana, la injusticia, la mierda de la vida, es cosa nuestra.
Eso mismo hacía Billy Wilder, y nos emocionaba también con su fría crueldad.
Es evidente que estos cineastas trabajaban para un público muy inteligente, que las pillaba al vuelo, y no querían subrayar ninguna escena, y mucho menos si era de las que podían provocar una reacción sentimental. No obstante, el sentimentalismo se produce, pero porque el espectador pone lo que falta, y completa así el mensaje. La parte sentimental no es achacable ni a Azcona ni a Wilder.
En el otro extremo tenemos a Frank Capra. El (por otra parte también magnífico) director nos insiste machaconamente en los detalles con los que tenemos que emocionarnos, y cuando ya estamos a punto de soltar la lágrima, la suelta el protagonista (con quien empatizamos vergonzantemente) y suena una música que termina de matarnos.
Me entusiasma Qué bello es vivir. Sí, ya sé que es ñoña y que nos la ponen todas las navidades, y se ponen ya muy pesados. (En la Nochebuena de hace unos cuatro o cinco años, tal vez más, la pusieron en la 2 y en Antena 3. Iban con unos treinta minutos de desfase).
¿Cuánto llevo? Ya más de la cuenta, y con Qué bello es vivir llenaría un post entero. ¿Qué hago? Abrevio. A ver si otro día me extiendo en esto.
Voy solo a la parte del post-suicidio: George Bailey está metido en un problema muy serio de dinero, y, en su desesperación, decide suicidarse lanzándose a un río helado y muy revuelto. Cuando lo va a hacer, su angel de la guarda, Clarence, toma forma humana y se tira él (detallazo), para que George, que tiene un gran corazón, se lance a salvarle y abandone así su propósito.
Cuando Clarence le pregunta a George por qué se quería suicidar, este le dice que su vida ha sido un fracaso y que más le valdría no haber nacido. Entonces Clarence pide permiso a la superioridad y le ofrece un espectáculo en vivo sin escatimar presupuesto: Cómo sería el mundo (mucho peor) si él no hubiera vivido nunca.
Y ahí se pasa cuatro pueblos. Aunque Clarence le explica claramente el montaje, George se vuelve especialmente imbécil, y por más ejemplos que ve, no termina de pillar el argumento: Cómo-sería-todo-si-no-hubieras-existido.
Tu amigo del alma Ernie, el taxista, no te conoce (claro: no has nacido). Tu casa, que compraste abandonada y restauraste, está abandonada y sin restaurar (claro: no has nacido). Tu amigo querido, el policía, no te conoce (claro: no has nacido). Tu hermano, a quien salvaste la vida de niño, murió de niño (claro: no has nacido). A la gente que ayudaste no la ayudaste (claro: no has nacido), y lo bueno que hiciste no lo hiciste (claro: no has nacido). Tu madre no te conoce (claro, estúpido, entérate ya: no has nacido). Y, después de todas las desgracias, alcoholismos, ruinas y muertes que han ocurrido porque tú no has nacido, viene lo más terrible de todo. Tan terrible que Clarence duda en decírtelo. Tu amada esposa, Mary, como tú nunca has existido, es... es... ¡UNA SOLTERONA! ¡Horror! (Y además, como no has existido nunca, ella es entonces miope y lleva gafas. ¿Y eso qué tiene que ver? Ah, a mí qué me cuentas. Las reclamaciones al maestro armero, que yo soy gallineja y a las doce dicen misa).
Es todo lo contrario que Azcona o Billy Wilder, ¿verdad? Repite y repite y repite. Machaca y machaca y machaca. Si los primeros se dedican a un público muy inteligente, para el que basta una mera insinuación, Capra trabaja para un público muy tonto. Vale: un público tonto, sí. Pero más o menos cuando va terminando este último clip yo ya tengo la garganta agria y los ojos tiernos, y unos minutos después (escena de la apoteosis, que por pudor no pongo) me tengo que levantar y tomarme un vaso de agua en la cocina, primero porque me viene bien aclararme un poco la garganta, y segundo y principal porque bastante se ríen ya mis hijos de mí, y no quiero darles más motivos.
Con todo lo que he dicho, creo que Qué Bello es Vivir es una obra maestra, que domina el arte y la técnica del sentimentalismo. Pero es que (debe de ser ya la edad) ahora me emociono también con las películas más facilonas, y, aunque les vea la trampa (que se la veo) no puedo resistirlo. Tal vez una cosa sea el sentimiento y otra el sentimentalismo. Tal vez el mérito artístico consista en conseguir el sentimiento (incluso desde la frialdad), mientras que, por el contrario, el sentimentalismo sea kitsch. Creo que sí, que es eso más bien. Pero a mí me puede, y cada vez más. Lo dejo aquí. No puedo seguir. Creo que voy a llorar otra vez.
Perdona la impertinencia, pero es que ver la palabra sentimiento por todas partes me pone violento. Nada de lo que cuentas es sentimental sino emocional. Se activa le emoción de una persona sensible y se empieza a hablar de sentimientos como en una telenovela.
ResponderEliminarNo, por favor!
Sigo tu blog desde hace unas semanas, con entusiasmo, y me ha gustado mucho esta entrada, que relaciono con aquella sobre Tapies (comparto tu "no me emociona pero debo defenderle"), ese diferente punto de vista entre el ojo educado y el profano que tantos quebraderos de cabeza, y tanta prepotencia, nos provoca a los arquitectos ante amigos con otra profesión/formación.
ResponderEliminarPero creo que te equivocas en parte de tu planteamiento, el cine del hollywood dorado era para todos los públicos, listos y tontos, el productor tenía la última palabra en un trabajo en el que director y guionistas no eran creadores (un poco sí) sino empleados.
Al "ojo educado" le gusta notar esos detalles la quinta o décima vez que ve la peli, me encantaba el programa de Garci, pero no están pensados para destacar sino como partes del todo, eran películas pensadas, insisto, para triunfar en taquilla. Qué Bello es Vivir es de 1946, y daba el mensaje que se quería escuchar en plena posguerra, mientras que el cine de Billy Wilder es más ácido, más indirecto, como lo era la época, cada una quería agradar a su público.
Además creo que haces trampa al comparar las películas, porque omites cómo se machaca en El Verdugo con el patetismo del protagonista, o en El Apartamento el papel de pobre diablo de Jack Lemmon se recalca hasta el final.
En Qué Bello es Vivir (una de las dos películas que me hacen llorar) no hablas de cómo se llega al post-suicidio, una hora presentándonos al personaje, con detalles increibles, como cuando reparten el dinero del viaje de novios y una anciana les pide una cantidad ridícula, por eso al final te, me, emociona, porque te han estado trabajando toda una hora, poniéndote en disposición, como quien se acerca al Panteón, pasa el umbral y de pronto descubre ese espacio que no sería tan emocionante si no nos hubiesen colocado antes en posición.
Menudo rollo, por eso no había comentado hasta hoy, no me da tiempo a muchos comentarios al mes :-D
Gracias a los dos. Programa: Lo que dices es una cuestión léxica, y creo que no contradice lo que yo digo. Solo que las palabras "sentimiento" y "sentimental" te ponen nervioso. Consulto el DRAE y creo que no he usado mal esas palabras. No obstante, tomo nota de tu observación.
ResponderEliminarKikeconk: Me gusta mucho tu comentario. He puesto ejemplos para ilustrar la idea, y los he tomado parcialmente. Qué Bello es Vivir es una de mis películas favoritas, y tienes razón en lo magistralmente que están encauzadas y dosificadas las emociones. Sigue haciendo comentarios.
Muchas gracias a los dos.
Entonces, con educación llegaré a sentir las emociones que contienen las obras menos explícitas?
ResponderEliminarEsque me viene la conversación a cuento porque hace poco llegué a la conclusión de que observando arte abstracto, Chillida por decir el que más he mirado y remirado, perdía el tiempo, me hacía el interesante y el snob, porque no sentía ABSOLUTAMENTE NADA.
Hay esperanza pués?, o el que no tiene sensibilidad no la tiene y punto, y está condenado a criticar a los artistas y los precios de los cuadros en los bares?
Por cierto, siempre he tenido la sensación de que los artistas no hacen ningún esfuerzo por hacer difusión o docencia para que los profanos puedan entender lo que quieren hacer sentir.
Y para acabar, estoy de acuerdo en la entrada en que el arte es toda actividad y producto humano destinado a despertar emociones, creo que es la definición más acertada que tiene, de hecho.
De un gañán, Jordi
José Ramón, cierto que he comentado los ejemplos y no la cuestión de fondo, porque tenía más claro eso que aquello.
ResponderEliminarYendo al tema, tampoco yo tengo una respuesta, soy más tonto aún, pero me apetece escribir ideas al respecto, aunque sean desordenadas.
Las emociones dependen de cada uno, si tus hijos juegan al curling puede que una crónica deportiva tenga un detalle que te emocione y te saque una lágrima porque le ves reflejado.
Las grandes obras de arte consiguen tocar temas universales, aunque a primera vista no lo parezca. Estos es evidente en obras narrativas, literatura, cine, televisión. Por ejemplo El Padrino (las pelis, no he leído los libros), por una parte el ambiente, la trama, logran una historia muy entrenida, hasta hipnótica, pero bajo ella la urdimbre habla de la familia, la tradición, la amistad, la traición, las contradicciones, el poder, la fatalidad, etc....
Eso traducido a una obra estática, pintura, escultura, fotografía es difícil de explicar, pero hay autores como Hopper, incluso Antonio López que no es santo de mi devoción, en cuya obra ves el paso del tiempo, ves la vida pasar.
En Arquitectura hay unos criterios pseudocientíficos, bajo los cuales nadie (creo) discutirá que el Gimnasio del Colegio Maravillas es una obra maestra, pero la emoción viene no solo del entrenamiento sino de la condición del espectador, te emocionas porque eres arquitecto y estás dibujando la sección aunque no quieras, porque sientes el peso de ese gimnasio sobre tu cabeza, o al revés la ligereza de un gimnasio flotando (no he estado, eso es lo que me transmiten las fotografías). Te emocionas por ser tú como eres, entre otras cosas Arquitecto.
Al hilo de lo que dice Jordi, el entrenamiento, la educación, ayudan a disfrutar, a exprimir tu capacidad sensorial, pongamos el vino como ejemplo. Puede ser uno un animal al que no le guste, o patán que diga "me gusta/no me gusta", o un aficionado que vaya apreciando matices o un gran sumiller. Si les pones un Vega Sicilia delante, el sumiller y el aficionado tendrán una emoción intensa, el patán no demasiada.
Hasta cierto punto hay trampa en esto, porque uno puede pensar si haciéndose experto en hierba del campo podría disfrutarla, pero dudo que la hierba adquiera los matices que el vino recoge, por eso durante siglos se ha bebido vino y no comido hierba. Aunque puedo equivocarme y verme dentro de treinta años elogiando la hierba de la cosecha del 32 :-D
Chillida es un artista que me provoca sensaciones, digamos, "abstractas", me invita a reflexionar, me sugiere pensamientos remotos. No quiero parecer pedante, a veces esas sensaciones las produce un baldosín roto, pero sí creo que Chillida aporta algo más allá de la belleza de formal de muchas de sus piezas. Y luego están el Peine de los Vientos o el Elogio del Horizonte, obras supremas.
No olvidemos la belleza, además de todo lo que se pueda estudiar, de la formación, de la educación, el Panteón o la Piedad son objetos hermosos, aunque esto es cultural ¿o quizás no?.