Ya os hablé el otro día de mi encantadora cliente, la Marquesa de la Casta Flor, a quien le hice un estupendo palacete en los Montes de Toledo. No discutí con ella, porque con un ser tan angelical (y tan capacitado económicamente para hacer disparates) no se puede discutir.
Hice la loggia. Faltaría más. Pero me quedé con el resquemor que os conté el otro día. La casta marquesa y yo no nos pusimos de acuerdo sobre qué era la arquitectura, y me quedé pensando y rebinando.
Y al final sigo sin saber qué es la arquitectura, pero sí sé qué cualidades valoro en un edificio, y os las voy a contar. No son cualidades coherentes unas con otras, ni de la misma categoría, ni barren la totalidad del fenómeno. Son picotazos sueltos y deshilvanados. Y a menudo hay que sacrificar alguna de esas cualidades para potenciar otra. Todo no se puede tener, y que el resultado sea un éxito o un fracaso depende de un equilibrio muy delicado.
No es una lista exhaustiva. Faltan muchas, y otras se solapan y casi se repiten. Pero no doy más de mí. Ahí va:
1.- Solidez. El edificio debe estar bien construido. Debe ser firme, y también debe resistir el calor, el frío, la humedad...
2.- Utilidad. El edificio debe ser útil, y no sólo en el sentido inmediato de la palabra: Quiero decir que para un despacho es tan útil que quepan las mesas, las sillas y los ordenadores como que tenga buena luz o dé imagen de empresa solvente. Al final, todos los edificios funcionan, pero es obvio que unos funcionan mejor que otros.
3.- Belleza. Esta, como dije el otro día, es la cualidad que causa más líos, contradicciones y errores. Yo me quedo con la definición de San Agustín que tanto citaba Mies van der Rohe: “La belleza es el resplandor de la verdad”.
En la arquitectura siempre ha habido los que piensan que la pura funcionalidad es bella de por sí y los que piensan que la pura funcionalidad y eficacia dan resultados muy fríos, y que para hacer un buen edificio hay que adornarlo, dulcificarlo, humanizarlo, y que la arquitectura está en ese plus que embellece y humaniza.
La definición agustiniana es muy sutil, porque no dice que la belleza sea la verdad, sino su resplandor. Es decir: es imprescindible que la verdad se vea, pero debe estar “resplandeciente”. Entonces es lícito el ornamento, pero para ayudar a que la verdad resplandezca, no para esconderla ni disimularla. Si nos distrae de la verdad, si la niega o la oculta, entonces el ornamento es un delito, como decía el otro famoso arquitecto Adolf Loos.
4.- Economía. El arquitecto tiene el deber moral de pensar y erigir edificios económicos, y no sólo en dinero, sino en tiempo, en ideas, en funcionalidad, en comodidad. El despilfarro no es arquitectura.
Edificios económicos no quiere decir edificios baratos.
5.- Adecuación. Esto es un corolario de lo que ya se ha dicho, y lo resume. Se conoce que hoy estoy muy cristiano, porque vuelvo a otro santo: Santo Tomás de Aquino, también muy citado por Mies, dijo que la verdad es la adecuación del intelecto a la cosa. Los edificios, como toda obra humana, deben ser adecuados al pensamiento de quien los hace, a las necesidades, al entorno, a la cultura a la que pertenecen, al costo, a la función... y ser como cristales que traban todas esas solicitaciones.
6.- Inmanencia. Es lo inherente a un ser, y no se me ha ocurrido otra palabra mejor. Me refiero a que los buenos edificios son coherentes consigo mismos, tienen una esencia inefable y se elevan como organismos inevitables, como si desde siempre hubieran tenido que ser así y estar ahí. Hasta los más aparatosos nos subyugan como la plasmación de la mente de sus creadores y magmas de la misma tierra. Esta rara cualidad la describe muy bien Gustavo Martín Garzo en su libro El Amigo de las Mujeres: “La cabaña que remitía a la tienda de lona, al toldo improvisado a la orilla del río, a los techados de los niños. A esos lugares dados en continuidad con el mundo, que tienen algo de concavidad natural, de recipiente donde habrá de contenerse la sustancia misma de la vida: los nidos de los pájaros, las guaridas donde se lleva a efecto la crianza de los animales, las pequeñas hondonadas donde se forman los charcos cuando acaba la lluvia”.
Y después de esta lista, díganme si tengo o no tengo razón. Díganme si esa estúpida loggia era arquitectura.
Cualidades que aprecio de la arquitectura:
ResponderEliminar1-El torito y la sevillana encima del televisor blanco y negro, y sobre el tapete de ganchillo.
2-Las cucarachas si las hubiera y esa maravillosa gotera.
3-Todas las cualidades y ninguna.
4-Que es una droga fuerte de cojones.
5-Los tacones que suben solos por peldaños que no cumplen el CTE
6-La más importante cualidad y la única, diga lo que diga José Ramón H.C., es la Différance.
Este concepto derridiano es a la vez diferencia y diferido.
Espaciar temporalizando crea todo sentido, cualquier dicotomía (por ejemplo, subjetividad/objetividad, sensible/inteligible) se nos convierte en un efecto de la différance, es la raíz común de todas las oposiciones, por lo que podemos hablar de que la différance produce todo sistema de diferencias. Si quisiéramos materializar dichas diferencias, generadoras de todo sentido, tendríamos que verlas inscritas en cada elemento de la lengua mediante una traza, que remite a su vez a otros elementos de la cadena o sistema. Por medio de esta estructura de remisión todo elemento funciona, tiene sentido o significa, remitiendo a otro elemento pasado o posterior. De esta forma la traza, se constituye en texto (arquitectura), sin que éste necesite de algo que lo explique o justifique de modo trascendente.
"Différance es, por lo tanto, una estructura y un movimiento que ya no se dejan pensar a partir de la oposición presencia/ausencia. La différance es el juego sistemático de las diferencias, de las trazas de las diferencias, del espaciamiento por el que los elementos se relacionan unos con otros. Este espaciamiento es la producción, a la vez activa y pasiva (la a de différance indica esta indecisión en lo referente a actividad y pasividad, lo que todavía no se deja ordenar y distribuir por esta oposición), de intervalos sin los que los términos plenos no podrían significar, no podrían funcionar."
(DERRIDA: Posiciones, 1977, p. 36)
La diferencia es incompatible con un concepto estático, sincrónico o ahistórico de estructura. Sin duda, produce transformaciones sistemáticas y reguladas, pero introduce en el concepto de estructura un motivo dinámico.
Los arquitectos somos diferentes y diferimos.
Somos Différances.
Déjate de dogmatismos anacrónicos y deconstruye la realidad.
El arquitecto: Deconstruye, Diferencia y Difiere.
¿Qué pamplinas son esas de belleza, utilidad, solidez,...?
Me provocas. No quiero contestar cada comentario tuyo, pero es que me provocas.
ResponderEliminar¿Arquitectamos locos?
Todo lo que dices es hermoso y poético, pero algunos mortales tenemos que soportar las desagradables consecuencias de las goteras y de los peldaños que no cumplen el CTE.
Te recojo el guante de que soy un dogmático anacrónico. Touché. Pero no puedo volar, y necesito andar pasito a pasito y apoyarme.
El filósofo Derrida fue el ideólogo de una cierta arquitectura que no llegó a nada. Eisenman, su arquitecto de cabecera, ha dejado empantanada en Galicia su ciudad de la cultura, que el pobre Perea está intentando terminar como puede y que no hay por dónde cogerla.
Derrida sólo hacía juegos de palabras, y además estúpidos, y además en francés. Los traductores se vuelven locos para cuadrarlos y les salen mejores. A la fuerza.
El arquitecto construye, no deconstruye. La aventura del arquitecto es luchar contra la entropía. Por eso quiero ser arquitecto. Para ver cómo se amontona el desorden no hacen falta arquitectos.
Te doy la razón en que la belleza es una pamplina. Las otras cualidades sí que me gustaría conseguirlas.
El mundo es una deconstrucción del mundo mediante conceptos.
ResponderEliminarPara construir un concepto primero tienes que deconstruir el mundo.
No hay creación si primero no existe descreación (este concepto de Simone Weil es de una belleza alucinante).
La deconstrucción es poner en un mismo plano todas las contradicciones que un día se llamabaron humanismo, racionalismo y positivismo.
No se consiguen cualidades, se consiguen contradicciones. Por eso los arquitectos hablamos tanto, para barnizarlo todo tanto, para hacer una buena carcasa que oculte un mecanismo, una estructura que de por sí no funciona.
JODER!
ResponderEliminarComo pasatiempo, para provocar debate, como juegos con el lenguaje...puede ser interesante lo que dice el compañero Serrozar.
Pero yo no le dejaría que fuera mi cirujano, ni que fuera el piloto de mi avión...ni que fuera mi arquitecto. Lo lamento, pero es que en las cosas serias no se puede estar con relativismos, deconstrucciones y "todo-vale y todo-es-lo-mismo"; y en todo caso, para deconstruir, primero hay que saber construir, es decir, dominar la construcción en toda su extensión. Lo contrario es pura moda, pura pose, puro aburrimiento ante lo existente por el deseo continuado de "novedades" (que no mejoras). Puro consumismo en su versión de generador de plusvalía.
En este mundo reciente ya ha habido demasiadas deconstrucciones y "destrucciones creativas", todas con idéntico resultado: tragedia, dolor y muerte para la Humanidad. El FMI, la UE, la OCDE, la OTAN, etc etc son fieles seguidores de todas estas teorías derrinianas, que además no tienen nada de originales, pues son burdas copias de los mandatos neoliberales de Friedik Hayek y Milton Friedman, dos premios Nóbeles de Economía cuyas "enseñanzas" están entre los documentos más dañinos jamás producidos por el ser humano. Basta mirar un telediario para comprobarlo.
p.s. me pregunto si aquel que alaba las cucarachas, las goteras, las caídas por una mala escalera, los malos olores, los ruidos de los vecinos, el frio en invierno, el calor en verano, el moho, las cabezadas, etc etc y etc. los ha tenido que sufrir diariamente durante años en su vida....
Tengo la impresión de que la respuesta es que no, porque en caso contrario, no les cantaría tantas alabanzas.
Toda esta pose clasista me recuerda lo que se expone en el siguiente artículo, de gente adinerada que admira la sencillez y bondad de las "buenas clases trabajadoras"...lo cual es mentira, es un relato inventado producto de no conocerlas.
http://www.lamarea.com/2015/01/08/la-clase-obrera-como-campo-en-disputa-respuesta-antonio-maestre/