sábado, 23 de noviembre de 2019

Nuestros antepasados

(A Merxe Navarro)

Mi amiga virtual en las redes Merxe Navarro me ha pasado indignada un artículo donde, de nuevo (y ya es una costumbre) se denigra la arquitectura. (Clicad aquí).

La cosa consiste en que el ayuntamiento de Jávea (Xàbia en valenciano) acaba de aprobar una ordenanza que prohíbe las cubiertas planas, las grandes cristaleras y todos los excesos demoníacos de la arquitectura contemporánea, esa siniestra disciplina. (No sé si, ya puestos, y en plena carrerilla purificadora y salvífica, han prohibido también los versos que no riman, la pintura abstracta, la música dodecafónica y el fútbol femenino).

El periodista nos lo cuenta con verdadero entusiasmo. Se ve que es muy partidario: Nos dice que bueno, que sí, que ha habido alguna casa moderna muy premiada, pero que eso ha degenerado ya en verdadero vicio y desparrame, a lo que el alcalde, justamente indignado, ha puesto fin. Ya era hora.

El ayuntamiento, harto de esto:


ha exigido esto otro:

Estas dos fotografías están sacadas de la galería de imágenes
del artículo citado. O sea, que no son exageraciones mías.

Mucho mejor. Dónde va a parar.

Pero el motivo por el que vuelvo a hablar de este aburrido y manido tema es porque me ha hecho gracia. Me ha divertido mucho que el asco que siente esta gente por un cierto lenguaje arquitectónico sea vergonzante; vamos, que no se atrevan a reconocerlo, sino que lo justifiquen con una excusa "razonable" e incluso "racional".

Y la excusa elegida esta vez es... ¡tachánnnn!... ¡LA EFICIENCIA ENERGÉTICA! ¡BRAVO! ¡BIENNNNN! ¡YUJUUUUU!

(Fuente de la imagen aquí)

La eficiencia energética, la sensatez económica, la sostenibilidad. Joé, si es que le saben emocionar a uno.

(Fuente aquí)

lunes, 18 de noviembre de 2019

Otro fracaso

Hace unos años me encargaron un proyecto modestísimo que consistía en una marquesina o porche junto a la puerta de un cementerio para que los dolientes de los entierros pudieran recibir el pésame de los vecinos.

Hasta ese momento se ponían de pie delante de la tapia, al sol o a la lluvia, y allí aguantaban estoicamente el desfile del pueblo, con sus besos, abrazos, o apretones de manos.

Lo único que tenía que hacer yo era pensar un techo bajo el que el rito continuara como siempre, solo que con algo menos de dureza.

Se trataba de resguardar de las inclemencias del tiempo, y de paso de dar una cierta connotación de acogida o protección.

Había un presupuesto ridículo, por suerte. Así no había tentaciones de "hacerlo bonito", que son las que siempre echan a perder estas cosas.

Naturalmente, fue pensar en una marquesina e irme de cabeza a la del patio de la Embajada de Suecia en Madrid.


Es una de las obras mínimas más atractivas que conozco, y solo la he entrevisto (mil veces: a diario durante años) desde la calle. Nunca la he contemplado entera ni a placer, sino escondida tras la tapia y los árboles (y eso que supongo que no habría tenido ningún problema en que los de la embajada me la enseñaran). Quizá, por eso mismo, por no haberla visto nunca bien del todo, de alguna forma la tengo idealizada.

Soñé -pero solo fue un momento- en hacer una estructura metálica desnuda. No: Ya sabía desde el primer instante que eso no podía ser. Fue -no había otra opción- un tejado de teja cerámica a un agua adosado a la tapia por un lado y con dos pilares de ladrillo por el otro. Bueno. Ni tan mal. Una cosita muy evidente.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Su blog favorito

Ayer, viernes 15 de noviembre, un amigo en twitter me señaló un artículo en la sección La Otra Crónica (LOC) del periódico EL MUNDO(1), que glosaba la exitosa y reciente entrada de este blog sobre la casa de la modelo y el jugador de baloncesto arquitectos.

Me puse a leerlo con interés y con expectación. Por una parte me sigue llamando la atención la cada vez más extendida costumbre de los periodistas de armar un artículo glosando el de otro, a quien no le envían ni la delicada lata de caviar iraní ni el contundente jamón ibérico(2). Pero por otra, me hace mucha ilusión que me citen, y más que me citen elogiosa y cariñosamente. En ese sentido, este artículo no podía empezar mejor: "Leo en mi blog de arquitectura favorito..."


"¡Anda, qué bien!", me dije, y seguí leyendo.
Pero en todo el texto ni mencionaba mi nombre ni, lo que sería más pertinente, el de este blog. Hay uno, su favorito, en el que se habla de ese asunto. Pues bueno.

Os aseguro que por unos momentos pensé que a lo mejor otro blog (su favorito) había tocado también ese mismo tema. ¿Y le había dado la misma orientación que yo? ¿Y había señalado también los mismos detalles? No: Tenía que ser el mío.

Como lo que me había señalado mi amigo era el propio tuit del autor que adjuntaba su artículo de LOC, pude contestarle directamente. Le dije: "Muy bueno. Me quedo con ganas de saber cuál es su blog favorito".

Y a partir de ahí se desató la mundial. Ay, la que lié(3).

martes, 12 de noviembre de 2019

Aseos (y II)

(Nota previa: Esta entrada está basada en experiencias mías como usuario. Con tan escasa muestra estadística lo más seguro es que mis opiniones y conclusiones sean muy rudimentarias e incompletas. Os animo a comentar para aportar más puntos de vista y para contradecir los míos).
(Ah, y perdonad alguna guarrería. Intento ser lo más aséptico posible, pero sé que hablo de un tema tabú).

Según mi experiencia de muchos años exonerando subproductos de mi metabolismo en establecimientos públicos, me atrevo a hacer este decálogo de nueve mandamientos (con envío a un décimo que redondee la lista):

1.- Prohibido separar el inodoro del lavabo. Juntitos, sí. Los dos a mano en un mismo ambiente.
Ejemplo a). Un ostomizado se tiene que cambiar la bolsa. Se baja los pantalones y los calzoncillos, se la quita. Se limpia restos. (Me agradeceréis que no dé demasiados detalles de algo que, por otra parte, es bastante sencillo y nada traumático). Necesita lavarse las manos, por ejemplo. Pues bien: Sale de la cabina de inodoro con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos, cantando "las muñecas de Famosa se dirigen al portal" (también se dice "haciendo el pingüino"). Saluda a quien esté por ahí. Se lava. Vuelve a entrar a la cabina del inodoro cantando de nuevo la cancioncilla del querido Luis Figuerola-Ferretti.

En el famoso anuncio de Famosa las muñecas iban andando con una escasa
movilidad de pies similar a la de alguien con la ropa trabada por los tobillos.

Ejemplo b). Una mujer se cambia el tampón y ¡mierda! necesita lavarse. Pues también tiene que hacer un "Famosa" para conseguirlo.
Ejemplo c). Un usuario se está limpiando el cañón del Colorado con el papel higiénico y comete un error de estimación de fuerzas y resistencias. En conclusión, sus dedos... Bueno, vale, que ahora también las muñecas de Famosa se dirigen al portal para hacer llegar al niño su cariño y su amistad.
Ya está bien.
Ya basta.
Lavabo a mano desde el inodoro. Es una exigencia obvia, indeclinable.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Hasta el más mínimo detalle

Perdonad: Os tengo prometida una segunda entrada sobre aseos, y estoy con ella, pero de pronto se ha abierto paso otro asunto y ¿quién puede pensar en aseos? ¿Quién puede pensar ya en nada después de esto?

Este blog no está al tanto de las noticias de última hora, pero ha llegado a mis manos un testimonio desgarrador (desgarrador para nosotros; para los protagonistas es muy plácido y muy feliz) y lo tengo que compartir con vosotros urgentemente.

Tengo ante mí un ejemplar del número 3927, de 6 de noviembre de 2019 (dentro de tres días) de la revista ¡HOLA!, en el que sale la casa que los famosos Helen Lindes y Rudy Fernández se han hecho en las afueras de Madrid. (No solo es que se hable de la casa, sino que el reportaje llama al lector desde la parte superior y principal de la portada, de la que ocupa casi dos tercios. Es decir: es el asunto principal de este número).


Ya en esa portada nos dice la dueña: "Rudy y yo hemos diseñado todo juntos, desde el exterior hasta el más mínimo detalle interior", y empiezo a temblar.

Supongo que es una forma de hablar, y que quiere decir que se han implicado mucho CON EL ARQUITECTO(1) en la concepción de su casa, y que ha habido entre ellos muy buena comunicación y colaboración. Eso es fantástico. Así deberían ser todos los clientes. (Son los que más guerra nos dan, pero con quienes nos quedamos más contentos).

Aunque ya me huelo yo que no van a ir por ahí los tiros. No obstante, me pongo a mirar el reportaje con muchas ganas de leer algún: "Le dijimos al arquitecto..." o cosa similar.

Nada.

El arquitecto no existe.

-¿Han visto ustedes a algún arquitecto por aquí?
-¿Arquitecto? Fiuuuuuu. Pssssssss. Uhhhhhh(2).

Pues no ha habido tal: Hacía tiempo que la pareja quería hacerse su casa y lo han diseñado todo juntos. Meter a un repugnante "técnico titulado" en ese núcleo de amor y comprensión habría sido una atrocidad.