jueves, 16 de mayo de 2024

Cartas de amor y partes de accidente

La mayoría de la gente que necesita un arquitecto no es para que haga arquitectura. Eso de la "arquitectura" es un concepto demasiado sofisticado y casi siempre inalcanzable.

En mi triste experiencia, casi todos los que han recurrido a mí alguna vez lo han hecho para que les resolviera la ardua papeleta de un trámite burocrático, y yo, como casi todos mis compañeros, casi siempre lo he entendido mal y he querido creer que buscaban en mí un "algo" casi inefable. Siempre he buscado la ocasión, incluso con ansia y con desesperación, de hacer arquitectura. Pero no; no era eso.

Me llama, por ejemplo, gente que algunas veces en casa se junta con muchos amigos o familiares y en esos momentos de celebración las comidas se les hacen muy incómodas en el salón. Entonces se les ocurre acristalar el porche y el ayuntamiento les da el gran disgusto: Necesitan un arquitecto. En esas circunstancias lo que menos quieren es que yo les hable de luz, de espacio, de circulaciones, de formas... Tampoco es el momento de sacar los lápices de colores. Soy un petulante y un estúpido. Es como si necesitaran que alguien ducho en seguros les rellenara un parte de accidente y dieran con un gilí que quiere creerse poeta.

Parte Europeo de Accidente

Descripción del accidente: "Ya la Aurora de rosados dedos bañaba de plata el horizonte cuando el vehículo 'A', raudo cual el équido Bucéfalo..." No, así no vamos a ningún lado. Quién ha contratado a este imbécil.

martes, 7 de mayo de 2024

¡Chinita!

Hoy he tenido un "¡chinita!" No es el primero; ni el quinto; ni el décimo. Sí que espero con todo mi ser que sea el último, pero quién sabe.

¡Ch! ¡Ch! ¡Chinita! ¡Chinita! ¡Chinita, ven aquí!

Esta es la forma en que muchos se dirigen a nosotros, y, como en el fondo nos merecemos ese trato, acudimos dóciles como la chinita de la película.

Yo he sido chiniteado cien veces a la cara, por teléfono, por correo electrónico, o -como hoy- por WhatsApp. Os voy a contar cómo ha sido porque lo tenemos tan asumido que a veces no nos damos ni cuenta de la humillación y nos creemos que es una forma correcta de ser tratados. Desde luego, quien se dirige a nosotros no se da cuenta; lo suelta así, como si cualquier cosa.