viernes, 31 de diciembre de 2010

Había una vez (toco tocoto tocó) un circooooo

Reflexión del último día del año: "Vivimos una época en la que sobran decibelios y estrépito; faltan gentes e ideas que iluminen y estorba tanto deslumbramiento". Lo dice hoy José Luis Sampedro en EL PAÍS. Pero él es optimista al fin y al cabo, y yo no sé lo que soy.
Un buen amigo mío, arquitecto a sueldo en una empresa importante, ha tenido el ¿privilegio? de trabajar en el pabellón-puente de Zaragoza, de la arquitecta iraní Zaha Hadid. Habla, indignado, de las imprecisiones del proyecto, y del escaso interés de la autora por la obra (fue una vez, con imposibles zapatos de tacón).



Creo que la arquitectura tiene que tener algo que trascienda la pura funcionalidad, la pura técnica y la pura economía. Algo que (por decirlo de alguna manera) nos haga soñar.
Con la pura racionalidad y funcionalidad no se explican ni la capilla de Ronchamp, ni la casa de la cascada ni el pabellón de Barcelona; ni ninguna obra arquitectónica que merezca la pena. La pura funcionalidad es la chabola de paredes de contrachapado y techo de chapa galvanizada o cartón kraft. (Algún día desarrollaré esa idea, por otra parte obvia).
El pabellón puente de Hadid es muy hermoso. Es excitante, impresionante. Es muy novedoso y tecnológico. Es optimista. Es elegante. Es circo.

jueves, 30 de diciembre de 2010

El mentiroso sincero

Cuando Mies van der Rohe llegó a América descubrió la limpieza de las estrcuturas de acero y de los paños de vidrio. Le entusiasmó tanto su pureza platónica que los empleó (acero y vidrio) para todo: viviendas, oficinas, centros culturales... Ya dijimos que Mies no era un funcionalista, sino un platónico. (Perdón por la autocita y el autoenlace, pero así evito repetirme).

Le encargaron un rascacielos en Manhattan, y se le ocurrió hacerlo de acero y vidrio. Hoy estamos tan acostumbrados a esa imagen que la vemos normal, pero había que ponerse en ese momento y sentir el shock brutal de construir un mero esqueleto sin "expresión", sin "arte", sin "carne", sin "nada".
Pero Mies era muy duro. Había que expresar lo menos posible. "Menos es más". La estructura tenía que ser expresión de sí misma, y no pretender otra cosa, ni adornarse, ni maquillarse, ni disfrazarse. La sinceridad no sólo era una virtud moral, sino la única necesidad estética.
Mies tenía subrayada esta frase de San Agustín: "La belleza es el resplandor de la verdad", y la cumplía a rajatabla.
Pero, para su desgracia, las ordenanzas de Manhattan exigían que las estructuras metálicas fueran protegidas con hormigón, para resistir incendios. El acero se derrite en seguida, y un rascacielos incendiado se caería en muy poco tiempo, sin dejar escapar a sus ocupantes.
¡Qué fatalidad! Las normas le obligaban a envolver sus limpias estructuras metálicas con hormigón. Las normas le obligaban a mentir, le obligaban a que la estructura de acero trabajara secretamente, pero lo que se viera fuese una falsa estructura de hormigón.
Esa mentira le sacaba de quicio.
Entonces pensó que una doble mentira le llevaría a la verdad. Pensó que sólo mintiendo podía ser sincero.
Así, a los pilares originarios de acero los cubrió de hormigón (por obligación), y a éste lo volvió a cubrir de acero (por sinceridad). Esta última cobertura era sólo decorativa, y él repudiaba los decorados postizos. Pero el decorado postizo, puesto sobre un hormigón postizo, volvía a mostrar la verdad. Hacía que la verdad resplandeciera.


La frase de San Agustín no era: "la belleza es la verdad", sino: "la belleza es el resplandor de la verdad". Por lo tanto, había que "ayudar" a la verdad, forzarla un poco para que resplandeciera. Tanto que, ya puestos, el forro final ya no fue de acero, sino de bronce, y las líneas verticales de fachada, meramente compositivas, meramente "estéticas" se hicieron con perfiles de tipo estructural (de doble T, que se decía antes), pero también de bronce. (A esto podríamos llamarlo: "sinceridad 2.0").


Lo que hace Mies no es mentir. Lo que hace es "componer" y "adornar", pero usando elementos que se refieren a una realidad íntima del edificio, a una verdad más profunda.
Esa era la misma (o muy parecida) filosofía del ornamento de Frank Lloyd Wright. Para él se trataba de "un todo orgánico", y también de una cuestión de sinceridad.
Mies hizo precisamente eso, y le cabreó mucho a Wright.
El gran patriarca, que había admirado tanto la obra europea de Mies (especialmente el pabellón de Barcelona) se indignó con su obra americana. Indignado, fuera de sí, le espetó: "¿Sabe usted lo que ha hecho? ¿Sabe usted lo que ha hecho?" Mies aguantó su mirada impertérrito. Lo sabía muy bien.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Caín

Hoy, día después de Navidad, domingo, quiero deciros algunas palabras sobre nuestro santo patrón Caín.
En el Génesis se nos cuenta que Yavé amaba a Abel y odiaba a Caín. ¿Por qué? Porque sí. Menudo era Yavé.
Porque Abel era pastor y Caín era agricultor. Porque Abel le ofrecía en sacrificio los frutos de su trabajo (un corderito lechal muerto a cuchillo y desangrándose sobre el altar) y Caín los del suyo (un manojo de espigas de trigo). Yavé se cogía unos cabreos notables con Caín, porque ni le gustaban sus sacrificios ni le gustaba su estilo de vida.
Abel, como pastor, era nómada. Los pastores van con el ganado donde hay pastos, y cuando sus reses se comen los de aquí se van allí. Un pastor se hace una tienda con tres pieles y una manta, o duerme al raso donde le pilla el sueño. El pastor va a lo loco, sin planificar ni organizar nada. Su vida es una pura improvisación. A Yavé esto le gustaba mucho.
Recordemos que maldijo a Adán y a Eva por querer saber, que no es otra cosa el querer comer el fruto del árbol de la ciencia. Yavé les había puesto a su disposición todos los frutos deseables, todos los del árbol de la vida (sexo, disfrute, caza, fuerza, deporte, optimismo, etc), pero les había prohibido los del árbol de la ciencia del bien y del mal (filosofía, literatura, pensamiento, pesimismo...). A Yavé no le gustaba que sus criaturas se complicaran la vida.
Con Caín y Abel manifestó las mismas inclinaciones que con sus padres.
Porque Caín era agricultor, y eso exige estarse quieto. Significa sembrar y después estar atento, cuidar lo sembrado, y esperar a recogerlo. Y para eso no se puede estar uno yendo de acá para allá. Hay que quedarse.
Y eso le fastidiaba mucho a Yavé. Porque el pastor no arraiga, no crea civilizaciones, no construye una casa, no haca una ciudad, y el agricultor sí.
Y Yavé dice con todo descaro: "Tú sí me gustas; a ti te quiero mucho. Me encantan tus corderitos sangrantes". "Pero tú no me gustas nada. Te desprecio. ¿Dónde vas con esa mierda de sacrificios?"
Y, naturalmente, Caín se cabreó. Se pasó, eso sí. Pero hay que entenderle.

La lucha entre los ganaderos y los agricultores es eterna. Hay un montón de películas del oeste con este argumento. En toda sociedad que nace surge este dilema. Y siempre los ganaderos son los brutos y los agricultores son los civilizados.
El Génesis nos dice que Yavé iba descaradamente con Liberty Valance.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

Muy mal, Don Paul

Estimado Señor Don Paul Newman:
Le escribo porque llevo mucho tiempo queriéndole decir esto. Tal vez haya tenido la cobardía de esperar a que usted se muriera para escribirle; no le digo yo que no; pero es que antes tampoco tenía blog, y no habría sabido cómo hacerlo ni dónde dirigir mi escrito. Un blog es un chollo para estas cosas. Es un lugar raro, como el lugar al que van a parar las cartas a los Reyes Magos o las plegarias de los pesados. (Considere esta carta dentro del segundo grupo).
Bueno, al grano. (Me da un poco de apuro, pero me lanzo).
Yo le he admirado mucho. Le he visto comerse cincuenta huevos duros, y eso impresiona, o barajar las cartas enjuagándose la boca con ginebra, o hacer carambolas increíbles sin doble, o lanzándose a un río desde una peña muy alta. Todo eso impone una barbaridad.
Pero lo que más me impresionó fue cuando de niño le vi en El Coloso en Llamas. Era usted el arquitecto de aquel edificio impresionante: el más alto del mundo. (Por cierto: Si uno hace un rascacielos lo único admisible es que sea el más alto del mundo. Yo no he hecho nunca ninguno, y creo que no lo haré jamás, pero si algún día me encargaran uno y resultara ser el décimo cuarto del mundo no lo aceptaría. Ya que te pones, te pones).
Vamos al asunto, que me lío.
Usted era el arquitecto de aquel edificio, y justo el día de la inauguración hay un incendio. Entonces va usted decidido a una caja de fusibles y ¡zas! arranca el del circuito trescientos setenta y cuatro.
Chapó.
Pero chapó, chapó y chapó, y cien veces chapó. ¡Qué tío! Yo veo el esquema unifilar de un chalé y me mareo, y usted tiene los miles y miles de circuitos de aquel coloso (en llamas) en su cabeza.


Cuando vi la película ni me imaginaba que yo un día sería arquitecto. Pero si entonces hubiera albergado esa idea su película me la habría quitado de la cabeza para siempre. Me habría sentido completamente incapaz de tener ese control, esa capacidad mental, esa retentiva memorística-eléctrica.

sábado, 18 de diciembre de 2010

La placa

Ayer, viernes diecisiete de diciembre, se celebró la cena anual de la Demarcación de Toledo del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha.
Entre otros actos entrañables, se entregó –como todos los años- una placa conmemorativa a los arquitectos que han cumplido veinticinco años de profesión. Y yo era uno de ellos. Ya me ha tocado.
Dije unas palabras. Como cayeron bien las voy a intentar escribir aquí. Tenía la vaga idea de lo que quería decir, pero no me lo había preparado, así que lo que aquí pongo es algo aproximado a lo que dije de forma semiimprovisada.


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Fisión semántica

Hoy quiero ponerme serio y profesoral. Lo siento. Intentaré ser lo más ligero posible. Pero creo que el tema merece la pena.
Vamos a hablar de la fisión semántica, un término acuñado por Lévi-Strauss y que no aparece en ninguno de sus libros. Así que no debió de parecerle tan importante. (Lo dijo en una conferencia, pero luego no desarrolló el concepto en obras más extensas y densas. Se hizo eco el siempre atento y lúcido Bruno Zevi, pero tampoco fue más allá de plasmarlo en un artículo. Umberto Eco, por fin, lo encuadernó en su célebre La estructura ausente (C.3.III). Más tarde expuso elocuentemente este concepto Juan Daniel Fullaondo en sus clases y en sus escritos (por ejemplo, Composición de lugar, Hermann Blume, Madrid, 1990).

El concepto es sencillo, pero tiene implicaciones complejas. Consiste en que tenemos todo el abanico de la historia de las formas a nuestro alcance, y toda la libertad del mundo para usarlas. Pero al utilizar formas del pasado las deformamos, porque leemos en ellas unos mensajes que no son los originales. Nuestras claves para "leer" esos signos son aberrantes, porque no son las mismas que había en la época de aquella forma, y sus connotaciones han cambiado muchísimo. Por ejemplo, si usamos un capitel jónico en un bloque de viviendas estamos interpretando ese capitel de manera completamente diferente al de un arquitecto griego. Pero, por otra parte, también estamos en condiciones de estudiar historia y de entender perfectamente las claves de aquel remoto arquitecto. Usamos entonces ese capitel jónico con erudición y sabiduría del pasado. Pero en ese caso, aun sin querer, también estamos provocando una fisión semántica, porque el mundo en el que estamos insertando ese capitel no es el antiguo mundo griego, y el solo hecho de que lo insertemos produce distorsiones y deformaciones, produce una fisión.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Existo

Amigos y amigas: Perdonadme la inmodestia, pero es que estoy como un niño con zapatos nuevos. (Por cierto: De niño nunca celebré tener zapatos nuevos. Me hacían daño. Yo prefería un juguete nuevo).
El selecto "club" de blogs temáticos (en este caso de arquitectura) wikio me ha admitido y me ha colocado en un honrosísimo 94º puesto, y con prometedora flechita verde parriba.
Llevo tiempo mirando blogs de arquitectura, desde antes de que pretendiera hacer uno. La mayoría tienen un diseño visual exquisito, y en general predomina la imagen. Normal: Somos arquitectos y se supone que este es nuestro mundo.
Yo, como no tengo ni idea, me puse un fondo prediseñado (una estantería con libros, que se mimetiza con la que tengo al lado de mi mesa del estudio y aparece en la foto de mi perfil), una tipografía prediseñada, una plantilla ya preparada y me lancé a escribir sin más ni más.
Este blog no tiene riqueza visual, ni, ahora que lo pienso, tampoco profundidad crítica. Vale, está bien. Estar en el puesto 94 de wikio es una gran responsabilidad y me exige currarme un poco más mis intervenciones.
A ver si poco a poco escalo algún puesto.
Mientras tanto, os presento blogs de arquitectura más atractivos que éste, y cuyos autores tienen la generosidad de pasarse por aquí a menudo e incluso de declararse públicamente seguidores.
Muchas gracias. Os sigo y os admiro:

* Mrpink tiene un blog muy interesante y muy vivo: Pinkmenina's. Además de mostrar siempre caminos penetrantes, tiene el tiempo y la paciencia suficientes como para dejar a menudo sus comentarios en este blog novato. Muchas gracias.
* Vaumm es otro blog elegante, hermoso, muy bien diseñado, y que siempre muestra edificios atractivos.
* Pablo Álvarez Funes es un clasicista. Tiene un hermoso blog, Reflexiones sobre un clasicismo contemporáneo, que muestra una forma de ver la arquitectura con la que no estoy en absoluto de acuerdo. (Creo que no tiene sentido defender el neo-clasicismo hoy). Pero la muestra con criterio y convicción, y discute con una gran educación, digna de agradecer y de respetar.
* Felipe Dipedra tiene un blog visionario para su arquitectura visionaria. Es todo lo contrario del anterior, y no le entiendo muy bien, pero me sorprende (y me gusta) su energía.
* El Hacedor de Trampas toma su nombre de Oteiza, así que qué más puedo pedir. (Oteiza marcó profundamente mi formación como arquitecto). Su blog es otra exquisitez; es interdisciplinario, con la arquitectura entre el arte y la ciencia, gravitando siempre en torno al espacio, a su expresión, a su intención.
* Stepien y Barno tienen un blog de referencia constante. Es uno de los top ten, así que no digo nada más que lo visitéis y lo disfrutéis.
* Verónica Paradela es una estudiante de arquitectura que tiene un blog que me produce una profunda envidia: Líneas&Arq. Es muy hermoso, pero lo que más me conmueve es que es un blog de estudiantes, de los que se quieren comer el mundo y se lo comen.
* Laura Escribano es diseñadora, y tiene un blog menos "arquitectónico", con un título muy hermoso: El paraíso construido. Trata de moda, de decoración, de design... ¿Menos arquitectónico? Según se mire.
* En una línea diferente, Andrés Martín Ramos, arquitecto técnico, tiene un blog, Aparejandrés, que trata de construcción y que enseña siempre cosas interesantes. Yo he tenido la suerte de trabajar con él (y espero seguir haciéndolo, a pesar de la crisis) y es un profesional muy competente y eficaz. Es cierto que a veces los arquitectos y los aparejadores parecemos seres de distintos mundos. Nos interesan cosas diferentes, o las mismas pero desde diferentes puntos de vista. Con Andrés siempre he sentido que, si bien nos interesan distintos aspectos, son complementarios. Por lo tanto los dos juntos sumamos en vez de restar.

Pues aquí estoy, junto con tantos maestros. Existo. Gracias a todos. Intentaré estar a la altura.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Vargas Llosa, arquitecto

Estoy leyendo La Casa Verde. Es una novela muy compleja, con una estructura fascinante. Leí hace años Conversación en La Catedral, y tiene algo en común. La Ciudad y los Perros me pareció más sencilla. Otras, como El paraíso en la otra esquina, por ejemplo, son mucho más convencionales y fáciles.
Me centraré en La casa verde y en Conversación en La Catedral para hablar de las cualidades arquitectónicas vanguardistas de Don Mario.
(Acabo de caer en la cuenta de que, por pura casualidad, en los dos títulos hay arquitectura: casa y catedral. El primero es un burdel y el segundo un bar).
En ambas novelas se cruzan varias historias en varias épocas, pero eso no es evidente. Pongamos que un anciano contara cómo en su juventud mató a un hombre, y en el párrafo siguiente una mujer, apenas una niña, se está casando. Pues bien, cien páginas más adelante nos damos cuenta de que no sólo el anciano es mucho más joven que esa niña, sino que es su hijo, y que las dos historias que creíamos simultáneas tienen sesenta años de diferencia. Por ejemplo.
O también leemos, por ejemplo, que uno le está contando a otro cualquier episodio, y de repente ese episodio ocurre al mismo tiempo que la narración, y no es ya sólo un flashback, sino una mezcla, una ensalada espacio-temporal confusa de leer, pero riquísima.
Esta literatura enrevesada y difícil no es mero capricho. Es que así se puede reflejar mejor la realidad poliédrica y escurridiza. Cuesta trabajo leer y entender, pero la recompensa merece la pena, porque se logra algo que una narración lineal no podría conseguir nunca.
Un ejemplo palmario de esto es El Ruido y la Furia, de William Faulkner, maestro de Vargas Llosa, quien siempre lo ha reconocido como guía. Yo soy un lector todoterreno, pero estuve a punto de dejar El Ruido... Estaba lleno de trampas, escrito con muy mala leche. También soy cabezota y logré terminarla. Y mereció la pena porque me abrió un mundo narrativo complejísimo y riquísimo. (La peor, con diferencia, es la primera parte. El resto ya sale muy bien). Parece una novela escrita por pura crueldad de su autor, para fastidiar a los lectores. Pero creedme: No toda la literatura es... Iba a decir un nombre, pero ¿para qué?
Otras novelas de Vargas Llosa, como La Fiesta del Chivo, componen también varias historias con gran maestría y dinamismo, pero son más convencionales. La Fiesta... me parece una magnífica novela, pero yo quiero hablar de otra cosa.

martes, 7 de diciembre de 2010

Armas de destrucción pasiva

La Navidad está al caer y, como todos los años, ellos lo saben. Saben que durante unas semanas nos volveremos imbéciles (quiero decir más imbéciles que de costumbre) y se nos pondrá el ojo tierno y la garganta áspera, y buscaremos cualquier excusa para emocionarnos cual Vargasllosa en Estocolmo. (Es que caen hasta los mejores. Hasta se echa de menos a Pérezreverte repartiendo hostias).
A este estado de estupidez transitoria se une el temblor angustioso del quéleregalo Diosmío. Y entonces surgen, hábilmente agazapados, los premiosplaneta, las peliculitas navideñas y, sobre todo, los discos vergüenzajena.
A los que aún recordamos a Plácido Domingo cantando Yesterday... Perdón, quería decir: "A los que, incluso tras someternos a cirugía mayor, seguimos recordando el Yesterday de Plácido Domingo"  nos ataca ahora un engendro aún mayor: un disco de una señora rara que quiere hacerse la enrollada y perpetra versiones de gente que, que yo sepa, no le ha hecho nada; desde Peter Gabriel a Los Secretos, pasando por Nirvana, Antonio Vega y Louis Armstrong. La madre que la parió.



Lo peor es que uno se queda encantado ante tanta sublime belleza, y como con ganas de decir: "¡Qué bonito es todo!", tan extasiado y trastornado como Woody Allen en aquella escena de El Dormilón, cuando se cree Miss Montana y empieza a darle las gracias a todo el mundo, a la vida, a Dios, a la Humanidad. Así se siente uno: entre hugochavista y culé. Dios mío.
Pero hay que resistirse a ese sentimiento y repetirse una y cien veces que esa tía loca chillando entre ese grupito de teletubbies emasculados, vergüenza del pueblo gitano, no podrá con nosotros.
Prefiero un millón de veces a la Terremoto de Alcorcón versionando lo que se le ponga por delante.

La lista de crímenes perpetrados es ésta:
1. DON’T GIVE UP (Peter Gabriel)
2. WITH OR WITHOUT YOU (U2)
3. POR EL BULEVAR DE LOS SUEÑOS (Los Secretos)
4. SHE (Charles Aznavour)
5. SWEET CHILD O’ MINE (Guns N’ Roses)
6. SAD EYES (Josh Rouse)
7. CONTIGO (Joaquín Sabina)
8. WHAT A WONDERFUL WORLD (Louis Amstrong)
9. SMELLS LIKE TEEN SPIRIT (Nirvana)
10. SE DEJABA LLEVAR (Antonio Vega)
11. BIZKAIA MAITE (Benito Lertxundi)
12. SUMMERTIME (George Gershwin)

Esto es un blog de arquitectura. Bueno; eso parece a veces. Pero es que esto que cuento es tan arquitectónico que casi ni merece la pena decirlo. Es un mismo tipo de persona este productor musical y el político al uso que nos regala para unas navidades perpetuas un edificio de un arquitecto famoso envuelto en celofán. Y es un mismo tipo de ciudadano el que llora emocionado y agradecido ante ambas atrocidades.
De nuevo tengo presente a Don Umberto Eco y a su libro Apocalípticos e Integrados (ante la cultura de masas). De nuevo me indigno ante tantos que viven tan contentos, perfectamente integrados en el sistema, sonrientes, cómodos, sin problemas. Y de nuevo me siento idiota por enfadarme, por no saber disfrutar, por ser un viejo gruñón apocalíptico, un aguafiestas, un maldito pesado y un estreñido mental ante tantas bellezas que nos da la vida y que me niego a apreciar.
Puesto que sólo me queda protestar, ¡protesto! Puesto que sólo me queda patalear, ¡pataleo!
No, si al final me voy a merecer que venga ese prohombre, ese sabio y heroico salvador de la patria, (me refiero a Pérez) y me llame "perfecto mierda" como sólo él sabe hacerlo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Coletilla: el impuesto de valor añadido

Cien años de soledad es uno de los libros imprescindibles de la historia de la humanidad. Es una delicia pasmosa, una obra que construye un universo. Sin embargo, cuando García Márquez le llevó el manuscrito a Carlos Barral, éste lo rechazó.
¿Cómo es posible?, nos preguntamos. Carlos Barral era un poeta y un editor sensible, y un hombre muy culto y muy informado de las nuevas corrientes narrativas. ¿Por qué rechazó esa obra maestra? ¿Por qué renunció a la maravillosa posibilidad de editarla?
Yo creo que, principalmente, por una razón. Porque Barral recibió un denso manuscrito de manos de un joven desconocido, arruinado y desesperado, y no se dio cuenta de que aquel libro titulado Cien años de soledad de ese tal Gabriel García Márquez iba a acabar siendo Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
En cambio, cuando nosotros tomamos el libro lo hacemos ya con todo lo que ese libro tiene encima, con todo su prestigio, y nos disponemos a leer “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota etc” con unción mística. Y, claro, no tiene más remedio que encantarnos.
Por la misma razón, la escalera de la que hablamos ayer nos emociona porque es de Le Corbusier, y porque lo sabemos. Así que asumimos con gusto la –tampoco tanta, al fin y al cabo– incomodidad de subirla y bajarla a cambio de la emoción que nos produce.

La escalera torcida

Hace muchos años Miguel Fisac vino a la Escuela de Madrid a dar una charla. Fue una charla íntima, a última hora de la tarde, en un grupo perdido de Análisis de Formas, y no seríamos más de quince alumnos escuchándole. (¡Qué desperdicio!).
Era un hombre muy apasionado, nervioso, que hablaba muy bien. Quiero decir que transmitía entusiasmo. Se exaltaba y se cabreaba, y se le entendía todo.
Entre otras cosas, dijo que él había sido un lecorbuseriano convencido hasta que visitó el Pabellón Suizo en París. Allí probó la escalera y se le cayeron los palos del sombrajo.
¿Por qué había hecho Le Corbusier una escalera torcida, incómoda? ¿No era un funcionalista? ¿No era suya aquella famosa frase de que la casa era una máquina de habitar?
Pues había traicionado sus principios y se había traicionado a sí mismo, porque en vez de a los racionalistas designios de la máquina había sucumbido al capricho.


 (si pinchas el dibujo de las plantas lo verás más grande).

Muchos de nosotros hemos hecho a veces escaleras torcidas, y más que retorcidas. La forma del solar, su estrechez, etc, obligan a veces a hacer cosas raras. Pero Le Corbusier tenía todo el solar que quería, y la comodidad suficiente para hacer la escalera de otra manera.
El comienzo de la escalera en planta baja es una contracurva que está muy bien. Es un elemento de "enganche" desde el vestíbulo, y puede ser muy agradable esa suave y breve sinuosidad para empezar a subir o terminar de bajar. Pero es que, además de ese gracioso empiece -o final-, todos los tramos de escalera están oblicuos, y eso nos obliga a subir de media anqueta o a atrochar en diagonal. Esto último lo podremos hacer cuando estemos solos, pero cuando haya tráfico (y en este edificio lo hay a menudo) no podremos acortar y habrá un montón de gente trepando de lado como palomos cojos o como chiquitos de la calzada (sujetándose las lumbares y todo).