viernes, 31 de diciembre de 2010

Había una vez (toco tocoto tocó) un circooooo

Reflexión del último día del año: "Vivimos una época en la que sobran decibelios y estrépito; faltan gentes e ideas que iluminen y estorba tanto deslumbramiento". Lo dice hoy José Luis Sampedro en EL PAÍS. Pero él es optimista al fin y al cabo, y yo no sé lo que soy.
Un buen amigo mío, arquitecto a sueldo en una empresa importante, ha tenido el ¿privilegio? de trabajar en el pabellón-puente de Zaragoza, de la arquitecta iraní Zaha Hadid. Habla, indignado, de las imprecisiones del proyecto, y del escaso interés de la autora por la obra (fue una vez, con imposibles zapatos de tacón).



Creo que la arquitectura tiene que tener algo que trascienda la pura funcionalidad, la pura técnica y la pura economía. Algo que (por decirlo de alguna manera) nos haga soñar.
Con la pura racionalidad y funcionalidad no se explican ni la capilla de Ronchamp, ni la casa de la cascada ni el pabellón de Barcelona; ni ninguna obra arquitectónica que merezca la pena. La pura funcionalidad es la chabola de paredes de contrachapado y techo de chapa galvanizada o cartón kraft. (Algún día desarrollaré esa idea, por otra parte obvia).
El pabellón puente de Hadid es muy hermoso. Es excitante, impresionante. Es muy novedoso y tecnológico. Es optimista. Es elegante. Es circo.

jueves, 30 de diciembre de 2010

El mentiroso sincero

Cuando Mies van der Rohe llegó a América descubrió la limpieza de las estrcuturas de acero y de los paños de vidrio. Le entusiasmó tanto su pureza platónica que los empleó (acero y vidrio) para todo: viviendas, oficinas, centros culturales... Ya dijimos que Mies no era un funcionalista, sino un platónico. (Perdón por la autocita y el autoenlace, pero así evito repetirme).

Le encargaron un rascacielos en Manhattan, y se le ocurrió hacerlo de acero y vidrio. Hoy estamos tan acostumbrados a esa imagen que la vemos normal, pero había que ponerse en ese momento y sentir el shock brutal de construir un mero esqueleto sin "expresión", sin "arte", sin "carne", sin "nada".
Pero Mies era muy duro. Había que expresar lo menos posible. "Menos es más". La estructura tenía que ser expresión de sí misma, y no pretender otra cosa, ni adornarse, ni maquillarse, ni disfrazarse. La sinceridad no sólo era una virtud moral, sino la única necesidad estética.
Mies tenía subrayada esta frase de San Agustín: "La belleza es el resplandor de la verdad", y la cumplía a rajatabla.
Pero, para su desgracia, las ordenanzas de Manhattan exigían que las estructuras metálicas fueran protegidas con hormigón, para resistir incendios. El acero se derrite en seguida, y un rascacielos incendiado se caería en muy poco tiempo, sin dejar escapar a sus ocupantes.
¡Qué fatalidad! Las normas le obligaban a envolver sus limpias estructuras metálicas con hormigón. Las normas le obligaban a mentir, le obligaban a que la estructura de acero trabajara secretamente, pero lo que se viera fuese una falsa estructura de hormigón.
Esa mentira le sacaba de quicio.
Entonces pensó que una doble mentira le llevaría a la verdad. Pensó que sólo mintiendo podía ser sincero.
Así, a los pilares originarios de acero los cubrió de hormigón (por obligación), y a éste lo volvió a cubrir de acero (por sinceridad). Esta última cobertura era sólo decorativa, y él repudiaba los decorados postizos. Pero el decorado postizo, puesto sobre un hormigón postizo, volvía a mostrar la verdad. Hacía que la verdad resplandeciera.


La frase de San Agustín no era: "la belleza es la verdad", sino: "la belleza es el resplandor de la verdad". Por lo tanto, había que "ayudar" a la verdad, forzarla un poco para que resplandeciera. Tanto que, ya puestos, el forro final ya no fue de acero, sino de bronce, y las líneas verticales de fachada, meramente compositivas, meramente "estéticas" se hicieron con perfiles de tipo estructural (de doble T, que se decía antes), pero también de bronce. (A esto podríamos llamarlo: "sinceridad 2.0").


Lo que hace Mies no es mentir. Lo que hace es "componer" y "adornar", pero usando elementos que se refieren a una realidad íntima del edificio, a una verdad más profunda.
Esa era la misma (o muy parecida) filosofía del ornamento de Frank Lloyd Wright. Para él se trataba de "un todo orgánico", y también de una cuestión de sinceridad.
Mies hizo precisamente eso, y le cabreó mucho a Wright.
El gran patriarca, que había admirado tanto la obra europea de Mies (especialmente el pabellón de Barcelona) se indignó con su obra americana. Indignado, fuera de sí, le espetó: "¿Sabe usted lo que ha hecho? ¿Sabe usted lo que ha hecho?" Mies aguantó su mirada impertérrito. Lo sabía muy bien.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Caín

Hoy, día después de Navidad, domingo, quiero deciros algunas palabras sobre nuestro santo patrón Caín.
En el Génesis se nos cuenta que Yavé amaba a Abel y odiaba a Caín. ¿Por qué? Porque sí. Menudo era Yavé.
Porque Abel era pastor y Caín era agricultor. Porque Abel le ofrecía en sacrificio los frutos de su trabajo (un corderito lechal muerto a cuchillo y desangrándose sobre el altar) y Caín los del suyo (un manojo de espigas de trigo). Yavé se cogía unos cabreos notables con Caín, porque ni le gustaban sus sacrificios ni le gustaba su estilo de vida.
Abel, como pastor, era nómada. Los pastores van con el ganado donde hay pastos, y cuando sus reses se comen los de aquí se van allí. Un pastor se hace una tienda con tres pieles y una manta, o duerme al raso donde le pilla el sueño. El pastor va a lo loco, sin planificar ni organizar nada. Su vida es una pura improvisación. A Yavé esto le gustaba mucho.
Recordemos que maldijo a Adán y a Eva por querer saber, que no es otra cosa el querer comer el fruto del árbol de la ciencia. Yavé les había puesto a su disposición todos los frutos deseables, todos los del árbol de la vida (sexo, disfrute, caza, fuerza, deporte, optimismo, etc), pero les había prohibido los del árbol de la ciencia del bien y del mal (filosofía, literatura, pensamiento, pesimismo...). A Yavé no le gustaba que sus criaturas se complicaran la vida.
Con Caín y Abel manifestó las mismas inclinaciones que con sus padres.
Porque Caín era agricultor, y eso exige estarse quieto. Significa sembrar y después estar atento, cuidar lo sembrado, y esperar a recogerlo. Y para eso no se puede estar uno yendo de acá para allá. Hay que quedarse.
Y eso le fastidiaba mucho a Yavé. Porque el pastor no arraiga, no crea civilizaciones, no construye una casa, no haca una ciudad, y el agricultor sí.
Y Yavé dice con todo descaro: "Tú sí me gustas; a ti te quiero mucho. Me encantan tus corderitos sangrantes". "Pero tú no me gustas nada. Te desprecio. ¿Dónde vas con esa mierda de sacrificios?"
Y, naturalmente, Caín se cabreó. Se pasó, eso sí. Pero hay que entenderle.

La lucha entre los ganaderos y los agricultores es eterna. Hay un montón de películas del oeste con este argumento. En toda sociedad que nace surge este dilema. Y siempre los ganaderos son los brutos y los agricultores son los civilizados.
El Génesis nos dice que Yavé iba descaradamente con Liberty Valance.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

Muy mal, Don Paul

Estimado Señor Don Paul Newman:
Le escribo porque llevo mucho tiempo queriéndole decir esto. Tal vez haya tenido la cobardía de esperar a que usted se muriera para escribirle; no le digo yo que no; pero es que antes tampoco tenía blog, y no habría sabido cómo hacerlo ni dónde dirigir mi escrito. Un blog es un chollo para estas cosas. Es un lugar raro, como el lugar al que van a parar las cartas a los Reyes Magos o las plegarias de los pesados. (Considere esta carta dentro del segundo grupo).
Bueno, al grano. (Me da un poco de apuro, pero me lanzo).
Yo le he admirado mucho. Le he visto comerse cincuenta huevos duros, y eso impresiona, o barajar las cartas enjuagándose la boca con ginebra, o hacer carambolas increíbles sin doble, o lanzándose a un río desde una peña muy alta. Todo eso impone una barbaridad.
Pero lo que más me impresionó fue cuando de niño le vi en El Coloso en Llamas. Era usted el arquitecto de aquel edificio impresionante: el más alto del mundo. (Por cierto: Si uno hace un rascacielos lo único admisible es que sea el más alto del mundo. Yo no he hecho nunca ninguno, y creo que no lo haré jamás, pero si algún día me encargaran uno y resultara ser el décimo cuarto del mundo no lo aceptaría. Ya que te pones, te pones).
Vamos al asunto, que me lío.
Usted era el arquitecto de aquel edificio, y justo el día de la inauguración hay un incendio. Entonces va usted decidido a una caja de fusibles y ¡zas! arranca el del circuito trescientos setenta y cuatro.
Chapó.
Pero chapó, chapó y chapó, y cien veces chapó. ¡Qué tío! Yo veo el esquema unifilar de un chalé y me mareo, y usted tiene los miles y miles de circuitos de aquel coloso (en llamas) en su cabeza.


Cuando vi la película ni me imaginaba que yo un día sería arquitecto. Pero si entonces hubiera albergado esa idea su película me la habría quitado de la cabeza para siempre. Me habría sentido completamente incapaz de tener ese control, esa capacidad mental, esa retentiva memorística-eléctrica.

sábado, 18 de diciembre de 2010

La placa

Ayer, viernes diecisiete de diciembre, se celebró la cena anual de la Demarcación de Toledo del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha.
Entre otros actos entrañables, se entregó –como todos los años- una placa conmemorativa a los arquitectos que han cumplido veinticinco años de profesión. Y yo era uno de ellos. Ya me ha tocado.
Dije unas palabras. Como cayeron bien las voy a intentar escribir aquí. Tenía la vaga idea de lo que quería decir, pero no me lo había preparado, así que lo que aquí pongo es algo aproximado a lo que dije de forma semiimprovisada.


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Fisión semántica

Hoy quiero ponerme serio y profesoral. Lo siento. Intentaré ser lo más ligero posible. Pero creo que el tema merece la pena.
Vamos a hablar de la fisión semántica, un término acuñado por Lévi-Strauss y que no aparece en ninguno de sus libros. Así que no debió de parecerle tan importante. (Lo dijo en una conferencia, pero luego no desarrolló el concepto en obras más extensas y densas. Se hizo eco el siempre atento y lúcido Bruno Zevi, pero tampoco fue más allá de plasmarlo en un artículo. Umberto Eco, por fin, lo encuadernó en su célebre La estructura ausente (C.3.III). Más tarde expuso elocuentemente este concepto Juan Daniel Fullaondo en sus clases y en sus escritos (por ejemplo, Composición de lugar, Hermann Blume, Madrid, 1990).

El concepto es sencillo, pero tiene implicaciones complejas. Consiste en que tenemos todo el abanico de la historia de las formas a nuestro alcance, y toda la libertad del mundo para usarlas. Pero al utilizar formas del pasado las deformamos, porque leemos en ellas unos mensajes que no son los originales. Nuestras claves para "leer" esos signos son aberrantes, porque no son las mismas que había en la época de aquella forma, y sus connotaciones han cambiado muchísimo. Por ejemplo, si usamos un capitel jónico en un bloque de viviendas estamos interpretando ese capitel de manera completamente diferente al de un arquitecto griego. Pero, por otra parte, también estamos en condiciones de estudiar historia y de entender perfectamente las claves de aquel remoto arquitecto. Usamos entonces ese capitel jónico con erudición y sabiduría del pasado. Pero en ese caso, aun sin querer, también estamos provocando una fisión semántica, porque el mundo en el que estamos insertando ese capitel no es el antiguo mundo griego, y el solo hecho de que lo insertemos produce distorsiones y deformaciones, produce una fisión.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Existo

Amigos y amigas: Perdonadme la inmodestia, pero es que estoy como un niño con zapatos nuevos. (Por cierto: De niño nunca celebré tener zapatos nuevos. Me hacían daño. Yo prefería un juguete nuevo).
El selecto "club" de blogs temáticos (en este caso de arquitectura) wikio me ha admitido y me ha colocado en un honrosísimo 94º puesto, y con prometedora flechita verde parriba.
Llevo tiempo mirando blogs de arquitectura, desde antes de que pretendiera hacer uno. La mayoría tienen un diseño visual exquisito, y en general predomina la imagen. Normal: Somos arquitectos y se supone que este es nuestro mundo.
Yo, como no tengo ni idea, me puse un fondo prediseñado (una estantería con libros, que se mimetiza con la que tengo al lado de mi mesa del estudio y aparece en la foto de mi perfil), una tipografía prediseñada, una plantilla ya preparada y me lancé a escribir sin más ni más.
Este blog no tiene riqueza visual, ni, ahora que lo pienso, tampoco profundidad crítica. Vale, está bien. Estar en el puesto 94 de wikio es una gran responsabilidad y me exige currarme un poco más mis intervenciones.
A ver si poco a poco escalo algún puesto.
Mientras tanto, os presento blogs de arquitectura más atractivos que éste, y cuyos autores tienen la generosidad de pasarse por aquí a menudo e incluso de declararse públicamente seguidores.
Muchas gracias. Os sigo y os admiro:

* Mrpink tiene un blog muy interesante y muy vivo: Pinkmenina's. Además de mostrar siempre caminos penetrantes, tiene el tiempo y la paciencia suficientes como para dejar a menudo sus comentarios en este blog novato. Muchas gracias.
* Vaumm es otro blog elegante, hermoso, muy bien diseñado, y que siempre muestra edificios atractivos.
* Pablo Álvarez Funes es un clasicista. Tiene un hermoso blog, Reflexiones sobre un clasicismo contemporáneo, que muestra una forma de ver la arquitectura con la que no estoy en absoluto de acuerdo. (Creo que no tiene sentido defender el neo-clasicismo hoy). Pero la muestra con criterio y convicción, y discute con una gran educación, digna de agradecer y de respetar.
* Felipe Dipedra tiene un blog visionario para su arquitectura visionaria. Es todo lo contrario del anterior, y no le entiendo muy bien, pero me sorprende (y me gusta) su energía.
* El Hacedor de Trampas toma su nombre de Oteiza, así que qué más puedo pedir. (Oteiza marcó profundamente mi formación como arquitecto). Su blog es otra exquisitez; es interdisciplinario, con la arquitectura entre el arte y la ciencia, gravitando siempre en torno al espacio, a su expresión, a su intención.
* Stepien y Barno tienen un blog de referencia constante. Es uno de los top ten, así que no digo nada más que lo visitéis y lo disfrutéis.
* Verónica Paradela es una estudiante de arquitectura que tiene un blog que me produce una profunda envidia: Líneas&Arq. Es muy hermoso, pero lo que más me conmueve es que es un blog de estudiantes, de los que se quieren comer el mundo y se lo comen.
* Laura Escribano es diseñadora, y tiene un blog menos "arquitectónico", con un título muy hermoso: El paraíso construido. Trata de moda, de decoración, de design... ¿Menos arquitectónico? Según se mire.
* En una línea diferente, Andrés Martín Ramos, arquitecto técnico, tiene un blog, Aparejandrés, que trata de construcción y que enseña siempre cosas interesantes. Yo he tenido la suerte de trabajar con él (y espero seguir haciéndolo, a pesar de la crisis) y es un profesional muy competente y eficaz. Es cierto que a veces los arquitectos y los aparejadores parecemos seres de distintos mundos. Nos interesan cosas diferentes, o las mismas pero desde diferentes puntos de vista. Con Andrés siempre he sentido que, si bien nos interesan distintos aspectos, son complementarios. Por lo tanto los dos juntos sumamos en vez de restar.

Pues aquí estoy, junto con tantos maestros. Existo. Gracias a todos. Intentaré estar a la altura.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Vargas Llosa, arquitecto

Estoy leyendo La Casa Verde. Es una novela muy compleja, con una estructura fascinante. Leí hace años Conversación en La Catedral, y tiene algo en común. La Ciudad y los Perros me pareció más sencilla. Otras, como El paraíso en la otra esquina, por ejemplo, son mucho más convencionales y fáciles.
Me centraré en La casa verde y en Conversación en La Catedral para hablar de las cualidades arquitectónicas vanguardistas de Don Mario.
(Acabo de caer en la cuenta de que, por pura casualidad, en los dos títulos hay arquitectura: casa y catedral. El primero es un burdel y el segundo un bar).
En ambas novelas se cruzan varias historias en varias épocas, pero eso no es evidente. Pongamos que un anciano contara cómo en su juventud mató a un hombre, y en el párrafo siguiente una mujer, apenas una niña, se está casando. Pues bien, cien páginas más adelante nos damos cuenta de que no sólo el anciano es mucho más joven que esa niña, sino que es su hijo, y que las dos historias que creíamos simultáneas tienen sesenta años de diferencia. Por ejemplo.
O también leemos, por ejemplo, que uno le está contando a otro cualquier episodio, y de repente ese episodio ocurre al mismo tiempo que la narración, y no es ya sólo un flashback, sino una mezcla, una ensalada espacio-temporal confusa de leer, pero riquísima.
Esta literatura enrevesada y difícil no es mero capricho. Es que así se puede reflejar mejor la realidad poliédrica y escurridiza. Cuesta trabajo leer y entender, pero la recompensa merece la pena, porque se logra algo que una narración lineal no podría conseguir nunca.
Un ejemplo palmario de esto es El Ruido y la Furia, de William Faulkner, maestro de Vargas Llosa, quien siempre lo ha reconocido como guía. Yo soy un lector todoterreno, pero estuve a punto de dejar El Ruido... Estaba lleno de trampas, escrito con muy mala leche. También soy cabezota y logré terminarla. Y mereció la pena porque me abrió un mundo narrativo complejísimo y riquísimo. (La peor, con diferencia, es la primera parte. El resto ya sale muy bien). Parece una novela escrita por pura crueldad de su autor, para fastidiar a los lectores. Pero creedme: No toda la literatura es... Iba a decir un nombre, pero ¿para qué?
Otras novelas de Vargas Llosa, como La Fiesta del Chivo, componen también varias historias con gran maestría y dinamismo, pero son más convencionales. La Fiesta... me parece una magnífica novela, pero yo quiero hablar de otra cosa.

martes, 7 de diciembre de 2010

Armas de destrucción pasiva

La Navidad está al caer y, como todos los años, ellos lo saben. Saben que durante unas semanas nos volveremos imbéciles (quiero decir más imbéciles que de costumbre) y se nos pondrá el ojo tierno y la garganta áspera, y buscaremos cualquier excusa para emocionarnos cual Vargasllosa en Estocolmo. (Es que caen hasta los mejores. Hasta se echa de menos a Pérezreverte repartiendo hostias).
A este estado de estupidez transitoria se une el temblor angustioso del quéleregalo Diosmío. Y entonces surgen, hábilmente agazapados, los premiosplaneta, las peliculitas navideñas y, sobre todo, los discos vergüenzajena.
A los que aún recordamos a Plácido Domingo cantando Yesterday... Perdón, quería decir: "A los que, incluso tras someternos a cirugía mayor, seguimos recordando el Yesterday de Plácido Domingo"  nos ataca ahora un engendro aún mayor: un disco de una señora rara que quiere hacerse la enrollada y perpetra versiones de gente que, que yo sepa, no le ha hecho nada; desde Peter Gabriel a Los Secretos, pasando por Nirvana, Antonio Vega y Louis Armstrong. La madre que la parió.



Lo peor es que uno se queda encantado ante tanta sublime belleza, y como con ganas de decir: "¡Qué bonito es todo!", tan extasiado y trastornado como Woody Allen en aquella escena de El Dormilón, cuando se cree Miss Montana y empieza a darle las gracias a todo el mundo, a la vida, a Dios, a la Humanidad. Así se siente uno: entre hugochavista y culé. Dios mío.
Pero hay que resistirse a ese sentimiento y repetirse una y cien veces que esa tía loca chillando entre ese grupito de teletubbies emasculados, vergüenza del pueblo gitano, no podrá con nosotros.
Prefiero un millón de veces a la Terremoto de Alcorcón versionando lo que se le ponga por delante.

La lista de crímenes perpetrados es ésta:
1. DON’T GIVE UP (Peter Gabriel)
2. WITH OR WITHOUT YOU (U2)
3. POR EL BULEVAR DE LOS SUEÑOS (Los Secretos)
4. SHE (Charles Aznavour)
5. SWEET CHILD O’ MINE (Guns N’ Roses)
6. SAD EYES (Josh Rouse)
7. CONTIGO (Joaquín Sabina)
8. WHAT A WONDERFUL WORLD (Louis Amstrong)
9. SMELLS LIKE TEEN SPIRIT (Nirvana)
10. SE DEJABA LLEVAR (Antonio Vega)
11. BIZKAIA MAITE (Benito Lertxundi)
12. SUMMERTIME (George Gershwin)

Esto es un blog de arquitectura. Bueno; eso parece a veces. Pero es que esto que cuento es tan arquitectónico que casi ni merece la pena decirlo. Es un mismo tipo de persona este productor musical y el político al uso que nos regala para unas navidades perpetuas un edificio de un arquitecto famoso envuelto en celofán. Y es un mismo tipo de ciudadano el que llora emocionado y agradecido ante ambas atrocidades.
De nuevo tengo presente a Don Umberto Eco y a su libro Apocalípticos e Integrados (ante la cultura de masas). De nuevo me indigno ante tantos que viven tan contentos, perfectamente integrados en el sistema, sonrientes, cómodos, sin problemas. Y de nuevo me siento idiota por enfadarme, por no saber disfrutar, por ser un viejo gruñón apocalíptico, un aguafiestas, un maldito pesado y un estreñido mental ante tantas bellezas que nos da la vida y que me niego a apreciar.
Puesto que sólo me queda protestar, ¡protesto! Puesto que sólo me queda patalear, ¡pataleo!
No, si al final me voy a merecer que venga ese prohombre, ese sabio y heroico salvador de la patria, (me refiero a Pérez) y me llame "perfecto mierda" como sólo él sabe hacerlo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Coletilla: el impuesto de valor añadido

Cien años de soledad es uno de los libros imprescindibles de la historia de la humanidad. Es una delicia pasmosa, una obra que construye un universo. Sin embargo, cuando García Márquez le llevó el manuscrito a Carlos Barral, éste lo rechazó.
¿Cómo es posible?, nos preguntamos. Carlos Barral era un poeta y un editor sensible, y un hombre muy culto y muy informado de las nuevas corrientes narrativas. ¿Por qué rechazó esa obra maestra? ¿Por qué renunció a la maravillosa posibilidad de editarla?
Yo creo que, principalmente, por una razón. Porque Barral recibió un denso manuscrito de manos de un joven desconocido, arruinado y desesperado, y no se dio cuenta de que aquel libro titulado Cien años de soledad de ese tal Gabriel García Márquez iba a acabar siendo Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
En cambio, cuando nosotros tomamos el libro lo hacemos ya con todo lo que ese libro tiene encima, con todo su prestigio, y nos disponemos a leer “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota etc” con unción mística. Y, claro, no tiene más remedio que encantarnos.
Por la misma razón, la escalera de la que hablamos ayer nos emociona porque es de Le Corbusier, y porque lo sabemos. Así que asumimos con gusto la –tampoco tanta, al fin y al cabo– incomodidad de subirla y bajarla a cambio de la emoción que nos produce.

La escalera torcida

Hace muchos años Miguel Fisac vino a la Escuela de Madrid a dar una charla. Fue una charla íntima, a última hora de la tarde, en un grupo perdido de Análisis de Formas, y no seríamos más de quince alumnos escuchándole. (¡Qué desperdicio!).
Era un hombre muy apasionado, nervioso, que hablaba muy bien. Quiero decir que transmitía entusiasmo. Se exaltaba y se cabreaba, y se le entendía todo.
Entre otras cosas, dijo que él había sido un lecorbuseriano convencido hasta que visitó el Pabellón Suizo en París. Allí probó la escalera y se le cayeron los palos del sombrajo.
¿Por qué había hecho Le Corbusier una escalera torcida, incómoda? ¿No era un funcionalista? ¿No era suya aquella famosa frase de que la casa era una máquina de habitar?
Pues había traicionado sus principios y se había traicionado a sí mismo, porque en vez de a los racionalistas designios de la máquina había sucumbido al capricho.


 (si pinchas el dibujo de las plantas lo verás más grande).

Muchos de nosotros hemos hecho a veces escaleras torcidas, y más que retorcidas. La forma del solar, su estrechez, etc, obligan a veces a hacer cosas raras. Pero Le Corbusier tenía todo el solar que quería, y la comodidad suficiente para hacer la escalera de otra manera.
El comienzo de la escalera en planta baja es una contracurva que está muy bien. Es un elemento de "enganche" desde el vestíbulo, y puede ser muy agradable esa suave y breve sinuosidad para empezar a subir o terminar de bajar. Pero es que, además de ese gracioso empiece -o final-, todos los tramos de escalera están oblicuos, y eso nos obliga a subir de media anqueta o a atrochar en diagonal. Esto último lo podremos hacer cuando estemos solos, pero cuando haya tráfico (y en este edificio lo hay a menudo) no podremos acortar y habrá un montón de gente trepando de lado como palomos cojos o como chiquitos de la calzada (sujetándose las lumbares y todo).

jueves, 25 de noviembre de 2010

Ave María, Corbu

No le he dedicado aún ninguna entrada a Le Corbusier, y siento que la primera sea para meterme con él. Prometo compensarlo en otras, en las que comentaré algunas cualidades de este arquitecto inconmensurable.
Le Corbusier fue un artista total: arquitecto, pintor, poeta, hombre de vanguardia, poliédrico y polimorfo (toma ya). Pero culto, lo que se dice culto, y erudito, lo que se dice erudito, no era.
Nos llena de emoción su creatividad, su viveza, su instinto... y su capacidad incansable para inventar la pólvora porque no sabía que ya estaba inventada, y sus afirmaciones históricas, científicas, literarias... siempre inexactas e interesadas.
Lo que os muestro hoy es una cita literaria que me llena de ternura y de pasmo a partes iguales, y que (estúpido erudito, estéril rata de biblioteca) no puedo entender:

(si clicáis en la imagen la veréis más grande).

domingo, 21 de noviembre de 2010

Una buena base, y ya veremos

Siguiendo con las plataformas de Utzon, os quiero mostrar un dibujo que me encanta:


Es una planta con sombras, una contradicción muy curiosa.
Una planta de cubiertas puede ser la idealización de una vista real, de una vista aérea, y si se dibuja con sombras muestra más realismo aún. Pero una planta intermedia con sombras supone, como planta, un dibujo abstracto, una construcción mental imposible de ver, pero las sombras indican una visualización real.
Es decir: la planta es una abstracción, un esquema de organización (¿podéis ver la planta de vuestra casa? No, pero la podéis entender, y la podéis trazar). Pero las sombras, que manifiestan los relieves, muestran un objeto físico puesto ante la luz, puesto al sol, expuesto a nuestra mirada más que a nuestra inteligencia.
Esto lo hacía también Alvar Aalto, y supongo que Utzon lo tomaría de él. Es un recurso gráfico muy interesante, que muestra cada planta como si fuera una maqueta, puesto que las sombras arrojadas le dan una materialidad que la planta no puede tener nunca.
Ese recurso se puede hacer con cualquier proyecto, pero en éste es especialmente adecuado, porque la plataforma, como excavada en madera, es la primera parte del edificio. La plataforma ya está. Sólo le faltan las nubes encima.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Los pies en el suelo y la cabeza a pájaros

En un famoso artículo para la revista Zodiac, titulado "Platforms and Plateaus" ("Plataformas y Mesetas"), Jörn Utzon hablaba de la gran impresión que le produjeron los templos mayas, sobre todo por la forma en que surgían de un terreno "preparado". En medio del caos de la selva, donde es inconcebible construir nada, se hacía un claro, se preparaba un terreno, se explanaba, se elevaba y se creaba un "sitio", un "lugar" arquitectónico, del que la construcción surgía como algo propio.
Hablaba del plano horizontal del suelo, que se separa del terreno natural y constituye un plano elevado desde el que se otea, desde el que se domina el lugar, desde el que se apodera uno del espacio, y consideraba que esa operación de preparar un "suelo" era la primera operación arquitectónica.
Utzon ilustró ese artículo con unos dibujos muy sencillos, que se han hecho célebres:














sábado, 13 de noviembre de 2010

Vanitas vanitatis

Hay una herramienta de Blogger que me permite saber cuánta gente entra en mi blog cada día, cada semana, cada mes... y de qué países, y con qué buscadores, y con qué palabras de búsqueda.
Confieso que miro esos datos fascinado y un poco vanidoso. Me leen en México, en Argentina, en Chile... También entran bastantes desde EE.UU. y Canadá. Y un día, no sé por qué, entraron un buen puñado desde Rusia.
Me siento como aquel periodista español de los años cincuenta-sesenta a quien sus burlones amigos convencieron de que los agentes americanos seguían muy de cerca sus artículos, que enviaban subrayados y glosados a la Casa Blanca. Y ese periodista entraba en el café con la cabeza muy alta y el gesto altivo diciendo: "¡Hoy se van a enterar los yankis! ¡Cómo los he puesto!"
Pues así estoy yo: pensando que mis opiniones y resoplidos sobre arquitectura y sobre todo lo demás son muy seguidos desde América hasta Asia (en África no; en África me leen menos). Y me siento tan ufano y tan tontito.
Y resulta que el post que más se visita, y se sigue visitando bastantes veces cada día, es el de "Ornamento y delito", y entonces durante un instante me parece como si el espíritu de Adolf Loos siguiera vivo y su mensaje de sensatez ornamental tuviera aún fuerza, y me caigo del guindo comprobando que las palabras de búsqueda que han dado por error con mi blog han sido tatuajes, tatuajes guapos, tatuajes en el cuello, tatuajes de terror... y recuerdo que para ilustrar aquel post puse una foto flipante de un tío que se había tatuado un trampantojo en el cuello, como si lo tuviera cortado y cosido.
Es decir, que puse aquello para argumentar por qué no me sentía muy partidario de los tatuajes, y resulta que son los amantes del tatuaje quienes más me visitan. Me imagino que van buscando fotos chulas y ni se molestarán en leer mi artículo, porque si lo hacen va a ser peor.
En fin; siento que el buscador les mande aquí y les haga perder su valioso tiempo. Y me imagino que de entre todos los que registran los contadores, los que de verdad leéis algo de esto que escribo seréis "cuatro gatos". Pues os doy las gracias de corazón. Me siento muy acompañado y muy querido por vosotros.

(Tengo que decir también que entran muchos buscando datos sobre Louis Armstrong, y eso sí que me lleba de satisfacción).

martes, 9 de noviembre de 2010

El arquitecto de Dios

Así llama el ABC a Gaudí: El arquitecto de Dios. También le llama -otra variante- El arquitecto de la fe.
Todo ello a cuento de la visita del Papa Benedicto XVI a Barcelona y de la consagración de la Sagrada Familia.
Sin embargo, las fotos con las que se ilustran esos artículos del ABC no son de la obra de Gaudí, sino de la que ha perpetrado el conjunto de profesionales mejor intencionados del mundo. (El infierno está empedrado de buenas intenciones).



Vaya por delante que en mi opinión La Sagrada Familia era una obra inacabable, imposible, incluso para el propio Gaudí, que se había metido en un atolladero delicioso desde el punto de vista literario o cinematográfico (¡Ay, Dios, qué buena historia!), pero envenenado arquitectónicamente. Por lo tanto, al equipo que la está terminando no se le debe acusar de nada. Al menos yo no lo haré.




viernes, 29 de octubre de 2010

Moneo con picatostes

Rafael Moneo está construyendo el Palacio de Congresos de Toledo. Los toledanos están ya más tranquilos porque al edificio han empezado a ponerle picatostes.
Rafael Moneo no es un mal arquitecto. Suele ser correcto. A mi modesto juicio no pasa de mediano. O de mediano tirando a bueno. Un seis y medio.
En el Miradero de Toledo hizo un bloque donde alojar una gran sala y muchos despachos y salas pequeñas. Un programa muy amplio, pero fácil, en un sitio espectacular.
Resolvió el problema como de costumbre: con corrección y sencillez, y encima se tiró el rollo de modernillo con unos elementos muy plásticos en el acceso superior.
El volumen se distinguía porque los conductos de ventilación se manifestaban como contrafuertes huecos (lo contrario de los contrafuertes) y tenían un gesto simpático que hasta se podía leer en clave post-estructuralista derridiana. El hormigón visto de color natillas no desentonaba del entorno, y la cosa quedaba limpia y correcta (incluso con las "almenas" de la barandilla del Miradero).






Durante mucho tiempo los toledanos han estado viendo esta imagen, y ya se habían acostumbrado a ella. La mayoría se habían resignado. Pero lo que no sabían es que las natillas de vainilla llevaban picatostes.


jueves, 21 de octubre de 2010

The Largo

Me gusta The Largo. No conozco sus referencias culturales (o no me pertenecen, o no les pertenezco) y no sé qué decir de ellos. Estoy out. No tengo suficientes conocimientos de ese tipo de música. Pero no puedo confundir mi ignorancia con el estado de virginidad. Ya no somos vírgenes. Ni lo somos ni lo podemos ser. Tenemos la cabeza ya ahormada y sólo podemos hablar si nos la ahormamos más. Una pena. El hecho de no tener ni idea de ese tipo de música debería darme otras ventajas: la espontaneidad, la frescura... Mentira: Somos entes de cultura y nuestra experiencia es la cultura y está "contaminada" de cultura.
Y más aún con este grupo de Toledo, hiperculto, sofisticado, que cita siempre sus fuentes y se mea en ellas.



El niño que empieza el vídeo tocando la batería sí es espontáneo y virgen, pero inmediatamente después vemos una foto buenísima, sofisticadísima y llena de referencias y evocaciones. Así que no sé.
Pero como aparezco en el vídeo con mi familia (y me gusta) voy a hablar de mí. Voy a hablar de mí en ellos o de lo que veo en ellos que siento mío.

Siento como mío (y me veo ahí) que estos músicos son unos profesionales de otras cosas, y les veo ciegos en sus trabajos, perfectos, competentes y muertos por llegar por la tarde al local de ensayo, con el ansia de un algo que sólo ellos tienen, y con la urgencia de darlo. ¿Quién lo quiere? ¿Quién lo necesita? Qué más da. Lo tienen que soltar y poseer al mismo tiempo, ni ellos saben para qué. Siento que aunque las lentejas y el calzado los consiguen con otras malas artes, su arte es esta, y siento que aquí son algo que no pueden ser en otro sitio ni de otra manera. Y también sé lo que es esto:




y lo entiendo, y lo comparto, y lo he vivido (y ay de quien no tenga nada parecido). Y me encuentro a mí mismo ante el abismo de mi propia vida y me pierdo, y no sé para qué, y siento que esto sí es un para qué. Y ni sé lo que estoy diciendo.
Siento que esto no es un hobby; odio los hobbies. (Otra vez el turismo, otra vez la falsificación, otra vez el kitsch). Esto es una pasión, un ansia, un ahogo y un desahogo, una vida y una muerte. Y no "tocan bonito", ni son "agradables". No hacen un bello macramé ni un punto de cruz para enseñar en las reuniones de imbéciles anónimos. Son, o somos, alcohólicos anónimos. Qué coño; son borrachos conocidos. Que ya lo dice el dicho: "Es mil veces mejor un borracho conocido que un alcohólico anónimo".

viernes, 15 de octubre de 2010

He perdido las fotos

El otro día, para hablar de los fosteritos, busqué en el disco duro externo donde guardo las fotos de mis viajes, porque había hecho unas muy bonitas (y me habían sacado en alguna otra) y quería presumir de:
a) fotógrafo
y b) modelo (modelo talla grande, pero modelo al fin).
Y comprobé, consternado, que toda la carpeta Bilbao había desaparecido. Tanta copia de seguridad y tanta tontería sólo había servido para borrar por error la carpeta aquí y allí.
Me dio mucha rabia, sobre todo porque había hecho bastantes fotos de edificios de mi maestro Juan Daniel Fullaondo. Dio la casualidad de que cuando llegué una tarde al Instituto de Txurdinaga y empecé a fotografiarlo por fuera (no esperaba más), salió una profesora, la última ocupante del edificio, y cuando cerraba la puerta me preguntó qué hacía. Se lo dije y, con esa amabilidad que sólo tienen los vascos, volvió a abrir y me hizo un tour inolvidable.

Antes uno hacía las fotos con cuentagotas, porque los carretes costaban, y los revelados más. Pero ahora, con las cámaras digitales y con el Panorama Maker, uno hace cientos y cientos de fotos soñando con que el empalme posterior de imágenes pueda reflejar el espacio interior de un edificio.
Bueno, pues todo se ha ido a la porra.

jueves, 7 de octubre de 2010

Fosteritos

Por alusiones a los comentarios de fsuarez (Francis), os muestro algunos fosteritos bilbaínos.
(Me acabo de llevar un disgusto, porque he perdido todas mis fotos de Bilbao. En uno de los trasiegos de disco duro a disco duro debí de borrar la carpeta de mi ordenador sin asegurarme de que la copia estaba bien hecha. Así que saco las fotos del google. Perdonadme si estoy un poco nervioso y cabreado conmigo mismo. Aunque esto de las fotos y de su pérdida me da ideas para una entrada; pero será otro día. Ahora no estoy de humor).


Los fosteritos son las bocas de entrada al Metro de Bilbao, diseñado por Norman Foster. Son sencillos e ingeniosos, y funcionan muy bien. Están repartidos por toda la ciudad. Tienen además la virtud de ser muy reconocibles y de tener eso tan difícil: carácter.


Su estructura recuerda el cuerpo de los ciempiés, de las cochinillas y (dejémonos de tonterías) de las cigalas. Los sucesivos anillos se adaptan a la curvatura y crean un tubo orgánico. El resultado es elegante, y a la vez nos muestra su génesis estructural. Su funcionalidad es su estructura. Para mí es un ejemplo perfecto de arquitectura.

domingo, 3 de octubre de 2010

Norman Fostaaaa firmará autógrafos a sus fans

El celebérrimo arquitecto británico Norman Foster (pronúnciese Fostaaa, y a ser posible haciendo un glisando descendente de Do a Mi) firmará ejemplares del catálogo de la exposición Norman Foster Drawings 1958-2008 el martes 5 de octubre, única y exclusivamente de 18:00 a 19:00 h en Ivorypress Art & Books, C/. Comandante Zorita, 48, 28020 - Madrid.
Se recomienda a los interesados que acudan al lugar hacia las 11:00 h, y que hagan una fila ordenada en la calle. Si hay tumultos no dudaremos en llamar a las fuerzas de orden público.
Aprovechamos para desmentir el infundado rumor de que Lady Foster repartirá tazas de té caliente entre los admiradores que hagan cola. De modo que se les recomienda que lleven sus propios termos, sus propias sillas de tijera y sus propios paraguas (paice que va a llover).

He estado mirando en Youtube para ilustrar esto con un vídeo de Celebrities de La Hora Chanante, pero no hay. Habría jurado que Joaquín Reyes le había dedicado su atención, pero al parecer todavía no lo ha hecho. Espero impaciente.

No entro a valorar a Norman Foster como arquitecto. No se trata de eso. Tal vez en otra ocasión. Ahora sólo me interesa el fenómeno mediático. Acaban de estrenar un documental sobre él (producido, entre otros, por Lady Fostaaa) en el Festival de San Sebastián, y pasado mañana firma en una galería-editora de Madrid, negocio de Lady Fostaaa. Y él, como todo arquitecto-estrella, es una figura sobrehumana tras la cual babean los alcaldes del mundo. Pónganse a la cola, y que al menos les firme un autógrafo en un catálogo (que supongo que costará un testículo).
Yo no podré ir. Ya me gustaría, pero tengo hora con el psicoanalista. Me está tratando no sé qué, que él dice que es de la envidia.

sábado, 2 de octubre de 2010

Sobre Frank Lloyd Wright

Entro en mi blog a menudo, lo confieso, con un poco (bastante) de vanidad. Lo que empezó hace un par de meses siendo solamente el desahogo de un protestón está teniendo más éxito del que podía imaginar.
Pero me parece que la mayoría de los que entran aquí lo hacen por error. Miro las estadísticas y veo que entra gente de Argentina, de México, de Estados Unidos, de Canadá, de Rusia... Me parece increíble. Pero miro qué post se ha visto más veces y compruebo, con vergüenza, que el más leído es el titulado "Frank Lloyd Wright. Post veraniego", en el que escribo cosas tan importantes como que un personaje de los Simpsons (Kent Brockman) tiene una casa de Wright, y que el arquitecto de la super caja fuerte del Tío Gilito toma el nombre prestado de Frank Lloyd Wright. Hay muchísimas personas en todo el mundo que teclean "Frank Lloyd Wright" en google , y algunos de ellos acaban encontrando esa entrada en mi blog. Qué vergüenza.
Lo titulé "post veraniego" para indicar que era una cosa ligera, relajada, en broma, y más o menos vine a insinuar que en su momento trataría a Frank Lloyd Wright con seriedad y rigor. A eso quiero ponerme ahora, y me resulta inabarcable.
A Wright le he dedicado años de mi vida, primero con mi tesis doctoral y luego con una novela. (Esa novela, titulada La Hoja Desnuda, os la podéis descargar si pincháis el dibujito de su portada, ahí, a la derecha; un hermoso diseño de Gema, lectora y participante activa en este blog).


viernes, 1 de octubre de 2010

y... West End Blues

Vamos, pues, a escuchar:




Empezamos con una entrada prodigiosa de la trompeta de Louis Armstrong, sorprendente, fuera de compás. Un prólogo de doce segundos improvisado, de una maestría pasmosa.
A partir de ahí ya entran todos y empieza a contar el tempo. Un tempo muy lento. Demasiado lento. Nada que ver con los blues corrientes de Nueva Orleáns. (Ya dijimos que éste era un blues corriente de Nueva Orleáns, hasta que lo interpretaron estos monstruos).

El primer estribillo lo hacen todos. Destaca ligeramente Armstrong, pero no es un solo, sino una labor de conjunto. Hay que ver cómo lo termina, enroscándose y prometiendo que va a pasar algo.
El siguiente estribillo es de trombón, muy suave y muy dulce (escuchad la levísima percusión: un leve címbalo y nada más).
El tercer estribillo es el clarinete, delicioso, al que complementa una locura de Armstrong scateando lo que sería exactamente una trompeta con sordina. (Escuchad: No es un tarareo. Es una trompeta apagada).
Luego viene una magistral interpolación de Earl Hines al piano. Es más o menos otro estribillo, el que le tocaba a él, pero no respeta la melodía, sino que improvisa, sube, baja, rodea, disuelve. A mí me va a dar algo.
Y ya, para rematarme, le toca el estribillo al jefe. Empieza respetando la melodía: Ta-ta-taaaaaaaaaa. Pero en esa nota larga (2:34, 2:35, 2:36, 2:37, 2:38, 2:39, 2:40, 2:41, 2:42, 2:43, 2:44, 2:45) se acaba el mundo, y justo entonces vuelve a renacer. Desde ese punto, 2:45, hasta 2:54, nueve segundos, está como haciéndonos creer que busca las llaves (dónde están, dónde las he puesto, a ver si están aquí), pero lo sabe de sobra, y nos lo dice en 2:55 y siguientes. Y con las llaves abre la puerta de yo qué sé. La puerta del paraíso o la del infierno, o la de quién sabe. Y en 2:58 deja la puerta abierta para que escuchemos a Earl Hines haciendo ¡cinco! llamadas (tin-tirurí, tin-tirurá, tin-tirurí, tin-tirurí, tin-tirurí) para que remate el jefe con una paz infinita, se incorporen todos en un acorde final y eche el cierre el percusionista (pic-poc).

Ya está.

No hay dos estribillos iguales, dos giros iguales. Todo progresa, dominando el tiempo, presentándose y desarrollándose.

Earl Hines comentaba el final: "No sabíamos cómo iba a ser el final. Cuando llegamos al final Louis me miró y yo hice lo primero que se me ocurrió, un pequeño trozo de un clásico que había hecho hacía mucho tiempo... entonces lo repetí cinco veces antes de que Louis hiciera una señal con la cabeza y todos empalmaron con el acorde final".
También cuenta que Armstrong y él se abrazaron, sorprendidos y felices de que hubiera salido tan bien.

That´s jazz.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Louis Armstrong. West End Blues

Hoy os presento una obra maestra, un hito en la historia de la música. Estamos en Chicago, Illinois, y es el día veintiocho de julio de mil novecientos veintiocho.
Louis Armstrong es un joven de unos veintisiete años (hay varias hipótesis sobre la fecha de su nacimiento). Fue un niño de la calle, repartidor, vendedor ambulante y recadero de prostíbulos. Aprendió (mal) a tocar la corneta y la trompeta en el Hogar de Niños Expósitos de Nueva Orleáns, y empezó a ganarse la vida tocando en la calle y en los cabarets, como músico de banda. Entró en la orquesta de King Oliver, y más tarde en la de Kid Ory. De ahí pasó a tocar en orquestas de Nueva Orleáns, incluso en las que tocaban en los barcos de vapor del Mississipi.
Era un verdadero profesional todoterreno, que amenizaba cualquier fiesta y sabía desenvolverse con la trompeta y con su simpatía natural. Pero nunca aprendió la técnica de la embocadura correctamente, y se cortaba los labios a menudo con la boquilla. No les daba tiempo a cicatrizar adecuadamente porque Louis tenía que tocar todos los días, a menudo con mucho dolor. No podía permitirse ni unos días de reposo ni un profesor, así que siguió tocando como podía, aprendiendo de sus compañeros (que tampoco habían tenido profesor).
Esta boquilla de una de sus primeras cornetas muestra las muescas que le hizo para adaptarla a sus labios y a su forma de apretarlos. Es una lucha continua la de un músico con sus boquillas.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Ornamento y distinción


Cuando yo era niño (en los remotos años sesenta y setenta) todo el mundo vestía igual, según su ambiente y profesión. Todo era gris o marrón, o azul marino. Los oficinistas vestían chaqueta de uno de esos tres colores y corbata igual, con rayas. (En corbatas se admitía también el rojo burdeos amarronado). Las mujeres podían añadir verdes no muy chillones y flores discretas.
Los chicos llevábamos jersey azul marino o verde oscuro, y pantalón de tergal.
Los zapatos sólo podían ser negros o marrones. (En niños se podía añadir el azul marino).
Los hombres iban afeitados o con bigote (mejor si era finito), y con el pelo corto, peinado a raya o con ondas (el que las tuviera) a lo Robert Taylor. (Según Jardiel Poncela, quien no las tuviera podía conseguirlas embadurnándose el pelo con fijador y estampándose repetidamente contra el cierre de algún comercio). Las mujeres se peinaban con mucha laca, construyéndose una especie de casco sobre la cabeza.

No había variedad, no había originalidad. Nadie pensaba en esas cosas. Sólo había una forma de ir por la calle: "Como Dios manda".
Una vez cometí el error de ponerme una camisa naranja de manga corta. Mi primo Carlos se burló de mí porque llevar camisa rosa era de maricas. Yo insistía en que era naranja, pero no hubo manera. (Hay que verle ahora a mi primo, con polos lilas, rosas o azul celestes. Cómo ha cambiado la vida).

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Ornamento y delito

Hace más de cien años el arquitecto austríaco Adolf Loos, defendiendo la modernidad arquitectónica, publicó un artículo que se hizo célebre: “Ornamento y delito”.
En él decía que la arquitectura debía ser funcional, barata, sensata, y que tenía una misión social. Decía que despilfarrar el dinero y los medios productivos haciendo adornos era inmoral, porque se dilapidaba el trabajo de los obreros y se profanaban los materiales.
(Iba a poner aquí el enlace con el libro de Loos Ornamento y Delito y otros escritos, en la página web de la editorial Gustavo Gili, y he visto con pena que ya no existe el libro. Vamos, que ya sólo queda en las bibliotecas de los viejos carcamales. No se ha reeditado).
Adolf Loos puso un ejemplo que le pareció evidente para que se le entendiera mejor. Eso de que la arquitectura sin adornos fuera buena no lo iba a compartir nadie en 1908. Por eso tuvo que buscar algo incontestable y obvio: los tatuajes y otros adornos corporales. Los miembros de las civilizaciones más primitivas siempre se han tatuado, se han atravesado la nariz y las orejas con abalorios y adornos, se han pintado el cuerpo… Mientras que los de las civilizaciones avanzadas muestran su cuerpo limpio. Es más, en nuestra sociedad avanzada y racional (año 1908) sólo tienen tatuajes los antisociales (presidiarios, mercenarios, marginales…).


Cuando yo leí el artículo (setenta años después) ya me pareció obvio. Pero es que había pasado ya suficiente tiempo como para asumirlo, y además tenía a mi amiga Marta G. A.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Discurso automático: justificación teórica. (Locura y combinatoria)


Os pongo aquí el desarrollo del icosaedro, para que lo construyáis y lo tengáis con la tabla.
 Gracias al comentario de un amable lector le añado a este desarrollo una pestaña que le faltaba, a la izquierda del número 3.

Ya sé que sois tímidos y no dejáis comentarios en publico, pero en privado he recibido cientos de llamadas celebrando la utilidad de la tablita, pero protestando por su endeblez teórico-lógica.
Esto es el colmo. Los hay que no se conforman con nada. Les da uno el truco definitivo para salir airosos de cualquier compromiso arquitectónico-crítico, y encima les asaltan escrúpulos de conciencia y exquisiteces de tiquismiquis. Pues no se apuren, que para colmo de generosidad les voy a facilitar el descargo de sus conciencias para que puedan utilizar la tabla con la cabeza muy alta.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Manual de discurso automático para arquitectos

(Resumen de un artículo de hace unos años, que me apetece recordar)

Los arquitectos nos vemos a menudo en situaciones muy incómodas:
–Carlos Luis, ¿tú qué opinas del Guggenheim de Bilbao?
–Luisa Fernanda, ¿qué te parece lo de Calatrava en Tenerife?
Ante estas preguntas a bocajarro nunca estamos a la altura. Y es muy triste, siendo arquitectos, no tener una opinión formada sobre las obras de nuestros ilustres compañeros, y balbucear torpemente agachando las orejas sin saber qué decir. Pero es mucho peor cuando sí tenemos una opinión, porque entonces emitimos borborigmos y ladramos: “¡Es una p... m.....!”, o: “¡Es coj.....!”, lo cual nos deja como patanes ignorantes, groseros y maleducados ante quien esperaba que fuéramos capaces de articular un discurso.
Somos arquitectos, es decir, personas con una alta (se supone) formación técnica y humanística, y se nos tiene que notar. El prestigio de nuestra profesión está en juego. Cuando alguien recurre a nuestra opinión o a nuestro juicio, confiado en nuestros conocimientos y en nuestra educada sensibilidad, no podemos responderle con un vergonzante soplido, con la cara colorada de vergüenza y de ignorancia, ni tampoco con un exabrupto.
Nuestra obligación es desplegar un discurso conceptual a la par que florido, y para ello, como auxilio y medicamento de urgencia, os doy una tabla y unas sencillas instrucciones.

La tabla tiene siete columnas, de la A a la G, y veinte filas.


(Si clicáis en ella la veréis más grande)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ella

Estoy estos días con mis rollos de siempre: moderno, postmoderno... ya lo habéis visto; y caigo en este vídeo de Youtube.
Pienso que hay personas que existen y han existido para hacernos felices. Benditas sean. Aparte de algunos amigos y familiares, pienso en Ella Fitzgerald. Pasó por este mundo para hacernos felices.
Fijaos cómo empieza la famosa canción de Mack The Knife con absoluto rigor y métrica. Es una canción muy repetitiva, incluso machacona, y ella la respeta al principio, pero luego la va deconstruyendo. Improvisa y cambia la tonalidad y el ritmo. Sorprende: No da la nota que nuestros oídos esperan, y nos gusta más así. Es puro jazz. Todos los grandes cantantes han hecho lo mismo con esta canción, y ella lo hace magistralmente, y lanza un gracioso saludo a otro que también lo hizo: su gran amigo Louis Armstrong. (Otro ser delicioso que también vivió para nuestra felicidad).



Moderno, postmoderno, des-construcción, conflicto entre estructuras, complejidad, serie, variación... Es todo muy confuso. Me pongo otra vez el vídeo y disfruto.

martes, 7 de septiembre de 2010

¿Se debe ser postmoderno?

Obviamente, sí. Como dije ayer, no hay otro remedio. Es lo que nos toca.
El moderno es lineal. Tiene una fe ciega en el progreso del mundo y de la humanidad, y pone su grano de arena para colaborar a ello.
Desde el S. XIX había un optimismo ingenuo y al mismo tiempo muy fuerte y enérgico en el progreso. El XIX es el siglo del gran descubrimiento: El ser humano es capaz de todo. Puede modificar la naturaleza, puede volar, puede ir a la luna, puede vivir bajo el mar, puede acabar con la enfermedad, puede vivir eternamente. Entonces empezaron a producirse grandes inventos que eran como acontecimientos deportivos, como gestas heroicas. Y grandes descubrimientos científicos, y viajes, y construcciones. Todo ello culminó en el S. XX, pero tan eficazmente que a la mitad del siglo la gente vio que ya había llegado al final del camino, y no supo qué hacer. (También comprobó que el bello progreso había causado las dos guerras más horribles de la historia de la humanidad. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki mostraron que la potencia científica del ser humano no iba unida a otras cualidades).

lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Se puede ser moderno?

Borges decía que él era moderno porque no podía ser otra cosa. Ciertamente, en su situación, en su ambiente, en su momento, no tenía más remedio que ser moderno.
Por eso mismo, nosotros somos post-modernos.
Hace décadas que el arte moderno terminó de decir lo que tenía que decir, y nació su manierismo, en el que aún estamos.
Lo primero que se me ocurre pensar es que el arte, según definición clásica, imitaba a la naturaleza. Después estudió la naturaleza, sobre todo la naturaleza abstracta de las cosas y del mundo, e intentó descubrir pautas de generación de un universo. O sea, volvió a imitar a la naturaleza, pero no en sus ejemplos externos y anecdóticos, sino en sus leyes.
Y ahora el arte ha dejado de imitar tanto las formas externas de la naturaleza como su orden íntimo, e imita al propio arte. O sea, es un simulacro de un simulacro.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Mi nuevo estudio

Hoy he estrenado mi nuevo estudio.
Es un local bajo mi casa. Como llevo catorce años sin necesitarlo, estaba lleno de trastos y de porquería. Cuando uno tiene sitio nunca tira nada.
He tenido un verano espantoso, pero muy estimulante. Mari Carmen, que es una valiente, no es que me haya ayudado a limpiar, a tirar trastos, a pintar y a todo lo demás; es que ha sido ella la que ha tomado las riendas y me ha hecho seguirla. Me he pasado el mes de agosto con la lengua fuera.
La situación inicial es muy triste: Tenía un estudio en Madrid, con Tomás (mi socio), de unos ciento cuarenta metros cuadrados, con diez puestos de trabajo (que en los buenos tiempos se nos hacían pocos) y una red informática para los diez ordenadores, con servidor, equipo de seguridad ante cortes eléctricos, aire acondicionado, calefacción, hilo musical, aseo de chicos y aseo de chicas… Tremendo.
La crisis nos ha hundido el estudio. Hemos aguantado lo que hemos podido. Desde principio de año sólo quedaban Eva, la secretaria, y Adeli, la aparejadora-delineante-encargada del departamento de edificación, y las dos a media jornada.
Finalmente, en julio cerramos. Ha sido una experiencia tristísima. Económicamente hemos quedado muy tocados. Pero anímicamente yo he quedado aún peor, viendo cómo todo el proyecto de una vida se desmoronaba, se moría. A cada momento se me saltaban las lágrimas viendo cómo se iba todo a la porra.

viernes, 27 de agosto de 2010

Muertes de arquitectos

Me gustaría poner en algún sitio de este blog una pestaña, un botón, algo, donde colocar una colección de relatos que escribí, y que la pudierais leer y descargar. Pero no sé si es imposible que esta página de blog pueda soportar eso o si soy yo quien, con mi ignorancia legendaria (y litúrgica), no sabe cómo hacerlo.

La colección de relatos se titula Necrotectónicas. Muertes de Arquitectos.



He subido el libro a Megaupload, para que lo descarguéis si queréis.

jueves, 26 de agosto de 2010

El hombre que no mató a Liberty Valance

(Nota previa nº1: Escribo los post en word, y estoy harto de sus correcciones automáticas y estúpidas. No es mi culpa que este programa presuntuoso y chulesco no tenga ni idea de cine ni de nada, y que sólo conozca balances contables, pero el Valance de Liberty Valance es con uve. ¡Con uve! Me lo cambia sin pedirme permiso y tengo que ir luego yo por detrás, a escondidas, volviéndolo a cambiar sin que se entere. Y las veces que se me pasa algo por alto, ¿qué? Estoy harto).
(Nota previa nº 2: No me gusta destripar las películas. Ni siquiera Psicosis –alguien habrá que aún no la haya visto todavía-. Ésta la voy a contar muy por encima, pero si no la habéis visto preferiría que no leyerais lo que sigue. Id corriendo a verla, en vez de perder el tiempo aquí).

El Hombre que Mató a Liberty Valance es una de mis diez películas favoritas, y también de mis cinco, y también de mis tres. Pero como las otras dos cambian según el momento y el estado de ánimo, y ésta permanece siempre en mi Olimpo particular, creo que puedo afirmar que es mi película favorita. La he visto más de cinco veces y menos de cincuenta, y siempre encuentro algún detalle nuevo, o, lo que es mucho mejor, me emociono confirmando los que ya me sé de memoria. Los comento siempre con mi amigo Emilio (ya hablé de él), y nos emocionamos los dos.

Tantas cosas, tantos años, tanta tiernísima desolación, tanto amoroso desamparo, no se pueden resumir en un folio, así que elijo un solo asunto.

La película es de 1962, y es de la última época de Ford. John Ford realizó los westerns más memorables, cantando la fuerza y celebrando la tosquedad de los pioneros. John Ford nos hizo reír con las meras borracheras burras de gente como Victor McLaglen (qué tío), y luego nos hacía llorar con uno de estos tipos llevando un manojo de flores secas a la tumba de su esposa, y hablando con ella de las trivialidades del día. Dos recursos muy facilones: la risa tonta causada por una pelea de borrachos y la lagrimita fácil por un contraluz y una música de fondo. Pero, amigos, eso es el cine; y Ford lo sabía controlar con mano admirable.
Y, de repente, esta película nostálgica y dulce: Los buenos tiempos se terminan, y están naciendo otros que a John Ford no le gustan, pero sabe que son más justos, y hace una película que lo muestra.

Vértigo horizontal



Transcribo un fragmento de la página 82 del libro Borges y la Arquitectura, de Cristina Grau (Cátedra, Madrid, 1989):

BORGES: Creo que Frank Lloyd Wright era un arquitecto admirable, un gran inventor de espacios, ¿no es cierto? Yo estuve, hace ya muchos años, en un museo de Nueva York que recién habían inaugurado.
GRAU: ¿El Museo Guggenheim?
BORGES: Sí, eso, el arquitecto fue Frank Lloyd Wright, ¿no?
GRAU: Efectivamente. ¿Y qué recuerda de su recorrido?
BORGES: Yo, por aquel entonces, estaba casi ciego, pero un ciego también ve.
GRAU: ¡…!
BORGES: Sí, yo recuerdo cuando estuve en el desierto. Yo sentía la enormidad de la extensión de arena, sentía el calor, el sol sobre mi cabeza, el aire seco, el viento que circulaba sin obstáculos, la ausencia de sonidos, todo eso… y sentí… ¿cómo le diría?... un vértigo horizontal.
GRAU: ¿Y en el Museo Guggenheim?
BORGES: Recuerdo su circularidad. Verá, yo no podía distinguir los objetos, pero sí la luz y yo notaba que el recorrido no era en línea recta, …íbamos bajando (con mi madre), en círculos, porque la luz siempre estaba a la derecha, una luz que provenía de una cúpula de cristal, me dijeron, y que yo notaba sobre mi cabeza, como si no estuviéramos en un edificio, sino al aire libre, y yo me preguntaba angustiado si todo acabaría abruptamente, en el vacío y me despeñaría…



La primera vez que leí esto fue en casa de Juan Daniel Fullaondo (tengo que hablar de él muy pronto). Lo leí apresuradamente mientras hablábamos, discutíamos, nos reíamos y todo eso (qué bien lo pasábamos), sin prestar la atención debida. La expresión “vértigo horizontal” me sacudió. Qué buena. Pero estaba pensando en el Guggenheim y ni reparé en lo del desierto. Relacioné la genial contradicción vértigo + horizontal con el museo de Wright. Había estado allí unos años antes y había sentido vértigos diversos. Me pareció que ese le iba como un guante al edificio de Wright (y a casi toda su arquitectura).

El vértigo vertical descendente es el que uno esperaría tener, y allí se siente (no demasiado) al asomarse desde arriba al vacío interior.



Luego hay un vértigo horizontal cuando uno desciende lentamente la rampa (que no describe una hélice inscrita en un cilindro, sino en un cono invertido). La sección de la rampa no tiene pendiente transversal, pero yo la sentía.



Y luego está el vértigo vertical ascendente, también asomándose al vacío central, pero hacia arriba, hacia la cúpula de luz que le impresionó tanto a Borges.



Wright en el Guggenheim es un maestro de vértigos.

Otro tema que apunta Borges es su temor a que la rampa termine abruptamente. Nada de eso. El maestro hace un remate final, un pespunte. Da la vuelta, vuelve la rampa sobre sí misma y soluciona el difícil asunto del fragmento de un infinito (asunto que también fascinaba a Borges). La rampa del Guggenheim no es un trozo de infinito cogido al azar, sino un ente completo y terminado, rematado y resuelto.

martes, 17 de agosto de 2010

El esmero de Mies

El arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe dijo que la arquitectura empezaba en el momento en que se ponían dos ladrillos con esmero uno junto al otro. Casi podríamos decir que para él la arquitectura empezaba y terminaba ahí. Nunca quiso enredarse (públicamente) con disquisiciones filosóficas (aunque se interesaba mucho por la filosofía) ni entró en discusiones estéticas, ni siquiera funcionales. Sólo le interesaba la construcción. (Eso decía él, pero creo que no es del todo cierto. Le interesaba la metaconstrucción, la sublimación de la construcción).
Mies no fue un arquitecto funcionalista ni racionalista. En sus edificios no le interesa nada la función. Mies fue platónico.
Curiosamente, Mies no se hizo nunca una casa para él. Estuvo años viviendo en un hotel en Chicago. Sus casas no eran “máquinas para vivir”, sino templos. Vivir, vivir, se vivía mucho mejor en los hoteles.
El esmero de Mies es fanático, paranoico, maniático, pero es que su arquitectura es igualmente maniática.
Cuando empezó, su obra era correcta y esmerada, limpia. La obra de un artesano que había aprendido el oficio como aprendiz de cantero y de estucador, y que tenía un talento innato para construir limpiamente. Sin más.
Pero a medida que pasó el tiempo Mies dejó de ser un arquitecto para convertirse en un ser sobrehumano, heroico, capaz de crear arquetipos que estuvieran al otro lado del mito de la caverna.
Mies hace una casa y se propone que sea un paralelepípedo de vidrio y acero. Eso sería una tontería (como tantísimas secuelas que vemos por doquier) si el desafío no llegara hasta el final: Una caja pura. Esto es, una estructura vista de acero cuyas soldaduras no se vean. ¿Es eso posible? No. Pero Mies lo ha hecho.

Cuando fue profesor en el IIT, empezaba por enseñar a sus alumnos a afilar el lápiz. Decía que era la lección más importante. Les ponía a afilar y luego tenían que trazar diez paralelas en un milímetro. Al cabo de un año conseguía que la unión de dos líneas en ángulo recto (¿es que hay otro ángulo?) fuera perfecta.

Mies hizo que los estores enrollables del edificio Seagram tuvieran sólo tres posiciones: subidos del todo, bajados del todo y a la mitad. Y esto tras duras negociaciones. No podía tolerar que el capricho de los usuarios restara orden a su obra. Le habría gustado que a cierta hora todas las cortinas del edificio estuvieran abiertas, a otra hora cerradas y a otra a la mitad, pero eso no lo pudo conseguir, y tuvo que soportar el caos y el desorden de que cada uno hiciera con su estor (y con la luz eléctrica) lo que le apeteciera.


Mirad, mirad las tres posiciones:


Los tornillos de los junquillos de las carpinterías tenían que estar en la misma posición, todos con las ranuras de las cabezas paralelas al vidrio. Y si eran de estrella, la cruz tenía que ir en la dirección de la estructura: paralela y perpendicular a fachada.
La famosa silla Barcelona tiene un cruce que no me explico. Hay por ahí una versión barata en la que se ve el pegote, pero en la buena no se ve nada. Iba a escribir “no se ve un fallo”, pero recapacito en que “no se ve el cómo”. Ya la mera materia es un fallo para Mies; por eso dije antes que Mies no es constructor, sino metaconstructor, constructor metafísico. Yo no consigo entender cómo está hecha la maldita silla, porque si las pletinas se cruzaran, si estuvieran soldadas, se vería algo por algún sitio, y no se ve nada de nada.


Mies no es sólo el arquitecto del esmero. Lo suyo no es esmero. Mies es el hombre cabreado con Platón que no acepta que sus obras sean pálidos reflejos del arquetipo, y que construye el arquetipo. Los pálidos reflejos los hacen los arquitectos de todo el mundo parodiando su estilo, pero sin su irreductible locura transplatónica.