viernes, 28 de diciembre de 2018

Un éxito inesperado

Para despedir el año, y como hace mucho tiempo que no hablamos de jazz, quiero mostraros una pieza mítica que seguro que conocéis todos.
Incluso a quien no sepa nada de jazz le sonarán los primeros compases de esta pieza, y a quien no le vaya mucho este tipo de música es casi seguro que esta le agrade. (Al menos los primeros cuarenta y cinco segundos).
Tiene "algo". Escuchadlo. Seguro que ya la conocéis. ¿Qué tiene?


Tiene varias cosas raras: La primera y fundamental es que su compás es un 5/4, una cosa bastante extraña, y desde luego insólita en el jazz.
La segunda, que tiene mucho que ver con la primera, es que ese saxofonista parece un funcionario del catastro, el batería un agente de seguros y el pianista un profesor de matemáticas.

En realidad, el pianista, Dave Brubeck, lider de este cuarteto, empezó a estudiar veterinaria antes de decidirse por la música. Tuvo formación clásica y su orientación hacia el jazz vino muy mediatizada por sus estudios.
Estamos hablando, por lo tanto, de un jazz culto, un tanto cerebral, sofisticado.


Todo esto que digo tiene mucho de racial. Os he dicho que me choca el aspecto de los músicos porque son blancos. (El contrabajista, Eugene Wright, es de raza negra, y esto es otro detalle muy interesante, ya que Dave Brubeck fue un pionero en las bandas de integración racial, lo que en su momento tuvo una enorme importancia: tomar a las personas por su valía y no por su raza, y todo ello en un tipo de música tan racial como el jazz y en un ambiente tan racista como el de los Estados Unidos).

(Aclaro: No es que me choque tanto el aspecto de los músicos por su raza como por su pinta de oficinistas o de profesores un tanto grises).

El compositor de esta pieza, Take Five, fue Paul Desmond, otro músico culto y cerebral, que conoció a Dave Brubeck en el ejército, durante la Segunda Guerra Mundial. Se hicieron amigos y desde entonces tocaron juntos habitualmente.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Bienaventurado el que lee

Bienaventurado el que lee.
Apocalipsis, 1, 3.


Alguien ha dicho esa frase en la radio y me ha encantado. Me ha encantado porque yo leo (sí, mucho menos que de adolescente y de joven, pero aún leo) y quisiera ser bienaventurado por ello. Mejor dicho: Me siento bienaventurado por ello.

En la radio han dicho que así empieza el Apocalipsis: "Bienaventurado el que lee", y me ha gustado tanto que un libro tan terrible empezara con esas bellísimas palabras que he ido a consultarlo por ese prurito tiquismiquis de atesorar la cita exacta.

Qué plancha: Lo primero es que el Apocalipsis no empieza así, sino que eso lo dice nada menos que en su versículo tercero, y, como diría Walter Burns, el director del Chicago Examiner en Primera Plana, ¿quién llega hasta el versículo tercero? Pero eso da igual. Lo peor peor es que ese versículo dice justo lo contrario de lo que me habían sugerido en la radio.

Lo que dice el versículo tercero del primer capítulo del Apocalipsis es: "Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y los que observan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está próximo"(1). Es decir: Bienaventurado quien lee ESTE LIBRO, y quien escucha al que lo lee (en las asambleas), y quien observa (es decir: guarda y cumple escrupulosamente)(2) lo que hay escrito en él.

Y, naturalmente, eso es justo lo contrario que celebrar los libros y la lectura, porque muchísimo peor que no leer nunca nada es leer un solo libro en el que se considera que reside toda la verdad. Leer y releer un solo libro (el que sea) es estúpido y peligrosísimo.

No: Por el contrario, quienes leemos amontonamos libros, nos sumergimos en ellos caóticamente, sin orden, por mero impulso, por pura ansia. Y nunca tenemos bastante.

Libros en doble fila, libros horizontales haciendo cuña, libros
de canto, libros buenos y malos, baldas combadas... el paraíso.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Parecer listo

A mí lo que me pasa es que en ciertos ambientes y ante ciertas personas parezco listo. Y culto. Bastante más de lo que soy. Eso es una bendición, la verdad.
"Cría buena fama y échate a dormir". El caso es que te tomen por inteligente, aunque no lo seas.

Hace muchos años vi una película que se titulaba Bienvenido, Mister Chance. Recuerdo que consistía en que a un jardinero con muy escaso cociente intelectual lo tomaban por error por una eminencia. Hacía carrera y acababa siendo consejero del presidente de los Estados Unidos.


La cosa consistía en que cuando este pobre hombre decía cualquier tontería, los demás, suponiendo que era un genio y que hablaba con segunda intención, o alegóricamente, le daban vueltas a lo que había dicho y lo interpretaban como una genialidad.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Contra la arquitectura

No hay escritor-pensador que se precie que no acabe escribiendo un artículo o incluso un libro entero contra la arquitectura contemporánea, y, si lo leemos con atención y amplitud de miras, veremos que es contra la arquitectura. Así, en general: contra la arquitectura como disciplina, como ocupación, como forma de ver las cosas, como pretensión, como plástica. Como todo. Contra la arquitectura.

Alegoría de la Arquitectura en la fachada del Museo del Prado, Madrid.
Obra de Valeriano Salvatierra, o de Francisco Elías, o de José Piquer y Duart,
o de Francisco Pérez Valle, o un poco de todos ellos. 1830-1852.
La foto de base es de Rafael Gómez. Los tachones rojos son míos.

No quiero citar nombres porque son muchos (y además porque no quiero "linkarlos" ni "hastagearlos" aquí; no me apetece nada), pero es fácil identificarlos. No falla: Si han destacado en tertulias televisivas o radiofónicas, si han entrevistado por extenso a un futbolista retirado en una revista cool, si son expertos en la literatura española de postguerra, si han publicado un ensayo sobre la despoblación del campo y el éxodo a las ciudades, si se han distinguido como hábiles críticos de la política internacional, si han escrito libros de ética, si han publicado reseñas de jazz... no falla: Acabarán despotricando de lo inhumana que es la arquitectura moderna, de lo fea que es, de lo alienante, agria, cara, horrible... De que produce granos, impotencia, alopecia, miopía, sarna y dengue en quienes la padecen y, sobre todo, en quienes la ejecutan.
(Bueno, en realidad quienes la ejecutan ya venían con todo eso de serie. Por eso son tan mala gente, tan hijosdeputa, y su mayor afán es propagar sus taras).

Se culpa al arquitecto, a su ego, a su vanidad, a su inconsciencia, a su avaricia, de todos los vómitos de acero cortén que arruinan nuestras vidas, de todas las rotondas con osos gigantes de gominola (aunque no sean cosa suya) y de todos los volúmenes inclinados al borde del Cantábrico, en una zona que fue tan señorial y tan bonita. Se le culpa de destrozar hipódromos históricos con ampliaciones de color caca. Se le culpa de fabricar hornos de pan en plena Plaza de Oriente de Madrid, de hacer iglesias que parecen trasteros y casas que parecen frigoríficos, de acabar con aquel mundo tan bonito y anacrónico del romanticismo. Se le culpa de haber interpuesto su criterio, su trabajo, su habilidad, su determinación, entre el ojo del paseante y el paisaje construido. En definitiva se le culpa del delito de lesa arquitectura y, prácticamente, de lesa humanidad.

Algunos de estos aguafiestas criticones saben de otras cosas, pero de arquitectura no tienen ni idea. Sin embargo, compruebo que otros sí que saben del asunto, y mucho. Es solo que no les gusta, que no lo soportan.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

El precursor atrasado

A Miguel Barahona, gracias a cuyas indica-
ciones y advertencias pude hacer esta visita.


He estado unos días (muy pocos) en Praga y he aprovechado para visitar la Villa Müller, de Adolf Loos.
No sé muy bien qué decir, pero al mismo tiempo tengo una especie de necesidad de decir algo de ella.


Está en un barrio muy agradable, a pocos kilómetros al oeste del casco histórico, en una cota elevada desde la que este se ve estupendamente bien.

La casa ha sido restaurada y está muy pero que muy bien cuidada. (Esto daría para otra entrada: El orgullo de cuidar y exponer el patrimonio).

Esta villa es una de las que mejor exhiben la idea loosiana de raumplan: Esa palabra significa plano espacial, y consiste en que los niveles de suelo y techo de cada planta no son constantes. Es decir: Un salón y un comedor están al lado, pero para pasar de uno a otro se suben tres o cuatro peldaños. Cada habitación tiene la altura que necesita.
En unos puntos sube o baja el suelo. En otros el techo.
De este modo, cada habitación tiene su expresión, su luz, su altura, sus vistas, su espacio, y la casa no es una superposición de plantas como las rebanadas de pan de un sandwich, sino una especie de tetris en el que cada pieza encaja de forma quebrada o irregular con las demás.






Como arquitecto friki la casa me gustó mucho. Vamos, quiero decir que me gustó mucho la sensación triunfal de haber cruzado media Europa para llegar a la puerta (fuera del cogollo de Praga) a la hora prevista (pues había que reservar la visita y mi mujer y yo lo habíamos hecho semanas antes del viaje)(1).
Hay un poco de no creérselo del todo. Qué bien. Todo ha salido bien. Aquí estamos, finalmente. Eso os parecerá una tontería, pero para mí no es lo menos importante. He llegado a tiempo, ha coincidido el espacio y el tiempo para rendir el rito y el culto necesarios a la Arquitectura. Podemos proceder.