martes, 23 de junio de 2015

Cero en arquitectura

El número cero nos parece algo tan obvio que no nos imaginamos vivir sin él. Forma parte de nuestra forma de contar, de numerar, de entender el mundo y de vivir, y nos parece algo consustancial con nosotros, elemental y evidente. Sin embargo es de una sofisticación extrema.
Los griegos y los romanos, que eran tan listos, jamás intuyeron su importancia. El cero era la nada, la no existencia. Por lo tanto, no servía para nada y no se tenía en cuenta. Bueno: Ni los griegos, ni los romanos, ni los cristianos medievales... Hasta hace cuatro días no lo hemos adoptado en nuestras vidas.

¿Qué es para nosotros el cero? El vacío, la nada. Sí. Pero sobre todo es un hueco.
(Y ahí entendemos hueco como sitio -hacer sitio-, como espacio, como vacío, como casilla, como...).
Mejor lo diré con un ejemplo: El 0 no es nada, pero no es lo mismo el 0 de 106 que el de 160, ni tampoco es lo mismo que no lo haya: 16. Tampoco son iguales 1600 y 10000000006. Las cifras significativas de estos ejemplos son el uno y el seis, pero no podemos decir que el cero no sea nada o que no sirva para nada. El cero tiene el inmenso poder de poner al uno y al seis en distintos sitios, y con valores muy diferentes.

Piet Mondrian, Composición en rojo, azul y amarillo.
(Podríamos ver el blanco como cero que sirve para
"colocar" al amarillo, a los rojos y a los azules)

sábado, 20 de junio de 2015

Quinientas mil visitas

Se dice pronto, pero es algo inconcebible: Este blog, desde su creación, ha tenido medio millón de visitas.


¡Medio millón! ¡Qué barbaridad! Hace cinco años casi exactos que lo inauguré -los cumple el cinco de julio-. Lo creé en el peor momento profesional de mi vida, y en uno de mis peores momentos personales. Lo hice como desahogo, como válvula de escape de mis tonterías. No podía ni sospechar que iba a suscitar tanto interés.
Siempre lo digo: Cada vez que escribo una entrada me pregunto si seré capaz de escribir otra, porque no tengo nada más que decir ni que contar. Claro que, por otra parte, el ritmo y la cadencia son infinitos. De lo que se trata es de estar siempre contando lo mismo, de afrontar cada nuevo día con las novedades que traiga, pero con las obsesiones y manías de siempre.
Soy consciente de que mucha de la gente que entra aquí lo hace por error, y otros cuantos ojean un poco las imágenes, leen diez o doce palabras y se van. Pero también sé que algunos leéis los textos con interés y con placer, y me escribís mensajes por correo electrónico y por otras vías, y me demostráis un cariño que no me veo capaz de asimilar ni de comprender, pero que agradezco muchísimo.
Muchas gracias a todos. De corazón.
Aun con esas salvedades de gente que entra por error, o que queda decepcionada en los primeros segundos pero cuya visita deja involuntaria constancia en el contador, quinientas mil son una barbaridad para un blog como este, estrictamente personal y solitario, y no soportado por ningún medio, asociación, organismo ni nada parecido.
Empecé este desempeño creyéndome una voz que clamaba en el desierto, pero ha resultado que el desierto estaba lleno de amigos.


Nota.- He cometido el error de hablar de cantidades -en este caso quinientos mil visitantes- sin referirlas a campos de fútbol, como es preceptivo desde la aprobación del R.D. 32/2012 por el que se establecen las "Condiciones para la Intuición de Magnitudes por Referencia a Estadios Deportivos" -el CIMRED-. Corrijo ahora mismo el imperdonable error. Puesto que el aforo del Estadio Santiago Bernabéu -¿cuál si no?- es de 81.044 forofos, vosotros lo habéis llenado hasta los topes seis coma diecisiete veces, o, si no os gustan los decimales, seis veces y os habéis quedado fuera 13.736 esperando la séptima, y no para verme meter goles, sino para escuchar mi perorata. Qué pasada.
(Todavía impresiona más pensar en el Teatro Real de Madrid, cuya sala principal tiene un aforo de 1.746 espectadores. Lo habéis llenado doscientas ochenta y seis veces y un tercio. Pero mejor es que no haga alharacas ni saque pecho por ello: Tengo que reconocer que la mayoría habéis salido zumbando antes de que la gorda soltara el primer gorgorito).
Muchas gracias y muy afectuosos abrazos a todos. De verdad. Vosotros me dais la fuerza y la alegría para seguir escribiendo.

domingo, 14 de junio de 2015

Diez películas que todo arquitecto debería ver

He visto estos días un artículo titulado "Las 23 películas que todo arquitecto debe ver" y otro titulado "10 películas que todo estudiante de arquitectura tiene que ver". Ante las dos listas he pensado lo mismo: "Menudo rollo". Yo no sería capaz de verlas todas. Me aburriría bastante.
Hay alguna que he visto y me ha gustado, pero no me atrevería a meterme entre pecho y espalda tanto documental encomiástico y monotemático. Si un arquitecto o un estudiante de arquitectura, además de la desgracia que ya lleva encima tiene que castigarse con estos filmes apañado va. Pobrecillo.
Fiel al lema de este blog, "quien sólo sabe de arquitectura no sabe de nada, ni siquiera de arquitectura", no me parece bien que los arquitectos tengamos que ver películas sólo de arquitectura y para arquitectos, leer libros sólo de arquitectura y para arquitectos, contar chistes sólo de arquitectura y para arquitectos, tener sólo amigos arquitectos y, en definitiva, no salir jamás del opresivo círculo de la arquitectura.
Por eso, yo me atrevo a proponer diez películas que creo que todo arquitecto (y todo médico, y todo sexador de pollos) debería ver. Es decir: "Diez películas que todo ser humano debería ver".
Por supuesto que todo ser humano debería ver cientos, miles de películas. Yo aquí le propongo diez que creo que no debería perderse, pero no quiero decir que estas sean las diez mejores de la historia. En otro momento podrían salir otras diez, y en otro, otras diez. Y así. De lo que sí estoy seguro es de que estas diez merecen ser vistas. Hay que verlas.
Todas son muy famosas, y seguro que ya las habéis visto. Pero si os faltan una o dos id corriendo a verlas, y si habéis visto alguna hace mucho y la tenéis borrosa, vedla otra vez.
En todo caso, no titulo esta entrada: "Las diez...", lo que parecería afirmar rotundamente que tienen que ser éstas y sólo éstas. Lo dejo en "Diez...", que significa diez entre miles. Tampoco digo: "debe ver" ni "tiene que ver", como en los dos ejemplos que he señalado al principio, sino "debería ver", que lo deja en un condicional posibilista o tal vez sólo posible. (Y en todo caso tímido).

Con mi amigo Emilio llevo hablando de cine desde que nos conocimos en la ETSAM, hace treinta y ocho años. Tenemos gustos parecidos o, por lo menos, compatibles. Durante años estuvimos pensando seriamente en escribir un guión para un corto. Pasamos mucho tiempo trabajando febrilmente de esta guisa:
-Tenemos que hacer un guión para un corto.
-Sí.
-Sobre una boda. La ceremonia, la salida de la iglesia, los invitados y el banquete.
-El banquete.
-Sí. Sobre todo el banquete.
-Tenemos que hacerlo.
-Sí.
Ese diálogo se repitió muy a menudo, pero no pasaba de ahí. No obstante, en nuestra conciencia queda la idea de que casi estuvimos a punto de escribir un guión para un corto. Sobre un banquete de boda. (Bueno, sobre una boda, pero haciendo hincapié en el banquete). Y, eso sí, de lo que estamos seguros es de que habría sido un corto buenísimo. Los dos sentimos mucho que la humanidad se lo haya perdido. Aunque todavía hay tiempo.
-Tenemos que hacer un guión para un corto.
-Sí.
Aparte de este frustrado guión (la industria del cine es muy difícil; nadie te abre puertas, sobre todo si sólo tienes hecho lo que digo), hemos pasado muchas horas hablando de cine.
Por eso, y porque me fío muchísimo de él, le he pedido que escoja diez películas según lo que estoy diciendo: Que no esté angustiado dándole vueltas, sufriendo por si se queda fuera alguna magnífica película (se tienen que quedar miles). Que no sea su lista definitiva de las diez que más le gustan. No. Sólo una lista de diez maravillosas películas.

Al cabo de unos días (se lo ha pensado bien) me ha mandado la lista, y resulta que sibilinamente ha buscado películas que sí son de arquitectura (leches). No obstante, son diez películas que todo ser humano debería ver. En cada una os transcribo entre comillas lo que me ha escrito Emilio (no se puede ser más lacónico, y encima se despide diciéndome que le ha quedado muy largo) y luego digo alguna cosilla, pero poco, porque sí que queda largo para el blog.
Me las ha dado en este orden, que creo que no implica calidad, sino que había que ponerlas en alguno.

1.- El apartamento. (The Apartment, 1960. Dir. Billy Wilder).
Me dice Emilio: "Obvio, ¿no? Y además te lo dije". Sí: Fue la única película que me dijo a bote pronto cuando le propuse esto. Pero ahora no me dice más.
Comentaré muy brevemente que esta es aparentemente una comedia, pero una de esas comedias con muy mala leche. (Recordad que Billy Wilder tenía cuchillas de afeitar en el cerebro). En realidad es un drama romántico, que habla de un pobre hombre cuya mayor pobreza consiste en someterse para medrar, como hacemos todos de una forma u otra. Hasta que se harta de ser tan miserable y se convierte en "todo un hombre".
Arquitectónicamente resalto el espacio de la oficina, sabiamente creado por el decorador Alexandre Trauner, que partió de un espacio realmente grande, pero él lo hizo inmenso a base de ir disminuyendo el tamaño de los muebles según iban formando las filas, creando así una falsa perspectiva forzada -también con el techo- muy agorafóbica, que subraya el peso insignificante del individuo en la gran compañía.
En cuanto a ser soltero y disponer de apartamento, parece la esencia de la libertad, pero aquí no es así.


miércoles, 3 de junio de 2015

Perspectiva y arquitectura moderna

La palabra perspectiva viene del latín per (a través, por medio de, por) y specto,-are,-avi,-atum (contemplar, mirar). Podríamos decir "por medio de la mirada" o "por lo que veo", o algo así. No me sale. Me voy al DRAE.
Hay varias acepciones. Me interesa ahora sobre todo: "conjunto de objetos que desde un punto determinado se presentan a la vista del espectador...", "punto de vista..." y "visión [...] favorecida por la observación..."
Otras acepciones hablan de las técnicas de dibujo para representar los objetos "en la forma y disposición con que aparecen a la vista".
Todas las definiciones se refieren a la visión del individuo y a su punto de vista. De todo ello se deduce que la perspectiva es subjetiva, y que cada individuo tiene la suya.

Abraham Bosse, Les Perspecteurs, 1648
Biblioteca Nacional de Francia

En este dibujo se muestra lo que es obvio: que cada individuo ve lo que ve y lo hace desde su punto de vista. Me gusta el título: Les Perspecteurs (Los Perspectivistas, o Los "Perspectiveros", si se me admite el palabro).

La arquitectura "neoclásica", "académica", "etcétera" tenía un punto de vista privilegiado, principal, desde donde se debía ver el edificio. Si se veía desde otros puntos no valía, no era una vista buena.
La composición "neoclásica" ("académica", "etcétera") confiaba en un edificio "absoluto" y en unas perspectivas de ejes, centros, etc, "absolutos". Es decir: La gente tenía que ver el edificio, las avenidas, los jardines, las composiciones, desde los puntos de vista previstos para conocer su realidad objetiva y absoluta, su geometría indiscutible, que no dependía de las percepciones subjetivas de los espectadores.
(Nota.- Con los griegos y los romanos esto no es exactamente así. Por ejemplo, en la Acrópolis de Atenas tenemos edificios simétricos y frontales -y no todos-, pero dispuestos de manera "orgánica", atentos a la percepción móvil de los fieles. Ya hablaremos de esto algún día. Los clásicos nos sorprenden a menudo con formas de pensar poco "clásicas").

Puerta de Brandenburgo. Berlín.

Museo del Prado. Madrid

Los Inválidos. París

En la arquitectura y el urbanismo llamémoslos "clásicos" (en este contexto, y para la intención de hoy, englobo clasicismo, renacentismo, barroquismo, neoclasicismo, etc), como digo, el objeto es la realidad indiscutible. La composición se hace con ejes, simetrías, vistas frontales, etc. El individuo no cuenta, y su percepción tiene que ser la correcta, la prevista.