A cuento de mi penúltimo post y del acertado comentario de Pablo, elijo el edificio del Caixa Forum de Madrid, de los arquitectos suizos Herzog y de Meuron para comentar algunos temas recurrentes en mi monótono bullebulle mental.
Lo primero que he de decir es que estos dos arquitectos se distinguen por su elegancia, su buen criterio con los materiales, su rigor geométrico y su capacidad de "gestión" (quiero decir organización, optimización de recursos, etc, entiéndase como se quiera). Son arquitectos serios, competentes y fiables.
En el caso de Madrid optan por una solución espectacular ligada al encargo mismo. Solución espectacular para una arquitectura espectacular. Aunque la arquitectura-espectáculo normalmente me da alergia, en este caso no tengo nada que objetar. Hay edificios cuya función principal es ser un estandarte y llamar la atención. Este es uno de ellos: La Caixa no hace un edificio para montar exposiciones de Vlaminck porque sí. La condición de partida del encargo arquitectónico es que se note. Al menos hay que reconocer que Herzog y de Meuron no gritan histéricamente como otros, ni agitan ostensiblemente los brazos.
A todo esto, hay un punto de partida envenenado. Todo procede de que se quemó una estación eléctrica que había quedado desubicada en pleno Paseo del Prado, y quedó destruida e irreparable. Se optó por hacer una nueva central bajo la cuesta de Moyano y abandonar la cochambrosa nave de ladrillo.
Aquí viene la primera duda: ¿La nave de ladrillo estaba catalogada y protegida? (Me lo pregunto: No lo sé ni tengo muchas ganas de buscarlo en San Gúguel).
Porque la brillante (y caprichosa, y espectacular, y superguay) solución es levantar la nave existente, dejarla colgada en el aire y marcharse. Ahí se queda, como el borde del mar que levanta el niño en aquel cuadro de Dalí, y el que quiera entrar, el que se atreva, que pase por debajo, casi agachándose. Es el David Copperfield de la arquitectura urbana. (No me refiero al de Dickens, sino al ilusionista hortera).
Si la nave estaba protegida, habría que preguntarse por qué. No deja de ser una insulsa obra de ladrillo, muy propia de su época, sin otro valor que el "tipológico", que, por cierto, ha quedado completamente destruido y adulterado. Si estuviera protegida, digo, habría que preguntarse por qué se protegen estas cosas y se derriba la pagoda de Fisac. Si hubiera estado protegida, añado, menudo gol que les han metido Herzog y de Meuron a los vigilantes del patrimonio. Vaya golazo.
Y si no lo estaba, entonces fueron los suizos los que buscaron el desafío porque sí, el "más difícil todavía", el ilusionismo Copperfieldiano para dejarnos a todos con la boca abierta. Lo decía el otro día: enormes recursos técnicos capaces de realizar cualquier cosa porque sí y para epatar.
Manierismo, tardomanierismo, disparate. ¿Por qué? Por lo que decía Pablo en su comentario: porque es cachondo. De acuerdo. Cachondo lo es un rato. Y reconozco que la especial "funcionalidad" del edificio, su razón de ser y su misión principal es "ser cachondo", y además añado que estos tíos tienen gracia, y además que su desafío es impresionante. Pero eso no contradice nada, creo yo, de lo que decía el otro día.
(Se me hace muy largo lo que llevo. Seguiré con el tema. La cosa sigue. Quedan más elementos epatantes).
No hay comentarios:
Publicar un comentario