La guapísima, mandibulísima, caballunísima y sonrientísima Michelle Obama ha elegido la ciudad más siniestra de Europa para pasar unos días de vacaciones. Allá ella.
Mira que tenía dónde elegir. Pues nada. Se ha ido a Marbiellia cual fulgurante moza vocinglera de la prensa de picar carne.
La gente, naturalmente, se ha mostrado claramente partidaria. Me hizo gracia un grupo de personas, que la jaleaban como Micaela.
¡Cuánto le hubiera gustado esta visita a Jesús Gil! Habría metido a Michelle en la piscina de burbujas (sin instalación de hidromasaje) y la habría intentado magrear. Michelle se reiría con esa risa suya tan encantadora, y Jesús Gil le diría aquello de “if yu sei blac, yu ar blac blac blac, an very güel, yu ar blac” (¿os acordáis?), y habría renovado su mayoría absoluta por décima quinta vez.
Pues la Micaela se ha lucido. Se ha elegido el hotel más hortera de la ciudad más hortera de Europa. (Iba a decir del mundo, pero está Las Vegas). No es de extrañar que tanto Marbella como Las Vegas sean el brillante fruto de la corrupción, el paraíso de la mafia.
El hotel fue el palacete de capricho de uno que ansiaba una villa toscana. ¡Pues muy bien! ¡Pues claro que sí! Siempre ha habido chulos que han querido hacer lo que les daba la gana donde les daba la gana. Pues muy bien. Benditos sean, y nosotros les miramos embobados y babeando de envidia. ¡Un palacio toscano del siglo quince en la Mierbella del siglo veinte! ¡Pues claro que sí! ¡Pues lo que tú quieras!
¿Cómo nos dicen en la tele que el hotel es buenísimo? Muy sencillo: La habitación más cara cuesta 5000 euros/noche. Siempre confundimos valor y precio.
¡Qué hartón! ¡Qué aburrimiento! ¡Qué horterada!
¡Qué contentos estamos todos! ¡Qué cartelón! Berlanga se quedaba corto.
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