jueves, 15 de agosto de 2013

El bailón solitario

(Dedicado a Javier Ibarrola)
(Dedicado también a Ana Moreno, experta en De Stijl y seguidora de este blog)

El otro día mi colega y amigo virtual Javier Ibarrola colgó en Facebook esta magnífica foto:


Es el pintor Piet Mondrian con su cuadro Broadway Boogie Woogie.
Me pareció una foto fascinante y la comenté con entusasmo. (Entusiasmo que aún me dura, y me da fuerza para acometer esta entrada).
Creo que la foto plasma plásticamente una vida entera (a punto de terminar: Mondrian murió al año siguiente de terminar este cuadro).
Le veo como fue siempre: serio, preciso, solitario. Adivino que lleva corbata (no se le ve, pero quiero verla) y que pinta con la meticulosidad de un colibrí, sin mancharse. La bata sólo tiene manchas en la zona del abdomen, entiendo que de mover los cuadros y de apoyarse en el borde inferior del caballete, pero apenas hay otras (dos muy pequeñas en la manga izquierda).
Sujeta un cigarrillo entero y, al parecer, apagado, e inclina levemente el cráneo hacia adelante, para mostrarnos su nítida calva.
Los zapatos están bien lustrados y dan una impresión de limpieza y cuidado, como toda su persona y toda su obra.
Contaré dos o tres datos muy brevemente. Se podría decir mucho más, e incluso hay quien lo hace, pero este no es el lugar adecuado para ello.
Tan sólo evocaré a Theo van Doesburg y a Piet Mondrian (con otros, pero estos dos fueron los pilares) fundando el movimiento De Stijl y juramentándose para respetar la abstracción y la pureza perfectas con varios principios inamovibles: La planitud de la pintura (no sugerir relieve ni modelado, sino potenciar su realidad plana); las rectas verticales y horizontales, en ángulo recto (con todo el simbolismo aplicable a la vertical y a la horizontal); los colores primarios (rojo, amarillo y azul) y los no-colores (blanco-gris-negro).
Todos empezaron a cumplir esos principios con aplicación, pero era una disciplina insoportable.
El culo inquieto de van Doesburg le hizo militar, mientras lideraba De Stijl, en todos los bandos enemigos, utilizando varios seudónimos simultáneos.
Pero es que van Doesburg, aparte de lo que hiciera clandestina y traidoramente en otros grupos y movimientos, en el mismo De Stijl comenzó a pintar con morados, marrones, verdes caquis... Algo insufrible para Mondrian, que tenía en su estudio un jarrón con tulipanes cuyos tallos pintaba meticulosamente de blanco para no ver el verde, y cerraba las contraventanas para no ver los árboles.
Y, todavía más: ¡Van Doesburg se permitió inclinar las líneas!
Por no hablar de los demás: Cada uno a su manera habían ido violando todos y cada uno de los principios sagrados de De Stijl. Pero Mondrian siguió, años y años, décadas y décadas, pintando cuadros que manifestaban su planitud, que tenían líneas verticales y horizontales y que sólo usaban los colores puros reglamentarios.
Cuando van Doesburg inclinó las líneas y las masas de color Mondrian dio esta delicadísima, elaboradísima, sutilísima respuesta:


Giraba cuarenta y cinco grados todo el Universo, pero en él sus líneas seguían siendo la vertical y la horizontal. Y los colores... Nada de esos morados, pardos, castaños que habían engatusado a su ex amigo. Nada de corrupciones. ¿Colores puros? Pues más puros todavía.
(Mencionemos de paso que al gran arquitecto Dudok el municipio de Hilversum le había provisto de una pequeña cantidad de dinero para que amueblara y decorara el edificio del Ayuntamiento con lo que mejor le pareciese, y compró este cuadrito. Que conste para los que dicen que Dudok no estaba al día de la vanguardia).
Nos quedamos con esa imagen: Todos los artistas de De Stijl saltándose a la torera las rígidas normas cada vez que les venía bien, y Mondrian solitario, meticuloso, disciplinado, pintando una y otra vez cuadros completamente ortodoxos. Había dado su palabra, y la cumplía todos y cada uno de los días de su vida.



En el año 1940 Mondrian pidió angustiosamente a unos amigos estadounidenses que le reclamaran, que le llamaran para invitarle a su casa. Emigrar a los Estados Unidos era casi imposible, a no ser que algún americano te llamara.
Así lo hicieron sus amigos y así evitó Mondrian la Guerra Mundial y pudo sumergirse en su laboratorio-monasterio, como el eremita solitario que era. Y así pudo seguir pintando líneas verticales y horizontales utilizando los colores primarios.
Pero la vitalidad de Nueva York le fascinó. Y sobre todo el Boogie-Woogie.
A Mondrian le entusiasmaba bailar. Cuando llegó a Nueva York, lo primero que preguntó a sus amigos fue dónde podía encontrar salones de baile.
En aquella época había salones de baile en los que, o bien se iba con pareja o bien se contrataba allí a una, pagándole por tiempo o por pieza bailada.
Los había de todo tipo, más o menos respetables, desde los que eran prácticamente academias de baile hasta los que eran prácticamente prostíbulos. (En éstos el baile era una mera excusa para entablar contacto con una chica).
No me consta que Mondrian se casase nunca, ni que tuviera novia ni amante alguna. Tampoco que fuera homosexual. (Si alguien tiene algún dato al respecto, que lo diga, por favor). Más bien me da la sensación de haber sido una persona a la que el sexo no le interesaba en absoluto.
Le veo caminando por Broadway, mirando las luces, el movimiento, el ruido de una ciudad milagrosamente viva mientras el mundo se moría en la guerra. Le veo caminando hacia la sala de baile en la que, con una concentración de ajedrecista, movía los pies señalando las corcheas galopantes y trazaba el compás de cuatro por cuatro sobre las baldosas.
Tal vez, en alguna ocasión, bailara con alguna muchacha tan sólo para comprobar el batido de cuatro pies coordinados con la trama rítmica del baile. Pero le veo con mucha mayor nitidez moviéndose solo, calculando los ritmos con geometría y con número, y, ya en su estudio, concentrándose durante dos años en pintar este cuadro:

Piet Mondrian, Broadway Boogie-Woogie, 1942-43

Un cuadro en el que da otro audaz giro a su trayectoria para, en el fondo, seguir siempre con lo mismo. Aquí las líneas ya no son negras, sino de colores. Pero siguen siendo verticales y horizontales, y los colores son los de siempre.
Sin embargo, quiero ver aquí, en el canto del cisne del pintor, una llamada a la "alegría intelectual", a la felicidad del bailón solitario que cuenta pasos como escaques de ajedrez y ejecuta giros y galopes como jaquemates.
Un bailón solitario que baila y pinta este cuadro a los setenta años y que cae muerto (si no feliz, al menos consolado y tranquilo) a los setenta y uno.
A él no le desearé jamás que descanse en paz, como a los demás muertos, sino que siga bailando.


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5 comentarios:

  1. No sé por dónde empezar... si por decirte que me fascina las cosas que escribes (y las que has escrito en otros sitios...ese libro que citas, qué título!) o por dónde.

    Mondrian siempre me ha parecido exactamente como le has descrito. Mucho más viendo su trayectoria pictórica figurativa inicial y su brusco cambio. Hubiera podido ser un flirteo con la vanguardia, como el de otros tantos. Pero no: llegó para quedarse y convertirse en icono del arte abstracto. Pero con una incansable búsqueda de la dinámica de las formas (y de las abstracciones) a través de la geometría pura.
    Ese cuadrito que comentas, ese giro del lienzo, me parece una obra intelectual maestra. Una respuesta de genio a los juegos de alguien que no le alcanzaba a la suela de los zapatos.

    Me ha encantado el texto, como ves. Quizá porque estoy con los pinceles sobre la mesa esperando que se seque la acuarela y sé que nunca alcanzaré a mirar a los ojos a esa gente. Pero busco el camino.
    Mondrian encontró el suyo para conectar con el universo. Yo ya me entiendo.

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    1. ¡Muchas gracias, Daniel! Es un auténtico placer escribir estas cosas para sentir una conexión con gente como tú. Es una sensación muy extraña de comunidad y contacto virtual. Me alegro que sientas que este texto te toca y te afecta de alguna forma.

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  2. José Ramón, me estaré quitando el sombrero todo lo que queda de año ante tu comentario y ante el cuadro inclinado 45º de Mondrian.

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    1. Muchas gracias, Wallace. Tu comentario me llena de alegría.
      (El cuadro 45º de Mondrian es algo extraordinario; es de una elegancia y una sutileza inconcebibles. Y también de una coherencia total con el resto de su obra).

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  3. Muchas gracias por la dedicatoria, José Ramón. Como siempre, es una gozada leer lo que escribes, aunque sea con tanto retraso.
    Parece que el bueno de Piet en estos últimos cuadros, como el de Victory Boogie Woogie que tiene también el giro de 45 º ya no era tan pulcro como en un principio. En este último que está en el Gemeentemuseum de La Haya, pega cinta aislante de colores, y ya no se preocupa tanto de no salirse de la raya.
    http://www.gemeentemuseum.nl/en/collection/item/4444#
    Gracias, de nuevo.

    Un saludo a todos.

    Ana Moreno

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