domingo, 29 de junio de 2025

Menudo Cristo

Una cosa que me llama muchísimo la atención es cuánto se aburre la gente y qué de cosas está dispuesta a hacer para que se le pase esa intolerable sensación. A mí el aburrimiento me parece muy bien, pero creo que siempre hay que tomárselo con paciencia y tranquilidad, y no con ese loco frenesí drogadicto de buscar nuevas excitaciones por todas partes.

Saco este tema porque leo que en Boadilla un grupo de pazguatos (y ojalá fueran solo eso) quieren hacer el Cristo más grande del mundo.

¿Por qué? Pues porque ha terminado la liga y en la tele no echan nada que les guste. Y tampoco se van a poner a agarrar un libro a estas alturas.

Hay vecinos que han protestado, pero al parecer, como se trata de una iniciativa privada nadie puede decir nada, aunque vayan a hacer esa cosa en un terreno público (que leo que es zona verde). Al fin y al cabo los terrenos públicos son para eso, ¿o no? Y más si son zonas verdes. En una zona verde se puede poner una escultura. Eso todo el mundo lo sabe.


Según voy leyendo sobre sus promotores, la cesión de suelo por el ayuntamiento, la gestión, el propósito... la cosa me va gustando cada vez menos, pero no puedo entrar ahí porque no tengo datos y no puedo juzgar supuestas intenciones espurias, así que me limito (que es a lo que iba) a opinar solo sobre el espurio concepto de "monumento", "escultura urbana", "zona verde", "arte", "espiritualidad" y cosas de ese tipo, y sobre el espurísimo gusto y la espurísima fe de los pardillos (quiero decir de los fieles) que están poniendo la pasta, que por ahora (27 de junio de 2025) suma 108.206 € de los 17.000.000 € en que en principio lo han presupuestado.

El Cristo va a medir 37 m de altura, siete más que el de Río de Janeiro y uno más que el de Encantado (que se hizo precisamente para batir al de Río de Janeiro). En definitiva, esto es una carrera a ver quién la tiene más grande. La fe.

Por supuesto, un monumento tan grande será hueco y visitable. No sé si ver en ello algo un tanto pseudoeucarístico o meramente gore y siniestro. E incluso un pelín porno, en cuanto que recuerda el famoso chiste de Woody Allen sobre su lamentable vida sexual: "La última vez que estuve dentro de una mujer fue cuando visité la Estatua de la Libertad".

Tendrá un corazón dorado de seis metros que subirá y bajará. Y latirá. (Creo que no será un ascensor para el público). De las llagas saldrá luz. Y yo no sé cuántos disparates más.

Visto en sección parece que está arrodillado, pero en la infografía se ve que está de pie, como brotando de la tierra, al modo de los hombres del bancal de Amanece, que no es poco.

Como digo, todo eso me parece de pésimo gusto. Es un sucedáneo de la fe. La fe no pide esas barbaridades. Un ejercicio kitsch, de arte falso, espiritualidad falsa y mucho efectismo. Una especie de obscena pornografía y además un cuento de terror. Algo profundamente anticristiano. No sé. Me da muchísimo repelús.

Y ya, encima, miro la horrible representación gráfica de la sección y los ojos (culpa mía, vale, lo reconozco) se me van a ese señor a quien marco con una circunferencia roja:

¿Está sentado en el mismísimo ano divino? ¿Es mi mente sucia? Seguramente, pero ya pienso que qué buen sitio para poner los aseos y que un inodoro coincida justo ahí. Y entonces ese fiel sí que estará teniendo una especie de verdadera experiencia mística.


Vale. Pido perdón. Pero no puedo evitar verlo. Y además han empezado ellos. Yo estaba tan tranquilo.

De nuevo la ética y la estética. Todo coincide, y se cumple. Un espacio verdaderamente religioso es otra cosa. Vamos, es que pienso en San Baudelio de Berlanga, por ejemplo, y me emociono. Esto, por el contrario, es una falsificación, una impostura, una falta de todo. A algo tan profundamente kitsch y zafio en lo conceptual y en lo formal va asociado algo vacío y absurdo, por no añadir que también muy turbio, en lo político y en lo social. También eso es una constante: la facilidad de fascinar a los simples con cualquier truco desproporcionado. El trilerismo estético.

Todo esto es fruto del optimismo tonto (a lo mejor todo optimismo lo es) de la gente. Vivimos en el mejor de los mundos. Todo está lleno de cosas divertidas. No necesitamos cuestionar nada ni pensar; solo dejarnos llevar por el show perenne.

Estamos acostumbrados a esta situación. Si le enseñamos a alguien ajeno a la arquitectura y a la adecuación del diseño el gimnasio del Colegio Maravillas de Madrid, por decir un ejemplo sublime, se sorprenderá muchísimo por que nos emocione una cosa tan sosa y tan tonta, pero babeará ante cualquier superficie alabeada, cualquier voladizo disparatado y caprichoso o cualquier inclinación exagerada que se aparte de la vertical. Aman la exhibición circense, el desafío pintoresco. Para ellos eso es el verdadero arte. Así que no es de extrañar que también para ellos esta sea la verdadera fe. Todo concuerda.

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