domingo, 22 de agosto de 2021

Friki, maniático y a lo mejor un poco tonto

(Entrada agosteña: Muy ligerita y vacacional).


Me gustan mucho muchos objetos relacionados con la arquitectura. Me gusta incluso, en la medida de lo posible, atesorarlos.

Ya os he contado alguna vez que colecciono sellos de arquitectura moderna, pero también me fascinan las monedas, las medallas y todo tipo de chorradillas no solo como objeto de conocimiento, sino más bien de veneración. [El síndrome del coleccionista está ampliamente descrito en la bibliografía psiquiátrica, pero ya he dicho que esta es una entrada vacacional y no quiero entrar en honduras].

Teniendo esta manía, cuando tengo una tarde tonta soy un peligro, porque me pongo a buscar por internet libros dedicados, pisapapeles, vitolas de puros... y siempre acaba cayendo algo. Menos mal que propendo a la tacañería y que esta expansión no supone una merma en los medios de supervivencia de mi familia.

Bueno, pues el otro día vi que la compañía de jabones Larkin, de Buffalo, NY, Estados Unidos, emitió una medalla en 1925 para conmemorar su 50º aniversario, y venía esta imagen de un ejemplar en venta:

El retrato del fundador de la empresa: El señor John D. [Durrant] Larkin, quien además de eso, y sobre todo, fue pionero en la venta por correo con entrega a domicilio, lo que la hizo crecer y prosperar muchísimo.

Lo que no venía de una forma inmediata era el reverso. Tuve que abrir dos o tres pestañas para verlo. ¿Y qué esperaba ver en esos segundos que tardé? Bueno, yo creo que a cualquier arquitecto le hablas de la fábrica Larkin en Buffalo y piensa en lo mismo: Frank Lloyd Wright.

En 1903 el señor Larkin le encargó al señor Wright el edificio de la administración de su empresa, y este le diseñó una mole que se hizo mundialmente famosa. Según contó Wright, fue la primera vez en su carrera en que se propuso conscientemente "romper la caja", y, en efecto, el volumen tan macizo del exterior se quiebra en esquinas, entrantes y salientes sin perder su aspecto sólido, pero el interior es un gran vacío central al que se asoman las bandejas de los pisos, y todo ello con una luz que rompe la solidez de la caja abriendo aristas y planos.




Qué hermosos cualesquiera de esos dibujos para el reverso de la medalla, ¿verdad? Qué bella geometría y qué bien la habría encajado un buen grabador, enlazándola con la leyenda conmemorativa correspondiente, y todo ello con tipografía wrightiana.

Busqué el reverso esperando algo de esto, o cualquier composición que se le hubiera ocurrido al grabador (ay, los grabadores; qué cosas se les ocurren a veces) con cualquier motivo del edificio:




Pero basta ya de suspense. En unos segundos, como digo, llegué a ver el reverso:

Y me llevé un chasco: El edificio de Wright sale, pero yo no me imaginaba que fuera tan insignificante en el conjunto de la fábrica. Vemos, en imagen aparte, arriba, la fábrica original, un caserón destartalado en el que John D. Larkin empezó a fabricar jabón en 1875, y debajo, ocupando más de la mitad del reverso de la medalla, la magnífica fábrica que tenía en ese momento, cincuenta años después, en la que el edificio de administración diseñado por Wright era la parte más interesante arquitectónicamente, pero no la más importante, ni mucho menos, del conjunto, y aparece sin ningún énfasis a la derecha, en el borde de la medalla, ocupando una pequeñísima porción.

Verdaderamente al medallista le interesó más la cantidad (mostrar lo grande e impresionante que era la sede de la empresa) que la calidad (la guinda del famoso arquitecto). Supongo que seguiría directrices muy claras y severas del dueño. En esta medalla se ve orgullo de empresario: Miren dónde empecé y lo que soy ahora. ¿Y si solo hubiera mostrado lo de Wright? Pues también sería para estar satisfecho, pero menos. Otro tipo de orgullo solo para minorías. Para seguir vendiendo jabones a tutiplén es mejor hacer lo que hizo.

Me desanimé bastante. Había unas cuantas medallas disponibles de vendedores diferentes, y algunas tenían un precio muy barato. La verdad era que me podía comprar una como anécdota simpática.

Lo estudié un poco mejor y, aparte de que los precios iban un poco a lo loco según quién la vendiera, también resultó que se habían emitido medallas de dos tamaños diferentes: De tres pulgadas de diámetro (unos 76 mm) y de tan solo una pulgada y media (38 mm). Y, como es de cajón, las más baratas eran las pequeñas.

El precio de las pequeñas (de alguna de ellas) me parecía muy asumible, pero en esas lo de Wright sería un gurruñito (es término numismático, para expertos) casi inapreciable. Y las grandes (burro grande, ande o no ande) eran ya bastante más caras de lo que yo estaba dispuesto a pagar. Así que lo dejé. A otra cosa, mariposa.

Si lo de Wright hubiera protagonizado el reverso me habría estirado para tenerla, pero así no merecía la pena. Bah, déjalo. No seas friki. Asunto zanjado.

Pero el vicioso maniático sigue a lo suyo y hoy he vuelto a curiosear. Y me he llevado un sorpresón. Alguien vendía las dos y por un precio bastante bueno. Así que venga, leches, que estamos de vacaciones.


Ya veis. No quería picar porque era una frikada y un capricho tonto y ahora tengo dos. (Por cierto, según las fotos el relieve es mucho más limpio y más detallado que el de las que vi el otro día).

Ahora a esperar que el sistema en el que el propio Larkin fue pionero (venta por correo y entrega a domicilio) funcione. Ya veremos qué tal.

Tarjeta postal desplegada que muestra el conjunto de la fábrica

Modjeska Cold Cream
The Larkin Idea. Sweet Home

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