miércoles, 11 de diciembre de 2019

Mecenas

ADVERTENCIA ANTES DE EMPEZAR: Tenemos una casa muy agradable, muy bonita, muy funcional, muy de todo, pero tiene las paredes pintadas al gotelé y con diversos colores pastel. Gotelé; ¿vale? Pastel; ¿de acuerdo? Pues asumidlo. Tomad aire, relajaos; no pasa nada. Contad hasta diez y no os excitéis ni os indignéis cuando veáis las fotos que siguen. Tomaos vuestra medicación, serenaos todo lo que podáis y no me mandéis demasiado a la mierda. Muchas gracias. Dicho lo cual, empezamos:


Mi amigo Ekain Jiménez me ha llamado ya dos o tres veces "Mecenas" porque he participado mínimamente en hacer correr la voz de que estaba pintando arbolitos de Navidad para quien quisiera, y así, de algún modo bastante insignificante, le he ayudado a difundir su obra y a extender su fama. Supongo que también me lo llamará porque tengo más obra suya, como veréis a continuación.

Ojalá fuera yo de verdad su mecenas, o al menos su representante. Primero le pondría a sus obras los precios adecuados, y luego las pilas a él para que se lanzara al frenesí de la producción venal y del más vil mercantilismo. Otro gallo nos cantaría a los dos: Él gozaría del dinero, de la fama y del prestigio que su talento merece y yo de un veinte por ciento.

(Nota que viene a cuento: Ekain, además de magnífico dibujante y acuarelista, es un narrador curioso. Está liado ahora con su personaje "El hombre del sombrero", haciéndolo pasear por su mundo onírico y surrealista, y espero que pronto lo saque a la luz a este mundo nuestro, mucho más prosaico y tan necesitado).


Obviamente, le hice un pedido de arbolitos. Juro que pretendía utilizar las tarjetas (acuarelas originales) para felicitar a mis amigos, pero cuando mi mujer y yo las tuvimos en nuestras manos no fuimos capaces de deshacernos de ellas. (Tan solo regalamos una).

Hemos enmarcado los arbolitos navideños y los hemos colgado en la pared. Los he mirado con satisfacción y entonces he visto que tenemos unos cuantos dibujos y cuadros de amigos, de gente muy buena y muy entrañable, y sí que me he sentido en cierto modo no un mecenas, pero sí un hombre rico, un coleccionista de arte, un connaisseur. Tanto que voy a presumir mostrándoos parte de mis tesoros.

Ya que he empezado por Ekain, seguiré con él. La primera vez que le escribí un mensaje fue para pedirle por todo el morro una fantástica acuarela que había colgado en Facebook y que me había dejado pasmado. Por entonces no nos conocíamos, y tan solo le dije: "Es fantástica. Anda, regálamela". Y me la mandó por correo a casa. No es una mala forma (al menos por mi parte) de entablar una amistad.


Es un trocito de papel. Un cuadrado de apenas diez centímetros de lado. Y la manzana son cuatro pinceladas contadas. Pero qué seguridad y qué oficio, y qué vista, y qué inteligencia encierran.

Campo de amapolas, manzanas y peras.



Ahí están ya, colgados en la pared al lado de dos obras de mi hermana Gema. Así que, como ya os las he enseñado un poquito, voy con ella.


El árbol noche: En mitad de un bosque, de día, un árbol tiene la rara cualidad de convocar la noche, de hacer que sea de noche a su alrededor. (Mi hermana es así. Tiene esas cosas. Hay que quererla como es). Es ilustradora y cuentacuentos, y en los cuadros que pinta pasan cosas. A veces no las entiendo. A veces ella tampoco. Cosas. Cosas que pasan.


Pareja en las ramas. Este cuadro me tiene obsesionado. Lo puedes ver en las cuatro posiciones posibles y en todas falla algo. El equilibrio es imposible. Es como el Barón de Münchhausen, que sumergido en arenas movedizas se tiraba él mismo de los pelos para sacarse de allí. Estos dos personajes se sostienen el uno al otro para no caerse, pero ninguno de los dos tiene una posición firme. Y sin embargo juntos resisten. Una alegoría del amor de pareja y otra bella y extraña historia. (La forma en que está puesto es la que su autora señala como correcta, y yo no pienso llevarle la contraria).


Dos cuadros de mi hermana. El de arriba es un collage que hizo para la cubierta de mi novela La hoja desnuda. El de abajo es un cuadro abstracto cuya historia no conozco.


Un collage geométrico-simétrico a base de papeles grises semitransparentes titulado Bailarina.


Un óleo con aspecto de ilustración infantil. Una ciudad de noche. (Debajo, el ya citado campo de amapolas de Ekain).


Dos cuadritos abstractos muy pequeños, que coinciden y continúan si se ponen juntos.


Reflejo. Una ciudad y unos árboles se reflejan en el agua. Gema me contó que lo había empezado a pintar boca arriba, pero que se le descompensaban los pesos y le dio la vuelta, lo vio mucho mejor y lo terminó así. (Puede que incluso sea cierto).


Y ya que en la imagen anterior se atisbaban las zanahorias de Antonio Esteban, vamos con ellas. Es un fantástico (y grande: A1) dibujo a ceras sobre papel vegetal.

Lo primero que tengo que decir de mi amigo Antonio es que es una mala persona. Pero mala mala. El cabrito tiene su Facebook inundado de ceras, de colores, de explosiones de formas, y no atiende a razones ni a súplicas.

-Antonio, por favor, te lo compro. Te compro lo que sea. Te compro lo que quieras.
-Nehhh. Es que ando muy liado... Es que tengo que ordenar mis obras... Es que a ver si las fotografío...
-Que no. Que te compro esas flores que has puesto ayer en tu Facebook. Esas mismas. Que las tienes a mano. Que ya están fotografiadas. Esas. Que voy a tu casa y me las das.
-Es que bueno... Es que ahora...

Décadas siendo amigo suyo. Décadas llorándole frutas, flores, tubérculos, pescados... y tan solo conseguí las zanahorias. Pero no me quejo. Esas zanahorias me alegran cada día.

Bueno, vale. También tengo que decir que Antonio me ilustró fantásticamente una novela que escribí sobre nazis, arquitectos, arquitectos nazis, arquitectos nazis viviendo en Hollywood... Ya sé que dicho así suena interesante, pero todos sus lectores-cobayas (menos dos, a quienes siempre amaré) me dijeron que era un bodrio de campeonato. Y si siento que aquella novela no llegara a nada es sobre todo porque las magníficas ilustraciones de Antonio duermen aquí, en un disco duro, sin que nadie las disfrute.
(El muy noséqué ilustraba a su bola, cambiando detalles respecto al texto, con lo que me obligaba a reescribirlo para adaptarme yo a él. Ya digo: Una persona sin la más mínima decencia ni fiabilidad).

Un día vino a mí espontanea e inesperadamente y me regaló este dibujo. (De acuerdo: Tan mala persona no es).


Sigo mirando las paredes de mi casa y me encuentro esta cosa entrañable:


Es un poema-dibujo que mi amigo Juan Carlos Castillo compuso a cuento del happening de las gallinas de Seseña que ya conté aquí.

(Al lado hay una máscara de mercadillo que me regalaron negra y que mi hermana decoró).

Paseo mi vista por mi casa y veo que las paredes están llenas de amigos, de historias, de presencias...


Dos dibujos de Juan Daniel Fullaondo que me regaló Paloma, su viuda. Están hechos a rotuladores sobre cartulina y se están decolorando y apagando. Están desapareciendo, como ya conté aquí.
(Por supuesto, de Fullaondo no fui ni mecenas ni nada parecido. Estaría bueno. Él sí lo fue mío. Si lo incluyo en esta lista de imágenes es porque mirando las paredes de mi casa veo tantos afectos, tantas cosas, tantas nostalgias y tantas alegrías...)

No sé por qué cuento todo esto. Sí. Sí lo sé. Porque me gusta presumir. Me gusta sacar pecho e hinchar la cresta hablando de los amigos tan artistas que tengo, de las cosas tan bonitas que tengo en mi casa, que más que precio en dinero tienen precio en amistad, en oportunidad, en cariño, en insistencia, en intercambios, que valen mucho más que dinero. Y me siento como un auténtico mecenas, como un prócer, como un emperador. Porque tenéis que saber que mi colección no es como la de Thyssen. No: La mía es mucho más cara.

2 comentarios:

  1. Como me encanta leerte. Se disfruta hasta con el gotelé

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  2. Siempre que Leo sus artículos se de antemano que lo disfrutaré, gracias

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