jueves, 9 de agosto de 2018

Currículum

(Nota previa: La RAE admite currículum, y a mí me gusta
más que currículo y que curriculum, así que lo uso así).

Dedico esta entrada a Ignacio Vicente-Sandoval González y a
David García-Asenjo Llana, con mi gratitud.
(Si David me autoriza, algún día contaré aquí un fantástico gesto suyo).




A mis cincuenta y ocho años, y contra todo pronóstico, me he visto haciendo un currículum. Qué sensación más extraña a mi edad. A mi edad uno debería de tener ya, si no la vida resuelta, al menos bien enfilada y más o menos definida. Pero el caso es no parar y seguir hurgando.


He tenido sensaciones muy raras. He perdido cosas, rastros, pruebas de algunos de mis pasos por el mundo, pero también rebuscando en cajones y estanterías he encontrado méritos que no recordaba.

Con todo ello he hecho una colección apresurada de mi vida. Y he pasado un par de días muy raros.

Me he visto a mis veinticinco, a mis treinta, a mis cuarenta años, atesorando méritos insignificantes cuyas pruebas permanecen tenazmente en carpetas, insistiendo una y otra vez durante décadas en que mi trayectoria tiene algún interés, y dándome batacazo tras batacazo al comprobar que no lo tiene.

He vuelto a recordar al joven prometedor que fui, que apuntaba maneras y tuvo algunos primeros méritos y distinciones que deberían haber inaugurado una larga colección pero se quedaron en eso, en vagos amagos expectantes.

Me he visto a mí mismo como desde fuera. Mi yo de cincuenta y ocho años ha visto a mi yo joven con mucha ternura y también con bastante amargura. Han sido muchas oportunidades perdidas y demasiados errores. Supongo que como todo el mundo. Supongo que eso debe de ser la vida, así, en general.

No sé qué recompensa esperaba entonces, ni si merezco aquella a la que aspiro ahora. Pero el afán, ay, el afán...

Por otra parte, este currículum que he preparado es de esos que vienen estructurados por capítulos que hay que rellenar. Uno mira con ansia aquellos en los que no puede poner nada y siente que son los que de verdad importan, y, al mismo tiempo, ve que los méritos de los que puede presumir no tienen cabida, y los acaba amontonando, sin arte, concierto ni pertinencia, en el último apartado: "Otros".

Vamos, que uno puede estar orgulloso de saberse La canción del pirata al revés, empezando por la última sílaba del último verso y declamando de memoria desde ahí hacia atrás, y no le sirve de nada. Capítulo "Otros": "Mar la, triapa caniú mi; tovien el y zafuer la; ley mi..."
(No. No me sé La canción del pirata al revés. Tampoco al derecho. Era solo un ejemplo. Pero sé escribir sonetos -técnicamente correctos, con su medida y sus rimas; otra cosa es que no tengan ningún aliento poético-, sé contar chistes con bastante soltura, sé imitar una gallina, sé hacer ambigramas, sé contar películas sin destriparlas... y más cosas. Pero ninguna de ellas sirve para el currículum).

Intentando rebañar méritos, uno intenta ponerlo todo, y se valora lo mejor que puede, pero sabe mejor que nunca, con una lucidez definitiva, que está inflando la bola con tonterías.

¿Soy apto para conseguir lo que pretendo? Honradamente creo que sí, pero seguramente no por las pruebas que estoy aduciendo, sino por otras. ¿Quién sabe? ¿Quién puede valorar estas cosas? Precisamente se piden datos objetivos, elementos mensurables y baremables para ser lo más justo posible. Pero a saber si quien más tiene es quien mejor va a saber desempeñar la función pretendida.

No quiero ver quiénes más se presentan. No quiero saber nada de sus trayectorias. Siempre es gente joven, brillante, talentosa, culta. Siempre es gente mejor que yo. Saben idiomas, han hecho cursos en el extranjero, dominan no sé cuántos programas informáticos, saben de todo, y yo me veo como el personaje de Los lunes al sol -Lino- que se tiñe el pelo de forma vergonzante, haciéndome el joven, el guay, el eficaz.


Mientras tanto, sigo viviendo y perdiendo el tiempo como de costumbre. Es agosto y esto sigue, y cada día que pasa soy más viejo y estoy más acartonado.

6 comentarios:

  1. Tocar la guitarra stupendamente en mi caso, o el saxo quenuncateheoidoperoimaginoquebienvamos en el tuyo, tampoco valen mucho para el currículo.

    Y claro, así nos va.

    Cuando quieras nos barnizamos las heridas con unas melodías de ayer y hoy.

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  2. Te leo a mis 39 años y me has despedazado a medio camino. Demoledor, crudo y real como la vida misma. Con un nudo en la garganta te digo chapó por un texto valiente y necesario, por abrirme los ojos y hacerme el spoiler de cómo me veré dentro de 20 años. Debes ser muy buena persona para escribir cosas así. Muchas gracias por la entrada y un abrazo.

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  3. Un profesor que tuve yo, de los buenos, de los que se recuerdan toda la vida, siempre nos decía que la paradoja del currículum es que, cuando realmente es necesario, normalmente no tiene la entidad suficiente para merecer tal denominación, pues sería más bien un “ridículum”, si tuviéramos en cuenta lo exiguo de su contenido. Para cuando el currículum se hiciera realmente acreedor a tal nombre, siempre según él, lo normal es que ya no lo necesitáramos.
    Yo, aunque mucho más joven que tú (sólo tengo 56 años a punto de 57), me he visto retratado en tu entrada, porque dentro de unos meses me veré obligado también a actualizar el mío. Experimentaré por tanto parecidas sensaciones a las tuyas, esas que tan acertada, elegante, delicada e irónicamente describes en esta entrada. Llevo retrasando este trabajo a sabiendas de que luego tendré que hacerlo de forma más apresurada (procrastinar se le llama ahora a eso), sin saber muy bien por qué, y leyéndote lo he entendido.
    Mi viejo y sabio profesor, aunque al parecer no acertara plenamente conmigo en esto del currículum, siempre decía también que las cosas que realmente importan en esta vida son difícilmente mensurables, y que contra la esperanza se puede pecar por presunción o por desesperación, llevándonos sin remisión al fracaso posicionamientos cercanos a cualquiera de ambos extremos. Tomemos buena nota de ello, amigo. No hay que preocuparse. Somos fuertes.

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  4. Pero este tipo de entradas ¿no las escribías en el mes de abril? Como bien dices, estamos en agosto y con un mes al año para mirarse en el espejo, creo que vale.....

    Bueno, ahora que ya lo he soltado, otra entrada tuya que me "llega" (y me jode, esto sin comillas). Y David, te aseguro que sí es una buena persona.

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  5. Te felicito por tu valentía y por compartirla. Quédate con ese cajón donde encontraste méritos que no recordabas que seguramente encontrarás muchos más. La experiencia y tus ganas de seguir en la profesión valen mucho más que cualquier doctorado.
    Mucha suerte !

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  6. Totalmente de acuerdo.
    Yo a mis 40 me siento encaminada al mismo destino. Pero me pregunto si no deberíamos valorarnos más por intentarlo que por conseguirlo?
    Puede sonar a excusa barata, pero mis años de experiencia profesional también me han enseñado, además de que no estoy “llamada” a los “grandes éxitos” con los que ingenuamente soñaba, que, en un porcentaje altísimo, los que llegan a “triunfar” no lo hacen por méritos propios. Cuántos jefes habré tenido de los que no he aprendido NADA... Cuántos colegas que han medrado como la espuma porque conocen a no-se-quién, aunque su trabajo y dedicación sean más que mediocres...
    Entonces, si el juego está amañado, merece la pena jugar y apostarlo todo? Para mi, ya no. Prefiero buscar recompensas en otras cosas de la vida.
    En fin...

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