lunes, 11 de junio de 2018

A dos manos de Molezún y a tres de Wright

Ahora es muy común la teoría de los seis grados de separación. Hace muchos años yo la anticipé con una especie de juego mental que bauticé como "las manos" -sí, vale, no soy muy bueno poniendo títulos a mis juegos mentales-, por el que un amigo me acabó acusando de plagiador porque según él se lo había copiado a Orson Welles.
(No me defenderé de tal acusación. Es un episodio turbio de mi vida).

Mi juego (o el de Welles) consistía en calcular a cuántas manos de distancia podría estar de algunos personajes importantes. Esa distancia se medía en haber estrechado la mano a alguien que se la hubiera estrechado a alguien que se la hubiera estrechado a alguien... etc... que se la hubiera estrechado a la persona en cuestión. (Obviamente, se intentaba buscar el camino más corto posible).

Por ejemplo, yo estoy a una mano de algunos arquitectos contemporáneos importantes, que me honro en haber conocido o al menos en haberme cruzado con ellos en algún momento, y a dos manos de casi todos, ya que habiendo sido discípulo y amigo de Juan Daniel Fullaondo y habiendo conocido también por ejemplo a Sáenz de Oiza (ambos, por tanto, primera mano) soy segunda mano de todos aquellos con quienes ellos hubieran tenido trato en alguna ocasión. Así que figuraos.

Por esa razón, uno de los grandísimos arquitectos de los que estoy a dos manos de distancia es Ramón Vázquez Molezún.


(Si apuro un poco puedo decir que casi estoy a una mano de él, porque una vez fui a una conferencia suya y de José Antonio Corrales y estuve muy cerca. Pero vale, seamos honrados: Dos manos).

(En otro orden de cosas, aprovecho para decir que mi amigo Sergio es sobrino nieto o algo así de Sara Montiel, de modo que estoy a dos manos de ella y por lo tanto a tres de Gary Cooper, Burt Lancaster y Marlon Brando. Pero volvamos a Molezún).

Estoy a dos manos de Molezún, y gracias a él a tres de Frank Lloyd Wright. Porque Molezún disfrutó del Pensionado de Roma entre 1949 y 1952 y durante ese tiempo coincidió con una visita -gestionada por Bruno Zevi- del maestro estadounidense.

Molezún, nervioso y expectante ante la inminente llegada del monstruo, le quería regalar algo cuando Zevi se lo presentara. ¿Pero qué le regalas a Wright? ¿Qué coño le regalas al enorme Franlloirrái?

Molezún le dio mil vueltas y al final se le ocurrió una soberana estupidez: Compró un ánfora romana y se fue a Ostia a llenarla de arena de la orilla del Mediterráneo.


Se la entregó a Wright, que acusó el peso y vio la arena. No era vino, no era aceite: Arena.

Molezún (no sé en que lengua, si en inglés o si en italiano con Zevi de traductor) balbuceó sobre los romanos, sobre la antigua Europa, sobre el sol de Italia, sobre las naves que partían de Ostia para conquistar todo el orbe conocido, sobre la arena milenaria que recibía al gran arquitecto americano...

Wright no entendía nada. ¿Qué mierda de regalo era ese? Dejó el ánfora por ahí y supongo que la olvidó a la primera ocasión.

Molezún le contaba esta anécdota a Fullaondo aún ruborizado, y este se reía tanto que muchos años después aún lo contaba con gran alegría.
Así que ya sabéis por qué soy (al menos) tercera mano de Wright.

Pero os cuento esto no tanto por mostrar el orgullo que tengo de estar tan cerca de estos maestros, como porque este regalo fallido y esta sensación de vergüenza me recuerdan una escena siniestra de mi vida profesional. Pero hoy no estoy de humor para contarla. Dadme una semana.

9 comentarios:

  1. Que grande eres y que bien escribes...ole tu!

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  2. Muy bien. Sembrando la semillita para la próxima historia.

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  3. Así, en plan de fardar, yo le dí la mano a Josep Lluis Sert, así que imagínate...

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  4. ... de seguro todos esos tíos antes habían ido a orinar ... así que ya sabeis :) Que manera de leer gilipolleces ...

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  5. Muchas gracias a todos. Es sorprendente darse cuenta de lo cerca que estamos de personajes que admiramos y que nos parecen inalcanzables.
    (Carlos: Te tengo que dar la mano pero ya mismo).
    Y sí: Es seguro que estos personajes orinaban. Esas cosas pasan. (Y si yo les hubiera visto orinar seguro que lo contaba. Soy así).

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