lunes, 14 de abril de 2025

La aciaga sinceridad

Lester Young era un raro caso entre los músicos de jazz: había estudiado música y sabía leer los papeles sin ninguna dificultad. Era de familia de músicos, y para él fue natural aprender violín, trompeta y batería ya de niño.

En sus primeras actuaciones juveniles tocaba la batería, pero se cansó muy pronto de ella porque, cuando terminaban de tocar, él tenía que quedarse recogiendo el engorrosísimo instrumento mientras sus compañeros se iban libres. Así que se decidió por el saxo tenor. Era incluso más sencillo que el clarinete, y pensó que no le supondría demasiado esfuerzo hacerse con él. Y acertó. No solo se incorporó como principal saxo tenor a la famosísima orquesta de Count Basie, sino que queda en la historia como uno de los más grandes de todos los tiempos.

La orquesta de Count Basie acompañó a Billie Holiday en algunas colaboraciones esporádicas. Ahí la conoció Young, pero después siguió acompañándola en distintas ocasiones y con distintos músicos, y grabó algunos discos con ella. En esas obras Young era quien más y mejor la acompañaba, y llegaron a hacerse inseparables. Podemos distinguir entre las canciones de Holiday en las que está Young (con sus complejos y elaborados solos) y en las que no está.

Normalmente Holiday enuncia la melodía en el primer coro, Young se lanza a improvisar en el segundo y Holiday vuelve a tomar el tema en el tercero. Pero hay veces en las que el saxofonista hace solamente unos pocos compases, y aun así da el carácter perfecto a la interpretación de su compañera. Entre los dos consiguen una intimidad, una sensibilidad y una especie de nostalgia rarísimas.

Tuvieron una amistad fraternal. Tenían esa forma única de entender la música, de contarla y de sentirla, y además ambos eran en cierto sentido un poco raros y solitarios, y se descubrieron mutuamente como almas muy afines. Nunca he leído que tuvieran ningún rollete; lo suyo fue otra cosa.

Lester Young recibió el apodo de Pres (President) de Billy Holiday -conde, duque y rey ya estaban cogidos, y presidente es mucho más democrático- y el de Pork Pie Hat (sombrero de pastel de cerdo) de sus amigos y seguidores, por el que a menudo llevaba puesto.

Aún más que por su sombrero, era inconfundible por la forma que tenía de sujetar el saxo, muy torcido hacia la derecha, normalmente a unos cuarenta y cinco grados y a veces casi horizontal.

En 1944 (aún no había terminado la Segunda Guerra Mundial) a Lester Young le pasó una cosa terrible: fue reclutado por el ejército. Le enviaron a Fort McClelan para su instrucción básica. Si había algo que Young era absolutamente incapaz de entender era la idiosincrasia militar, y si había algo que los militares eran absolutamente incapaces de entender era la idiosincrasia de Lester Young. El desencuentro fue colosal.

En un cuestionario estándar, entre muchas otras preguntas estándar, estaba la que se refería a si había fumado alguna vez marihuana. Él contestó la verdad despreocupadamente: .

Para qué queremos más. Si ya todo el planteamiento era abiertamente hostil y racista, a partir de esa pregunta le hicieron la vida imposible. A los músicos los solían destinar a las bandas militares, donde tenían una estancia plácida y muy cómoda, incluso en tiempo de guerra. Pero con Lester Young se emplearon a fondo: humillaciones, vejaciones y un entrenamiento muy duro en el que no tenía más remedio que cometer errores, cada uno de los cuales era severamente castigado.

Fue confinado y muy maltratado, y cuando al final lo licenciaron después de terminar la guerra -no llegó a entrar en batalla alguna- era un hombre destrozado. Huraño, desconfiado, huidizo y bebedor sin freno.

Aun así, gracias al productor Norman Granz, que lo admiraba muchísimo, hizo algún concierto y alguna grabación perfectos, pero la cuesta abajo ya era imparable y se fue hundiendo cada vez más. De ser un hombre con un curioso sentido del humor y una fina ironía pasó a ser un desastre: deprimido, solitario, misántropo, amargado, se pasaba días y días sin salir a la calle, solo bebiendo. No quería ver a nadie, ni hacer nada, ni tenía gusto por ninguna cosa.

Finalmente, en el año 1959, a los 49 de edad, murió de un infarto de miocardio.

Todo su infierno había empezado por decir una verdad. A quién se le ocurre.

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Como no quiero dejaros con mal sabor de boca, y la gente que produce belleza merece vivir eternamente y feliz, os dejo dos exquisitas muestras de la música de Lester Young:

La primera con su querida Billie Holiday. Fijaos lo que decía antes: En los tres minutos de canción la cantante presenta el tema. Después de esto (1:36) Lester Young inventa una música que no es la misma melodía que ha cantado Holiday, pero que armoniza perfectamente con ella aun yéndose por otros caminos, y que además expresa ese mismo estilo meloso, mimoso, melancólico... Fijaos en el fraseo, en la cadencia, en la respiración. Cómo va diciendo las notas, articulándolas. Todo ello en solo cuarenta y cuatro segundos, porque en 2:20 vuelve Holiday a cantar.

La segunda, ya de su última etapa y sin Holiday, es una hermosa y muy rara interpretación de These Foolish Things. Es de nuevo el fraseo elegante, suave, rico, lleno de belleza y evocaciones. Esta grabación, producida por Norman Granz y en la que está el gran Oscar Peterson en el piano, es posterior a su paso por el ejército. Apenas insinúa la conocida melodía de la canción en las primerísimas notas, y luego no la sigue en absoluto, pero, como le pasa a todo músico de jazz, nunca la pierde. Todo es un explorar y viajar por la armonía.

4 comentarios:

  1. Articulazo, muchas gracias!

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  2. ¿De quién son los dibujos?

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    1. Je. Son míos. Dibujo rápido a pluma en cuaderno y después ceras. Soy bastante malo con los parecidos de los retratos, pero me lo paso muy bien, que a estas alturas es lo único que cuenta.

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