jueves, 25 de mayo de 2023

Si esto no es bonito... (primera parte)

A Kevin R. Wittmann (@kr_wittmann),
medievalista, cartógrafo, aprendiz de sabio,
que me puso en la pista del primer vídeo
y lo comentó con elocuencia contagiosa.


Como soy una persona culta hay libros que tengo que leer porque los tengo que leer. Son infinitos. Son obligados. Y yo soy solo una persona y ni siquiera me dedico exclusivamente a leer. Es más: leo muy poco tiempo cada día. De manera que mi lista de libros imposibles crece, y crece, y crece. (Nadie me obliga. Bueno, en realidad me obligo yo solo, porque siento que lo necesito).

En todo caso, sea tan enorme como sea la montaña de libros pendientes (y por cada uno que leo entran otros tres o cuatro nuevos), hay algunos que, ya digo, tengo que leer si quiero seguir mirándome en el espejo sin que se me caiga la cara de vergüenza, pero, sobre todo, si quiero seguir mirándome con alegría y con algo de sentido. Uno de ello es, era, Matadero cinco, de Kurt Vonnegut.

Podríamos decir que es una de las "novelas fundacionales" postmodernas. ¿Y eso qué es? Pues no sé qué deciros. Una novela fluida, sin género determinado, que puede disolverse y contradecirse donde quiera, que no es rígida, que se permite trivializar algunas situaciones trágicas y tremendas y "tremendizar" algunas situaciones triviales. Una novela de guerra, de niños en la guerra, del bombardeo de Dresde (que sufrió el propio Vonnegut) de cautiverio (que también sufrió), de soledad, de familia mal comunicada e incomprendida, y de extraterrestres muy dominantes. Lo normal.

Digo, lo diré, que la novela me gustó pero no me descubrió la verdad de la vida ni la trascendencia del mundo. Tampoco creo que lo pretendiera. Pero me hizo descubrir a un escritor que me cae francamente bien.

martes, 9 de mayo de 2023

¿Mahonesa o mayonesa?

En la anterior entrada de este blog me ha pasado lo que tantas veces: Intento escribir algo más o menos coherente y dirigirlo en una dirección y yo mismo aporto ejemplos que lo contradicen y anulan.

Quería hablar del derecho a fascinarme aunque ya sea un adulto muy adulto y me derivé hacia la fascinación propia de la inocencia y de la ingenuidad. Intenté oponerla al sublime desdén de quien ya lo sabe todo y está de vuelta y entonces, contra mis intereses narrativos, se me cruzó el ejemplo del gran maestro viendo la película del campo de concentración, que iba en el sentido contrario de lo que me había propuesto decir.

No obstante, con el cuajo que me caracteriza, seguí atrochando por campo traviesa, liándome, tropezando e improvisando, y rematé en un cacao sin conclusiones.

Pues bien: solo he recibido (al menos hasta ahora) comentarios generosísimos y encantadores, tanto en el propio blog como en las redes. Y he pensado que esta vez la mayonesa ha salido bien.

Hace muchos años mi padre me contó la leyenda de la invención de la mahonesa, que yo di por rigurosamente histórica porque mi padre era la persona más de fiar que yo he conocido en mi vida.

martes, 2 de mayo de 2023

La fascinación

He visto en Facebook esta foto de aquí debajo con la leyenda: "Mujeres recolectando agua a millas de distancia durante los largos veranos de Adyar, India", y me ha impresionado. Me ha fascinado.

He imaginado la larga caminata portando todos esos recipientes en equilibrio y me ha conmovido el tesón, el esfuerzo y la habilidad de esas mujeres. Además la foto me ha parecido muy bella.

Por todo ello he corrido a ponerla en mi muro, tan contento, con muchas ganas de que mucha gente compartiera mi fascinación.

En seguida uno me ha comentado la foto con una sola palabra: "Photoshop". (Menos mal que ha sido solo una, y no ha añadido "Tonto"). He mirado con un poco (muy poco) de atención y en efecto, hay solo dos vasijas distintas, que están apiladas sobre las cabezas de las tres mujeres siguiendo siempre el mismo patrón: A-B-A-B-A-B...

La manipulación es evidente, y no puede ser más burda. Si no me di cuenta fue porque no examiné la foto, porque en ningún momento dudé de ella (con todo lo que estamos viendo, que no hay día que no nos traguemos una o dos dobladas); porque no se trataba de examinarla, sino de rendirse a su encanto y a su poder de sugerencia. (Visto ahora con un poquito de sensatez, esa foto no tiene ningún sentido, pero yo no he tenido ni ese poquito de sensatez: me la he tragado porque soy así de pánfilo y de inocentón, y porque estoy deseando tragármelas una detrás de otra, y no escarmiento).

martes, 11 de abril de 2023

Los ojos del alma de la arquitectura

Hace pocos años empecé a admirar a Ana Amado sin entenderla. Tiempo después he tenido la suerte de conocerla, la admiro mucho más y sigo sin entenderla.

Me atrevo a escribir sobre ella porque al menos siento una cosa, y esa cosa la siento muy fuertemente y creo que voy a ser capaz de decirla.

Hipódromo de la Zarzuela (Madrid)

Ana Amado es una joven arquitecta gallega que explora la fotografía de una manera muy potente y muy expresiva. Tiene muchas cualidades diferentes con muchas versiones y muchos aspectos; muchas combinaciones (por eso digo que no la entiendo: es inabarcable). Pero de entre todas ellas yo quiero escribir hoy sobre la que consiste en hacerle dar a la arquitectura un paso atrás (que no es de retirada ni de rendición) para que venga al primer plano todo lo que ella posibilita, auspicia, sugiere o incluso impide.

En estas fotografías a las que me refiero la arquitectura no puede dejar de estar. Es imprescindible. Pero casi nunca es el primer plano ni la protagonista. Es arquitectura de verdad; es decir, el ámbito en el que suceden las cosas, pero son estas, las cosas, la vida, las que más importan.

lunes, 3 de abril de 2023

Un recuerdo agazapado

Tengo un mal recuerdo agazapado en mi interior desde hace cuarenta y dos o cuarenta y tres años. Es un recuerdo de una situación ridícula y vergonzosa que viví, y que -qué puñetera es la memoria- no se me olvida. Se pasa meses o incluso algún año escondido, pero respira ahí dentro, y con cualquier asociación de ideas o de sentimientos sale de repente para volver a atormentarme.

Para colmo, después de todas estas décadas de paréntesis más o menos larvado, el protagonista de este episodio, mi acusador silencioso y tal vez involuntario, se ha vuelto a cruzar en mi camino y su presencia me llena de vergüenza.

Supongo que él se olvidaría de esto unos minutos (o tal vez unas horas) después de que ocurriera, allá por el año 1980, pero yo me imagino que no, que lo sigue guardando en su interior, que atesora un desprecio e incluso un odio (más que justificado) hacia mí y que muy pronto se vengará.

No quisiera dar muchas pistas, aunque por lo que digo tal vez alguien sea capaz de averiguar de quién voy a hablar. No tiene mayor importancia, porque soy yo y no él quien queda mal parado, pero aun así prefiero evitar mencionarlo por si le incomodara aún más.

En la escuela de arquitectura de Madrid teníamos en los primeros cursos unas asignaturas de dibujo de las que ya he hablado aquí alguna vez (dibujar el alma de las gallinas, pintar el miedo, pero también estatuas, ambiente y modelo desnudo; en definitiva dibujar y pintar bien, con expresividad y control).

Ya conté que esas asignaturas se me dieron mal y me costó aprobarlas. Por esa razón lo que para muchos era una ocupación divertida y muy agradable (y más si se la comparaba con el álgebra o con el cálculo diferencial) a mí se me hacía un calvario. Me gustaba mucho y me sigue gustando dibujar, pero ante los resultados y los comentarios de los profesores me sentía muy frustrado y muy decepcionado. (Sin embargo en álgebra y cálculo era muy competente).

Las aulas de dibujo eran muy grandes y estaban llenas de caballetes. Allí le dábamos sobre todo al carboncillo, a la sanguina, al pastel y a las témperas. Nos poníamos perdidos, como no podía ser de otra manera. Adjuntos a las aulas había unos grandes aseos-lavaderos con cabinas de inodoros y (más que lavabos) pilas llenas de chafarrinones de pintura donde nos lavábamos las manos y todos nuestros equipos.

miércoles, 29 de marzo de 2023

Edificios feos, bonito periodismo

(A David García-Asenjo
y a Carlos Polimón).


De este tema ya he escrito. Perdonad que me repita, pero es que los medios no paran. Ellos regurgitan esta murga cada cierto tiempo: LOS EDIFICIOS MÁS FEOS DE MADRID, y vuelvo a hacerme eco. Quizá no debería, porque es siempre lo mismo y ya aburre, pero es que esta vez el número uno es de mi maestro, mi querido Juan Daniel Fullaondo, con José Luis Íñiguez de Onzoño, y eso me ha llegado al corazón.

Al menos han puesto una buena foto. (La de la Wikipedia)

No conocí a Íñiguez, pero por las cosas que le he leído y por lo que Fullaondo contaba de él estoy seguro de que se habría reído. Desde luego Fullaondo sí sé que incluso se sentiría orgulloso de encabezar ese ranking. No es fácil. El listón está muy alto.

Creo que para alcanzar la meta les ha beneficiado mucho que el que se exhibe en cabecera, el famoso edificio de viviendas de Sanchinarro, no se mencione después en el texto, lo que por otra parte muestra una preocupante falta de atención y de continuidad discursiva en quien ha escrito el libelo. ¿Le parece feo lo de Sanchinarro o sí pero no? Me deja en ascuas. Lo pone como estandarte del feísmo pero luego no lo incluye en la lista. Qué poca seriedad.

domingo, 19 de marzo de 2023

Padre

Desayuno muy a menudo en una churrería que lleva un antiguo futbolista local con su familia. Es un sitio pequeño y antiguo (por no decir viejo). Como además hacen unos churros y unas porras excelentes suele estar muy lleno a la hora crítica.

La zona de atención al público es de planta rectangular y tiene una barra de lado a lado justo enfrente de la puerta de acceso. En las otras tres paredes hay una pequeña repisa corrida donde apoyar el desayuno, que se trae uno mismo desde la barra.

La repisa tiene pocos centímetros de anchura. Tan pocos que el plato de las porras queda en voladizo
(pero por lo menos su centro de gravedad está dentro)

Las paredes están alicatadas hasta algo más de un metro y medio de altura con azulejos marrones veteados de forma lobulada, que hablan de otros tiempos y que hoy, tras haber rebasado ya la categoría de "horteras" han entrado por derecho propio en la de "vintage".