sábado, 29 de octubre de 2022

La casa de John Wayne

A Emilio


Acabo de ver por internet esta magnífica foto de John Wayne y me he quedado loquísimo.

No sé nada de ella, y me sugiere (quiero que me sugiera) que está tumbado en el sofá de su casa, aunque bien podría ser una foto de estudio, de promoción, de publicidad o de quién sabe qué. En todo caso quiero seguir suponiendo que sí, que esa es su casa; que sí, que así vivía él en su intimidad.

Sí, ya sé que un actor tiene muchas vidas y muchas caras, pero se le ve tan natural, tan cómodo, tan en su salsa que me lo quiero creer. (Ay, si de verdad lo fuera. Yo apuesto que sí).

martes, 18 de octubre de 2022

El descaro jovial

Hace unos años escuché en la radio a uno de los más importantes y famosos comunicadores de España poner a parir a Antoni Tàpies. Como este locutor es una persona con una simpatía y un gracejo legendarios [para quienes los sepan apreciar y disfrutar] fue creciéndose y diciendo más y más ingeniosidades y gracietas divertidas, y su cohorte de colaboradores añadieron disciplinadamente más gasolina al fuego. (Me imagino lo que debe de ser defender tu sueldo ante tu jefe, el gran monstruo de la radio, pero aun así alguna vez, dentro del enorme respeto al líder, alguien podría añadir un matiz suavemente discrepante; una especie de "pero no olvidemos que Tàpies es un gran artista", o un "pues fíjate que a mí no me parece mal del todo". No. Nada de eso).

Se trataba de burlarse del entonces muy candente proyecto del calcetín: zafio, cochambroso, tomadura de pelo, sinvergonzonería, mamarrachada... Los colaboradores tomaban confianza y seguridad y se crecían. Ya el mugriento calcetín tenía incluso pinta de oler a pies.

El tono siguió creciendo, y ya no era solo esta obra, sino toda la de Tàpies y del arte contemporáneo en general. (No olvidemos que este líder de audiencia también tiene todos los años su ratito de cachondeo con la feria ARCO).

Estamos de acuerdo en que no hay nadie sagrado ni intocable. Todo artista y todo profesional está sujeto a críticas. Pero según sean esas así se retrata quien las hace. La obra del calcetín fue un encargo del Ayuntamiento de Barcelona a su artista vivo más universal para la gran transformación urbana que iba a experimentar la ciudad con los Juegos Olímpicos. Entre unas cuantas docenas de milagros, el Palau Nacional se iba a convertir en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), y en su gigantesca sala oval debía ir la estupenda obra del estupendo artista.

Pero lo que presentó fue una maqueta de unos 20 cm de altura con un calcetín real roto y con alambres y barras en su interior que lo atravesaban. La idea era que la obra ejecutada tuviera unos 18 m de altura.

Los políticos no esperaban eso, que les desagradó mucho. Era muy cutre. No iba con las ansias de esplendor que todos tenían. (Tampoco sé qué esperaban exactamente. Tàpies nunca se ha distinguido por su glamour ni por una fina y elegante exquisitez decorativista). El autor intentó explicarla evocando su conocida fascinación por lo humilde y por lo cotidiano. No hubo forma. Los miembros del patronato del MNAC se dividieron; su presidente se asustó. Le propusieron cambios, improvisaron sugerencias. Vamos, que no les gustaba y al final quedó en nada.

jueves, 13 de octubre de 2022

Cómo te pones

He visto un anuncio de este bonito frigorífico:

y he pensado en el pobre Mondrian, en el loco Mondrian, y, por extensión, en todos los pobres y todos los locos que se toman en serio, demasiado en serio, algo que para los demás es solo un divertimento sin mayor importancia.

Ya hablé aquí de Mondrian con mucho respeto y bastante pasmo ante sus obsesiones. Sí queréis os invito a releerlo, porque no voy a repetirlo aquí. Solo quiero hablar hoy de tanta gente que se toma su trabajo en serio y de tanta otra que lo trivializa, toma el rábano por las hojas y desprecia profundamente lo que hay debajo de éstas.

Una empresa de posters llama a este "Cornelies"
y dice que es de Piet Mondrian

Otro Mondrian

Comento brevemente estas tres ilustraciones. La del frigorífico: Mondrian odiaba el verde hasta el punto de pintar de blanco los tallos de los tulipanes que tenía en el estudio. Las dos de los cuadros: Mondrian odiaba las líneas inclinadas hasta el punto de discutir para siempre con su compañero de grupo y (hasta ese momento) amigo Theo van Doesburg porque pintó líneas inclinadas.

miércoles, 5 de octubre de 2022

El milagro

El pasado 20 de septiembre salió en el diario El País un artículo sobre el calamitoso estado de conservación e incluso de ruina inminente y demolición a la vista de la casa Vallet (en la calle de Belisana nº 5, de Madrid), obra del arquitecto José Antonio Coderch.


Fotografía tomada de Google Street

Hace cuatro años y medio mi compañero David García-Asenjo escribió este artículo en el que ya se temía lo peor para la malhadada casa.

Viendo la foto que acabo de poner, la verdad es que se le quitan a uno las ganas de todo, y ya solo desea que la tiren de una maldita vez y la dejen morir en paz.

La casa nunca tuvo suerte, y desde su terminación su autor renegó de ella porque se introdujeron demasiados cambios en obra. No obstante, a pesar de todo eso aún tenía muchas condiciones para ser apreciada y admirada, y para enseñarnos muchas cosas a los arquitectos y a los ciudadanos en general.

¿Qué queda de todo ello? Unos paños sencillos, demasiado sencillos en un barrio de casas ricas y lujosas, y que, con la desidia, la inopia y el odio habituales en este tipo de casos, han quedado como sencillamente cutres y cochambrosos.