jueves, 23 de agosto de 2012

En defensa de Doña Cecilia

Doña Cecilia es una anciana beata de Borja (Zaragoza) que ha restaurado a su manera un Ecce Homo mural de la iglesia del Santuario de La Misericordia de su pueblo.
La pintura, una obra académica y correcta del S. XIX (y a mi modesto juicio más que sosa y anodina) estaba muy mal de lo suyo, debido a la humedad y a la afloración de sales.
La Señá Cecilia ya la había restaurado muchas veces. Es la típica mujer de iglesia, siempre activa, colaboradora y bien dispuesta, que todo cura tiene siempre a mano. Pero hasta la fecha solo le había dado toques de titanlús a la túnica.
Seguramente envalentonada por sus anteriores experiencias exitosas, y teniendo delante una pintura cada vez más deteriorada, se lanzó ahora a repintarla por completo, y se lió, se lió, se lió, pim-pam, pim-pam, pim-pam, y no pudo parar. Cuando haces plop ya no hay stop.
Y lo que quedó fue esto:


Semejante mamarrachada ha sido la irrisión de todo el mundo. Twitter ha ardido. A esta buena mujer, cuyo apellido omito, la llaman Cecilia "Cristo Mal"; al Ecce Homo, #EcceMono (y ha sido trending topic en el acto). Cualquier persona con conocimientos mínimos de photoshop ha aportado su parto:


Y hasta hay quien se ha puesto a vender camisetas como churros:


Supongo que sin darle ni un euro ni a Doña Cecilia Cristomal ni al párroco.
Ahora hablan los políticos de gastar lo que sea en desfacer el entuerto. (A mi juicio el entuerto es indesfacible, y lo más que podrían hacer sería repintar encima una réplica del original. Pero, también a mi juicio, ya no merece la pena, y lo mejor sería cobrar entrada para ver la obra, nombrar a la Señá Cecilia hija predilecta y aprovechar la publicidad durante el poquísimo tiempo que va a durar).
Dicen ahora de rascarse el bolsillo (lo que no han hecho nunca, y así está todo) y llamar a alguien para que restaure la pintura, como si fuera de Miguel Ángel. Qué barbaridad. Ni que lo fuera. Pero hay que recordar que al propio Miguel Ángel le cepillaron la Capilla Sixtina tapando aquí y allá las desnudeces (quien lo hizo es conocido como il Braghettone), y se la volvieron a cargar volviéndolas a destapar. Y también hay que recordar que a su vez Miguel Ángel se cargó todo residuo romano y medieval cuando hizo la Piazza del Campidoglio de Roma.

(Fantástica plaza, por cierto, aunque también eran fantásticos los vestigios romanos de la colina sagrada).
Y, como de costumbre, me voy de una cosa a otra y me hago un lío con la restauración. ¿Qué es restaurar? ¿Cómo se restaura? ¿Qué es válido y qué no lo es en restauración? Hay demasiados tabúes, demasiados dogmas que, bien mirados, no responden a la razon. (O yo creo que no). La reciente historia nos ha hecho ver cómo se ha ido de unos dogmas a otros, de unas escuelas a otras, y lo que hace unas décadas era obligado ahora es rechazado. Pero, por otra parte, las restauraciones son irreversibles, y si vemos ahora que lo que se hacía en los años setenta era una salvajada, ya no tiene remedio. Igual que dentro de cuarenta años se sabrá que lo que hacemos ahora es una barbaridad.
¿Entonces qué? ¿Lo dejamos todo parado? ¿No hacemos nada esperando que en el futuro alguien sepa qué hacer? ¿Y aguantarán nuestras ruinas hasta el futuro?
Es malo no hacer nada y es malo hacer algo.
Pues en esta tesitura yo soy de los de hacer algo, aunque sea como Doña Cecilia, y aunque al final quede el Cristomal.

miércoles, 15 de agosto de 2012

¡Cien mil visitas!

Queridos amigos:
¡Este blog que empecé hace justo dos años acaba de recibir su visita número cien mil!


Os doy las gracias a todos los que os pasáis por aquí de vez en cuando. Me hacéis muy feliz.
Gracias a este blog he conocido a unos cuantos amigos virtuales, a los que aprecio de corazón, y me he reencontrado con antiguos amigos "del mundo 1.0" de los que hacía tiempo que no tenía noticias. Esto es algo sorprendente y digno de la mayor gratitud.
Este blog nació en un momento muy malo de mi vida profesional, que sigue dándome disgustos cada día. (A mí y a todos los que compartimos esta bendita profesión). Sin embargo, obsesionado y decepcionado con la arquitectura, e incluso asqueado de ella, me puse a escribir y a escribir, como en una especie de terapia, y, no sé bien por qué, he conectado con vuestras decepciones y vuestras ilusiones, y, en definitiva, con vuestro amor por la arquitectura. No sabéis lo feliz que me hacéis, lo contento que me siento por encontrar compañía.
Crear este blog fue una buena decisión. Casi nunca tengo claro sobre qué escribir, ni cómo hacerlo: qué decir. A menudo repito lugares comunes o me sumerjo en conceptos confusos y escurridizos, seguramente porque no planteo bien los temas. Pero siempre me siento acompañado, y si me pierdo sé que lo hago en buena compañía.
Otras veces, por el contrario, creo tener las ideas muy claras y lanzo exabruptos ventilando mis obsesiones y manías a los cuatro vientos, y tenéis la generosidad de leerme.
Y hasta sois pacientes cuando pongo alguna pieza de jazz.
En definitiva, os repito que es para mí un placer y un privilegio sentiros a mi lado.
¡Gracias!

martes, 14 de agosto de 2012

Sentimentalismo (II)

La Insoportable Levedad del Ser, de Milan Kundera, me parece una novela muy sobrevalorada, pero tiene un tratado sobre el kitsch muy interesante. Kundera dice algo que me parece muy digno de tener en cuenta:

El kitsch provoca dos lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lágrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped!
La segunda lágrima dice: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped!
Es la segunda lágrima la que convierte el kitsch en kitsch.

Unas líneas antes, Kundera dice que uno de sus personajes, el senador, "tenía un solo argumento para su afirmación: sus sentimientos. Allí donde habla el corazón es de mala educación que la razón lo contradiga".


Nosotros estábamos hablando del sentimentalismo en las artes, y Kundera nos dice que para que ese sentimentalismo se produzca, para que hable libremente el corazón, hay que acallar la razón.
Pero es que el arte es profundamente racional y técnico. O sea, que el artista que quiere producir un efecto emotivo tiene que (utilizando su razón, su técnica y su inteligencia), anular la razón del espectador; suspender su capacidad de juicio. El artista es un manipulador, un truquista, un tramposo.


No estamos hablando de calidad artística (como no lo hacíamos con ¡Qué Bello es Vivir!), sino de manipulación del sentimentalismo, que es una de las facetas más serias del arte. Fallingwater es una de las obras maestras de la arquitectura. Podemos analizar su forma, su construcción, sus espacios, su adecuación al entorno, etc, pero es ante todo un ¡toma ya!, un caérsete la baba, un ¡qué barbaridad! Habla el corazón y la razón se calla.
Y está concebida (con cuánto talento, con cuánta maestría) para ello. Es de un efectismo fabuloso, y produce toda suerte de emociones.
En el extremo opuesto pongamos la casa Farnsworth. Es una fría caja de vidrio, un bloque de hielo que no pretende nada, que no quiere emocionar. (¡Ja! ¡Eso dice!).
No hay más que ver la inacabable colección de fotografías, la intención de los fotógrafos y la fascinación de los visitantes para constatar lo contrario.


Todo tipo de arte es susceptible de emocionarnos, incluso el más cerebral y racionalista, porque si está bien hecho lo admiramos, y al admirarlo lo llenamos de cualidades y virtudes emotivas.
Y surge entonces la segunda vuelta de tuerca que dice Kundera: Nos emocionamos nosotros mismos de sabernos emocionados. En definitiva, estamos encantados de ser tan guays, y nos volvemos superfans. Y eso hace kitsch cualquier obra. Ninguna se salva.

sábado, 4 de agosto de 2012

Sentimentalismo (I)

Cuando uno hace algo para que otro lo disfrute o lo use (llamémoslo ambiguamente "arte"), incluso cuando lo hace de una manera racional y cerebral, aspira, además de a satisfacer algún tipo de necesidad, a provocar alguna reacción intelectual, afectiva, emocional y, en definitiva, sentimental, en el espectador o en el usuario. No solo no es malo que el "arte" despierte sentimientos, sino que es una de sus misiones irrenunciables. Eso abarca incluso a la arquitectura, que trasciende su utilitarismo inicial para dar varios pasos más allá de sus fines y entrar en el resbaladizo campo del sentimiento y de la emoción.


Creo en la arquitectura funcional, pero también creo que la emoción del espacio es su principal función. O sea, que incluso la más ferozmente utilitaria es antes que nada espacial, y el espacio provoca emociones y sentimientos.


Pero esas emociones no solo las consigue el espacio ampuloso, el gran volumen, porque "espacio" no es solo "volumen". Tampoco es solo lo que entienden la topología ni la geometría analítica. El espacio es todo. El espacio es volumen, geometría, forma, color, textura, olor, temperatura... todo. Y esa totalidad o plenitud del espacio nos provoca sentimientos muy complejos.

Y no solo nos provocan sentimientos estos espacios tan acogedores y cálidos:


Sino también (y muy fuertes) estos otros tan cerebrales:


-Entonces ¿a qué se debe el sentimentalismo? ¿Cómo funciona?
-No tengo ni idea.
-¿Y por qué sacas este tema en tu blog?
-Porque soy tonto. Porque me vuelve loco hablar de lo que no sé, ir buscándolo mientras escribo a tientas.
-Oh, qué cool. (Valiente soplagaitas).

Veo una distinción entre el sentimiento espontáneo (que puede experimentar cualquiera, sin preparación previa) y el sentimiento elaborado desde la cultura o la información (que experimenta alguien que ya está predispuesto y avisado). Por ejemplo, para emocionarse con el Pabellón de Barcelona, el Gimnasio Maravillas o un cuadro de Mondrian hay que haber tenido algún entrenamiento previo, mientras que otras obras se prestan a una fruición y emoción más directas.
También veo una diferencia entre sentimiento a contrapelo, experimentado desde la dureza y a pesar de ella, y sentimiento provocado, remachado sensibleramente.
Y ahí ya me pierdo. Quiero hacer grupos y subgrupos y veo que estoy haciendo el tonto. No sé adónde voy.

¿Me será más fácil entenderlo con el cine? Creo que no, pero al menos los ejemplos son más evidentes, porque el cine es un arte muy sentimental.