jueves, 25 de noviembre de 2010

Ave María, Corbu

No le he dedicado aún ninguna entrada a Le Corbusier, y siento que la primera sea para meterme con él. Prometo compensarlo en otras, en las que comentaré algunas cualidades de este arquitecto inconmensurable.
Le Corbusier fue un artista total: arquitecto, pintor, poeta, hombre de vanguardia, poliédrico y polimorfo (toma ya). Pero culto, lo que se dice culto, y erudito, lo que se dice erudito, no era.
Nos llena de emoción su creatividad, su viveza, su instinto... y su capacidad incansable para inventar la pólvora porque no sabía que ya estaba inventada, y sus afirmaciones históricas, científicas, literarias... siempre inexactas e interesadas.
Lo que os muestro hoy es una cita literaria que me llena de ternura y de pasmo a partes iguales, y que (estúpido erudito, estéril rata de biblioteca) no puedo entender:

(si clicáis en la imagen la veréis más grande).

domingo, 21 de noviembre de 2010

Una buena base, y ya veremos

Siguiendo con las plataformas de Utzon, os quiero mostrar un dibujo que me encanta:


Es una planta con sombras, una contradicción muy curiosa.
Una planta de cubiertas puede ser la idealización de una vista real, de una vista aérea, y si se dibuja con sombras muestra más realismo aún. Pero una planta intermedia con sombras supone, como planta, un dibujo abstracto, una construcción mental imposible de ver, pero las sombras indican una visualización real.
Es decir: la planta es una abstracción, un esquema de organización (¿podéis ver la planta de vuestra casa? No, pero la podéis entender, y la podéis trazar). Pero las sombras, que manifiestan los relieves, muestran un objeto físico puesto ante la luz, puesto al sol, expuesto a nuestra mirada más que a nuestra inteligencia.
Esto lo hacía también Alvar Aalto, y supongo que Utzon lo tomaría de él. Es un recurso gráfico muy interesante, que muestra cada planta como si fuera una maqueta, puesto que las sombras arrojadas le dan una materialidad que la planta no puede tener nunca.
Ese recurso se puede hacer con cualquier proyecto, pero en éste es especialmente adecuado, porque la plataforma, como excavada en madera, es la primera parte del edificio. La plataforma ya está. Sólo le faltan las nubes encima.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Los pies en el suelo y la cabeza a pájaros

En un famoso artículo para la revista Zodiac, titulado "Platforms and Plateaus" ("Plataformas y Mesetas"), Jörn Utzon hablaba de la gran impresión que le produjeron los templos mayas, sobre todo por la forma en que surgían de un terreno "preparado". En medio del caos de la selva, donde es inconcebible construir nada, se hacía un claro, se preparaba un terreno, se explanaba, se elevaba y se creaba un "sitio", un "lugar" arquitectónico, del que la construcción surgía como algo propio.
Hablaba del plano horizontal del suelo, que se separa del terreno natural y constituye un plano elevado desde el que se otea, desde el que se domina el lugar, desde el que se apodera uno del espacio, y consideraba que esa operación de preparar un "suelo" era la primera operación arquitectónica.
Utzon ilustró ese artículo con unos dibujos muy sencillos, que se han hecho célebres:














sábado, 13 de noviembre de 2010

Vanitas vanitatis

Hay una herramienta de Blogger que me permite saber cuánta gente entra en mi blog cada día, cada semana, cada mes... y de qué países, y con qué buscadores, y con qué palabras de búsqueda.
Confieso que miro esos datos fascinado y un poco vanidoso. Me leen en México, en Argentina, en Chile... También entran bastantes desde EE.UU. y Canadá. Y un día, no sé por qué, entraron un buen puñado desde Rusia.
Me siento como aquel periodista español de los años cincuenta-sesenta a quien sus burlones amigos convencieron de que los agentes americanos seguían muy de cerca sus artículos, que enviaban subrayados y glosados a la Casa Blanca. Y ese periodista entraba en el café con la cabeza muy alta y el gesto altivo diciendo: "¡Hoy se van a enterar los yankis! ¡Cómo los he puesto!"
Pues así estoy yo: pensando que mis opiniones y resoplidos sobre arquitectura y sobre todo lo demás son muy seguidos desde América hasta Asia (en África no; en África me leen menos). Y me siento tan ufano y tan tontito.
Y resulta que el post que más se visita, y se sigue visitando bastantes veces cada día, es el de "Ornamento y delito", y entonces durante un instante me parece como si el espíritu de Adolf Loos siguiera vivo y su mensaje de sensatez ornamental tuviera aún fuerza, y me caigo del guindo comprobando que las palabras de búsqueda que han dado por error con mi blog han sido tatuajes, tatuajes guapos, tatuajes en el cuello, tatuajes de terror... y recuerdo que para ilustrar aquel post puse una foto flipante de un tío que se había tatuado un trampantojo en el cuello, como si lo tuviera cortado y cosido.
Es decir, que puse aquello para argumentar por qué no me sentía muy partidario de los tatuajes, y resulta que son los amantes del tatuaje quienes más me visitan. Me imagino que van buscando fotos chulas y ni se molestarán en leer mi artículo, porque si lo hacen va a ser peor.
En fin; siento que el buscador les mande aquí y les haga perder su valioso tiempo. Y me imagino que de entre todos los que registran los contadores, los que de verdad leéis algo de esto que escribo seréis "cuatro gatos". Pues os doy las gracias de corazón. Me siento muy acompañado y muy querido por vosotros.

(Tengo que decir también que entran muchos buscando datos sobre Louis Armstrong, y eso sí que me lleba de satisfacción).

martes, 9 de noviembre de 2010

El arquitecto de Dios

Así llama el ABC a Gaudí: El arquitecto de Dios. También le llama -otra variante- El arquitecto de la fe.
Todo ello a cuento de la visita del Papa Benedicto XVI a Barcelona y de la consagración de la Sagrada Familia.
Sin embargo, las fotos con las que se ilustran esos artículos del ABC no son de la obra de Gaudí, sino de la que ha perpetrado el conjunto de profesionales mejor intencionados del mundo. (El infierno está empedrado de buenas intenciones).



Vaya por delante que en mi opinión La Sagrada Familia era una obra inacabable, imposible, incluso para el propio Gaudí, que se había metido en un atolladero delicioso desde el punto de vista literario o cinematográfico (¡Ay, Dios, qué buena historia!), pero envenenado arquitectónicamente. Por lo tanto, al equipo que la está terminando no se le debe acusar de nada. Al menos yo no lo haré.