jueves, 26 de abril de 2018

Rejas

Esto no es una novela sino
la purga de mi corazón.
               Camilo José Cela, Oficio de tinieblas 5


En mi vida he proyectado dos centros de atención a la infancia y he intervenido muy levemente en otros dos. Los cuatro bastante pequeños y de una sola planta. (Estos centros de atención a la infancia son los que antiguamente se llamaban guarderías, y en el lenguaje común se siguen llamando así. Pero en el lenguaje políticamente correcto no sé cómo se llamarán ahora porque hace mucho tiempo que no hago ninguno).

En uno de ellos, henchido de un sentimiento de buen rollo que a su vez estaba contaminado por mi perenne estupidez, pensé que sería agradable que en el pasillo de circulación que daba a la fachada hubiera ventanas a dos alturas: la de los niños y la de los adultos.
(Sí, ya lo sé: La típica chorrada que no se le ha ocurrido nunca a nadie).
Quería que los niños tuvieran su propio punto de vista.
(Aunque el centro da a una calle peatonal tranquila y alegre no quise que las salas dieran a ella, sino a un gran patio interior ajardinado al que salieran los niños directamente. Por eso hice el pasillo por fuera).

En cuanto se inauguró, el edificio empezó a sufrir robos y actos vandálicos. Los ladrones entraban a placer y se llevaban los ordenadores, el equipo de música y todo lo que pillaban. Todo. (Supongo que los ladrones expertos se colarían por las ventanas de arriba y los aprendices por las de abajo).
No solo entraban ladrones. También (sobre todo) se metían amantes de romper cosas por el placer de romperlas. (Al parecer hay algunos menguados que disfrutan rompiendo).

El caso es que la dirección del centro se vio en la necesidad de poner rejas.


(Las rejas estaban todas pintadas de negro, pero en una intervención posterior las han pintado de colores y también han pintado un zócalo de color azul añil).

Antes de seguir hacia donde quiero ir, y puesto que este blog es sobre todo la purga de mi corazón, he de reconocer que cuando hice el proyecto y cuando dirigí la obra no preví ese problema, y por lo tanto, obviamente, no dispuse ninguna solución, por lo que tiempo después la dirección del centro, el ayuntamiento, la consejería y hasta el Sursum Corda han tenido que aplicar las medidas que han considerado oportunas y yo no solo no tengo ningún derecho a quejarme sino que he de agachar las orejas avergonzado por haber forzado esta situación con mi imprevisión y mi torpeza.

(Cuando os "destrocen" una obra pensad por qué lo han hecho, y analizad, lo primero de todo, qué problemas no habéis sabido resolver y habéis dejado a los usuarios para que se las apañen como puedan).

Dicho lo cual, me llama poderosamente la atención que lo que yo imaginé como un lugar de juego, de luz y de alegría se haya convertido en un búnker, una caja hermética, enrejada, inaccesible, y lo que imaginé como un espacio en el que los niños pudieran tener una experiencia incluso arquitectónica de... no sé cómo decirlo... digamos "libertad orgánica", haya quedado como un bloque cerrado a hierro y fuego y encajonado porque el mundo no es la alegría que quisiéramos inculcar a nuestros niños, sino una desordenada colección de hijosdeputa a quienes un arquitecto torpe no supo dejar fuera.


Lo que se pensó como un espacio abierto de acceso que daba a una calle peatonal y se fundía con ella fue cerrado con rejas. La puerta se cerró con rejas. Las ventanas se cerraron con rejas. Todo rejas.


Para más agresividad las rejas que delimitaban el espacio de acceso y lo separaban ya rotundamente de la calle terminaban en punta para que los gamberros se lo pensaran varias veces antes de intentar trepar.


En algunos sitios las ventanas infantiles fueron tapadas con una lámina adhesiva opaca. Pocas veces un arquitecto ha diseñado tan puñeteramente mal un edificio, sin acertar en absoluto con las necesidades reales de sus usuarios ni con los problemas de mantenimiento y de uso cotidiano de su monstruito mal parido.

En toda esta vergüenza hay algo que me llama finalmente la atención: los colores de las rejas. Ya he dicho que al principio eran negras. Se pintaron después.
Quiero decir que reconozco mi error: A los niños no hay que hacerles creer que este es un buen mundo; hay que enseñarles desde muy pequeños a no dejar sus cosas al alcance de los demás, a no fiarse de nadie, a zafarse de un secuestro exprés, a mirar atrás de vez en cuando por si les sigue alguien, a no aceptar caramelos ni mimos de los mayores. Miedo. Prevención. De acuerdo: A las criaturas hay que instruirlas en defensa personal, artes marciales, desconfianza. Hay que infundirles desde el principio que el mundo es una jungla, un descampado lleno de perros de presa y de buitres. ¿Pero entonces por qué los colores? Es decir: Todo es una mierda pero colores. Este es un valle de lágrimas pero colores. Tened mucho cuidado pero colores.

Les están enseñando simultáneamente que el mundo es una mazmorra y que telecinco, que la gente es mala pero cocacola, que nunca se confíen pero disneylandia, que ojocuidao pero eurovisión.
A las criaturas les están inculcando la misma alienación esquizofrénica en la que vivimos los adultos, y así debe ser para que sepan desde el primer momento dónde están.

Yo reconozco que me tomé el empeño e incluso la molestia de diseñar el rótulo "CENTRO DE ATENCIÓN A LA INFANCIA" y le di al constructor un plano con las letras acotadas y las instrucciones necesarias para el cerrajero.
El constructor me contestó con una propuesta de letras ya fabricadas ad hoc muy bonitas.

Alegres, no oxidables, sin bordes punzantes, higiénicas, no tóxicas, limpiables, coloridas... Había un montón de modelos.
Yo insistí en que se pusieran las del proyecto1.


Si en vez de esa cabezonería tonta me hubiera preocupado por lo que de verdad importa la cosa habría quedado mejor y más útil para todos. Si en el proyecto en vez de dedicar tiempo a la geometría de las letras hubiera pensado un poco en la seguridad y en el vandalismo todo habría salido mejor.
Y ya puestos a poner colorines a las rejas, las letras que proponía el constructor eran bastante mejores y más coherentes que las mías.
Otro proyecto fallido. Otro más. Espero que los dioses2 me perdonen.



1.- Menos mal que por ahora no han causado ninguna lesión (que yo sepa). Están en una zona por la que se supone que los niños no pasan, y a una altura que... Bueno, tal vez alguno algo más alto se pueda hacer daño con las letras de INFANCIA. También es verdad que veo las puntas de las rejas y veo que los hay aún más crueles que yo.

2.- Es decir: Los niños, los padres, los trabajadores del centro, los paseantes por la calle peatonal... y hasta los ladrones y vándalos.

4 comentarios:

  1. Mi enhorabuena por la reflexión.Es toda una lección de proyecto arquitectónico. Y efectivamente no son pocos sino muchos los vándalos que andan sueltos.
    La educación para que esto no ocurra debe inculcarse desde el ámbito familiar, no dejarlo todo para que a nuestros hijos los eduque la escuela. Por desgracia, mucha gente ni piensa así, ni actúa en familia como toca.

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  2. Sabes que soy un incondicional tuyo, un auténtico fan; pero en ese letrero tuyo se lee así a vuelapluma "Centro Penitenciario para Niños Malos". Casi que esta vez tenía razón el constructor...

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    1. Cierto: Unas letras demasiado duras, procedentes de una obsesión de otros proyectos y que no son las más indicadas para este.
      Y mal replanteadas: ATENC (espacio incomprensible) ION.
      (Y sin tilde).
      INFANC (espacio algo menos aparatoso) I (espacio también) A.
      Y torcidas.
      Un desastre.

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  3. Firmo lo que escribió Carlos Traver, todo (hasta lo de fan). No hay una concordancia con lo que muestran las fotos a lo que estamos acostumbrados a recibir de ti: sensibilidad.
    ¿Quizas fue inexperiencia?
    De alguna manera me recuerdan a esos bellos caminos adoquinados en ángulos rectos que se trazan en los prados y que dejan ver al lado los caminos "diseñados" por lo que nunca caminan en ángulos rectos si no que prefieren la utilidad de una diagonal.

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