jueves, 4 de septiembre de 2014

El peldaño y el abismo

Dedico esta entrada a wallace97 y a MJGE,
que me la han sugerido con sus acertados comentarios.
Agradezco los comentarios de todos: Buenísimos.
Pero han sido precisamente wallace97 y MJGE quienes
me han hecho formular lo que sigue, con lo que supongo
que no estarán de acuerdo. 

Siempre me ha llamado la atención lo siguiente: Conozco a varios licenciados en Bellas Artes (mi hermana lo es), y dibujan maravillosamente bien. No se puede dibujar mejor. También tengo bastantes compañeros arquitectos que dibujan de escándalo.
Dentro de lo bien que dibujan todos, podría establecer una cierta gradación entre ellos, según me parezcan (a mí) muy buenos, mejores o aún mejores dibujantes: Uno que dibuja muy bien, otro mejor, otro mejor aún...
Y luego, aparte, en otro universo, está Miguel Ángel.
Pues bien: ¿Qué pasa con Miguel Ángel?


Veo los dibujos de Miguel Ángel y sí, son magníficos. Pero no tienen mucha más técnica, mucho más talento ni mucho más acierto que los de algunos de estos extraordinarios dibujantes que conozco.
Y, sin embargo...
Hay miles de dibujantes formidables. También hay miles de guitarristas muy buenos, y de... de todo. Hay miles y miles de "de todo" fantásticos, pero languidecen en el anonimato, en la exclusión, incluso en el fracaso.
Y, sin embargo, Miguel Ángel es poco más. Sólo un poco más.
¿Un poco más? Según se mire ni siquiera es más, pero según se mire es otra galaxia. Por una parte, entre los dibujos de Miguel Ángel y los de tantos dibujantes muy buenos apenas hay diferencia. Tal vez un peldaño de pocos milímetros. Pero por otra el salto es abismal, es otro mundo, otra dimensión.
¿Por qué? ¿Dónde reside el vértigo del genio? ¿Se puede medir?

Yo diría que no. Yo diría que no es una cuestión cuantitativa, sino cualitat... No, tampoco es sólo un cambio "de calidad". ¿Qué es? Yo creo que se parece más bien a un big bang. Una discontinuidad, una excepcionalidad.


Y creo que esa excepcionalidad, ese salto, ese quiebro en el continuum lo hemos hecho nosotros.
Cuando Miguel Ángel tenía que pelearse con sus colegas para conseguir un encargo de algún mecenas tenía que demostrar ser el mejor entre sus iguales. Ganaba un concurso esa vez, y perdía otras veces. No estaba divinizado. Era un profesional que conseguía agradar al cliente en tal encargo mejor que sus colegas.
Pero tras siglos de veneración lo hemos descoleguizado. Ya no es un primus inter pares. No tiene pares. Es más, quienes podrían estar a su altura, aquéllos contra quienes luchaba en su quehacer diario, y que incluso a veces le ganaban, están en otras vitrinas, en otros altares, en otros templos, aislados unos de otros para que no compitan nunca más. Todos reinan en nuestros corazones y nadie puede ya alcanzar esos niveles, que no son ya profesionales, sino legendarios.


Miguel Ángel era famoso en vida, pero era humano. Hoy nosotros, desde mucho antes de ver un dibujo suyo, o de rodear su David y sus esclavos en la Galería de la Academia, o de ver su Piedad Rondanini, ya estamos postrados, entregados. No juzgamos su obra, no tenemos mentalidad crítica, sino devota. No valoramos: veneramos.

Tenemos nuestra capacidad crítica suspendida ante estos dioses, que, por lo tanto, no están en la escala graduada de las obras humanas, ni en el plano de comparación con los demás, sino en un reducto inalcanzable.




Ahí lo dejo. No sé muy bien a dónde va esto que digo. No sé si de verdad suspendemos nuestra capacidad crítica ante los valores que nos vienen dados y que aceptamos sin cuestionar. Creo que sí. Creo que eso hace mucho en nuestra contra respecto a lo que decía el otro día sobre la necesidad de ejercer la crítica y de tener algún criterio.

Creamos mitos, los colocamos en un pedestal y nos ponemos de rodillas ante ellos. Eso es mucho más cómodo que hacer crítica. Ya se hizo en su día y resultó que ese artista y toda su obra fueron declarados sublimes. Pues ya está. A otra cosa, mariposa.

Como colofón, y aunque no venga muy a cuento (pero es que lo acabo de ver, y me ha gustado, y no he podido evitar hacer la comparación), os muestro un dibujo muy reciente de mi amigo Antonio Esteban, uno de los mejores dibujantes (y, sobre todo, pintores) que conozco.


Y otro de un ser divinizado que está a muy pocos milímetros de Antonio, o a cientos de miles de kilómetros. Según se mire.




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7 comentarios:

  1. Siempre he sido un ferviente desmitificador, pero no por despreciar los méritos de los sobresalientes y los genios en cualquier materia, sino más bien por intentar compensar la balanza en favor de los méritos de los genios y valiosísimos anónimos que pululan por los campos del anonimato.

    Y también por tratar de separar el grano de la paja en el caso de los mitificados, porque un gran porcentaje de ellos lo son gracias a una oculta labor de marketing, casi siempre con intereses espurios y manipuladores, aunque en ocasiones sea fruto de la casualidad.

    El otro día comentaba MJGE que el tema de la crítica es sólo abordable desde la filosofía. Estoy de acuerdo, pues para criticar hay que comparar, y para comparar hay que medir. Es una cuestión matemática, o sea, filosofía pura. Es cuestión de mediciones y de límites, aunque sea en niveles infinitésimos. Acordar las magnitudes y los intervalos en las funciones es obligado para poder poner en común cualquier intento de racionalización que nos lleve a una solución, al menos en las cotas espacio-temporales acordadas.

    No quiero extenderme, porque no acabaría, pero me parece un tema apasionante. No sólo para valorar calidades, sino para cualquier otro asunto. La gran pregunta ante cualquier disyuntiva es: ¿dónde están los límites, quién los establece? Ejemplo: entre abortistas y antiabortistas, ¿en qué punto se cruzan los derechos de la mujer y los del feto? Bajo mi punto de vista son absolutamente necesarias dos condiciones: acordarlos entre los participantes en la valoración, y despojar ésta de cualquier interés añadido. Objetividad pura y dura, vaya. Aprovecho para desmitificar la frase de Campoamor: “nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Creo que si se mira con cristal es para no ver borroso, pero ha de ser incoloro.

    Perdón por el rollo, pero querría añadir que entre los dos dibujos taurinos, sin saber cuál es mejor, me quedo con el de tu amigo, aunque me encanta también el de Picasso.

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  2. Leonardo el otro día, hoy Miguel Angel... espero "ansiosa" cómo "rebajas" a Rafael para la próxima. Una cosa es el borreguismo y la fe a ciegas y otra es perder todo norte que nos guíe en unos estándares mínimos de lo que es una obra maestra o una birria.

    Obviamente pesa mucho en estos casos el componente de innovación. Son genios no tanto por la técnica sino porque nadie había hecho algo semejante. Tras Picasso se abrió la vía para otros iguales o mejores que él en esa línea.

    Y no creo que todo sea subjetivo, sin una formación académica creo que no tendríamos el gusto formado, que no deformado.

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    1. Critiqué exclusivamente la faceta inventora de Leonardo. Como artista me parece gigante, y lo dije.
      Y a Miguel Ángel tampoco lo rebajo. Me pregunto cómo funciona la fascinación y la veneración. A Miguel Ángel lo he tomado como ejemplo. Y me parece un monstruo.
      Siento no haber sabido expresarme mejor.

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    2. Coincido con María. La mastría de estos artistas totales debe medirse en el contexto en el que se producen, no en el contexto actual. Es como si juzgásemos las manos en negativo o positivo de Atapuerca con una mirada actual. Si hiciéramos eso, Atapuerca lo podría haber hecho cualquier niño de cinco años.

      Admirar de verdad supone un acto de humildad, empatía y conocimiento. La crítica no supone vanalizar todo, si no ser capaz de disgregar, como si de una tortilla desectructurada de tratara, todos los elementos que giran alrededor de la obra, para llegar al punto se orígen. Ese Big Bang genial donde todo empieza, como tú bien describes. Bajo mi punto de vista, esa es la verdadera crítica. Entender y descubrir cómo se produce la chispa de genialidad que se transforma en la pieza de arte.

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  3. Mira José que acabo de pasar muchos segundos mirando el dibujo de tu Amigo Antonio... que maravillosa capacidad de síntesis...Genial.
    Un saludo mi amigo... por aquí poniéndome al día con las lecturas después de casi un mes sin acceso a Internet.
    Un abrazo

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    1. De acuerdo totalmente. El otro día me lo dejé en el tintero: es difícil expresar más con menos. Paradigma de eficiencia. De ahí que me prefiera el dibujo de Antonio Esteban antes que el de Picasso.

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    2. que prefiera, no que me prefiera (iba a poner que me quede)

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