domingo, 21 de abril de 2013

Los bolardos, mi padre y los noruegos

Hace unos años mi padre iba paseando por su barrio. Había llovido y el suelo estaba mojado. Se resbaló y cayó con tan mala suerte que su pecho halló en la caída un bolardo metálico que le rompió una costilla y le contusionó un pulmón. La costilla se soldó pronto y la lesión pulmonar no fue muy seria, pero ahora, aprovechando unos momentos delicados de salud, aquella vieja lesión quiere volver a hacerse valer.
Por todo ello, estos días que le estoy dando vueltas a aquel tonto accidente, estoy viendo bolardos por todas partes. Las aceras están realmente erizadas de ellos.


Y los pocos bordillos y pasos de peatones que están libres de esos pirulos tienen un coche encima. No hay rincón urbano que no tenga un coche encima. Hasta las catedrales ya tienen que poner bolardos en sus puertas para que no se les metan los coches en el altar mayor.
Vivimos en un ambiente hostil, en el que hay que hacer los bordillos altísimos o entorpecerlos con pivotes, en el que cada mañana al salir de casa nos saluda amenazante un excremento de perro, en el que los conductores aprovechan ratos muertos en semáforos vaciando sus ceniceros por las ventanillas, en el que cuando alguien, niño o adulto, se termina una chuchería tira el papel ahí mismo, donde le pille.
¿Por qué se hacen esas cosas? Porque el espacio público parece que no es de nadie y que no merece cuidado ni respeto. La gente no piensa que el espacio público es de todos, y que a todos nos atañe mantenerlo en perfectas condiciones para disfrutarlo, y que todos lo necesitamos. No. No es mío, luego no me importa.
El espacio público es el lugar donde hacemos vida pública y nos relacionamos con los demás. Pero estamos recluyéndonos cada vez más en nuestras casas, en nuestros refugios, sin querer saber nada de nadie. Así no somos sociedad, no podemos ser colectividad.
Vivimos en ciudades hostiles y cada vez las hacemos más hostiles. No hablo de vandalismo, no hace falta llegar a tanto, sino de la mera indiferencia pasiva, y del desprecio que muestra la mayoría de la población.
No podemos disfrutar de espacios comunes que nos hagan crecer y madurar políticamente, sino que vivimos aislados, cada uno en su casa, que es como una especie de búnker nuclear, y salimos a la calle, con asco y miedo, lo menos posible. El ideal es no pisar siquiera el espacio público: Salir del garaje de casa ya montados en el coche, accionar la puerta con el mando a distancia y huir por entre los escombros de un mundo desolado.
En el coche (otra burbuja de privacidad imprescindible para muchos que no soportan siquiera los transportes públicos) seguimos siendo igual de bestias.
De nada sirve que las avenidas de las nuevas urbanizaciones se pavimenten bien, con firmes cómodos: Las llenamos de tropezones, de "guardias muertos" y obstáculos de todo tipo para que los coches no se lancen a gran velocidad. ¿Tan difícil sería llegar a la sana convicción de no correr, y circular cómodamente por la cómoda calzada en lugar de dejarse la amortiguación, la dirección y los cálculos nefríticos cada cien metros? Para eso sería mejor no pavimentar las calzadas. Saldría más barato.
¿Por qué nos tienen que dar un palo al coche cada cien metros? Pues porque nadie se cree que por poner una señal de tráfico la gente la vaya a respetar.
(Hay que decir que la actitud corriente de nuestras autoridades a este respecto es sorprendente: Como nadie respeta una señal ni una norma que impongan unas limitaciones moderadas y sensatas, se cambian esas señales y normas por otras con limitaciones exageradas y absurdas, pensando que así se van a cumplir mejor. Como por una avenida de una zona residencial la gente no circula a 50 Km/h , sino a 90 Km/h, pues se pone una señal de 20 Km/h, y todos tan panchos). 
También es frecuente ver que en un hueco muy amplio, tan amplio que caben cómodamente dos coches, hay aparcado uno solo, justo en medio. Así, tan a gustito. (Yo no veo castigo ni pena lo suficientemente altos para con esta gente que ocupa dos huecos porque sí. Tal vez algún asesinato se pueda comprender. Muchos atracos y delitos diversos pueden tener una explicación que nos lleve, si no a apoyarlos, al menos a entenderlos. Pero aparcar en medio de un hueco doble es el mal por el mal, el mal absoluto, sin justificación ni perdón. Y tirar un papel al suelo también).

Tengo entendido que Julio Cano Lasso dijo que el grado de evolución y avance de una civilización es inversamente proporcional a la altura de los bordillos de las aceras. He buscado la cita para asegurarme y copiarla bien, pero no la encuentro por ningun sitio. Ni siquiera puedo asegurar que sea de Don Julio; pero lo digo tal como me lo contaron.
La suscribo; naturalmente. Aquí, en nuestro querido país, los bordillos nunca son lo suficientemente altos. La gente los escala con cuatrosporcuatro, con hummers, con panzers. Cada vez hay vehículos más trepadores y más agresivos. Se apretujan bajo las estatuas de las plazas, se suben a los pretiles, se sumergen en los pasos de peatones...
Ahora hay muchas zonas en nuestro querido país (incluso en mi querido pueblo) que se han pavimentado a un mismo nivel, separando tan sólo por colores y texturas las zonas de circulación de coches, de aparcamiento, de bicicletas, de peatones... Se han usado distintos tipos de adoquines, con distintas disposiciones (a soga, a espinapez...), e inmediatamente se ha llenado todo de jardineras de hormigón, boloncios de piedra o de fundición, bolardos, pinchos, etc, con lo que el espacio urbano ha quedado aún más hostil e inhabitable que antes.
Supongo que todo lo que digo es propio de los países latinos (que, por otra parte, tenemos fama de pasarnos la vida en la calle y de disfrutarla a tope). En los nórdicos es otra cosa. Los conjuntos de los centros urbanos de Rovaniemi, Jyväskylä y Seinäjoki (Finlandia) me emocionaron no sólo por la maravillosa arquitectura de Alvar Aalto (por supuesto), sino porque había flores, y aparcabicis llenos de bicis, y no había papeles tirados, ni los coches se subían por donde no debían...
En Bergen (Noruega) los coches esperaban pacientemente ante los pasos de peatones por si acaso se me ocurría cruzar, y aguardaban hasta que hubiera terminado de hacerlo. (Aquí, si por alguna rara circunstancia alguien te deja pasar, te afeita el culo con el espejo retrovisor).
En Noruega vi cosas que no creeríais: Parques con los bancos limpios, calles con coches tranquilos, papeleras en buen uso, aceras bajas...
Aquí para hacer urbanismo hay que acorazarse. Para hacer diseño urbano hay que partir de un perfil delictivo de ciudadano, de un perfil bestiajo. Así no se puede hacer nada. Primero deberíamos intentar ser ciudadanos. Es decir, cívicos.

6 comentarios:

  1. Sin duda, la sociedad se refleja en sus calles, en su espacio público. Y éste delata la falta de valores urbanos y sociales que sufrimos. Siempre digo que es complicado salir de una situación tan grave, como la que atravesamos, sin fomentar la Educación Social. Pero me temo que no aprendemos de los errores pasados y creo sinceramente que seguimos en vías de desarrollo y de educación. Queda mucho por hacer y es tarea de todos. Hagamos un llamamiento al civismo.



    En mi caso José Ramón, mi padre tuvo mas suerte con el dichoso bolardo; la rueda delantera de su preciado pero humilde coche reventó al pasar por los restos de uno de ellos que había sido previamente destrozado. Es digno de mencionar que el mismo vehículo también fue ferozmente rayado de forma intencionada por encontrarse aparcado correctamente, eso sí, su falta era encontrarse reluciente y ausente de patologías, arañazos o golpes. Aquí en Granada tuvieron la cortesía de hacer los bolardos, o anteojeras para equinos y asnos, con forma de Granada .... Ayer comentaba que tenía la sensación que había leído y estudiado lo que desarrollas en éste artículo.

    ¿Qué ocurre con los pavimentos de nuestras ciudades?¿Por qué no mimamos la quinta fachada ?. Tuve la oportunidad de colaborar en una beca de investigación sobre estética urbana que hablaba de Pavimentos. Fui testigo y de alguna forma constaté el juego espantoso, combinación errónea, forma carente de ideas y desidia con la que se proyectan y tratan los pavimentos de las ciudades, y por defecto las instalaciones urbanas que en ellos se desarrollan (por no mencionar las instalaciones "aéreas" que sufren nuestras fachadas...., ¡Ay, Señor
    que me enciendo!). ¡Qué tristeza!, que pena, y lo peor de todo ÉSA ES NUESTRA IMAGEN.

    Sin duda el desarrollo de una ciudad también es inversamente proporcional al número de cables suspendidos en calles o grapados en fachadas.....
    Sigamos el camino José Ramón, pero prefiero otro distinto al camino guiado por los bolardos.

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  2. Soy de una opinión muy parecida a la tuya, querido José Ramón, pero como te veo un poco triste y pesimista voy a hacer un esfuerzo y cogeré el prisma rosa, que hace tiempo que estaba guardado en el desván y cubierto de polvo, para ver la realidad de otra manera.
    La verdad es que desde que yo era pequeño (cuarenta años desde que era pequeño, o treinta desde que era mediano)las cosas han mejorado mucho. La gente, en general, ya no es tan cochina (un poco cerda aún, pero menos)y si es cierto que hay mucho papel y colilla por el suelo, no es menos cierto que muchas personas han descubierto la existencia de las papeleras.
    En los parques públicos hay flores de diversos colores, formas y tamaños, y su nivel de supervivencia es extremadamente alto (¿alguien se imagina un parterre de flores sobreviviendo en el centro de Barcelona o Madrid en 1980?). Incluso las palomas torcaces, que no se fían ni de su sombra (y hacen santamente)ya pueblan mi querida Barcelona y confían plenamente en sus habitantes (bueno, en Pujol hijo creo que no, pero de nuevo hacen bien).

    En fin, lo que quiero decir es que, aunque poco, algo se ha mejorado, y si el nivel de civismo de los españoles se viese reflejado en una gráfica como la del IBEX, su forma sería claramente ascendente.

    Espero haberte animado el día.

    Un abrazo.

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  3. Muchas gracias a los dos.
    El incivismo me ha sacado siempre de mis casillas. ¿Por qué la gente tira un papel al suelo? ¿Por qué no piensa ni por un segundo en el prójimo? Es algo que no puedo soportar. (Y a medida que me voy haciendo mayor, peor. Me estoy convirtiendo en un verdadero cascarrabias).
    Supongo que de vez en cuando molestaré a alguien sin darme cuenta, pero os prometo que intento molestar lo menos posible. Ya que no sé si ayudo a alguien (cosa que también intento), al menos procuro no fastidiar más de lo necesario.
    Ángel: A la tosquedad de los ciudadanos hay que sumar la de los ayuntamientos, que a menudo cometen verdaderas barbaridades en el diseño urbano.
    Carlos: Como siempre, celebro tu espíritu constructivo y tu optimismo. Por unos segundos (sólo unos segundos) me lo comtagias. Es cierto que nos vamos civilizando poco a poco, pero tan despacio...
    Gracias de nuevo a ambos.

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  4. Si la educación es obligatoria y el civismo está como está, me abstengo de decir lo que pienso de la educación. El resultado es que las grandes ciudades son un enemigo desde que amaneces hasta que te acuestas, y mientras duermes, también. En mi caso, lo que peor llevo es el ruido. Eso sí que me saca de mis casillas. Y al menos en Madrid, donde tengo la desgracia de vivir, el que más ruido mete, con diferencia, es el puñetero Ayuntamiento. Creo que no hay solución, porque ciudades de más de cincuenta mil habitantes, desgraciadamente hay muchas, y no podemos destruirlas, que sería lo ideal.

    Una pregunta: ¿qué será de Nueva York (por poner un ejemplo) dentro de trescientos años? Supongo que tarde o temprano habrá una enorme falla en el terreno y será absorbido por la tierra. No estaría mal.

    José Ramón, estoy contigo, siempre he dicho que el primer mandamiento es no molestar. Y a los que aparcan en mitad de dos plazas también me los cargaría. Eso sí, a veces, aunque se aparque correctamente, al cabo de un tiempo se han movido los demás, y con tamaños diferentes de vehículos han terminado por dejar a uno asilado que parece el culpable sin serlo.

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    1. Esa última observación que haces la tengo en cuenta, Wallace, y en muchos casos les doy el beneficio de la duda. Pero hay muchas veces en que es evidente que el "listo" ha buscado sólo su mayor comodidad para aparcar y desaparcar.
      Gracias, como siempre, por tu atención.

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  5. En la escuela tuve un profesor que me dijo una vez durante un viaje que la civilización de una sociedad puede medirse por la altura de sus bordillos... y es verdad...

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