martes, 17 de enero de 2012

En estuche de regalo

La Villa Saboya de Le Corbusier es una obra maestra, y por lo tanto es muchas cosas. Se ha hablado y escrito muchísimo sobre ella, y se seguirá hablando y escribiendo muchísimo más. Como todas las obras maestras, es inagotable; porque no solo es lo que es, sino lo que cada uno de nosotros queremos que sea.
Yo tengo poco que decir, y aun eso poco ya estará dicho más de una vez. Pero, de todas formas, voy a decirlo. Es apenas una observación marginal (como de costumbre) y tal vez un poco simplista (como de costumbre).

Le Corbusier tiene un croquis muy famoso en el que simplifica cuatro formas de diseñar o de concebir un edificio. Es muy claro, como siempre:
La primera es diseñarlo como el edificio quiera ser; dejarlo crecer y manifestarse libremente, orgánicamente. Cada pieza y cada espacio se ubican según convenga y toman la forma que necesiten. (El ejemplo que dibuja es su casa La Roche/Jeanneret en París).
La segunda es hacer un volumen macizo, compacto. (Tiene muchos edificios así, aunque ninguno tan soso ni tan torpemente macizo. Podría ser, por ejemplo, el edificio de Manufacturas Duval, en St. Dié, o el Secretariado de Chandigarh).
La tercera es hacer una estructura muy rígida y cuadriculada y moverse libremente dentro de ella. (Conceptualmente tiene muchas obras así, pero ninguna tiene la forma del croquis nº 3. Pongamos por ejemplo el Centro de Artes Visuales de Cambridge, en la Universidad de Harvard, y el Palacio de Congresos de Estrasburgo).
Y la cuarta es la suma de todas las anteriores: Una disposición en planta que se organiza libremente (véase la zona rayada), pero que exteriormente parece un volumen compacto, una caja, y que, con una estructura regular, se toma todas las libertades que quiere. (El ejemplo palmario de esta es la Villa Saboya).
En definitiva, es un regalo dentro de un estuche.
Es una caja nítida, regular, maciza (un poco sosa), pero que esconde algo totalmente distinto. La caja de regalo (con lacito y todo: las paredes curvas del solarium) no permite adivinar lo que hay dentro. El interior es una verdadera sorpresa. Es justo como cuando abrimos un regalo. Dentro de la sosa caja de cartón hay algo estupendo.

Y, para que luego digan que el Movimiento Moderno estaba ayuno de Complejidad y Contradicción, esta casa es completamente contradictoria.
Tras la aparente sencillez y homogeneidad se esconde un espacio sorprendente.
El aparente macizo está percudido por huecos y vacíos. No tiene nada que ver lo que hay dentro con lo que parecía desde fuera:
La terraza tiene una vista al horizonte que queda enmarcada por unos huecos inútiles en una falsa fachada cuya función es la de máscara, la de engañar a quien vea la casa desde fuera.
¿Por qué no se ha dejado la mirada libre al espacio abierto? ¿Por que se la constriñe?
Lo primero, por lo que hemos dicho: Para que haya estuche. Pero también, en cierto modo, se enmarca el paisaje, se le domestica, se le hace pasar por el ojo de la aguja de las falsas ventanas en longueur. Se ejerce una función racionalista incluso sobre la naturaleza, que no se deja disfrutar directamente, sino que hay que acotar y cuadricular para poderla disfrutar.
Por otra parte, el obligar a que la planta de la casa quede inscrita en ese pseudocuadrado ocasiona algunas incomodidades, algunos agobios innecesarios (sobre todo cuando no se tiene ninguna limitación de espacio en la parcela). Hay un cierto "amontonamiento" de las habitaciones, una doble circulación desde la escalera y algunos estorbos en la apertura de puertas que no parecen propios de una casa con tanto sitio.

Pero por encima de la funcionalidad cuenta el teorema, la dificultad autoimpuesta, la resolución de un problema que no era tal, que se ha inventado el arquitecto por puro placer sádico.
No es la mejor planta del mundo, pero la casa es magnífica. Los complejos y contradictorios espacios que conviven y pelean dentro de la caja producen una gran riqueza perceptiva y un enorme placer, tanto intelectual como sensual.
La rampa es un hallazgo espacial y plástico, y el juego entre estructura obligatoria (tanto portante como compositiva) y elementos caprichosos tiene un raro equilibrio dinámico y una enorme riqueza.

Pero, por encima de todo, creo que el mayor hallazgo de esta casa es que los vacíos son más protagonistas que los llenos. La casa se amontona y se estruja, pero las terrazas (cubiertas y no cubiertas), la rampa exterior, el solarium, etc, son los huecos que organizan el espacio, los vacíos que relacionan los volúmenes y dan sentido al conjunto.
En el croquis nº 4 tienen tanta importancia las zonas blancas como las rayadas, o más.
El regalo es siempre más importante que el estuche; el espacio lo es más que la materia.

1 comentario:

  1. Interesante análisis como todos los suyos pero... de nuevo estamos ante un icono escultórico y no arquitectónico, indudablemente bello y "poético" pero no útil, (es una casa enorme y enormemente incómoda en la que sus propietarios apenas habitaron) ni firme (son curiosas las luchas de la propietaria contra los problemas de estanqueidad de fachadas, carpinterías y sobre todo cubiertas, ya que mas que goteras, la casa tenía verdaderas "cataratas" de agua que Le Corbusier se atrvió a calificar como "sugerentes" ante las quejas de la dueña)

    Enhorabuena por su Blog

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