martes, 18 de enero de 2011

Siempre el espectáculo


Esta madrugada se ha quemado una nave de Leroy Merlin en Majadahonda (Madrid). Todos los noticiarios han repetido la noticia. He estado toda la mañana escuchando la radio, y en los informativos no hacían más que decir que el incendio ha sido “espectacular”.


“Un espectacular incendio en una nave…” “Un incendio espectacular en la conocida tienda de bricolage…”
El incendio ha sido pavoroso, horrible, destructivo, tremendo…, pero el único adjetivo que utilizan los periodistas es “espectacular”.
Es decir: El incendio ha sido un espectáculo. Es decir: “Nos lo hemos pasado bomba viéndolo y nos lo estamos pasando bomba contándoselo a ustedes. Es una pena que no lo hayan visto, porque ha sido espectacular. Menos mal que tenemos estas divertidísimas imágenes para que disfruten”.
Los accidentes de tráfico son espectaculares. Los terremotos son espectaculares. Los tsunamis son espectaculares. Los accidentes aéreos son espectaculares. Todo es espectacular. Todo es para nuestro solaz y nuestra distracción. Por causarnos una sorpresa, un gesto, un suspiro, están bien empleados todos los accidentes y todas las catástrofes.
Al parecer todo eso sólo tiene un sentido: Ser un espectáculo para nosotros.

En este mundo absurdo de gritos y de estímulos desaforados por doquier, en este mundo ruidoso donde todo está subrayado y reforzado, donde todo está salpimentado hasta el paroxismo, ¿qué arquitectura es la apropiada?
La arquitectura espectáculo es coherente con el tiempo en que vivimos, con este gran centro comercial que es nuestro exhausto mundo.
Que sean espectaculares los futbolistas, los actores, los cantantes, es deseable. Que lo sean los escritores tampoco está mal. Que lo sean los filósofos es sorprendente. Que lo sean las tragedias es lamentable.
Que lo sea la arquitectura está bien en determinados contextos. No me gustaría que mi casa fuese espectacular. Preferiría que fuese secreta, porque la quiero íntima. Pero me parece bien que sí lo sea...

Aquí me he parado. Iba a escribir "la catedral de mi ciudad", y he pensado que sí, que una catedral tiene que ser llamativa, un foco de atención: pero también he pensado que, aunque el Barroco y los jesuítas inventaron la religión-espectáculo, no me parecía del todo bien escribir que deseo que una catedral sea espectáculo.
Entonces he pensado escribir "un museo". Un museo sí es un foco festivo, una llamada, una presencia poderosa. Pero tampoco me ha parecido del todo deseable que el edificio sea espectáculo. Es deseable que tenga una imagen fuerte y atractiva, pero también debe estar al servicio de lo que alberga en su interior. Ahora todos los museos son espectáculo, pero el museo etnológico de la capital de provincia siempre ha estado en una discreta ala de un discreto edificio neoclásico. No sé.
¿Un teatro de ópera? Pues sí. ¿Un centro cultural? Sí, claro. Naturalmente. Está muy bien que sean espectaculares. Pero veo que ese calificativo se queda insuficiente y tal vez inapropiado. No lo sé. En el estadio de fútbol, en la plaza de toros y en el teatro el espectáculo ha sido siempre lo que ocurría dentro. Pero ¿qué pasa si el propio edificio es un espectáculo? Nada. Nada malo. Que está muy bien.
Sí. Pero me sigue sabiendo a poco. Preferiría que todos esos edificios fueran un espectáculo... además.

1 comentario:

  1. Buenas noches.
    Entiendo que un edificio que albergue espectáculos debe ser espectacular. Cualquier espectáculo, incluyendo una misa pontifical.
    El problema, como bien dices, es delimitar el término "espectáculo". Qué es espectáculo?. Para un valenciano lo de Leroy Melin, seguro que lo es, si lo despojamos de las consecuencias. Si nos importa un bledo a quien van a empapelar, las perdidas y algunas otras jugosas consideraciones...amigo, vivimos en un mundo donde la empatía está muy racionada. Conocí a un tipo que decía que "en este país, cualquiera hace un Longines y lo peor de todo es que lo vende".

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