viernes, 7 de noviembre de 2014

Hurbanismo (I)

(Unas cuantas observaciones deslavazadas basadas en mi experiencia personal).

Prólogo 1: El suelo (urbano) no vale nada. Por el límite oriental del término municipal de mi pueblo (Seseña) pasa el Río Jarama, que forma una vega muy fértil. Esas tierras han sido muy cotizadas desde la prehistoria, pues el Jarama lleva un caudal muy estable y el regadío está garantizado. Hay pocas heladas y todo se muestra benigno para la agricultura.

El Río Jarama en el término de Seseña. Foto: Ferpatillas

El maizal. Foto: Priedepriede
(Este es de Navarra, pero es exactamente igual que los de mi pueblo)

Los antiguos seseñeros establecieron el pueblo a unos siete kilómetros de distancia de esa magnífica vega. No la iban a estropear construyendo casas. Éstas fueron construidas (naturalmente) en el peor sitio posible para la agricultura: en un pedregal de yeso. El suelo que no valía para otra cosa se usaba para construir.

Seseña, hacia 1960. Foto obtenida gracias a la labor encomiable de mi paisano
y tío segundo Pepe Cholela. Desde la torre de la iglesia mirando hacia el este.
Al pie se ve la plaza, y la calle de La Vega se aleja. 4 Km más allá (de suelo de secano)
pasa la carretera de Andalucía y el terreno va descendiendo otros 2 o 3 Km hasta el Río Jarama.

La gente rica tenía mucho terreno de regadío en la vega y mucho más de secano en el llano. La gente algo más pobre tenía algunas tierras de secano, en la parte alta, entre la vega y el pueblo. La gente aún más pobre no tenía tierras y trabajaba a jornal. Pero todos tenían enormes parcelas en el casco urbano: El terreno en el que hacer la casa costaba infinitamente menos que una tierra de labor de secano (y no digamos que una pequeña huerta de regadío). En realidad apenas costaba algo. Y si las zonas más céntricas estaban ya ocupadas, se hacía uno la casa en las afueras y ya está.
Recuerdo la casa de mis abuelos: No tenía ni baldosas. El suelo era de tierra apisonada y cal, que mi abuela regaba todas las mañanas asperjando con la mano el agua de un cubo. El tejado era de tejas sobre cañizo. Las paredes eran de canto y barro. La electricidad había venido después: Las paredes estaban recorridas por cables trenzados con aislamiento tejido, las bombillas colgaban de casquillos desnudos y se encendían y apagaban con interruptores de pellizco.
Era la casa más pobre que uno pudiera imaginar, y sin embargo daba por detrás a un patio enorme, en cuyo fondo había una cuadra donde había habido una mula, y encima de la cuadra había una cámara para el grano. Un auténtico laberinto inextricable para jugar. Un paraíso.
En la parcela que ocupó la casa de mis abuelos, ya demolida, están hoy las casas de tres de mis tías, tres buenas casas, cada una de ellas con su buen patio.
Es decir: Un matrimonio medio, algo más pobre que rico, tenía un solar que hoy sólo se podría permitir un millonario.
Prólogo 2: El urbanismo es, en principio, un pacto entre vecinos. En aquella época de la que hablo las cosas se podían hacer así porque no existía alcantarillado, ni agua corriente, ni electricidad ni teléfono. Las casas no iban enganchadas a nada y cada uno se podía hacer la suya donde quisiera, sin conectarse a ninguna "red".
La única red que existía era la viaria, que se había generado espontáneamente. Uno separaba su casa de la de enfrente una distancia prudencial, para no quedarse atrapado y poder entrar y salir, y pasar con la galera y con la mula. Para eso era necesario que los vecinos también lo hicieran. De alguna manera, el "egoísmo" particular de cada vecino, que atendía a sus propias necesidades, propiciaba la "solidaridad" colectiva.
Aparte de dejar paso no hacía falta nada más. Había calles muy sinuosas y callejones sin salida. Las alineaciones eran irregulares porque siempre había algún listo que se metía un poco en la calle.

Primera aproximación al meollo. No había alcantarillado: Uno vertía sus desechos en un pozo negro dentro de su parcela, en el patio trasero. Tampoco había agua: Las mujeres bajaban a la fuente con una carretilla que podía llevar dos tinajas. (Yo he jugado con esas carretillas, ya inútiles en mi niñez). Y al lado de la fuente estaba el pilón y el lavadero, donde todo el pueblo lavaba la ropa.
La cosa cambió radicalmente cuando se hizo una red de tuberías para que cada casa tuviera agua. Entonces las que se iban haciendo nuevas iban creando la necesidad de alargar el tubo de agua. Ya no eran autosuficientes. Necesitaban disponer de esa infraestructura, y permiso para enganchar a ella. Aún no había previsiones de caudal. El agua se cortaba a menudo porque las bombas de los pozos municipales se rompían o no daban abasto. Las zonas más altas del pueblo sufrían mucha pérdida de presión y pasaban mucho tiempo sin suministro. Ya se empezaba a hacer necesario que alguien previera algo, ordenara algo, calculara algo.
Cuando yo era adolescente, y en mi primera juventud, las calles de mi pueblo aún no estaban pavimentadas, y aún no había alcantarillado.
Y los vecinos empezaban a demandar esos servicios.

Entrada en el meollo. Las primera ordenación urbanística de mi pueblo se hizo en 1983. Se aprobaron las primeras Normas Subsidiarias (de Planeamiento Urbanístico). Por aquella época (yo estaba en la escuela de arquitectura, pasado ya el ecuador de mi carrera) se hizo el alcantarillado, que se cobró a los vecinos mediante contribuciones especiales. ¡Menudo follón!
A partir de ese momento ya parecía obvio que el suelo urbano empezaba a costar algo más de dinero: El precio inicial del suelo rústico, más los gastos de urbanización e infraestructuras, incluyendo lo que hubiera que ceder por diversos conceptos.
Ese precio del suelo era un precio sensato, aditivo: Tanto como suelo rústico, más el coste de esto, más el coste de lo otro, más lo de más allá... Etcétera.
Recuerdo que por entonces en la escuela hacíamos unas prácticas de valoraciones en Legal. Estaba establecido que el valor del suelo suponía una repercusión de entre un 20 y un 30% del precio de una vivienda.

Hurbanismo. Cuando acabé la carrera tuve la suerte de empezar a trabajar en seguida como arquitecto en mi pueblo. Recuerdo que una vez fui al ayuntamiento a preguntarle unas dudas a la arquitecta municipal, pero no estaba (era una honorífica que iba un día a la semana, cuando podía) y me atendió directamente el alcalde (que, como todos los alcaldes que he conocido en mi vida, era un arquitecto amateur). Sacó una de esas clásicas carpetas azules de cartón que llevan unas gomitas en las esquinas para mantenerse cerradas. Con rotulador negro tenía escrito: "Hurbanismo".


Me llamó muchísimo la atención y lo pasé regular discutiendo las condiciones de aprovechamiento de una parcela con aquella eminencia.
Pero ahora lo entiendo perfectamente: El alcalde era el primero de la historia de mi pueblo que tenía ese nuevo concepto en su mente como algo muy importante, y estaba fascinado con él. Por eso le había puesto una H. Y no lo había escrito con v, sino con b (b alta), por lo mismo.
El Hurbanismo era algo nuevo, algo de gran prosopopeya e importancia. El Hurbanismo abría una etapa decisiva en la historia de mi pueblo.

Un aspecto del hurbanismo contemporáneo,
que ha hecho a Seseña mundialmente famosa
veinte años después de aquella carpeta.

El DRAE define la voz "urbanismo", a mi juicio con poca elocuencia e incluso con displicencia:


Y en la voz "hurbanismo" no quiere ni entrar:


Curioso, porque esa voz, "hurbanismo", es una de las más interesantes de nuestra lengua carpetovetónica, y tiene dos fascinantes corolarios:
1.- Crea el concepto de "valor residual", porque con el hurbanismo es imposible saber el valor de un suelo, y se hace al revés, empezando por el final y restando valores diversos para que el del suelo sea "lo que quede", un residuo. Esto hace que se pase de aquel valor de repercusión del 20 o 30% a uno del 60%, del 70%, y subiendo hasta el estallido final.
2.- El sistema está establecido de tal manera que si tienes tierras (de secano o de regadío, o incluso eriales yermos; eso ahora da lo mismo), una mera decisión administrativa te pueda hacer rico. El sistema, por lo tanto, es corruptógeno desde su misma concepción.

(Esto queda muy largo. Aunque creo que ya está dicho lo que quería decir, me extenderé en una segunda parte explicando esos dos corolarios finales).

Nota.- No es mi intención denunciar a personas ni a entidades. Tan sólo he contado experiencias muy concretas en un lugar muy concreto para intentar pintar una situación muy general. A cualquiera de vosotros le sería fácil investigar quiénes eran los alcaldes de mi pueblo durante los años que he ido diciendo, y quién gobernaba la comunidad autónoma. Creo que no tiene sentido que lo hagáis, porque estamos viendo exactamente lo mismo en Madrid, en Murcia, en Baleares, en Valencia, en Cataluña... Repito que creo que todo reside en el concepto "hurbanismo", que es esencial y estructuralmente corruptógeno.
Por supuesto que lo de la carpeta con el rótulo "Hurbanismo" es cierto, y es algo que me llena de ternura y a la vez de terror: Creo que fue ese momento cuando los alcaldes de los pueblos pequeños se empezaron a dar cuenta de que aquello era algo muy importante, y se lo empezaron a tomar muy en serio y con mucha responsabilidad (años ochenta), hasta que todo aquello fue llegando por sí mismo adonde tenía que llegar.


Si te ha interesado esta entrada e incluso esperas leer pronto la segunda parte, clica el botón g+1 que verás aquí debajo. No escribiré esa segunda parte hasta que no tenga al menos... vamos a ver... diez, doce... quince... setecientos veintitrés +1. (Bueno, vale, nooo. Con cuatro o cinco +1 me quedaría muy contento. Muchas gracias).

5 comentarios:

  1. ¡Épico, José Ramón!

    Ya dicen los sabios que posiblemente la madre de todos los males de la humanidad fue la salvajada de privatizar la tierra, el primer medio de producción, propiedad por igual de todos los seres vivos.

    El tema del reparto de la plusvalía urbanística es una canallada tan flagrante que no requiere mucha explicación. Está claro que lo que da valor a un solar, digamos en la Gran Vía de Madrid, no es nada propio de ese solar ni nada que haya hecho su "dueño", sino el hecho de estar en un lugar céntrico donde viven millones de personas. Y ése y sólo ése es su valor, y se permite a su "dueño" hacerse rico de la noche a la mañana, o cobrar alquileres de espanto. También se permite una especulación brutal con las plusvalías que generan operaciones como la construcción de una parada de metro. Y la madre de todas las especulaciones es cuando se atrapa a un país en la dinámica de una burbuja especulativa inmobiliaria, donde se monta un tinglado que permite la llegada de crédito fácil masivo para hipotecar a los ciudadanos de por vida...salvo a unos cuantos golfos.

    Pero claro, es que resulta que la única y verdadera industria de este país de mierder era...¡la especulación inmobiliaria! Y claro, lo desarrollaron hasta el paroxismo (da vergüenza ajena leer lo que escribían hace no más de siete u ocho años ilustres de la construcción y de la arquitectura sobre la "fortaleza del sistema bancario español y sus constructoras" y sobre la "ejemplaridad de su sistema inmobiliario"). Una industria insostenible, golfa y corruptora a ultranza. Y así estamos como estamos, en la mierda, sin futuro, con el litoral arrasado, ensanches y PAUS infernales en las grandes ciudades, deuda pública y privada por las nubes, cuatrocientos desahucios AL DÍA...

    Nos ha salido bien caro el invento de hacerse rico de la noche a la mañana especulando con el corral de gallinas. Y por supuesto, aquí tenemos el verdadero balance de 35 años de "Transición" (¿Transición de qué a qué? ¿del poder de los ricos con el Generalísimo Dictador, al mismo poder de los mismos ricos, ahora con la chaqueta de "demócratas"?): UN ERIAL.
    Pero no hay que desesperar, y de las ruinas levantaremos un sitio mejor, más alegre, sano y justo, donde el urbanismo sirva para el buen vivir y se escriba sin hache: URBANISMO. Eso sí, hay que desprenderse primero de toda esta podredumbre casposa y rancia que nos embadurna, y mandar al armario de la historia (y al de la prisión) a un buen atajo de canallas que no hacen más que daño.
    Como Antonio Gramsci no tenemos más remedio que decir: "contra el pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad".
    Adelante, pese a todo.

    Fantástico post. Espero ilusionado la segunda parte!

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  2. Me has recordado, José Ramón, la casa que heredé de mis abuelos en tierra caliente, a ocho horas de la fría Bogotá.
    Es una casa de 400 metros cuadrados donde más del 70% es jardín y solar y arboles de mango y de aguacate...con un viejo secadero de madera en desuso que yo solía llamar "el ranchito" y tenía invadido con juguetes.
    Ahora han hecho una carretera por un lado y las ofertas de compra han sido por montones, todos han visto lo beneficiado que quedé con un lote tan grande en una vía tan nueva y todos le ven un mejor uso que una casa de jardines y arboles de mango y aguacate.
    Quizás algún día El Ranchito y yo caigamos presas del Hurbanismo que ahora comienza a nacer en esos pequeños pueblos de tierra caliente.
    Un abrazo mi amigo, desde la lluviosa Bogotá.

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  3. Magnífico post José Ramón, totalmente de acuerdo.
    Mientras no se consiga que el suelo por sí mismo no tenga valor o su valor sea residual esto no parará. Vivo en una ciudad de las más caras de España en lo que a vivienda se refiere y por lo tanto un suelo de los más caros. Se han vendido viviendas con valores de repercusión de suelo estratosféricos, pero lo curioso es que los promotores ya se están preparando para la siguiente pensando que volverá la abundancia; yo creo que no volverá y me alegro por ello. Tenemos que conseguir cambiar la legislación para que el suelo tenga un precio justo y limitado, y descalificar todos los suelos con planeamiento aprobado que están ahí esperando otra vez a "que esto arranque".
    Enhorabuena por tus reflexiones.

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  4. ¡Que gran crónica!... Para mi gusto, otra de tus entradas "5 estrellas", estimado José Ramón.

    La experiencia nos ha enseñado que el "Hurbanismo" es o ha sido, el principal y el gran negocio de los que mandan en los pueblos...

    Estoy deseoso de leer lo que sigue en la 2ª entrega....

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  5. José Ramón, no puedo darle al botoncito g+1, porque no tengo perfil en google plus o lo que sea eso, pero sí me ha gustado la entrada y me interesa mucho el tema. Creo que ha sido la piedra angular de la catástrofe que tenemos. El caldo en el que mejor se ha cultivado la especulación, fuente de todo desastre, y del pan para hoy y hambre para mañana.

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