martes, 6 de febrero de 2024

El monje de la boina

He visto esta foto que me ha llamado muy poderosamente la atención: Le Corbusier visitando las obras del convento de La Tourette. Todos los monjes lo acompañan y lo escuchan.

¿Todos? ¡No! Un monje irreductible, tocado con una gran boina resiste todavía y siempre al arquitecto.

(Podéis clicar la foto para verla más grande, pero de todas formas os amplío al monje de la boina):

Está subido a un muro y mira desafiante a un punto, me da la impresión de que no tanto porque aquel punto le atraiga como para hacer ostentación de que no le interesan nada ni ese otro que todos miran ni el arquitecto a quien parecen respetar tantísimo. Ese monje solitario y testarudo, ágil y desafiante, parece decir: "Habla, chucho, que no te escucho" y "Ja; Lecorbusieritos a mí".

Me estoy imaginando al gran chivaloca de todos los frailes: Por la mañana todos han desayunado hablando con entusiasmo de que en un rato iba a venir el genial artista y les iba a explicar cómo iba a quedar la capilla, aún apenas esbozada, las carpinterías y los brise-soleils de sus celdas, el pavimento del refectorio y docenas de cosas más. Han desayunado deprisa y se han ido a la entrada para recibirlo. Pero él -el monje de la boina- ha seguido untándose un poco de mantequilla en el pan y lo ha sumergido con parsimonia en el café con leche, se ha quedado solo, y bastantes minutos después, cuando lo ha considerado oportuno, se ha calado la boina y se ha ido para el tajo.

Ha visto las obras sin dejarse influir por la verborrea de ese bocazas y ha vuelto a maldecir por enésima vez la monstruosidad de todo aquel béton brut, desde el que se le antoja tan difícil adorar a Dios. Hace de tripas corazón y tira de resignación cristiana y de socarronería auvernesa para decirse a sí mismo que Dios se deja adorar desde cualquier sitio, sea una cuadra, sea una pocilga o sea una "obra maestra" de la arquitectura moderna.

Mira los muros de hormigón, las losas de hormigón, los pilares de hormigón, los lucernarios de hormigón y al arquitecto ese de cara de hormigón y se pregunta cómo es que sus compañeros le ríen tanto las gracias y le hacen tanto casito.

Al cabo de un rato deja de mirar a ese punto indefinido y posa su mirada -no se ve bien si cargada de desprecio o de compasión; seguramente de ambas cosas- en esa gente tan extraña a él, tan estúpida y tan equivocada.


Está mirando al centro de atención, al grandísimo y famosísimo arquitecto, y parece decir: "¿Ya te vas o qué?"


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Mañana ya se encargará él de hablar con los obreros y de vigilarlos; de decirles que ni hablar de que ese muro sea ciego: que abran ahí una ventanita. Y que si las celdas tal, y que el refectorio cual, y que pongan esto, y que quiten lo otro. Y con un cansinismo que no conoce el menor atisbo de desánimo peleará cada centímetro cuadrado de edificio, agotará cada palabra y cada gesto de cada albañil y mirará por encima del hombro a todo el mundo. "No decís ni pensáis más que tonterías. Dejadme a mí, que ya me encargo yo".

Yo no sé vuestras experiencias, pero os cuento que por mi parte, que no soy ni mucho menos un gran arquitecto, y ni siquiera un buen arquitecto, casi siempre he tenido en mis obras algún monje de la boina, y sé de lo que hablo.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado tu análisis... y es que el proceso de la obra en arquitectura es un laboratorio peculiar de las relaciones humanas... envueltas en ese objeto grande, externo, al que cada cuál se acerca desde una posición... ese campo está estudiado?, análisis, películas... (Susana Velasco)

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    1. Muchas gracias, Susana, pero aunque creo que está claro lo digo explícitamente aquí: Lo que he escrito es completamente gratuito y caprichoso. Las fotos me han gustado tanto y me han sugerido tantas cosas que me he dejado llevar por la imaginación y la fantasía.
      Seguro que hay quien sabe perfectamente quién era ese monje, y a lo mejor fue el mayor defensor de Le Corbusier en el convento e incluso quien decidió que el encargo se le hiciera a él.
      Este blog no es nada riguroso (casi nunca; alguna vez sí), y sencillamente me dejo llevar (casi siempre; alguna vez no).
      Muchas gracias.

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    2. claro! , si lo que es interesante es la capacidad de una fotografía para detectar las fuerzas que están en juego.... la lectura de un gesto, de esa posición en el espacio elegida, de esa ocasión tan poco analizada y tan jugosa que es la "visita de obra"! momento cúlmen para mí de nuestro trabajo! espero leer alguna tesis solo sobre esta idea: la constelación de fuerzas en juego en ciertas visitas de obra... gracias por divagar!

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