sábado, 20 de noviembre de 2021

Chusma

No somos la chusma. Somos lo mejor y lo hacemos gratis.
Ernest Hemingway, Islas a la deriva(1)


Hace muchos años leí Islas a la deriva, de Hemingway, y me gustó. No la recuerdo muy bien, pero la frase que he puesto arriba no se me olvida. Esa escena me impresionó. Es al final (penúltima o antepenúltima página). El protagonista, Thomas Hudson, está en una situación muy difícil, tal vez definitiva, y se define: "No somos la chusma. Somos lo mejor y lo hacemos gratis". La frase me gustó muchísimo. Tiene orgullo, honradez, desfachatez y algo así como la conciencia limpia. (Me gustó tanto que ya digo que es prácticamente de lo único que me acuerdo de esa novela tantos años después).

Debía de estar muy tonto con esa frase porque, en pleno frenesí de un proyecto se la dije a Tomás, mi socio: "Somos lo mejor y lo hacemos gratis". Me miró con una expresión inolvidable. Creo que no hace falta que os la describa: Tenía, como siempre, toda la razón. Menos mal que trabajaba con él y que él tenía las ideas mucho más claras que yo. No somos estúpidos románticos ni soñadores melifluos: Somos profesionales y nuestro trabajo vale mucho. (Ah: Y vivimos de él).

Vuelve la frase a mi memoria porque acabo de ver algo que no debería haber visto y que me ha perturbado mucho: He tenido acceso a un proyecto de una vivienda redactado por un arquitecto de un pueblo cercano a quien conozco de referencia y de rebote. En su interior había (por error e indiscreción) la hoja de comunicación de encargo del arquitecto técnico a su colegio, con mención de sus honorarios como director de la ejecución de la obra y coordinador en materia de seguridad y salud.

El doble de esa cantidad me habría parecido aceptable con muchas objeciones: Baja, pero podría haberlo comprendido. Ojo: que estoy hablando del doble. Esto era la mitad.

¿Pero cómo es posible? ¿Pero dónde hemos ido a caer y cómo es que hemos caído tan bajo? La casa tiene garaje y piscina, y todo ello suma trescientos cincuenta metros cuadrados construidos. Es un verdadero casoplón, y el aparejador de la obra, el encargado de supervisar las certificaciones, velar porque sus clientes no paguen ni un céntimo más de lo justo, comprobar las calidades de los materiales y su correcta ejecución, y responsabilizarse (civil e incluso penalmente) de la seguridad de la obra, echándose a sus espaldas los accidentes que ocurran y los desperfectos de acabados, remates, piezas, etc., es quien menos va a cobrar de todos los que intervengan allí. Hasta el antenista, el instalador del wifi y el del videoportero van a cobrar más que él.

Este arquitecto técnico trabaja con el arquitecto; son equipo, y sé que el arquitecto va del mismo palo. No he visto sus honorarios, pero sé que también son ridículos. Menos que ridículos. Inconcebibles.

Me ha impresionado tanto que lo he contado en las redes. En seguida me han contestado diciéndome que este arquitecto técnico será de los que no van a las obras, o de los que se conchaban con los constructores para permitirles ciertas libertades que luego les van a ser agradecidas y pagadas. En definitiva, que seguro que es un traidor y un estafador que se va a resarcir con creces de esos honorarios tan bajos.

Yo sé que la realidad es bastante peor que eso. Eso es lo que queremos creer quienes no podemos concebir que se trabaje por un salario de miseria y que uno se ofrezca a sí mismo como esclavo. Pero la realidad, la triste realidad, es que esa gente no es la chusma. Si lo fueran lo entenderíamos. Nos daría mucha rabia que nos quitaran los encargos para después estafar a los clientes, pero lo entenderíamos. Y, además, cuando viéramos sus obras llenas de grietas y humedades y a sus clientes discutiendo interminablemente con los constructores por las liquidaciones desastrosas nuestros labios dibujarían una diabólica sonrisa, un malvado rictus de venganza cumplida. "¿Ves? Por idiota". Al menos nos quedaría ese desahogo.

Pero no es así. El proyecto no estaba mal, y estoy seguro de que la dirección de obra la harán razonablemente bien.

Como digo, no creo que sean chusma. Creo que son algo bastante peor.


Son esclavos. Son autoesclavos. Y nos hacen esclavos a todos. Hacen esas ofertas de honorarios porque necesitan obtener esos encargos de miseria. Se responsabilizan de algo que les supera y en lo que prefieren no pensar porque sería insoportable vislumbrar cuánta desazón y cuánta angustia personal están regalando.

Afrontan unos trabajos para los que hay que tener unos seguros carísimos. Pero es que además se quejan de pagar doscientos y pico o trescientos euros mensuales de cuotas de autónomos sin plantearse que con eso no van a tener nada. Van a tener una pensión de auxilio social(2). No se plantean subir la aportación o completarla con un plan de pensiones porque no les da; tampoco formar una familia, tener hijos. No piensan trabajar once meses al año y vivir doce, ni trabajar cinco días a la semana y vivir siete. Asumen que su vida va a ser dura y miserable, pero no como antes, que lo era si no tenías encargos. No. En este caso es peor: Una vida dura y miserable llena de trabajo.

No piensan en el futuro porque no pueden. No hay futuro. Y no lo hay porque ellos se lo han cerrado y nos lo cierran a los demás.

Algunos dicen que cobran tan poco para abrirse camino, para darse a conocer, para hacerse un nombre, y por lo único que les conocen es porque son menos que baratos, y el único nombre que se hacen es el de prostitutos honrados, que hasta supervisan las certificaciones de obra y se pelean con el constructor por defender los intereses de su amo. ¿Qué pretenden? ¿Subir sus honorarios cuando estén algo más asentados? Automáticamente dejarán de recibir encargos, porque si les están llamando es por lo baratos que son.

Los arquitectos estamos en un plan que llevamos el coche a revisión, nos cobran cuatrocientos euros por cambiarnos el aceite, tres filtros y resetearnos el "ordenador de a bordo" y los miramos con odio. (Pagamos sin rechistar, pero con odio), o viene un fontanero a desatascarnos el fregadero, nos cobra doscientos euros porque la cosa estaba especialmente difícil y le ha llevado ¡hora y media! y lo mismo. Y echamos cuenta de a cuánto le sale la hora a esa gentuza; nosotros, que trabajamos casi todas las horas del día y apenas podemos respirar.

Y en vez de honrar y aplaudir a los profesionales que saben hacerse respetar, los consideramos unos abusones. No hablo ya de conciencia de clase, sino meramente de sentido común. Se cobra por la responsabilidad y por la dedicación, pero hay compañeros tan buenos como nosotros y que cobran la mitad. Si yo fuera el cliente también los contrataría a ellos.

No hay día que pase que no echemos de menos las añoradas tarifas de honorarios mínimos, pero ya es tarde. Es muy tarde. Ya nos han perdido el respeto porque nosotros mismos lo hemos pisoteado.

Los honorarios mínimos no son la solución. Y creo que no lo son por dos razones:
1) Porque no está bien que no sepamos cuánto cuesta nuestro trabajo y que necesitemos unas tarifas externas y ajenas a nosotros que nos lo digan. (¿Tienen honorarios mínimos los dentistas? ¿Y los peluqueros? ¿Y los fisioterapeutas?)
2) Y, sobre todo, porque perdido ya definitivamente el respeto, nuestros clientes no se creerían esa tarifa. ("Tú pon lo que tengas que poner, pero yo te voy a pagar tanto"). ¿Acaso creéis que si hubiera una tarifa mínima estos autoesclavos la respetarían? Se dejarían chulear como se están dejando ahora.

Es cierto que ya no tenemos tarifas obligatorias de honorarios mínimos que nos digan cuánto hay que cobrar, pero tampoco las tenemos de honorarios máximos que nos prohíban cobrar más que la ridícula mierda que estamos facturando. Somos nosotros mismos quienes proponemos cobrar lo que cobramos. Somos nosotros. Más nos vale asumirlo de una vez. Somos nosotros y nada más que nosotros.

Deberíamos reflexionar sobre qué pasó para que se extendiera el convencimiento de que en la óptica no se regatea, ni en la peluquería, ni en el restaurante(3), pero que cuando un arquitecto da un presupuesto lo hace con la boca chica, para que le vayas quitando, y quitando y quitando.

Hemos llegado a ejercitar un reflejo que nos lo tendría que estudiar Pavlov: Cuando nos piden un presupuesto nos ponemos nerviosos. No sabemos cuánto pedir, no porque no sepamos cuánto vale nuestro trabajo, sino porque estamos seguros de que siempre habrá otro que lo haga por la mitad.

Cuando al final damos una cantidad ya ni esperamos a que el cliente ataque. Ya decimos nosotros de entrada que eso no es más que un primer tanteo y que lo podemos rebajar.

Deberíamos querernos más. Deberíamos ser conscientes de que nuestro trabajo es importante y valioso. Deberíamos repetirnos a menudo: "No somos la chusma. Somos lo mejor y lo cobramos bien".


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(1).- Islands in the Stream. En español se traduce como Islas en el Golfo o Islas a la deriva, que de las dos formas lo he visto. El ejemplar que tengo yo tiene el segundo título, es de Seix Barral y está traducido por Mary Rowe.
(2).- Haced un tanteo rápido de treinta y tantos años pagando doscientos cincuenta euros mensuales y veinte cobrando... ¿cuánto? Y no me habléis de intereses. ¿Qué intereses?
(3).- Y encima dan propina. Sobre esto ya ni me atrevo a escribir: ¿Por qué un cliente en unas cosas toma el precio como una base que hay que completar con una propina y en otras lo toma como una base desde la que regatear y recortar?

5 comentarios:

  1. Impecable exposición de una cruda y cotidiana realidad. Tristeza y desazón.

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  2. C'est la vie... O cambias tu las cosas o nadie lo hara por ti...

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  3. Es triste, pero cada vez nos queremos menos. Que este mensaje sea de inspiración para muchos.

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  4. Guau, me resulta increiblemente realista. Hace un tiempo que decidí poner los honorarios correspondientes a mi trabajo y quien no quiera que no me contrate. Esos son mis honorarios ni tanteos ni ostias. Siempre digo lo mismo a los clientes: hacer una rebaja de mis honorarios supondría peor servicio y menos horas de dedicación y por lo tanto un producto peor; qué se pueden ahorrar un 1-2% de la obra y que eso suponga un producto mucho peor? No vale la pena. Delante de este dilema los clientes con ancho de miras prefieren contratarnos.

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